Mutat Destination
Prólogo
¡Actúa en vez de suplicar! ¡Sacrifícate sin esperanza de gloria ni recompensa! Si quieres conocer los milagros, hazlos tú antes. Sólo así podrá cumplirse tu peculiar destino—Ludwig van Beethoven.
Año 1899, Godric's Hollow, Inglaterra
Caminaba en la orilla de una angosta calle, observando la arquitectura de las bellas casas del lugar.
Él habría imaginado todo clásico, pensando que, continuaba siendo de uso generalizado, mas observó una serie de renacimientos distintivamente ingleses, principalmente en estilo gótico, renacentista y tradiciones vernáculas en casas visiblemente más antiguas y otras nuevas con clasicismo simple y homogéneo, muy diferente a su lugar de origen.
Su hermosa y singular Bulgaria.
La cual había tenido que dejar, gracias a su, ahora, ex-director que no comprendía su necesidad de conocimiento.
El rubio no pensaba en la existencia de la magia blanca y magia oscura, para él no había límite para el aprendizaje. No había términos como "bueno" y "malo", todo era como una escala de grises.
Metido en sus pensamiento, de forma lenta sacó del bolsillo de su pantalón un arrugado pergamino, en donde su tía abuela Bathilda había escrito la dirección de su casa.
-No más de dos cuadras.- calculó mirando las direcciones que decían a la entrada las casas de su alrededor.
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Se instaló en su nuevo cuarto, algo pequeño pero con todo lo esencial para una vida cómoda. La habitación era práctica y simple: un escritorio, una cama, un antiguo armario y un amplio ventanal que dejaba ver el cielo poblado de oscuras nubes.
Estaba agradecido de la simple decoración, sin extravagantes cuadros ni alfombras de colores fuertes, objetos que había observado anteriormente mientras su tía le daba un breve tour.
Sin darle tanta importancia al cuarto, cogió su abrigo y bajo rápidamente las escaleras. Vió a su tía leyendo con tranquilidad, ella al notar su presencia le sonrió, aprovechando el momento le avisó a su tía que saldría a explorar la zona.
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El lugar no era lo que él imaginaba, lo único que sabía en especial de Godric's Hollow era que muggles y magos ocultos convivían en una pequeña comunidad.
Algo que no le agradó en lo absoluto. No podía creer que magos se rebajaran y vivieran entre los muggles. Algo que a él, sangre pura, le indignaba, pero se tendría que resignar. Aunque no quisiera no tenía otra opción que vivir en aquel lugar.
Muchos lo miraron con curiosidad, hombres le observaban fijo y varias jóvenes suspiraban coquetamente, cosa que ignoró de forma olímpica. Estaba acostumbrado a ello. Sin ser narcisista, él reconocía que era apuesto. Era alto, con una bella cabellera dorada y unos penetrantes ojos azules.
Sin estar muy concentrado en el camino choco con algo... no, más bien alguien.
Era un chico, que seguramente estaría cerca de su edad. Era rubio como él y con unos grandes ojos celestes; un poco bajo, el búlgaro lo pasaba por media cabeza. Al lado de este se encontraba una joven.
La chica más hermosa que había visto.
Un poco más baja que el joven que la acompañaba. Tenía una larga melena negra, una piel blanca como la misma leche y unos perdidos ojos grises. Llevaba puesto un largo vestido verde y con un libro marrón en su mano.
—Disculpe no lo vi. —lamentó el búlgaro.
—No es ningún problema... —contestó el chico, le miró fijo intentado recordar quien era ese rubio. Nunca lo había visto.
—Gellert... Gellert Grindelwald. Un gusto. —miró fijamente a la señorita que miraba al cielo sin percatarse de su presencia. Algo que le extrañó.
—El gusto es mío, soy Albus Dumbledore. —el nombrado Albus sonrió y agarró la muñeca de la bella joven. — Ella es Ariana, mi hermana.
Esta por primera vez le miró fijo y se sonrojó notablemente. Algo que a Gellert le pareció adorable.
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Muchos pensaban que era una loca, hasta su propia familia. Le tenían lastima y la trataban como una niña de pocos años de edad, la subestimaban.
Ariana sabía que lo ocurrido con esos tres muggles había sido un gran trauma...pero no tanto como para llegar a la locura como todos pensaban.
Claro menos él.
Ella siempre fue callada y un poco tímida, también era distraída y serena. A veces la catalogaban como loca y perdida en un mundo de fantasía.
Llego al punto de pensar que era verdad, llego a pensar que realmente estaba loca. Pero un día el destino le envió su salvación, un rubio ojiazul que cambió su vida.
Ese día se enamoró profundamente de Gellert Grindelwald.
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—Después de esto me tendré que ir. — al final lo había dicho, vio en los preciosos ojos de Ariana dolor y eso lo deprimió más. Después de la confrontación con los hermanos de esta no había otra opción que irse. Se sacó la camisa manchada por su propia sangre ante la atenta mirada de ella.
—Llévame contigo...porfav...—
—No. Claro que no. No quiero que te alejes de tu familia ni de tu vida. —dijo firme.
—Tu eres mi familia...eres mi vida. —Le costaba hablar y contener las lágrimas era casi imposible —. Para ellos solo soy una desgracia...solo soy la loca de la familia... Te seguiré hasta el fin del mundo.
Gellert suspiró...para su alegría y desgracia, la decisión de la chica estaba tomada.
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Año 1908, Godric's Hollow, Inglaterra
Albus estaba impactado, no encontraba las palabras. Cuando esa fresca mañana de otoño salió al Ministerio de Magia se sorprendió al encontrar una enorme caja de metal en donde se encontraba una bella cuna y una tranquila bebita durmiendo.
Por primera vez en mucho tiempo, Albus no sabía qué hacer. Luego de unos segundos paralizado. Con sumo cuidado de no despertar a la infante metió la caja a su hogar.
Dentro de la caja no solo encontró a la niña sino también varias cosas, claro está que la caja estaba bajo un hechizo de extensión indetectable.
Encontró una gran cantidad de galeones de oro y una carta toda arrugada.
Dejo a la niña dormir y se concentró en el pergamino que tenía en mano, lo leyó muchas veces pero solo algo lo destrozó.
"Cuida de Lynette como Ariana y yo lo habríamos hecho"
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Mientras Albus lloraba por su perdida, en otro lugar el cuerpo de Ariana Grindelwald Dumbledore era enterrado.
Y junto con ella se fue la cordura de un destrozado Gellert Grindelwald. El dolor era tan fuerte que le llevó hasta la demencia.
Allí no solo murió Ariana.
En ese mismo lugar nació un monstruo...
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Año 1920, Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, Escocia
Lynette estaba destrozada, su tío Albus le había mentido.
Se sentía traicionada.
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Después de una agotadora mañana había ido al despacho de su tío a buscar algunos libros olvidados para su trabajo de transformación. Pero no recordaba bien en que consistía la base central del trabajo.
No era una joven muy aplicada al estudio. Al contrario, le encantaba pasear y jugarle bromas a todos sus compañeros. Especialmente a los idiotas de Gryffindor.
Ella era muy conocida por su gran astucia que hacia honor a su casa, junto con su cómplice Henry Potter cometían grandes planes para dejar en ridículo a los molestos leones...claro sin salir culpables.
Faltaban dos pasillos para llegar cuando vio a su mejor amigo cargado de cuatro o cinco libros, para los gustos de la rubia muy grandes y aburridos.
Henry era lo opuesto a ella, amaba leer e internarse en la biblioteca por horas, un orgulloso ravenclaw. Físicamente era morocho y bajo en estatura. Tenía unos pequeños ojos marrones y una gran nariz; usaba unos grandes lentes gracia años de horas de lectura sin buena luz. Era muy responsable y un buen amigo. También un buen planificador para espectaculares bromas.
Él era la mente y ella la desarrolladora.
Lo saludo y siguió de largo.
Más rápido consiguiera los libros, más rápido terminaría el horrendo trabajo.
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Después de llegar al despacho de su tío, no imagino lo que encontraría.
No sabía que encontraría a una carta que cambiaría su vida.
Una carta de Gellert Grindelwald.
Una carta...de su padre
Un despiadado y sangriento mago oscuro, que atemorizaba al mundo mágico. Un asesino que se había ganado su reputación gracias a su locura y su maldad.
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Año 1927, Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, Escocia
En una pacífica mañana, el despacho de Albus Dumbledore que habitualmente se hallaba en silencio ese día se celebraba la llegada de una pequeña beba. Allí se encontraba una bella mujer con su marido y un no tan joven profesor de Transformaciones.
—Esta pequeñita sí que ha caído de sorpresa, que íbamos a imaginar que llegaría justo al término de nochevieja. —dijo Lynette mirando con adoración a su pequeña hija.
—Tan impredecible como su madre. —un marcado acento italiano se escuchó.
—No escuche a tu padre, pequeña Hermione. —le sonrió a la bebe y fulminó con la mirada a Lysander que levantaba las manos intentando la paz, la rubia le sacó la lengua y luego se concentró en Hermione.
Mientras tanto Albus observaba a su sobrina, a la que amaba como a una hija. Luego fijó su vista en la pequeña castaña, que miraba todo con curiosidad.
Después de todos los obstáculos, no se arrepentía de lo que había pasado. Desde la muerte de Ariana se había concentrado en cuidar a la pequeña Lynette. Después de que la rubia supiera la verdad sobre su padre le había costado ganar su confianza de nuevo, pero todo había valido la pena. Recordaba como la había visto crecer, y suspiraba con nostalgia. Le había costado aceptar que su pequeña niña se había convertido en una gran mujer con un cariñoso esposo y ahora una pequeña niña alumbrando sus vida.
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Año 1930, Godric's Hollow, Inglaterra
En un pequeño y cuidado cementerio Albus miraba una bella lápida que había hecho construir para una de las mujeres que más amo es su vida. Estaba destrozado, el dolor por la muerte de Ariana no se comparaba con la opresión en el pecho que mantenía ahora.
Sus ojos estaban nublados de tonto dolor. Su respiración era rápida y varias lágrimas caían de sus ojos celestes.
Era un día triste en el Valle de Godric, la mayoría de las personas del pueblo se encontraban allí, llorando por la pérdida de una maravillosa persona, integrante de su comunidad.
Lloraban por Lynette Di Stefano Dumbledore Grindelwald y su esposo Lysander Di Stefano.
La única que no comprendía el dolor que emanaban los demás era la pequeña Hermione, que no entendía que no vería más a sus padres. Que por el momento no conocía el significado de la muerte. Ella solo quería salir de allí e ir con su mami a comer los ricos postres que padre preparaba.
Mione veía la cara de su abuelo y no le gustaba que no tuviera esa linda sonrisa de siempre.
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El ministro de Magia Hector Fawley caminaba a paso lento por el ministerio. La habitual sonrisa que adornaba su rostro estaba ausente y sustituida por una mueca tensa, un signo de que algo estaba mal. Hector era un hombre que se consideraba optimista pero también era una persona práctica que se guiaba con la lógica y la razón, algo inusual en los magos. Era un hombre amable y a la vez estricto; debía pensar dos veces antes de accionar, claro tenía una razón para ser así, tan meticuloso y calculador. La seguridad de los habitantes del mundo mágico era su responsabilidad y un pequeño error podría causar una gran catástrofe...o así pensaba él. Y cuando supo que Hermione Di Stefano Dumbledore era la nieta de Gellert Grindelwald...
Cuando fue informado que la sangre del mago oscuro más poderosos de la historia y la sangre de un mago de talento y poder estaban mezcladas en la bebe... después de un extenso momento de meditar la consideró una gran amenaza a futuro.
Debía poner manos a la obra.
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—Lo siento Albus pero según la ley la niña deberá quedarse en un orfanato hasta que comience su formación en Hogwarts. — Fingió una cara de peña y con mucha hipocresía beso la frente de Hermione y le acomodo sus cabellos.
—Las leyes pueden cambiarse. Soy su única familia y es mi deber cuidarla, no le veo ningún sentido de que no viva conmigo. Es algo absurdo mandarla a un orfanato sabiendo que tiene a alguien que la quiere y que está dispuesto a cuidarla. —un confundido Dumbledore espetó.
-La ley es dura pero es la ley. La niña será llevada al orfanato elegido mañana por la mañana.- sin más que decir el ministro caminó firme hasta la sala. O eso aparentaba. Su conciencia le decía que no debía apartar a la niña de sus seres querido. Pero el mundo mágica y su seguridad más que todo dependían de él. No dejaría que un pequeño detalle destrozara la paz que mantenían por el momento.
