Disclaimer: Kuroko No Basuke y sus personajes no son de mi propiedad y no me beneficio de ninguna manera con este FanFic.
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Kuroko Tetsuya era un prodigio. Él fue reconocido como el sexto hombre fantasma por la misma generación de los milagros, los llevó a la victoria innumerables veces. Era una sombra. Jugar al basket era como respirar, no podía vivir sin ello, era simplemente imposible. En el tiempo de secundaria había dado lo prudente por el deporte que amaba, al igual que los demás. Codo a codo iban superándose y hubo un momento en el que desaparecían de la cancha, despistando a todos, y reaparecían sigilosamente para vencer al enemigo. Claro, eso cambió luego. Los chicos cada vez eran más ambiciosos, incluyendo a Kuroko. No sólo vencían Aplastaban, destruían. Aún pensaban como una sola mente, eran un equipo y ganaban juntos.
Hasta una tarde, en la azotea.
- Saben por qué estamos aquí – Akashi Seijuurou se veía aún más serio que de costumbre. El ambiente era frío, sin embargo, no había brisa y había tanto silencio que era difícil no estar ansioso. Claro que sabían qué iba a pasar a continuación, se habían estado preparando para eso desde hacía mucho tiempo. Sabían que había llegado el momento ya que Akashi no estaba situado delante y ellos en una fila sino que ya no había barrera formal de ningún tipo, eran un círculo en aquel momento, como cuando meses atrás antes de volverse superiores planeaban minuciosamente cómo vencer y divertirse. Se miraron entre ellos, recordando. Olvidarlo no era una opción.
- Hoy es el día, chicos – Hablaba lentamente, retrasando lo que estaba destinado a ser - Los Milagros nos hemos reunido… para no volver.
Ese fue el día en el que él y sus compañeros odiaron el basket más que a nada.
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Akashi estaba por irse definitivamente, sin embargo, le pidió a su chofer que se desviara por un momento. Al rato se divisaba un vecindario humilde, nada que ver con lo que estaba familiarizado. Pero eso no era importante, lo importante era la persona que seguramente estaría caminando hacia su casa desde la escuela, era el último día.
Tal como lo predijo, un muchacho de cabellera celeste estaba recostado en una pared con los brazos cruzados. Sonrió, no estaba caminando. Estaba esperando.
No fue un gran encuentro. Akashi no le pidió al conductor que parara y Kuroko no hizo ningún intento de ir hacia él. Sólo se miraron a los ojos por unos segundos y cuando desaparecieron de la vista del otro siguieron con sus vidas. El pelirrojo iría a Kyoto para cumplir con el deber y la sombra seguiría caminando y avanzando para jamás detenerse.
Kise Ryota estaba saliendo de un estudio en aquel momento.
Midorima Shintarou se encontraba estudiando junto a la ventana de su habitación.
Aomine Daiki descansaba en la banca de un parque solitario.
Murasakibara Atsushi comía un Pocky distraídamente.
Todos, desde distancias razonables entre ellos miraron hacia arriba compartiendo de alguna forma un punto común a mitad del cielo.
