Juanito y yo.

¡Hola! Es mi cumpleaños y quería actualizar Las formas del amor, pero la musa se tomó la semana libre, por eso celebraré escribiendo RusMex cortitos, sin relación entre sí, a menos que sea especificado. Dedicado a todos los que quieren a Rusia y a Chema :3

Hetalia, marcas, bla, bla, bla, NO me pertenecen, se pide una disculpa a las personas que resulten ofendidas por el contenido aquí expuesto.

Juanito y yo.

¡Comamos un helado!


Era una hermosa mañana, un día antes de la reunión de la ONU en el estado de Nueva York -no, no va a salir Wellington, ni por que vive a una cuadra de ahí-, y tres singulares representaciones de países caminaban hacia un llamativo negocio.

-¿Acaso estás loco, mi hermano? -Cuba, quien no estuviera en los mejores términos con la nación americana, trataba de evitar que José María, representación de los Estados Unidos Mexicanos, siguiera su curso.- ¡Dile algo, Rusia!

-Niet, José María dijo que quería comprar un helado.

-No es para tanto, Servando. Bueno, si lo es. -Chema cerró los ojos mientras su boca se dibujaba en una línea distorsionada al recordar todas las noches en las que su vecino del norte le contara lo mal que le iba en su nuevo proyecto.- Pero si no le compro algo al Gringo Loco ahora, no dejará de quejarse y el Tejón Amarillo me llamará a mi casa para regañarme por hacerlo llorar de nuevo.

Tras resignarse, Cuba siguió al ruso y al mexicano dentro del establecimiento, que resaltaba por que cada rincón al que volteaba gritaba USA -literalmente-.

-Josehp! You are here! AH, HA, HA, HA, HA, HA, HA! -Saltó de repente el rubio americano por atrás del mostrador, asustando a los dos morenos y provocando en el ruso las ganas de tomar su grifo, sólo por si las dudas.- ¿Que te parece mi nuevo negocio? Awesome, right!?

-Ehm... Sí, es muy... Ehm...

-José María, creí que habíamos venido a comprar un helado, ¿da?

-Wait! ¿Qué hace el comunista aquí? -Gritó Alfred señalando al ruso.

-Creo que el comunista está en su derecho de caminar donde quiera. -Cuba le dio un ligero codazo a Chema.- Vámonos, mi socio.

-And what are you doing here? -El dedo del rubio de lentes dejó de apuntar a Rusia para señalar a Cuba.- ¿Acaso quieren secuestrar a Josehp?

-¡Claro que no, Gringo Loco! -Chema saltó para evitar que la discusión pasara a mayores por nada.- ¡Sólo venimos a comprar un conito!

-A what?

-Dame un helado, Alfred.

Tras rechazar todas las sugerencias del americano, éste le sirvió a José María un helado clásico de vainilla con chocolate en una canastilla de waffle crujiente.

-¿No vas a pedir nada, Juanito?

-Niet, no pienso apoyar al capitalista.

-Bueeeno. -México notó que Servando tampoco se veía muy a gusto.- ¿Tú tampoco vas a pedir nada? Yo invito.

-Niet, no tires tu dinero de esa manera. -Dijo el ruso tomando la mano de Chema para que éste no sacara su cartera.- Yo pagaré.

-Ay Juanito, cómo eres. -Agregó el moreno sonrojándose.

-Bien, bien, pediré algo, pero no es necesario que se pongan de melosos. -El cubano se acercó al mostrador, dándole un vistazo rápido a sus opciones.- Dame una paleta de frutas tropicales, ¡pero que esté en su bolsa y sellada!

-A cream pop? -Preguntó Estados Unidos quien ya le estuviera haciendo otro helado.- Why?

-¡Por que no confío en tí, imperialista del mal! ¿Quién no me asegura que todo el helado está contaminado con tu saliva?

-How dare you...!? ¿Acaso crees que agarro el helado y hago esto? -Y en acto, empezó a lamer el helado que tenía en manos, hasta dejarlo tal y como el que entregó al mexicano, quien apenas le estaba dando una probada al suyo, mientras que los clientes abandonaban el negocio en el acto.

-¡Divina Misedicordia! ¡Olvídalo! ¡No quiero nada que haya estados en tus manos o tu lengua! ¡Yo me largo! -Gritó Servando molesto, mientras que Iván llevaba a Chema al baño más cercano.

FIN

Lamento no lamentar eso, pero surgió de un jocoso momento de la vida real, y no pude ni quise evitarlo, pero para que vean que no soy tan mala, el extra:

-Wellington! -El neoyorquino quebró el barquillo en su mano al escuchar la voz del Estado Dorado.- ¡Aquí estás, Wellington!

-¿Qué quieres? -Le preguntó sin ocultar su hostilidad, mientras maldecía a Alfred por obligarlo a usar ese ridículo delantal y gorrito de trabajo, a cambio de re-decorar todo el negocio.

El joven pecoso apoyó su cabeza en sus dos manos, sobre el mostrador, sin ocultar la sonrisa de su rostro.

-Quería saber si podía trabajar contigo, ¡así podríamos pasar un gran tiempo los dos, juntitos!

El Estado Imperial no dijo nada. Cerró el refrigerador y tiró el barquillo destrozado.

-Permítanme un momento. -Le pidió a los clientes que recién entraran, y agarró de los cabellos al moreno, estrellándolo contra la caja registradora repetidas veces.

-¡AH! ¡AH! ¡AH! ¡AH! ¡AH!

Fin :3