John Watson llevaba mucho tiempo queriéndole hacer una pregunta a su amigo Sherlock, pero la pregunta siempre se atascaba en su garganta. Lo cierto es que no era importante saber la respuesta, no iba a cambiar la situación en ningún concepto pero… Era curiosidad.

Su curiosidad le estaba aprisionando los sesos, por eso, una martes por la tarde, antes de que Sherlock se fuera con Molly a golpear a un cadáver, se puso frente a él en la puerta de la cocina y le cortó el paso.

—¿Te puedo hacer una pregunta? —le dijo algo nervioso.

Sherlock enarcó una ceja, lo apartó con suavidad y fue a colocarse el abrigo.

—Pregunta John —le pidió.

—¿Tu hermano es gay? —John miró a los ojos a Sherlock, pero se sonrojó. Se movió nervioso —. O sea, solo es… Curiosidad.

Sherlock se puso la bufanda con toda la tranquilidad del mundo y bajó las escaleras. Esa pregunta le había divertido mucho. Cuando abrió la puerta de la calle, se volvió hacia John, que lo observaba desde lo alto de las escaleras.

—¿Sabes? Esa pregunta te la puede responder Lestrade. Según creo ha tenido a mi hermano contra la pared en incontables ocasiones —confesó, y dicho esto, cerró la puerta y se fue.

John estuvo unos segundos quieto asimilando la información, cuando la entendió su cara de vergüenza se transformó a una de pánico.

—Oh dios —murmuró espantado.

Iba a necesitar mucho té para olvidarse de eso, y mucho más para ser capaz de mirar a Mycroft o a Lestrade a la cara.