Dedicado a: Mayra Rousseau


Clarisse La Rue se dirigía a la Casa Grande, como todas las mañanas y todas las tardes. A primera vista, sus pensamientos parecían estar a miles de kilómetros, pero estaban a solo unos metros, en una casa de color azul celeste, centrados en un chico llamado Chris Rodríguez. Un hijo de Hermes que había sido capaz de robar su corazón encandenado, oculto por la rudeza de su ser. Él consiguió romper las cadenas, y hacer una herida. Una herida a la que solemos llamar amor.

Probablemente fuese una estupidez, una locura. Chris había ayudado al enemigo, y lo había encontrado en el laberinto de Dédalo. ¿Era de fiar? Se preguntaba. Y por muchas vueltas que le diese, por muchos quebraderos de cabeza que tuviese, siempre llegaba a la misma conclusión: sí.

Clarisse sabía en el fondo que, cuando volviese a ser él, se arrepentiría de sus hechos. Porque los aliados de Cronos le arrebataron la cordura y le dejaron abandonado. Y lo único que buscaba era el reconocimiento que merecía. Había tomado el camino equivocado, y le había llevado a lo que lo había llevado, pero Clarisse sabía perdonar. No tenía el corazón de piedra, como todos pensaban.

Algún día les demostraría que no era así. Algún día, se libraría de esa reputación de típica hija del dios de la guerra. Porque, puede que en un momento lo hubiera sido, pero había cambiado. Había cambiado por una persona.

Chris.


Un pequeño drabble de Chrisse, a petición de Mayra Rousseau.

Espero que os haya gustado.

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