Los personajes no son míos, si lo fueran, habría muchas Crackparings, mucho de todo (?) Hetalia es de Himaruya.

Esta obra de arte es creación del gran George deValier.

Y ni siquiera la traducción me pertenece, es de onee, yo solo reviso la ortografía .3. ¡Alábenla simples mortales! (¿?)

Ah, Shady dice que intentará que la actualización este a más tardar el viernes, pero si no lo está… Mía culpa .3.

Editado


Feliciano no sabía que más hacer. ¿No podía este oficial gritón ver que obviamente él no hablaba alemán? Feliciano trató de nuevo, agitando su pequeña bandera blanca aún más rápido. Él siempre llevaba una para ese tipo de situaciones, pero parecía que ese día no iba a funcionar.

"¡No entiendo! ¡Kein Deutsch! ¡De verdad me gustaría contestarte pero no tengo idea de lo que estás diciendo! ¿Sprechen sie Italienisch? ¿Englisch?"

Eso tampoco funcionó. El alemán solo le gritaba más fuerte. Feliciano se encogió ante el ataque verbal y trató de hacerse aún más pequeño. ¡Aquello era completamente injusto! Todo lo que él quería hacer era caminar al mercado del pueblo para comprar harina, y había sido detenido en el camino por aquel escandaloso soldado alemán quien se veía increíblemente enojado acerca de algo y no dejaba de gritarle en su desconocido lenguaje. Feliciano estaba acostumbrado a ver alemanes en el pueblo para entonces, pero nunca había tenido que arreglárselas con algo como eso antes. Estaba aterrorizado.

"¡Perdón!" chillaba Feliciano mientras el alemán se molestaba aún más, su voz se alzaba a un volumen ensordecedor. "Yo no sé qué es lo que tu…" el corazón de Feliciano se detuvo en su pecho cuando el alemán saco su pistola de la funda. La calle entera y sus alrededores parecían voltearse hacia ellos. Pero el soldado no le apuntó con el arma – en vez de eso la levantó sobre su cabeza y Feliciano observó como la culata de la pistola se movía rápidamente hacia él. Cerró sus ojos y se tensó esperando el impacto. No llegó. En cambio, el sonido de otro alemán hablando alcanzó sus oídos y Feliciano se arriesgó a abrir un ojo y echar un vistazo hacia arriba.

Este nuevo alemán era alto, grande, rubio, y le hablaba molesto al soldado, cuyos brazos lo sostenían fuertemente. Parecía como si hubiera salido de la nada. Feliciano observaba con los ojos bien abiertos, mientras el oficial rubio decía furioso unas palabras más liberando al soldado y despidiéndolo secamente. El soldado saludó de prisa y salió corriendo. Feliciano aferró su bandera blanca, tomó un respiro profundo, y esperó nerviosamente a ver qué pasaría después. El oficial bajó la mirada hacia él y empezó a hablar en alemán, pero se detuvo. Después de algunos tensos momentos, preguntó, "¿He de suponer que no hablas español?"

Feliciano suspiró aliviado. "Oh, ¡gracias a dios! ¡Si, hablo español! Ese soldado, seguía gritándome y yo no sabía que quería estaba realmente escandaloso y enojado y daba miedo y muchas gracias por evitar que me golpeara, ¿Me vas a arrestar? "

El alemán parecía un poco aturdido. "De nada. No, no voy a arrestarte."

"Oh, ¡qué bien!" Feliciano sonrió, y el oficial hizo una pausa antes de continuar. "Me disculpo por él, quería ver tus papeles de identificación."

"Oh," dijo Feliciano, batallando para recuperar los papeles de su bolsillo. "Los tengo aquí, yo…"

"No…" el alemán levantó sus manos, con las palmas hacia abajo. "Está bien, de verdad. Estas... ¿Estás bien?"

Feliciano sonrió de nuevo. Este era el soldado alemán más amable que había conocido, incluso aunque se mirara serio y no sonriera. "Si, estoy bien. Gracias."

El alemán asintió ligeramente. "De nada." dijo de nuevo. Feliciano esperó pero el alemán no continuó sólo lo miró intensamente. Feliciano sintió como su respiración empezaba a acelerarse y comenzó a mirarlo fijamente también. Casi se sentía como si el alemán pudiera ver a través de él. Sus ojos eran la cosa más azul que Feliciano hubiera visto.

"Entonces…" dijo Feliciano finalmente, sintiendo como si estuviera rompiendo un hechizo al hablar. "¿Puedo ir al mercado ahora? Porque se supone que debo comprar harina y ya voy tarde y no quiero que mi abuelo se preocupe."

El alemán parpadeó un par de veces y sus ojos se posaron en Feliciano. "Por favor." Hizo un ademan para que Feliciano siguiera delante.

"Gracias, soldado alemán amable" Feliciano corrió, continuando por el camino rural hasta el pueblo. Después de unos pasos, sin estar seguro del por qué, volteó para mirar hacia atrás. El alemán lo estaba mirando, pero rápidamente se volteó a otro lado.

Feliciano decidió que ese era su día de suerte. Después de su incidente con los soldados alemanes, se las arregló para conseguir mucha harina para comprar en el mercado, además de manzanas e incluso un poco de azúcar, la cual había sido casi imposible de encontrar desde que la guerra inicio. Feliciano corrió alegremente fuera del pueblo, saludando a los vecinos conforme pasaba, tomó el estrecho camino de tierra y se dirigió a su pequeña casa en el campo. Por la tarde el sol bañaba la calle, los árboles, y los campos abiertos en un cálido resplandor naranja y Feliciano tarareaba felizmente para sí mismo mientras balanceaba su canasta por un lado.

Amaba el campo en días como ese. Casi podía olvidarse de la constante presencia alemana en el pueblo, casi podía no oír el sonido de las bombas explotando haciendo eco en las montañas, casi dejó que sus ojos le dieran una mirada al tanque roto y quemado al otro lado del camino. Era casi pacifico. Mientras caminaba, Feliciano se preguntaba que hizo que el oficial alemán detuviera al soldado para que no lo golpeara. Feliciano no tenía mucho que ver con los alemanes, trataba desesperadamente de evitarlos, su abuelo y su hermano siempre le decían que eran todos horribles, asquerosos y malvados. Pero el oficial no se veía horrible o malvado en absoluto. Feliciano no podía dejar de preguntarse si lo volvería a ver. Pero él no debía pensar en eso. A él no debía importarle. ¿Pero entonces por qué le importaba?

Feliciano se volteó al camino que daba a la puerta de su hogar e inmediatamente fue recibido por los sonidos de risa y canto. Sonrió y corrió hasta su casa. Mientras caminaba por la sala llena de gente fue recibido con entusiasmo. Lovino estaba en una mesa en el centro de la habitación, tocando su guitarra e invitando a la multitud a cantar una canción revolucionaria. Feliciano se rió… Lovino debía estar bastante borracho. La habitación no era muy grande, y se miraba aún más pequeña cuando estaba llena de revolucionarios celebrando. El abuelo Roma atravesó la habitación y tomó la canasta de las manos de Feliciano antes remplazándola con una botella de vino y dándole un abrazo. "¡Bienvenido a casa, Feliciano! ¡Oh, trajiste manzanas y azúcar, buen chico!"

"Abuelo, ¿Qué está pasando?" preguntó Feliciano, deseando saber que podía estar celebrando la multitud esa tarde.

"¡Hoy es un buen día para una Italia libre!"

Feliciano sabía lo que significaba. Lo había escuchado bastantes veces ya. "¿Cuál es el premio hoy?"

"Un cargamento de municiones de fuera de las montañas." Roma se giró y gritó para toda la sala, "¡Esas son un montón de balas que los alemanes no van a disparar!"

La habitación estalló en aplausos. Feliciano aplaudió con ellos, pero esta vez su corazón no estaba completamente con ellos. "¿Había muchos de ustedes? ¿Están todos bien?"

"Las pérdidas son todas para los alemanes hoy." Roma tomó la mano de Feliciano y la levantó junto con la botella de vino en forma de saludo. Tomó un trago profundo antes de finalmente soltar la mano de Feliciano. "Tres conductores, siete guardias. ¡Tú viejo abuelo se encargó de ellos solo!"

"¡Bien hecho abuelo!" Feliciano tomó un trago de vino y trató de pensar a pesar del canto, las conversaciones ruidosas y los aplausos de la habitación llena de revolucionarios alegres. Él nunca solía pensar acerca de eso. El abuelo siempre decía que el único soldado alemán bueno, era el que estaba muerto. Pero Feliciano de repente pensó que esos soldados que habían matado podían haber sido como el alemán que conoció en el camino ese día. Era extraño... El abuelo le había contado un montón de veces acerca de los soldados que había matado y Feliciano no se había tomado ni un segundo para pensar en eso, pero ahora ese alemán malvado que se le había enseñado a odiar tenía una cara. Una cara con ojos azules como el cielo…

"¡Bebe, Feli, y celebra otra victoria para La Resistenza!"

Los escandalosos miembros de la resistencia aplaudieron de nuevo. Feliciano los conocía a todos... Campesinos y granjeros quienes se oponían a la presencia militar alemana en Italia y habían unido fuerzas para pelear en contra de ellos y sabotear sus operaciones. Seguido se reunían en la granja de los Vargas o en una pequeña cantina en el pueblo usualmente para planear una misión o para celebrar una que ya habían cumplido. Ellos eran La Resistenza… La resistencia italiana… Y eran actualmente las personas más buscadas en Italia. Cortando los suministros alemanes, bombardeando autos y tanques, reuniendo información táctica muy importante; La Resistenza trabajaba incansablemente para sabotear todos los esfuerzos militares alemanes en Italia. Y cuando celebraban era con la misma pasión y rigor.

Lovino terminó el coro de la canción, saltó de la mesa y dejó caer un brazo sobre Feliciano. "¡Oye Feli!" Feliciano estaba en lo correcto… Lovino ciertamente había bebido demasiado vino. Solo estaba así de feliz y sociable después de unos tragos y una victoria decisiva.

"¿No estuviste involucrado en la operación hoy, verdad?" preguntó Feliciano, de repente preocupado. Era suficientemente malo que el abuelo siempre saliera y se pusiera en riesgo y peligro. No quería tener que preocuparse de su hermano también.

Lovino volteó los ojos. "Como si pudiera." Lovino se volteó hacia Roma. "¿Cuándo me vas a dejar ir contigo a una misión real, abuelo? Estoy harto de poner bombas en autos. ¡Yo quiero ver más acción!" Roma solo se rio y puso su brazo libre alrededor de Lovino.

"Tú sabes que no me gusta ver a mis amados nietos en peligro " dijo Roma, abrazando a ambos Feliciano y Lovino cerca.

Feliciano rio. El abuelo no tenía que preocuparse por él. Él era el primero en admitir que trataba de correr del peligro siempre. Aun así contribuía al movimiento, usualmente adquiriendo la información que podía de los lugareños acerca de los movimientos alemanes en el área. Feliciano estaba agradecido de que el abuelo Roma tratara de mantenerlo a salvo, pero al mismo tiempo estaba consciente de que a veces lo trataba como si fuera un niño todavía. Lovino por el otro lado estaba desesperado por salir a la acción por años, aunque el abuelo le decía que el propósito de la resistencia era ser vistos lo menos posible y que los enfrentamientos cara a cara eran raros. Pero con cada pequeño incremento de responsabilidad que el abuelo le daba a Lovino solo lo hacía querer más.

"La próxima vez, Lovino, te lo prometo," dijo Roma, sonriendo alegremente y sacudiendo el cabello Lovino.

"Siempre dices eso" murmuró Lovino, quitando la mano de Roma.

Roma sólo se rió y tomó la guitarra de las manos de Lovino. "¡Anímate, Lovino, celebra y canta con nosotros!" Roma rasgó las cuerdas de la guitarra, se volteó e hizo una reverencia hacia la gente de la habitación, y comenzó a tocar una reconocible melodía. La habitación entera estalló en aplausos de apreciación. Entonces Roma irrumpió con una canción que era muy familiar para todos ellos.

"Una mattina mi son svegliato,

¡O bella, ciao! ¡Bella, ciao! ¡Bella, ciao, ciao, ciao!

Una mattina mi son svegliato,

e ho trovato l'invasor."

Los revolucionarios se unieron. Lovino, ebrio de vino y regocijo, parecía olvidar inmediatamente su enojo y empezó a bailar con una de las chicas locales. Feliciano no pudo evitar dejarse llevar. También bebió vino de la botella y se les unió cantando también. Saludó a varias personas animadamente cuando se le acercaban para hablar con él. Se reía y celebraba y escuchaba los cuentos de victorias. Y luego gritaba escandalosamente junto con todos para que el abuelo Roma tocara la canción otra vez. Bailó y cantó la canción una y otra vez hasta el verso final que todos cantaron tan fuerte que Feliciano estaba seguro que se escuchó por todo el pueblo.

"È questo il fiore del partigiano,

¡O bella, ciao! ¡Bella, ciao! ¡Bella, ciao, ciao, ciao!

È questo il fiore del partigiano,

¡morto per la libertà!"

Esa noche, exhausto, lleno, y feliz, Feliciano se acostó tratando de dormir con los ronquidos de Lovino que estaba en la cama de al lado. Había pasado la noche comiendo, bebiendo, hablando, y cantando canciones de libertad italiana con la resistencia local. Pero cuando cerró sus ojos contento y relajado para dormir, la última imagen que paso por su cabeza era ese oficial alemán rubio de ojos azules parado bajo la luz del sol mirándolo.


La canción que cantan es "Bella Ciao" (?)