Declaimer: Los personajes de Shugo Chara no me pertenecen, tan solo los utilizo para poder crear historias.

Leyenda:

· (N/A:….): Nota Autora

· "-….": El personaje habla

· Cursiva: El personaje piensa.

¡Muchísima gracias por leerme! Espero que disfruten del fic ^_^

Capítulo 1: Espera

Ikuto Tsukiyomi observó detenidamente por la puerta de cristal, fijando su mirada en los pequeños copos de nieve que caían del cielo. Se tumbó lánguidamente sobre la cama cubierta de un edredón rosa. Nada más apoyar la cabeza en la almohada, el embriagador aroma de su dueña llegó hasta el, dejándolo con la sensación de estar flotando en una nube.

-Amu…

Aquel nombre era, sin duda alguna, la razón de sus pesadillas y sueños. Hacía ya cinco largos meses que no veía la pelirosa y temía que lo echase de su casa a patadas para que se congelase. No. Sabía que ella no sería capaz de algo así. Y menos todavía después de ver la causa por la que había vuelto.

-¡Ikuto nya!

Yoru miro a su dueño con los ojos entristecidos. El pequeño gatito no podía hacer nada. Solo mirar y tratar de consolar al joven Ikuto. De pronto, empezaron a escuchar a Amu subir por las escaleras hablando con sus Charas.

-¡Amu-chan! ¿Saldremos mañana? ¡Mañana son las rebajas!

-¡Si!

Las pequeñas Charas comenzaron a revolotear alrededor de su dueña. Sus pequeños cuerpos eran realmente adorables.

-Basta chicas. Acabaran haciéndose daño. Ahora lo que tenemos que hacer es…

Y le vio. Tumbado sobre su cama, mirándola fijamente, con un extraño brillo en los ojos. No supo si el tiempo se había detenido en el mundo o si ella había parado el de la casa con el encuentro de sus miradas.

-… descansar.

Y ahí se quedó. Plantada. Miró su pelo azul noche, sedoso y suave. Incrustó sus ojos en ese perfecto rostro que tanto adoraba y recorrió con los ojos su esbelto cuerpo. Si, era él. Era Ikuto. Aquel que llevaba cinco meses por ahí. Sin dar señales de vida ni a ella ni a Utau.

-¡Amu nya!

El pequeño Yoru apareció de la nada y se enfrentó a la pelirosada, aun algo sorprendida. Le miró. La carita del gatito estaba desfigurada por el miedo y la angustia. De sus ojitos caían un sinfín de gruesas lágrimas imposibles de secar.

-¡Ikuto está muy mal herido!

Fue en ese instante que algo debió de pulsar un botón en el cuerpo de Amu, porque corrió hacia su cama, donde se arrodilló presa del pánico y agarró la mano del neko hentai.

-Ikuto… ¡Ikuto, ¿que te ocurre?!

-Estoy bien… Ya sabes que Yoru exagera mucho cuando se trata de mi.

-¡No me importa que exagere! ¡Prefiero eso antes de que se quede corto!

Con la mirada buscó algún indicio del lugar de la susodicha herida grave. Observó entonces que el chico no estaba tumbado de espaldas como acostumbraba. Estaba de lado, como cuando leía sus mangas. Era extraño, ya que Ikuto solía dormir si no leía. ¿Se había quedado despierto para decirle lo que ocurría? ¿Podría haber querido verla antes de dormirse? ¿A ella…? La jovencita se sonrojó levemente. No. Pero por si acaso tocó la espalda del joven que emitió un gemido bajo. Lo pilló. Era en la espalda. Le dio la vuelta con cuidado y se sentó sobre el para que no pudiera levantarse.

-¡Bájate baka!

-¡Iie! ¡Quiero saber qué ocurre!

Violentamente, tratando de no ser alcanzada por las fuertes manos del chico que la buscaban a tientas, levantó la camiseta negra y ahogó un grito. Sobre la fina y blanca piel de la espalda del neko, estaban surcadas unas finas líneas rojas. Eran cinco. Las rozó con cuidado mientras el trataba de ignorar el fuerte dolor.

-¿Te duele…?

-No.

-Eres un mentiroso Ikuto. ¿Qué te ha pasado…?

-Lo llevaron a una especie de cárcel Easter y allí, una vez al mes, le golpeaban. Esos surcos están hechos con una navaja nya.

-¡Yoru!

-Gomen ne…

-Ikuto…

Y entonces el tiempo volvió a pararse. Sin darse cuenta de lo que hacía, bajó su rostro hasta la espalda del joven y depósito cientos de besos. Rozó sus hombros con los labios y aspiró su embriagante aroma. Entonces se levantó algo sonrojada y se dirgió hasta el baño.

-Sígueme.

-¿Perdón?

-Los padres de Amu-chan han salido esta semana, se fueron hace un ratito. Se llevaron a Ami con ellos desu.

Con que era eso. Se levanto rápidamente y fue detrás de la pelirosa. Observó su cuerpo detenidamente. Tan solo había pasado cinco meses, pero pudo notar un cambio importante en su cuerpo. Observó lo estrecha que se veía su cintura. Calculó en su mente, si el ahora tenía cerca de sus veinte años, ella entonces tendría unos adorables quince años. Sonrió. Se sentía un poco como cuando Utau comenzó a ser más independiente y más mujer. Sintió la necesidad de protegerla y no dejarla ir. Pero no supo muy bien si era porque quería a Amu como una hermana más porque simplemente la quería. Sacudió la cabeza a la vez que se sentaba en el borde la bañera.

-Quítate la camiseta.

-¿Tantas ganas tienes ya Amu? Bueno, no seré yo quien te lo impida.

Dibujó en su rostro su sonrisa más sexy e irresistible. Ella le miró levemente sonrojada y entrecerró los ojos. El chico cambió su expresión a una divertida y obedeció a lo que le decía la jovencita.

-Tienes suerte de que el instituto nos hallan enseñado primero auxilios Ikuto. Si no, tendría que haberte llevado al hospital y sería demasiado peligroso.

La chica se colocó tras el y agarró una esponja. La sumergió en el agua y comenzó a limpiar las heridas.

-Aguanta solo un poco… ¡Ran, Miki, Su!

-¿Si Amu-chan?

-Llevadle una bolsa de sardinas secas a Yoru para que coma y denle un poco de fruta a este neko descuidado.

En su voz pudo sentir la preocupación y una pequeña sonrisa. Supuso que de alivio al volver a verle.

-Ne… Amu…

-¿Hay?

Se hizo un pequeño silencio mientras ella terminaba de secar la espalda del chico. No sabía muy bien como parecer indiferente. Las manos de la joven ahora acariciaban sus hombros con dulzura. Quizás con un poco de amor.

-¿Me añoraste? ¿Te preocupaste?

Amu dejó un momento sus caricias, que había comenzado sin darse cuenta. Quizás si le decía que si, el chico se burlase de ella. Pero no quería mentirle. No podía decirle que no había añorado levantarse y verle a su lado. No podía decirle que no había añorado pelearse con. No podía decirle que no se había preocupado sobre su paradero.

-Si. Te añoré y me preocupé muchísimo.

Espero la burla del chico pero ésta no llego. El parecía estar meditando algo y prefirió seguir en silencio para no molestarle. Agarró un algodón y lo empapó de agua oxigenada. Comenzó a dar pequeños toques sobre las heridas. No eran demasiado profundas ni grandes. Quizás cinco centímetros cada una. Estaban todas situadas a los lados de su espalda. Escuchó como el chico gemía levemente al presionar un poco sobre una de las heridas. Pero no volvió a quejarse más. Después de un buen rato mientras el terminaba de devorar una manzana, Amu terminó de colocar las vendas.

-Tienes que descansar. Ahora podrás tumbarte del todo. Tienes que comer fruta y no moverte demasiado. Te cambiaré las vendas cada día.

-Arigato Amu…

Y ahí se quedó la cosa. En un nuevo silencio incómodo que parecía hablar por ellos. Amu observó aquel joven. Su piel blanca parecía suave como el pelaje de un gato y no pudo evitar fijarse en aquel cuerpo esbelto y fuerte.

-Voy a ducharme.

Le miró inquisitivamente. El sonrió pícaramente y se acercó a la joven pelirosa. La distancia en la que se encontraba era tan reducida que sus cuerpos casi se tocaban.

-Podría acompañarte Amu… Como agradecimiento a tus cuidados…

-No gracias.

El observó que ella no se había sonrojado para nada. Se sorprendió un poco pero no dejó que ella se diese cuenta. Fue entonces cuando ocurrió algo muy extraño. Las pequeñas Charas de Amu le agarraron del as orejas y tiraron fuertemente de ellas.

-¡Suelta a Amu-chan!

-No puedes pegarte tanto a ella desu.

-¿Y eso por qué nya?

Ikuto soltó a Amu a regañadientes y se frotó las orejas. Miró interrogante a las pequeñas charas que sonrieron ampliamente. Fue entonces cuando Miki, la Chara azulada y artista le soltó la gran noticia. La terrible gran noticia.

-Amu-chan no puede perder el tiempo jugando contigo porque tiene que prepararse para su gran cita…

En ese momento el joven neku deseo que un agujero se abriese en el suelo y lo tragase. Rezó a todos los dioses que conocía que la chara no pronunciase ese nombre.

-… con Tadase-kun.

Y entonces el mundo se desplomó a sus pies.