Hacía cinco años que no pisaba tierras sureñas pero podría reconocer cada piedra tallada que guiaba su camino hasta Elhdoburg. Iba a caballo a la par de su padre, Tenkai Murasame, Soberano del Reino del Norte.
Su abuelo había hecho relaciones amistosas de comercio con el Reino sureño, y desde entonces cada cinco años pasaban el verano en el palacio de los Kazama.
La muchacha secó el sudor de su frente y buscó el sol en algún claro entre los árboles. Estaban cerca de Elhdoburg y se notaba por la necesidad de apartar las pieles de encima de su armadura de cuero. Era un clima completamente opuesto al de su tierra, y lo estaba notando.
-¿Estás bien Sumika?- le preguntó su padre con el tono serio que lo caracterizaba- Ya nos queda poco para llegar, este sol lo anuncia.
-No soporto esta temperatura- dijo dejando por un momento las riendas en el lomo de su yegua.
-De pequeña te encantaba esta temperatura para ir con camisas finas e ir al rio a bañarte con la princesa- dijo el rey y ella le dedicó una mirada de molestia.
-Tenía quince años, entonces solo pensaba en correr, trepar árboles y pelear con espadas de madera- acarició el lomo de su yegua mientras contestaba.
-Y ahora tienes veinte y solo piensas en cabalgar, guiar a la guardia y entrenar con tu espada- rió a carcajadas el hombre de pelo negro haciendo reír también a sus otros tres hijos mellizos- mira, ya hemos llegado- al acabar el camino una puerta de piedra blanca tallada con runas antiguas se asomó brillante bajo la luz del sol.
Dos soldados de armaduras doradas y arcos ornamentados custodiaban la puerta de entrada en Elhdoburg. Pararon los caballos a pocos metros de los soldados.
-¿Quienes sois?- preguntó el soldado de la izquierda.
-Soy Tenkai Murasame, Soberano del Reino del Norte. Señor de las montañas de la Osa Mayor, y consejero principal de los Reinos- se presentó el Rey irguiéndose en su caballo de forma que un rayo de sol iluminó su corona de plata casi blanca.
-Sois bienvenido a Elhdoburg Señor Murasame, su majestad el Rey Kazama os espera- abrieron las puertas y cuando pasaron el umbral la tranquilidad y la serenidad propia de los caminos del bosque cambió por el bullicio y la velocidad propia de la vida en la ciudad.
La mayoría de los aldeanos que andaban por las calles se paraban a mirar la comitiva, compuesta de consejeros y la guardia señorial. Seguramente sería extraño para ellos ver a una comitiva de norteños portando banderas azules y plateadas y ataviados con cuero y capas de piel de oso con aquella temperatura tan alta.
Cuando pasaron las murallas del palacio, les dio el encuentro un hombre vestido con una camisa y unos pantalones tan claros y finos que Sumika al principio los confundió con ropa interior.
-Saludos Señor del Norte, mi señor os aguarda- hizo una pequeña reverencia con la cabeza. Bajaron de su montura y ella agarró su casco plateado y caminó detrás de su padre.
-¿Necesitáis que yo os acompañe?- preguntó caminando a la altura del robusto hombre, mientras miraba como dos de sus tres hermanos se sacudían la tela para quitar las arrugas de montar a caballo.
- No es necesario, puedes venir después- le puso una mano en el hombro mientras le dedicaba una sonrisa- haz lo que debas.
- Asentaré a la guardia entonces, padre- le informó, y su padre le respondió asintiendo la cabeza con una sonrisa llena de orgullo. Después se dio media vuelta para reunirse con sus hombres.
Un gran salón adornado de oro y mármol le dio la bienvenida, el sol entraba haciendo resplandecer cada rincón gracias a los ventanales que rodeaban la sala. El eco de sus pasos firmes y el de sus tres hijos le llenaban los oídos. Al fondo y sobre varios escalones un trono de madera, varias ramas trenzadas formaban el asiento del que el Rey del Sur acababa de levantarse.
-¡Murasame-san!- gritó un muchacho de apariencia joven, de cabello castaño y que a pesar de estar corto, se percibía que acabaría siendo ondulado- ¡Qué enorme alegría volver a veros!
-La misma alegría siento yo Kazama-san- se abrazaron dándose palmadas en la espalda- Habéis crecido, cinco años dan para mucho.
-Eso parece- contestó riendo mientras admiraba las recientes canas del hombre moreno.
-Toda mi familia lamenta enormemente la pérdida de vuestros padres, impuse cinco días de luto en mi reino en su memoria- el rostro del hombre mayor se volvió serio y el joven le sonrío en agradecimiento sin necesidad de decir nada más y entonces cambió la vista de dirección hacia algún punto detrás de Tenkai.
-Acercaos- hizo un gesto con la mano y el norteño miró hacia la dirección que señalaba- Murasame-san, vuestros hijos son todos unos hombres ya- dijo mirando a los trillizos que sacaron aún más pecho, si eso era posible. Algo les hizo cambiar la dirección de sus miradas a los tres muchachos, una chica castaña, vestida con un vestido sencillo de color verde caminaba ceremonialmente hacia ellos- ¿Recordáis a mi hermana Ushio?- preguntó el rey cuando la chica se posicionó a su lado.
-Por supuesto que sí, pero está más alta de como la recordaba- Tenaki agarró la mano de la princesa y la llevó a los labios como gesto de cortesía- ¿Que tal estáis?
-Todo bien, gracias por preguntar- respondió cortésmente con una sonrisa. Abrió la boca para preguntar algo pero un sonido la cayó.
El sonido de la enorme puerta abriéndose hizo que todos miraran en esa dirección. La hija del Rey del Norte entró en la sala con paso firme y casi marcial, llevando su casco debajo del brazo derecho.
-Espero que reconozcáis a mi hija Sumika, hija del Reino del Norte y Capitana de la guardia real- dijo lleno de orgullo Tenkai cuando la chica de armadura de cuero y capa de piel de oso llegó a su lado.
-Un placer altezas- respondió la morena haciendo una leve reverencia con la cabeza, y cuando alzó la mirada vio los ojos marrones de la princesa clavados en ella con bastante sorpresa en su rostro.
-Es impresionante, como pasa el tiempo- comentó el rey sureño- estáis hecha toda una mujer.
-Lo mismo se podría decir de vuestras majestades- respondió Murasame-san.
-Majestad, los consejos esperan para la reunión- interrumpió después de carraspear el hombre que acompañó a Murasame a la sala.
-Tenéis razón Hiro, en la cena podremos hablar de todo lo acontecido durante estos cinco años- concluyó el Rey Kazama- ¿Me acompañáis Murasame-san?- hizo un gesto antes de comenzar a caminar.
-Acompañadme muchachos- llamó el robusto hombre norteño a sus hijos, y ellos obedecieron caminando tras él.
Una puerta de madera oscura se cerró creando un eco seguido de un silencio un tanto incómodo entre ambas.
-Qué curioso es el tiempo- dijo Ushio sin dejar de mirar sorprendida a la morena- hace solo cinco años teníamos la misma altura, y ahora debo alzar la vista para veros los ojos.
-Mi padre suele decirme que crecí de más- respondió sonriendo intentando parecer amigable, y la princesa Ushio le respondió con otra sonrisa.
-Creo que os convendría poneros algo más cómodo- dijo mientras miraba la capa de piel de oso. Sumika se miró a sí misma y pensó que sería lo más recomendable- Os acompañaré a vuestros aposentos- acabó con una sonrisa.
Al entrar en aquellos aposentos la luz del sol casi la volvió a cegar. Encima de una cama cubierta de sábanas blancas había una camisa blanca bordada y unos pantalones de seda anaranjados. Sonrió aliviada al no ver un vestido ajustado como los que llevaban las muchachas de la corte. Eso la entorpecía en todos los movimientos, cosa que la ponía de los nervios. Cuando acabó de cambiar su ropa volvió a salir de la habitación, allí la esperaba aún la princesa.
-¿Es de vuestro agrado?- preguntó con una sonrisa en el rostro señalando la indumentaria de la norteña.
-Si, claro- Sumika miró a la princesa con cierta duda en el rostro- En realidad temía encontrarme un vestido que no me dejara moverme.
-Recuerdo vuestros gustos- concluyó agarrando el brazo de la morena y comenzando a caminar.
-¿Qué tal el viaje?- preguntó Ushio. Caminaban en dirección a los jardines, el lugar favorito de la princesa para pasear.
-Cansado- contestó escuetamente- Y caluroso- acabó sacando una risa de los labios de la castaña- Aunque Elhdoburg es famosa por sus cálidas primaveras y sus tortuosos veranos- concluyó admirando algunos tapices colgados en los pasillos.
-Debe de ser complicado soportar las temperaturas de Elhdoburg cuando se está acostumbrado a soportar los mortales inviernos del Norte- respondió Ushio mientras la guiaba a través de una puerta.
-Bueno, tanto como mortales alteza...- se rió Sumika. Ella estaba completamente acostumbrada a la nieve y a tratar con el frío, pero no soportaba el calor. A cada momento que pasaba allí pensaba más profundamente que iba a morir deshidratada. Aquel verano sí que sería mortal.
-Eso se dice por estos lares- salieron hasta llegar a los jardines. Una zona verde, llena de diferentes paletas de color por todas las flores que se abrían desde la primavera- como también se dice que la nieve es tan fría que se te caen las manos si la agarras sin guantes.
-Realmente podríais quemaros las manos si no usáis guantes- explicó Sumika mientras esperaba a la princesa que paró a observar una rosa blanca, pero al oír la respuesta se giró para mirar la cara de su acompañante.
-¿Cómo puede ser que la nieve queme? El fuego quema- respondió con cierto desagrado mezclado con curiosidad, ¿Acaso la norteña pretendía bufarse de ella?
-Os aseguro alteza, que de manera diferente, la nieve quema- concluyó con una pequeña sonrisa- si algún día visitáis el Reino del Norte, podréis comprobarlo vos misma- la expresión de la sureña se acentuó mostrando cierta desconfianza y duda, ante esa mirada la morena solo pudo sonreír.
-Así que Capitana de la Guardia privada del Señor- continuó su camino por los jardines mientras se paraba cada poco para observar algunas flores- ¿Debo llamaros así, o Lady Sumika del Norte?
-Podéis llamarme como deseéis- contestó mirando una flor azul que tenía a su izquierda.
-Os llamaré por vuestro nombre entonces, nos conocemos desde hace años en realidad- dijo después de meditarlo un poco girándose y acercándose a ella- te llamaré Sumi-chan, como hacía cuando éramos niñas- se agarró del brazo derecho de la morena y un cosquilleo subió desde su brazo donde ella la tocaba hasta la coronilla.
-No somos niñas ahora alteza- comentó la capitana con un sonrojo que se asomaba hasta las orejas.
-¿Queréis tomar algo?- llegaron a una pequeña pérgola preparada con una mesa y sillas, y la princesa se sentó nada más llegar- Tomad asiento- con un gesto llamó a una sirvienta que trajo copas y dos jarras- Se dicen muchas cosas sobre vos en estas tierras, y no sé diferenciar si son habladurías o verdades.
-Podría respondéroslas si gustáis- respondió cogiendo la copa que le ofrecía la sirvienta. Ante aquella respuesta la princesa se acercó más a la mesa impaciente.
-¿Es cierto entonces que cazasteis a vuestro primer oso a los trece años?- preguntó antes de dar el primer sorbo a la copa.
-En realidad estaba a punto de cumplir los catorce- respondió con media sonrisa- siguiente pregunta- dijo divertida mientras bebía de su copa.
El atardecer llegó pronto y la servidumbre preparaba el salón para acoger a ambas familias, algo de música para caldear el ambiente y barriles y barriles de cerveza y vino. Cuando la luna brillaba en el cielo rodeada de estrellas todos estaban sentados alrededor de la larga mesa del comedor. Presidida por el Rey Norio Kazama, teniendo a su derecha a su abuela y a su hermana Ushio al lado de esta. A la izquierda del Rey se sentaba Tenkai Murasame y al lado de este Sumika. Después los hijos mayores del Norte, y el resto de la mesa repleta por el consejo.
La comida y la bebida llenaba los estómagos de los invitados mientras se hablaba de todo lo acontecido los últimos cinco años.
-Estaba pensando que sería conveniente hacer un festejo para celebrar nuestra nueva reunión- dijo el rey mirando a Tenkai con una sonrisa inamovible de la cara- ¿Os apetece?
-Me parece una idea magnifica majestad- respondió después de tragar- Sería una forma de unir a nuestras gentes también.
-Cierto, he pensado que podrían asistir los guardias reales y la guardia del norte al banquete- continuó Norio con la tranquilidad que le caracterizaba.
-No hay nada mejor para unir a los soldados que la buena bebida y las mujeres Majestad- respondió Sumika para sorpresa de todos los sureños excepto los consejeros que hablaban de otros temas. La cara de la Viuda era la misma que tenía siempre, como si acabara de comerse un limón, pero más acentuada. La de Norio era una cara sorprendida y la de Ushio parecía añadir a su sorpresa una sonrisa cómplice incluso.
-Explicadme Lady Sumika, ¿Cómo llega una dama a ser capitana de la Guardia señorial?- preguntó la Viuda Kazama antes de meter el tenedor lleno de pollo en su boca. El resto de la mesa miró hacia ella esperando una respuesta, excepto los consejeros que seguían tratando temas referentes al reino.
-Pues, poco a poco mi señora- contestó irguiendo la espalda en la silla- comencé siendo soldado, y fui escalando hasta lograr ganarme el puesto.
-Y supongo que ser la hija del Señor del Norte no tuvo nada que ver- respondió sin apartar la mirada de los ojos grises de Sumika, ella se sintió amenazada por un momento y después miró a su padre.
-Siempre me he negado a otorgar un puesto a quien no se lo gane- sentenció Tenkai intentando no aparentar ser demasiado seco con la abuela del Rey.
-Estoy segura de que se lo ha ganado abuela- respondió la princesa mirándola de soslayo mientras cortaba con cuchillo y tenedor un trozo de carne demasiado grande.
-Claro que sí- comenzó a decir Norio con una sonrisa, intentando calmar un poco el ambiente- Se dicen grandes cosas sobre la Guardia del Señor del Norte.
-¿Ninguno de vuestros hijos estaba capacitado para capitanear la guardia Lord Murasame?- volvió a atacar la mujer señalando a los trillizos que estaban sentados a la izquierda de Sumika.
-Estamos capacitados para cualquier cosa, somos hijos del Norte- respondió uno de los trillizos aún con comida en la boca, tan alto que Sumika vio a la princesa sobresaltarse delante de ella.
-No alces la voz Shenzo- le recriminó su padre. Su hija y la princesa se miraron un instante ya que estaban frente por frente. Leyeron en sus miradas que no querían estar ahí en medio viendo lo que se avecinaba.
-De todas formas parece que vuestra hermana es más hombre que vosotros- concluyó y justo cuando Sumika iba a abrir la boca para contestar el Rey gritó un "basta".
-¡Cállate!- le gritó a la mujer que tenía sentada a su derecha- Quiero tener esta maldita cena en paz- acabó soltando el tenedor en la mesa fuertemente.
-Soy tu abuela- respondió mirándole seriamente sin parpadear prácticamente, como si intentara desafiarle.
-Y yo soy tu Rey- agarró su copa y esperó a que su copero le sirviera- Y he dicho que quiero tener esta maldita cena en paz- no se oía nada más en toda la habitación, ni siquiera se atrevían a comer para que los cubiertos no contaminase el silencio- He oído que los osos del Norte son grandes, ¿es cierto Murasame?- Bebió de su copa esperando la respuesta.
-Bastante más que en el Sur Majestad- respondió Tenkai procurando calmarse.
-Se dicen muchas cosas sobre el Norte, y la mayoría tienen fluidos corporales por medio- soltó la Viuda Kazama sin levantar la cabeza del plato, provocando que la princesa casi se atragantara con parte de las verduras.
-Contad alguna de vuestras hazañas- Norio ignoró el comentario hiriente de la anciana- He oído que refrenasteis la revuelta de Lord Hitami.
-Así fue- respondió Shenzo inflando su pecho como un gallo mientras miraba por el rabillo del ojo a la princesa- Los acorralamos en la nieve y nos aseguramos de que fueran fieles al reino- Sumika lo miró con desprecio y esa expresión no pasó desapercibida para la hermana del Rey que le devolvió la mirada enormemente extrañada.
-Según la información que obtuve, fue Lady Sumika quien dirigió las tropas- aclaró Norio agarrando un muslo de pollo de la bandeja central.
-Así fue Majestad, ellos estaban heridos y dirigí yo misma a las tropas- respondió la morena sin mirar a sus hermanos, que miraban avergonzados sus platos.
-¿Los tres?- preguntó extrañado el Rey, pero al ver que no obtendría respuesta decidió cambiar de pregunta- Cuéntanos entonces cómo fue esa victoria Lady Sumika.
-Mis tropas y yo estuvimos asentados en el desierto de hielo durante dos meses, cortando la entrada de suministros a la ciudadela- comenzó a explicar con la copa en la mano- Solo tuvimos que esperar la rendición.
-Qué aburrido- comentó Takase, otro de los trillizos- Yo habría atacado la ciudadela y ahorrado así dos meses.
-Y de ese modo habrías matado a cientos de inocentes que también son norteños- explicó la mujer, mirando hacia su hermano, y la expresión del Rey cambió drásticamente. Se notaba que le gustaba lo que oía, ya que levantó la ceja con cierta sonrisa.
-Lord Murasame- lo llamó el Rey sin dejar de mirar a la hija de este, y ella le devolvió la mirada- Espero que tengáis pensado un gran futuro para vuestra hija.
