Capítulo 1: La niña de los ojos violeta.

Hacía un frío terrible en las calles de Londres en el año 1929. Los árboles se sacudían estruendosamente y ya había nubarrones en el cielo amenazando con lluvia.

Este clima era especialmente horrible para el señor Hobbs, dueño de una tienda de zapatería a la vuelta de la esquina. Eran las 10:00 de la noche y todo lo que quería era llegar a su casa, bañarse e irse a dormir. Pero no podía. Al menos por esa noche. Un invitado había acudido súbitamente a su puerta.

Era pálida y extrañamente pequeña para una niña de su edad. El señor Hobbs, que había visto millones de niños en su vida (sin contar a sus hijos), cálculo que la niña no tendría más de dos años. Lo único que la protegía del frío era una manta sucia y rasgada. Debajo de ella había una nota. Quien la había escrito debía de tener muy mala caligrafía, pero eso fue en lo que menos reparó el señor Hobbs.

Quien quiera que sea,

Cuide a la niña. Su nombre es Mérida y afortunadamente no se el apellido.

A pesar de que el señor Hobbs, tras la muerte de su hijo mayor, se había vuelto un hombre cerrado y gruñón, lo indigno el poco tacto que tenía esa nota y su claro disgusto hacia la niña, quien sea quien la haya escrito.

El, con sus sesenta y cinco años cumplidos, no podía quedarse con ella. Así qué empezó una larga caminata hacia el orfanato Wool (el único que conocía en la zona). De vez en cuando, trataba de abrigar más a la niña, Mérida. Que nombre tan extraño, se dijo el señor Hobbs.

Llego hasta las puertas del orfanato. Subió los peldaños y, dándole una última mirada a la niña, dejo a esta cuidadosamente sobre el piso, toco el timbre y salió huyendo de allí.

Jane, la más joven de las cuidadoras, encontró a la niña y rápidamente se la llevo a la señora Cole, la directora del orfanato. Esta rápidamente llamo a un médico. Después de examinarla y de que la señora Cole hubiera leído la carta que tenía entre la manta, dictamino que la niña tenía una severa malnutrición y deshidratación, pero sobreviviría.

Mérida fue puesta rápidamente en una cuna. Extrañamente, la niña seguía durmiendo, ajena a todo. Tenía unos grandes ojos violeta y el cabello pelirrojo fuego.

Mientras, las cuidadoras se decidían por cual apellido ponerle. Jane había sugerido que le pusieran Slay, Mérida Slay, en nombre a una cuidadora que había muerto hace poco. Todos estuvieron de acuerdo.

A un lado de la cuna de Mérida, apareció un niño de cuatro años llamado Tom Riddle. El muchachito de liso cabello negro y penetrantes ojos del mismo color miro a la niña con curiosidad. Sin saberlo, estaba viendo a quien le cambiaría la vida por completo.