El inicio de clases podía significar muchas cosas, el reencuentro con amigos para unos o el último año para gozar ciertas actividades, pero para Akaashi Keiji era el inicio de una nueva etapa, en un nuevo club escolar junto a quien él consideraba el mejor rematador de Tokio.

Aquél día, Akaashi había decidido tomar un autobús en lugar del metro, ya que este le dejaba más cerca de la academia Fukurodani, aunque era un poco más lento. Aprovechando el asiento libre que había conseguido, reviso de nueva cuenta los documentos que tendría que llevar ese día. Tan concentrado se encontraba revisando los papeles que al momento de que el transporte freno repentinamente, las hojas terminaron en el piso del autobús.

Al intentar recoger los documentos, y logró divisar la calle y el motivo de la falta de movimiento. un reten militar estaba desviando los autos en la calle en la que se encontraban, por lo que tendrían que rodear ese lugar. Al moverse nuevamente, Akaashi volvió a su asiento, reconociendo que el camino por el que iban pasaba cerca de las vías del metro que había intentado evitar por ese día. De haber sabido aquello, probablemente habría tomado el otro transporte desde un principio.

—¡Te digo que es cierto, Kuroo ! -Escuchó Keiji como alguien hablaba por celular —¡Tomé el autobús y nos desviaron de la ruta normal! Está pasando por el cruce de las vías, ¡tal vez vea pasar el tren! – Al mirar un par de asientos más adelante, el pasajero parlanchín también era un alumno de Fukurodani. Aquello alivió de cierta forma al de ojos verdes, al menos no sería el único alumno en llegar tarde, todo por la desviación que se había tomado y que había generado más trafico del necesario.

Al doblar en una esquina se produjo un estancamiento ,dejándolos varados en esa calle, y que el tren pasara por ahí justo en ese momento, cerrando la circulación tampoco ayudaba.

—¡Está a punto de pasar en frente! -Casi gritó el alumno de más adelante, como si jamás hubiese visto al tren pasar. Los momentos de emoción se volvieron de terror en cuanto pasó el transporte de vías. Como si alguien hubiera detonado algo en el interior, humo y fuego salían por las ventanillas. El tiempo había pasado más lento en esos pequeños instantes y gran parte de los pasajeros se habían levantado de sus asientos por la impresión de aquello —Kuroo… el tren acaba de pasar, en llamas… - justo después de que el ruidoso chico dijera eso, empezó a gritarle al aparato como si su vida se fuera en ello. La llamada había terminando.

Todos salieron de su ensoñación cuando un hombre en traje militar les ordenó bajar del transporte y dirigirse a un punto específico. El pánico se había apoderado de toda la multitud y, a pesar de las indicaciones de mantener la calma ,varias personas caían y eran pisoteadas por la gente completamente asustada que no se daba cuenta de sus acciones.

El "punto de encuentro" que se había creado era el gimnasio donde Keiji hubiera jugado cuando fuera a las nacionales, pero ahora solo albergaba rostros tristes y lágrimas de infantes que no entendían que pasaba. Disparos y algunas explosiones lejanas acompañaban toda esa escena, madres habían perdido a sus hijos y algunas hasta los habían abandonado ¿Acaso había iniciado una guerra ? ¿Por qué no les daban información ? Todo había pasado tan rápido que un intenso dolor de cabeza torturaba al moreno. Sentado en un espacio que le habían asignado, solo ocultó su rostro, esperando que aquella molestia pasara para poder investigar que diablos pasaba.

—Hey – Lo devolvió a la realidad una voz y, al levantar el rostro nuevamente, una botella de agua lo recibió —¿Te sientes bien ? Toma un poco de agua, podría ayudarte.

—Gracias, pero estoy bien.

—¡Vamos, tómala ! Es gratis solo por hoy. -Ese tonto comentario le hizo esbozar una ligera sonrisa y aceptar el liquido vital. —¡Así me gusta! ¿Cuál es tu nombre? Yo me llamo Bokuto Koutarou.

—Akaashi Keiji. -respondió con simpleza mientras seguía con la mirada cada acción que hacia su nuevo conocido, aunque solo se sentó a su lado.

—¡Akaashi! Seamos amigos.

—Eh, claro.

—Y dime, Akaashi ¿Eres un nuevo alumno de Fukurodani, verdad ? ¡Que suerte haber tomado el mismo autobús ! - Comentó con una increíble calma el de cabellos grises, haciendo dudar al moreno de la estabilidad mental de su acompañante.

—Si, tomé el autobús por insistencia de mi madre principalmente. Al final fue la mejor elección.

—¿Oya ? ¿Por qué lo dices, Akaashi ?

—Por que el tren incendiado pudo haber sido el que hubiera tomado. -el silencio incomodo se formó, Bokuto quería decir algo, lo que fuera para romper el ambiente tan pesado, pero afortunadamente algo más llamó la atención de ambos chicos.

—¡Hey, Bokuto !- gritó alguien obligando a los chicos de Fukurodani a voltear. No tan lejos se encontraba otro chico de cabellos negros, de sonrisa felina que invitaba a desconfiar. "otro loco, genial" fue el único pensamiento de Akaashi.

Keiji solo quería descansar, por lo que volteó el rostro en cuanto ambos chicos empezaron con unas demostraciones exageradas de afecto. Pocos segundos después sintió que alguien se sentaba nuevamente a su lado y, pensando que era Bokuto otra vez, devolvió la mirada al sitio junto a él, encontrando a un chico pequeño de cabellos negros y largos, sumido por completo en su mundo como si quisiera defenderse de todo el miedo que causaba aquella situación.

—Akaashi ¿Podrías cuidar de Kenma ? ¡Están dando comida y queremos ir por un poco!

—No lo se Bokuto ¿seguro que tu nuevo amigo es de confianza ?-la mirada que le dirigió el recién llegado era molesta, como si quisiera provocarle. Cosa que logró.

—Le aseguro que puedo cuidar de su… ¿amigo ?

—Si, amigo. Y de la infancia, así que espero no le pase nada.

—Su amigo estará bien. -Unas últimas miradas de molestia fueron dirigidas al chico felino antes de que este partiera junto con el chico peligris por la dichosa comida.

Ahora Akaashi estaba en un dilema ¿Por qué se ofreció a cuidar a un desconocido que estaba en estado de shock aun? Si llegaba a pasar algo no sabría si seria capaz de mantenerlo a salvo. Aun con el molesto dolor, el azabache mas alto ocultó su cabeza. En los pocos segundos que tardó en relajarse, su oído se afinó ligeramente, solo lo suficiente para escuchar los murmullos sin sentido del chico a su lado; "Vivos.. Se los estaban comiendo vivos…". Aquella frase obligó a Akaashi a volver a la realidad. No se atrevió a preguntar nada.

Los minutos pasaban y se sentían como horas, la mirada verde solo buscaba a su senpai y su felino amigo. Una voz femenina, desesperada por ayuda irrumpió el espacio de repente. En la entrada se veía una mujer cargando en sus brazos un niño, inconsistente y sangrando. No la ayudaban, le estaban ordenando que dejara el cuerpo del infante o dispararían, pero la fémina solo rogaba por que salvaran al pequeño.

Solo fue un segundo, un segundo en el que el inerte pequeño levantó la cabeza y atacó el cuello de quien debió ser su madre. En ese momento Akaashi sintió el miedo recorrer cada una de sus venas. Quería correr, estaba a punto de correr y dejar todo atrás, pero su conciencia se lo impidió.

Junto a él estaba la razón por la que no se movía mientras la gente a su alrededor escapaba despavorida. El chico que habían llamado Kenma seguía en su lugar, inmóvil por el pánico de la anterior escena y la antes viva mujer caminado hacia la multitud. Al final, su decisión fue rápida y bastante acertada.

—¡Corre de una maldita vez!– Gritó a la par que tomaba la mano del mas bajo y corría, buscando la seguridad de la multitud. Las pocas personas desafortunadas que habían empezado a ser devoradas ahora también se levantaban, buscando mas víctimas que morder.

Camiones militares llegaban y subían a todos los que podían. La pareja de azabaches estuvo a punto de ser abandonada, pero un golpe de suerte les permitió subir a uno de los transportes. Akaashi estaba agotado, mas psicológicamente que físicamente. Aquello parecía un maldito sueño, o mejor dicho, pesadilla. Una pequeña presión a su lado lo obligó a voltear.

—Gracias, por no abandonarme.

—No agradezcas, lo había prometido.

—Pudiste dejarme y nadie lo sabría.

—Lo sabría yo.

—Soy Kenma.

—Akaashi.– Sin mas que decir, ambos cerraron los ojos para intentar descansar. Pero la calma no duró mucho.

Todas las personas vivas y sanas fueron llevadas a un campamento militar, allí ambos chicos se separaron al encontrar sus respectivas familias. Poco después aquel punto también cayó. Cada campamento que la milicia o gobierno levantaban, terminaba invadido. El azabache fue incluso seleccionado para un intento de recuperar la gloria de la raza japonesa, pero ese proyecto fracasó, proyecto por el cual había dejado a su familia atrás mientras cargaba las esperanzas de todos.

Akaashi jamas volvió a ver a algún conocido de la escuela, familiar o siquiera los tres chicos que conoció al inicio del caos.

Akaashi se había quedado solo.

Y él mismo aseguraba, que moriría solo.