¡Hola! Éste es el primer UlquiHime que publico de mi propia cosecha, así que espero que os guste tanto como los traducidos! XD. El argumento es fácil; se trata de los siete pecados capitales en la relación de UlquiHime, sintiéndolos Ulquiorra. En fin, ya me diréis vuestra opinión. Un beso!

Los personajes pertenecen a Tite Kubo.

Capítulo 1: Gula

Orihime estaba sentada en su sofá, mirando a la nada. De vez en cuando echaba un vistazo al cielo, aunque no sabía para qué; allí siempre era de noche. Estaba cansada de mirar las estrellas falsas; estaba cansada de todo. No podía más ni sabía lo que hacer. Por mucho que quisiera, sabía que jamás conseguiría deshacerse de la Hogyouku y, de intentarlo, Aizen la descubriría al momento. Quién sabía si no lo había intuido ya. Si llevara a cabo su patético plan, seguramente atacaría a sus amigos. Y eso era algo que no estaba dispuesta a permitir. Sobre todo por él.

El sonido de la puerta la despertó de sus fantasías. Enseguida vio aparecer a uno de los guardias trayéndole su lujosa bandeja, llena de platos que detestaba. Pero aquella vez era distinto; ya no obedecería a nadie. Se negaba a seguir sus órdenes.

- Aquí está su comida- mencionó el guardia.

La chica lo miró sin pronunciar palabra, sin ni siquiera asentir. Su mirada era fría e inexpresiva; tal vez empezara a parecerse a su captor más de lo que creía. La única diferencia era que mientras que él estaba dispuesto a seguir órdenes hasta su muerte, ella prefería morir antes que obedecer.

Precisamente por eso, cuando se hubo marchado el guardia, la chica destapó los platos y miró detenidamente la comida. En realidad no estaba mal, pero le repugnaba pensar que le gustaba algo de aquel lugar. Así pues, tomó los platos en sus manos y, uno a uno, vertió la comida por la ventana. No probó ni un solo bocado, confiando en que la arena del desierto taparía los restos. Ulquiorra registraría su cuarto en vano en caso de sospechar. Su plan era perfecto; al cabo de poco tiempo moriría de inanición sin levantar la más mínima sospecha.

Por la noche repitió la misma operación, aunque esta vez probó la comida. Nada de atracones, tan sólo unos míseros bocados. Orihime decidió dejar algún plato medio lleno para disimular y, por suerte, Ulquiorra se lo creyó.

- Me alegra no tener que amenazarte para que comas- comentó el Cuarto Espada, sin obtener respuesta por parte de la chica.

Estaba volviéndose loca. A pesar de que la compañía de Ulquiorra le sirviera como escapatoria, había decidido dejar de hablarlo. No quería seguir viviendo. No quería nada.

Al cabo de unos días, Orihime sintió que había perdido peso y, por raro que pareciera, le alegraba. Tal vez fuera ésta la primera vez, desde que se encontraba allí, que algo salía según sus planes. En poco tiempo conseguiría su propósito.

Desde entonces, la joven deseaba con más frecuencia que llegaran las horas de los almuerzos. Al cabo de poco tiempo había desarrollado todo un conjunto de pautas infalibles que, seguidas en orden, conseguían burlar a todos los habitantes de Las Noches. Aunque la joven no contaba con las lagunas que pudiera tener el plan.

Rara vez los Espadas salían de Las Noches, sobre todo desde que Aizen trazaba los planes de su gran ofensiva. Sin embargo, en ocasiones a todos les gustaba darse una vuelta por los alrededores, aunque sólo fuera por cambiar la rutina.

- Creo que van a tener que relevarte de tus funciones, Ulquiorra- comentó Szayel, encontrándose al Cuarto Espada por un pasillo.

- ¿De qué estás hablando?

- Acabo de salir al desierto y he encontrado algo realmente interesante- contestó él, lanzándole un pequeño tarro con arena dentro. Parecía contener algo más.

- ¿Qué se supone que es esto?

- Restos de comida. Encontrados en la arena que da justo debajo de la ventana de la prisionera. Qué curioso, ¿no? ¿Cómo es posible que una simple humana consiga burlas a un grupo de guardias y al Cuarto Espada? Tal vez sea más interesante de lo que creía…

Al girarse de nuevo, el Octavo Espada observó que se encontraba solo. Ulquiorra no esperó a escucharle terminar la frase, sino que inmediatamente se desplazó hacia el exterior de la fortaleza. Allí sus ojos se abrieron de par en par al comprobar que la provocación de Aporro era cierta; aunque no se notara demasiado, los restos de comida que quedaban estaban cubiertos por la arena del desierto.

El Cuarto Espada no podía expresar con palabras lo que sentía. Era la primera vez que alguien se burlaba de él de esa manera. No sólo eso, sino que había estado eludiendo las órdenes de Aizen sin saberlo; suerte que aún no se había enterado. Pero no había ningún problema; en poco tiempo la chica comprendería lo que significaba contradecir a su creador.

Aquella noche, como todas las demás, Orihime esperó a que el guardia entrase. No obstante, mientras salía, su vigilante entró en la habitación y cerró la puerta tras de sí. La pelirroja no se esperaba aquello, ¿por qué estaba allí?

- Come- ordenó, clavando sus ojos en los de ella, cruzando los brazos.

La joven se quedó paralizada. No podía ser que sospechara algo, ¡era imposible! Se había asegurado de no dejar ningún resto, no podía haberla descubierto. ¿O sí?

- Preferiría hacerlo a solas- sugirió ella.

- Come- repitió él.

Esta vez, Ulquiorra desvió la vista por todo su cuerpo, comprendiendo la razón que tenía Szayel; Orihime había adelgazado notablemente y, aunque tratara de disimularlo, incluso la parte del pecho del vestido le quedaba más holgada. Ulquiorra no estaba dispuesto a tolerarlo; nadie se había reído de él de aquella manera y, de haberlo intentado, había acabado muerto. Sin embargo, el Espada no podía acabar con la vida de la joven, así que se aseguraría de que comprendiera la lección en vida.

- Ahora no quiero- contestó ella, agachando la vista- Tal vez más tarde…

- Come ahora- repitió él, por tercera vez.

- No- se negó la chica, enfrentándolo con la mirada.

- Muy bien.

Tan pronto como desapareció, el Espada reapareció, con unas correas de la mano. Orihime empezó a asustarse de verdad, así que se levantó poco a poco de la silla. Se imaginaba lo que Ulquiorra pensaba a hacer con esos instrumentos y no quería tolerarlo.

Nada más ponerse en pie, Ulquiorra se desplazó detrás de ella, le cogió las manos por detrás y la empotró contra la ventana. Una vez allí le obligó a agachar la cabeza hacia la arena.

- Ulquiorra…

- ¿Me tomas por imbécil? ¿Crees que no sé lo que hay ahí abajo? Está bien.

Acto seguido el Espada la llevó hasta la silla, donde la sentó y ató con las correas completamente. Al acabar, el Espada le agarró la barbilla y la subió, acercándose peligrosamente a la joven y cogió una cucharada del primer plato.

- Hasta que no aprendas a comportarte, me aseguraré personalmente de que no vuelvas a burlar ninguna orden. Abre la boca.

Al ver la negativa de la chica a obedecer, el Espada le tapó la nariz, forzándola a abrir la boca. La joven no dejaba de moverse y gritar, pero Ulquiorra no tenía ningún problema en seguir taponándole la nariz con tal de acatar las órdenes. No disgustaría a Aizen por una estúpida como ella.

- Empecemos con el segundo plato.

Orihime seguía reticente a obedecer a su captor, así que optó por escupir la comida. No obstante, Ulquiorra estaba llegando al límite de su paciencia, así que él también cambió de táctica y decidió empezar a ahogarla con sus propias manos. La chica se estaba poniendo roja y empezaba a toser, así que intentó desesperadamente zafarse del agarre.

- Si en realidad no quieres morir, ¿por qué te niegas a comer? No tiene sentido.

La chica empezaba a estar en problemas de verdad, pero Ulquiorra no cambiaba su expresión en lo más mínimo. Cuando las lágrimas empezaban a correrle por las mejillas, Orihime dio tal patada que tiró la bandeja.

- Mal hecho. Ahora tendré que pedirte otra. Si te resistes a morir de esta manera- concluyó Ulquiorra, rozando la nariz de la chica con la suya- significa que comerás cuando se te ordene y lo que se te ordene.

Finalmente, el Espada liberó a la joven de su ahogo. Ella, nada más conseguir respirar, cayó al suelo, donde empezó a toser y a tratar de recuperar el aliento. Estaba hecha un asco; tenía comida esparcida por toda la cara y la ropa. El suelo, claramente, tampoco estaba mucho mejor, después de la patada que había soltado.

- Enseguida te traerán otra bandeja y, a partir de ahora, supervisaré todas tus comidas. No tienes elección- finalizó Ulquiorra, antes de marcharse.

Comprendiendo finalmente su situación, Orihime no pudo contener las lágrimas y rompió a llorar. El único atisbo de voluntad firme que había mostrado había quedado hecho añicos. Ya no sabía qué hacer; ayudaría más estando viva que muerta, pero tenía la obligación de permanecer con vida. Así sólo traería más problemas.

Lejos de imaginárselo, Ulquiorra seguía fuera, escuchando sus llantos y gritos. Un enorme sentimiento de triunfo lo impregnaba, aunque se confundía con los resoplidos de Orihime.

Fin del capítulo 1

¡Hola! Qué os ha parecido? La verdad es que no sabía por qué pecado empezar, pero al final opté por la gula. La verdad es que desde que Ulquiorra amenazó a Orihime con darle de comer a la fuerza siempre me he imaginado una escena así, así que espero que os haya gustado mucho! Aún no tengo muy claro el siguiente pecado, pero creo que será la pereza. Espero no tardar mucho. Un beso!