Prólogo
—Candy, hay algo que debemos decirte.
Dejo caer el tenedor, haciendo un ruido seco. Miro a mi mejor amigo, Terry, que está sentado al lado de mi hermanastra, Grace White.
Mastico los trozos de pasta, haciendo demasiado ruido. Ellos esperan pacientemente a que termine de comer, parecen realmente nerviosos y eso hace que yo también lo esté. No tengo idea de la noticia que quieren darme, pero por sus caras sé que no es algo bueno, al menos no para mí.
—Adelante, soy toda oídos. —Creo que estoy mentalmente preparada, pero una vocecilla en mi cabeza me dice que desecharé todo lo de mi estomago cuando me entere de la verdad. ¿Acaso mi subconsciente es vidente?
—Bueno, esto quizás no pueda gustarte, hermanita —comienza Grace. De inmediato pongo los ojos en blanco, odiando su hipocresía. Ambas somos hermanastras, y no es un secreto que nos odiamos mutuamente. Cuando Terry está aquí, esta pelirroja finge tenerme simpatía.
—Si no hablan, jamás lo sabremos.
—Es que esto es muy difícil, e inesperado. Ni siquiera nosotros sabíamos que esto pasaría, hasta que caímos en la cuenta de los hechos —explica el joven de cabellos castaños. En cualquier momento le dará un colapso nervioso—. Quiero que estés calmada, y que por favor no grites.
—Sólo habla de una maldita vez, si no quieres verme enojada —gruño. Estoy perdiendo poco a poco la paciencia.
Veo como tragan saliva, dudando en elegir o no ciertas palabras. Con sorpresa veo que se toman de las manos.
Al principio no reacciono, esa acción no me da el menor interés. Pero luego de mirar con más atención, me pongo pálida.
—Grace y yo estamos… saliendo.
De acuerdo, necesito unos segundos para procesar esta nueva información. ¡Por el amor de dios! No soy Einstein o una computadora, como para entender de inmediato todo lo que me dicen.
Me quedo en mi lugar, sin decir palabra alguna. Tengo tan abierta la boca que la baba saldrá de aquí y terminaré haciendo el ridículo frente a Terry.
Es mucho para mi pobre cabecita. Quiero decir, si tampoco ustedes pueden asumir lo que estoy planteándoles, intentaré decirlo de la manera más lenta posible (para que yo también pueda comprenderlo enteramente): Mi hermanastra. Y mi mejor amigo. En una relación. Juntos. Son novios. Se besan.
¿Alguien quiere matarme?
—Sí, claro —resoplo, soltando una carcajada sarcástica—. En ese caso, soy Hannah Montana y tengo doble vida, por las noches me escapo de casa y viajo a Inglaterra en mi unicornio purpura.
—No, estamos hablando enserio, Candy —mi hermana está desesperada, y pensará que soy una retardada. Claro, como ella puede sacar calificaciones perfectas sin necesidad de estudiar, no sabe lo que es ser normalita.
—Ustedes dos me están jodiendo. Esto no puede ser verdad. —Antes de que puedan detenerme, me levanto de mi asiento, dejando caer mis manos en la mesa. He provocado que el jugo de uva se derrame en el mantel blanco que mi papá acaba de comprar. Ups.
—Candice, cálmate.
Cuando Terry intenta abrazarme, le doy una patada en la entrepierna. Ajá, lo golpeé ahí, en donde seguramente más le duele.
Se deja caer, retorciéndose en el piso. Grace va a consolarlo, con su voz chillona, gritándome que soy una estúpida.
Ignoro sus llamados y corro hasta el balcón, sentándome en un banquito que papá ha puesto por casualidad.
Las lágrimas no tardan en deslizarse por mis mejillas. Es que, de verdad, es lo más horrible que me ha pasado en la vida. En una ocasión, tuve oportunidad de ir al concierto de One Direction. Conseguí los boletos prostituyendo a mi mejor amiga, Annie (mentira, en realidad vendí chicles en las calles, pedí limosna a mis tíos, hice lavado de autos a un precio carísimo, y luego monté una fiesta en casa cuando nadie estaba. Cobre cincuenta dólares la entrada.) Pero adivinen que pasó:
Se acabaron los boletos para el concierto.
Ese día conduje a una velocidad suprema, casi arrollando a una anciana. Luego, lancé uno de mis tacones lo más lejos posible y le pegué a una vieja, mi vecina, que además odio con todo mi corazón.
Me sentí como mierda cuando me dijeron que las entradas estaban agotadas, quería asesinar a todo el mundo.
Ese sentimiento está más presente que nunca. Pero peor.
Todo sería perfecto si pudiera entrar al comedor y asesinar a esos dos traidores, apuñalándolos con un tenedor, sin ir a prisión hasta que me salgan arrugas.
Es que yo simplemente no puedo creer que de verdad esté pasando. Jamás pensé que él llegaría a encontrarle algo remotamente atractivo (en la personalidad) a ella.
Grace, mi hermana.
Y Terry. El chico del que estoy enamorada.
...
¿Qué les pareció el prólogo? Ya saben, si les gusta, subiré más rápido.
Me despido, chao
