En una tarde soleada

la casa estaba desolada

y en mi mente solo vagaba

un solo pensamiento:

Tu belleza inmaculada

Paso la tarde, y llega la oscuridad

y en mi corazón estaba la potestad

y el deseo, de escuchar

tu celestial canto

lo cual es la única que puede tranquilizar

mi alma que se encuentra en la soledad.

Pasaron los segundos, y los minutos

y mire los números

esos números que eran la contraseña

del Ángel dueño de mi ser