- Creo que es totalmente injusto-, regaña, los ojos inesperadamente vacíos de lágrimas, la voz no tan distinta a la que le conociera veinte años atrás. - Ahora tendré que esperarme un montón de años sola antes de tener la oportunidad de desquitarme-. Ríe con inapropiada jovialidad (aunque considerando al moribundo en cuestión supone que no podría esperarse otra cosa, realmente), su rostro apuesto aún sin sus lentes. Diría que ninguno ha cambiado mucho desde entonces, pero no sería del todo cierto, así que opta por callarse.
-Me parece que es más injusto acongojar a un pobre viejo moribundo con quejas irrelevantes-.
- Boooo-.
-pero procuraré extender su descontento al resto, Maestra Fon-.
Guarda silencio por unos momentos antes de hablar.
- Ni siquiera está tan viejo-.
- Suficientemente viejo, me temo-.
- Aún así creo que es injusto-.
- Estoy consciente de eso-.
Apoya el rostro en su hombro; predeciblemente, no hace esfuerzo alguno en devolver el gesto con uno propio.
- Dele un abrazo al Emperador de mi parte-.
- No haré tal cosa-.
- Entonces lo hará él. Sea como sea igual va a dejarse, así que no importa-. Sonríe, pero no siente ganas de levantar el rostro. Puede adivinar perfectamente bien la cara que tiene ahora, de cualquier forma.
- Se hace tarde-. Con tranquilidad, desconecta las maquinas sosteniéndole. Le alcanza sus lentes y ambos pretenden no ver el ligero temblor en sus manos.
- Supongo que nos veremos pronto entonces-.
- Me disculpará si espero lo contrario. Tengo, después de todo, la intensión de disfrutar en tranquilidad mi retiro-.
Contra sus deseos, ríe.
- ¡Booo, Coronel! Anise también va a extrañarlo-.
