Nota: esto es una traducción de Japanese blossoms, historia escrita en inglés por Inadaze22 ( u/1394384/inadaze22) y traducida con su consentimiento. Todo es original de J.K. Rowling excepto las ideas y caracterizaciones de Inadaze22. Tanto ella como yo hacemos esto por simple entreteniemiento, no sacamos ningún beneficio.
El fanfic ya está terminado, lo que está en progreso es su traducción. Se subirán capítulos con la mayor frecuencia posible :)
Pétalos japoneses: un relato
El callejón Diagon parecía una típica estampa invernal de cuento, de ensueño.
Ráfagas de viento helado barrían la calle nevada. Faltaban tres días para la Navidad y los magos que habían dejado sus compras para última hora corrían de tienda en tienda, haciéndose con los últimos regalos para la familia, los amigos y algún que otro conocido. Fuera, en la calle, coros de villancicos cantaban a todo pulmón, contagiando el espíritu navideño a todo el que los oía. Los niños reían y jugaban en la nieve, el chocolate caliente se vendía a precios desorbitados, las brujas charlaban y todo el mundo parecía feliz, participando del ambiente festivo.
Draco Malfoy se alzó el cuello del abrigo, intentando en vano protegerse del frío.
Acababa de volver a la ciudad después de un viaje de negocios al Cairo, en el que había disfrutado de su belleza y buen tiempo durante tres días, pero sabía que nunca se volvería a acostumbrar al frío. Había comido con Harry Potter y su esposa, Ginny, y ahora recorría el callejón Diagon con la cabeza gacha. No le apetecía hacer de aguantavelas, así que había escapado de allí con una disculpa, fingiendo estar cansado.
Su sombrero le servía de escudo contra el viento helado. Draco se dio cuenta de que le faltaba poco para llegar al punto de Aparición.
Sus pasos le llevaron a donde quería ir y rápidamente se apareció en su piso, a las afueras de Londres.
Cuando llegó, quitó la nieve del abrigo antes de colgarlo en el perchero de madera de cerezo. Draco bloqueó los polvos Flu, encendió un fuego normal, se hizo una taza de té y se sentó en su silla favorita delante de la ventana con un libro. Inspiró; el olor a pétalos japoneses se desvanecía cada vez más con el paso del tiempo.
Pero en vez de leer, acabó mirando por la ventana.
La nieve caía con más fuerza.
Nieve de Londres.
No había nada en el mundo igual que aquello. Cuando nevaba en Londres, parecía que todo adoptara ese maravilloso tono de blanco, y de repente todo el mundo era un punto diminuto en las aceras, y todo estaba limpio y mucho más vivo. Veía el viento soplar entre los árboles al otro lado del cristal, oía su aullido al golpear las contraventanas. Pero la ventana, que había estado rota durante casi un año y no habían tenido tiempo de arreglar, no se abriría, así que no podría sentir la nieve.
Lo único que quería Draco era sentir la nieve desde casa; típico, pero lógico para él.
El tiempo siempre es mejor cuando no estás en mitad de los elementos, pensaba ella.
Él no podía sentir la nieve, pero ella no estaba allí para verlo.
Apartó la mirada de la ventana y echó un vistazo al teléfono, luego al reloj de pared y, por último, al reloj de caballeros de hora dual que ella le había regalado hacía tres cumpleaños, antes de decidir que era demasiado tarde para llamarla. Eran las 18:46, hora de Londres, lo que significaba que eran las 3:46 en Tokio: mitad de la noche ... o la madrugada siguiente. Ella lo habría llamado noche hacía una hora, después de haber trabajado toda la tarde en la empresa. De ninguna manera la despertaría, sabiendo que era una adicta al trabajo y apenas dormía.
Daba igual que deseara que durmiera a su lado porque estaba a kilómetros de distancia.
La mirada triste de sus ojos se clavó en la ventana y se encontró a sí mismo preguntándose cómo había llegado al punto de conocerla tan bien.
La nieve caía, el viento soplaba, los árboles se doblaban y el hombre rubio y apesadumbrado simplemente observaba.
Draco supuso que era apropiado que el comienzo de su historia fuera el final de otra.
