Antes de leer este fanfic, querido lector, te aviso que esta historia contiene varias partes fuertes y bruscas para menores de edad, es un fanfic algo FUERTE y como ya te habrás enterado, es en universo alterno.

Aclaraciones: Otra vez xD Vuelvo a aclarar que Gravitation y sus personajes no son de mi propiedad, si no de Maki-sensei.

El Capataz

Capítulo I: Entre la belleza y la violencia

"La tentación"

Viajaban un par de hombres en bote por lo largo, puro y hermoso del mar de Seto. Un apuesto joven rubio de ojos dorados profundos y misteriosos quedó admirado por la belleza de tal paisaje. Seguramente esta sería la mejor de las pocas vacaciones que había tenido en su corta vida. Se había animado a venir ya que, según los rumores, Kyoto era la mejor región para disfrutar de un delicioso té verde.

- Hemos llegado a la hacienda, señor.

- Entiendo. Le agradezco el viaje.

- ¿Está seguro de quedarse aquí, señor? Para tomar el té hay muchas otras regiones aún más buenas que esta.

- ¿Hay algo malo con este lugar?

- Todo puede ir bien en su viaje, siempre que no se tope con la tentación.

- ¿Tentación?

- Me refiero al dueño de la hacienda aledaña. Según los rumores, la belleza indiscutible del capataz es la peor maldición de quienes se le imponen.

Tentación. Es una palabra comprometedora –pensó- Pero a Uesugi Eiri le encantaban los retos. Aún así se despidió del trabajador, dejándolo sorprendido por su enorme valentía al no flaquear en su decisión tan imponente. El aire, las plantas, la naturaleza era maravillosa cuanto más la viera, era un ambiente sin impurezas, con el cielo totalmente claro, muy incapaz de corromper siquiera. Siguió con su interesante travesía, quedando cada vez más prendado de la enorme e indiscutible hermosura de la naturaleza que ahora le daba la gran bienvenida, invitándole a disfrutar de sus largas vacaciones.

- ¡Onii-chan, has llegado! –le saludó un muchacho moreno, de baja estatura, muy parecido a él.

- Me demoró la caminata, Tatsuha. ¿Qué tal la has pasado aquí?

- Es divertido, me relaja mucho estar aquí. Pero no te quedes ahí, entra, te guiaré a tu habitación.

Su hermano le invitó a lo que sería su habitación por una temporada larga. Abrió su maleta y acomodó lo necesario para su vida diaria, mientras que Tatsuha se encargaba de prepararle un té delicioso, una de las especialidades de la hacienda y, en general, de Kyoto.

- Ven a la mesa, Eiri, acabo de preparar un buen gyokuro.

- Está bien, enseguida voy. –Terminó de sacar lo necesario y se dirigió al comedor.- Vaya, se ve delicioso.

- Claro, es el té que a ti más te gusta. Pruébalo.

Adoraba el olor del té Gyokuro recién preparado, con esa apariencia tan pálida producida en el momento de la infusión. Disfrutó del aroma relajante un rato, como si no importara nada más que eso y luego lo consumió poco a poco, apaciguadamente, sin ninguna prisa.

- Magnífico –atinó a decir.

- Claro, es una cosecha reciente.

- Ya veo. –luego le llamó la atención el comentario de su conductor.- Oye… ¿puedes decirme por qué llaman a una persona de aquí…la tentación?

- Ya sabía que me preguntarías eso, ya que todo el mundo lo comenta, es por eso que siempre advierten a la gente que visita este lugar. Se refieren al dueño de la hacienda que está muy cerca de aquí. La hacienda Shindou.

- Eso ya lo sé, pero quisiera saber por qué razón le dicen así.

- Bueno, es algo que tendrás que comprobar con tus propios ojos.

- ¿Eh?

- Ven conmigo y verás, Onii-chan.

Prácticamente tiró de su hermano sin darle la oportunidad de ingerir el poco té que quedaba en su taza de loza fina. Tatsuha lo llevó a la entrada de la otra hacienda, mostrando una emoción que aún para el escritor era totalmente incomprensible. Eiri no entendía qué era lo que sucedía, lo vio finalmente. Vio al capataz como alguien normal, sin atractivo resaltante, sin nada que mereciese la pena admirar ni temer de cierta forma.

- ¿Ese es a quién llaman la tentación? –preguntó con aire de decepción.

- Él no es, bobo, al parecer aún no sale de su casa. –Hizo una pausa para después pasarle la voz a su hermano mayor.- ¡Mira, mira! Allí sale él.

Lo que vio frente a sí fue lo más hermoso e inhumano que pudiese haber imaginado en su vida. De lo poco elegante y más oscuro de un establo salía una persona, o más bien para los ojos del novelista, un ser que no pertenecía a este mundo. Era un joven de estatura mediana, de delgada figura que se notaba perfectamente tras esos pantalones negros, camisa blanca y chaleco de cuero que se pegaban perfectamente a su cuerpo, de una piel tentativa no tan oscura como la canela, de cabellos lacios y rosados debajo de un sombrero elegante digno de un mandamás…era precioso –pensaba- ¿y qué decir de aquellos hipnotizantes ojos amatistas, grandes y brillantes? ¿Cómo describir aquellos labios rojos comparado al color llamativo de una fresa? Apetecibles, que te llamaban indirectamente. Simplemente era mucha belleza acumulada.

- ¿Es él…? –Tartamudeaba el escritor.- es…maravilloso.

- Es una auténtica belleza ¿verdad? Yo también lo pienso. Es hermoso y llama la atención, pero su carácter es bastante especial…es por eso que tanto los hombres como las mujeres le temen.

- ¿Carácter…especial?

Miraron nuevamente a la belleza de ojos violáceos.

- ¿Qué les pasa, imbéciles? ¡¿Qué esperan para acabar de comer como cerdos y ponerse a trabajar?! –gritó a toda voz el pelirosa, amenazándolos con un largo látigo negro.

- L-Lo sentimos, señor, ahora mismo seguiremos. –dijo uno de los trabajadores por los demás.

- Más les vale, desgraciados, o si no se mueren aquí mismo. ¡Vamos, muévanse ya!

Eiri no pudo reaccionar ante tal comportamiento, estaba sumamente sorprendido, quizás solo un poco decepcionado o asustado. El rostro angelical y dulce de aquel muchacho no encajaba, no tenía nada que ver con su actitud tan salvaje y temeraria. ¿Cómo podía existir alguien tan bello pero a la vez tan violento?

- ¿Sorprendido?

- No sé que decir. Jamás había conocido a alguien igual o parecido a él.

- Es la forma en que vive. Según sé, cuando cumplió los ocho años, quedó huérfano de madre y tuvo que ser obligado a desempeñarse como dueño de la hacienda aún en contra de su voluntad. Era un niño bueno y generoso me contó nuestro padre, pero cuando regresó a la hacienda a la edad de 15 años, cambió completamente su actitud.

- ¿Sabes como se llama tal persona?

- Shindou Shuichi, tiene 19 años y como ya lo comprobaste, no es una persona fácil de tratar, aunque dicen hace un té bastante bueno. Da igual, no creo que debieras acercarte a él, te irá mal.

Eso le animó más. Le gustaban las personas difíciles.

- ¿Onii-chan?

Él no le contestó, solo continuó observando la delgada figura de aquel personaje, con mucha atención, con esa mirada pícara, lujuriosa, ansiosa tan propia de un aventurero queriendo probar cosas nuevas. Tatsuha lo supo, su hermano estaba totalmente loco, pero así era Uesugi Eiri, un hombre frío, calculador, le encantaba jugar y al parecer había encontrado un nuevo objetivo.

- Eiri, no quiero ni pensar en lo que esa mirada tuya significa.

Uesugi solo continuó a mirar al enigmático joven de mediana estatura, con la misma picardía de antes.

&&&

De noche, Eiri caminaba tranquilamente por el mar, disfrutando del hermoso escenario: cántico de luciérnagas. Caminó un poco más lejos del territorio Uesugi cuando sintió sombras acercarse. Pensando que serían maleantes, decidió esconderse para evitar problemas.

- Hiro, recoge a los caballos y mételos al establo, esos animales tienen que comer.

- De acuerdo, Shuichi.

- Agradece que no hay nadie cerca observándonos, sabes muy bien que está prohibido llamarme por mi primer nombre, idiota.

- Si, pero aunque se me olvidara, no me matarás a balazos, soy tu mejor amigo.

- Por eso te salvas, maldito.

Si hubiese un poco más de luz, Eiri hubiera jurado ver una sincera sonrisa adornando el rostro de Shuichi. Bueno, no podía asegurarlo, después de todo, las luciérnagas no eran exactamente buena lámpara para ver algo y asegurarse de ello.

- ¡Capataz! –Le llamó apresurado uno de sus hombres.- ¡Hay problemas!

- ¿Qué sucede, Suguru?

- Tracey cayó al otro extremo del riachuelo y se está ahogando, no podemos salvarla.

- ¡Maldito inútil! ¿Acaso no sabes nadar?

- Lo siento, señor, pero no sé.

¿Tracey? ¿Qué tan importante era ella para provocar la alteración de una persona tan dura como Shindou Shuichi, prominente capataz, tentación para cualquier pecador humano?

- ¡Imbécil, si mi yegua y sus crías se mueren, vas a pagarlo caro! –Corrió el pelirosa acompañado de Hiroshi, quien fielmente seguía a su amigo.- ¡Suguru, trae a todos los hombres que puedas para que me ayuden a rescatar a Tracey! ¡Rápido!

-Tartamudeó el niño.- ¡S-Si, señor! –corrió él.

Corrí mucho más rápido que él, claro, evitando que Shuichi se enterara de ello. Efectivamente, la yegua se estaba ahogando y no daba señales de poder salir de ahí. El animal estaba a punto de parir, llorando y llorando, por lo que no tuve más remedio que tirarme al río para ayudarla.

- ¡¿Quién rayos está allí?!

Llegó Shuichi, quedando cara a cara con el chico.

- Su yegua está en trabajo de parto, será mejor que actúe rápido.

- ¡Hiro, prepara un lugar en el establo, rápido! –ordena Shuichi.

- ¡Si, señor!

Los hombres requeridos vinieron casi en seguida a ayudar a su capataz. Shuichi, junto a los empleados, se lanzó al agua para ayudar a Eiri con el peso de la yegua que parecía sufrir bastante por el trabajo de parto que se acercaba cada vez más. El chico tenía una fuerza increíble –pensaba el escritor- aunque no tanta para cargar a Tracey y llevársela. La cargaron entre todos y la llevaron hacia el establo.

La acostaron cuidadosamente y la ayudaron a parir de a pocos.

- Ya casi sale el primero…-el rostro del moreno estaba inundado de felicidad, esto solo provocó que Eiri se interesara aún más en él, en su enigmático comportamiento.

Trabajaron con mucho empeño y al final de la ardua tarea salieron en total tres pequeñas crías. Hiro tomó entre sus brazos a cada una de ellas y las aseó como era debido para después acurrucarlos en el regazo de su madre, quien parecía ya más tranquila.

Shuichi sacó su arma y la apuntó al pecho de Eiri.

- ¿Quién eres tú? ¿Por qué razón ayudaste a mi yegua?

- Pero miren nada más, permites a otros ayudarte y hacer el trabajo para después apuntarles el cuerpo con tu arma ¿es esa tu costumbre? Que gran manera de dar las gracias.

- Escúchame bien, niño bonito, yo no soy el tipo de hombre estúpido y amable que se cree el cuento viejo ese del buen samaritano. Mi instinto me dice que las personas siempre hacen algo porque quieren esperar algo a cambio, ninguna persona de este asqueroso mundo hace las cosas sin alguna intención oculta.

- Intención oculta ¿eh? Asi que soy un niño bonito y tengo intenciones ocultas ¿acaso tu intuición está tan desarrollada como para leer mi mente?

- ¿Qué tratas de decir?

- Solo lo sabrás si lees mi mente. –se burla Eiri, provocando aún más enojo en Shuichi.

- Mira, idiota, no juegues conmigo porque te va a pesar. –demanda el joven capataz.

- Si me crees tan miserable, puedes usar tu arma y dispararme.

Shuichi lo miró atentamente a los ojos, eran hermosos, pero lo que más le ponía nervioso de la situación era la manera lujuriosa y picaresca en que los ojos mieles de Eiri lo recorrían, insistentemente. Su pálido rostro era hermoso, extraño, le atraía, pero eso no significaba que ese estúpido sujeto endemoniadamente atractivo y deseable pisotearía su tan valioso e intacto orgullo. No, claro que no, se había propuesto firmemente en no creer nunca más en las personas. Mucho menos en hombres como él, con aquella mirada de león, esa mirada que tanto detestaba.

- Lárgate, me estás haciendo perder el tiempo.

Eiri no dijo ni una sola palabra, simplemente obedeció la petición de Shuichi, quien le dio la espalda, rogando al maldito cielo que aquel intimidante hombre se fuera y permaneciera varios metros lejos de él, de otra manera, volvería a caer…

&&&

Pero Eiri era perseverante y bastante constante con lo que deseaba, siempre poseía ideas claras y decisiones irreversibles. Al día siguiente, muy temprano cuando el gallo cantó con furor dando las 5:00 AM, salió de su casa para darse un paseíto por la hacienda aledaña, dispuesto a conocer más a fondo a esa supuesta aventura que cada vez más convertía en algo sumamente serio.

- Buenos días…-saludó Hiro, saliendo del establo.- Ah, es el señor de ayer.

- Eres Hiro ¿verdad? ¿Cómo se encuentra la yegua y sus crías?

- Ya están mejor, señor, gracias por el favor de anoche.

- No es nada, al parecer a tu jefe no le agrado en lo absoluto. Para él soy solo un niño bonito con intenciones ocultas.

- Perdónelo, por favor, él no ha sido así siempre.

- Sí, algo escuché.

- Hiro ¿ya se levantaron los trabajadores? –salía Shuichi de casa cuando vio a Eiri frente a sí.- ¿Qué quieres? No me digas que vas a dejar que te mate.

- Desgraciadamente no debo darle el placer, solo venía a saludar.

- Hiro, vete a llamar a esos holgazanes. Si no están aquí en cinco minutos, los mató a todos uno por uno.

- Si, señor –Hiro se alejó de ellos no sin antes despedirse cordialmente de Eiri.- Con permiso.

- Eres persistente, seguro que eres de la ciudad. ¿O me equivoco?

- Tiene usted buen ojo para ser tan joven. Vengo de Tokio. Me llamo Uesugi Eiri.

- No te pregunté tu nombre.

- Pues, por cortesía, los que vienen de la ciudad como yo, dan su nombre, no espero que usted entienda lo que se llama educación.

- Arrogante sujeto resultaste… ¿qué pretende hacer alguien como tú en un lugar tan diferente como este?

- Solo estoy de vacaciones, ya sabe usted, me alejo un poco del aire y contaminación de la ciudad para respirar el aire puro del campo. Veo que trabaja muy duro, debe de ser pesado.

- No tiene que pesarte mi desgracia, es el tipo de vida que decidí elegir, muy a pesar de que tuve que renunciar a mi propio sueño.

- ¿Renunció a su sueño?

Shuichi reaccionó, había hablado de más.

- Ya te lo dije, lárgate, no te acerques más a mí. Eres una molestia.

Te alejo…porque te pareces a él.

Shuichi se separó de él, como odiaba reflejar sus sentimientos en aquel intruso que se había propuesto seguirlo como si fuese su sombra, tan inseparable de él, de su vida. Ya lo había decidido, jamás volvería a confiar en alguien, nunca más…No importaba si tenía que convertirse en la persona más despreciable del universo.

Te pareces tanto a él…

Maldito, ¿por qué tenías que ser tan similar?

Has revivido en mí…la amargura y el dolor de mi pasado…

Te odio, Uesugi maldito. Te odio porque entraste a mi vida tan bruscamente y a ti te importa un bledo haberlo hecho.

- ¿Onii-chan?

- ¿Qué quieres, Tatsuha? –respondió con otra pregunta en forma de susurro, estaba tan confundido.

- Caíste en la tentación ¿verdad? –lo mira atentamente, había dado en el blanco.

Eiri volteó la mirada hacia la luna que se reflejaba a través del enorme ventanal de su cuarto.

- Empecé a verlo como a una más de mis aventuras…Me atrajo por ser tan hermoso y enigmático. Pero ahora, me he dado cuenta de que es algo más serio.

'Me he enamorado de sus ojos repentinamente tristes. Me he enamorado de Shindou Shuichi'

Fue algo que pensé descuidadamente…Aunque sabía que a la mañana siguiente solo recordaría esto como un mal chiste.

Continuará!

nOtas: Minna-sama! Nos volvemos a encontrar. Bueno, este es el primer episodio de mi nuevo fanfic. Algunos se preguntarán ¿por qué le cambié de nombre? Bueno, decidí cambiarlo y creo que este cae perfectamente. Bueno, vamos con alguna que otra nota:

El té Gyokuro es un té verde pálido provocado por la infusión, es una de las más grandes especialidades de Kyoto. En este fanfic, es el té preferido de Eiri.

Bueno, con respecto a la vestimenta de Shuichi, ustedes ya saben como es la vestimenta de un capataz de rancho o de una hacienda, pueden buscarlo en Internet, ahí lo encontrarán.

Bueno sin más me despido esperando ansiosa sus reviews. No importan los tomates, palazos o que me escupan en el ojo por la calle, solo quiero comentarios pliss!!

Atte.

Namida No Megami (Vuelvo a decir, antes mi nickname era Dayito-chan, ahora es el que ven. Ahora si, bye bye!)

Matta ne!