Probablemente sea lo más corto que halléis en este lugar.

Agadecería que escuchaseis la canción One Day In August, de Marc Teichert, mientras leéis.

Basado en un post de Tumblr.


Tres años después, John se situaba frente al espejo, mirándose por última vez vestido con su traje de boda, antes de salir a la calle, donde Lestrade, el padrino, le esperaba.

Se casaba con Mary.

La amaba profundamente, la quería con locura. Le hacía feliz. Era la única persona que en aquellos tres largos años había logrado hacerle feliz y olvidar toda la tristeza...

Pero mientras se miraba a sí mismo reflejado, rodeando con un dedo una y otra vez uno de los botones de la camisa, se miraba con pena a sus propios ojos. Estos no reflejaban la alegría que la ocasión requería. Porque en el fondo, muy en el fondo de su ser, el los abismos de su corazón y alma, nunca había olvidado y dejado de amar al hombre más inteligente y brillante que jamás había conocido, aquel compañero de piso que le había cambiado la vida, y que hacía ya tres años lo había abandonado de la manera más trágica imaginable.


Sherlock iba vestido para la ocasión. No le había costado enterarse que John se casaba, y al hacerlo, un mes antes, había sido como si una dolorosa puñalada le hubiera atravesado y partido en dos su cuerpo. Pero no pudo hacer nada. Se tragaba las lágrimas para si mismo.

Y ahora allí había aparecido, en el 221B de la calle Baker, poco antes de la ceremonia, sin esperanzas de que John volviera con él, porque no lo haría, ya no.

Un par de lágrimas se le escaparon mientras subía las escaleras, como fieras que huyen de las fuertes jaulas que eran sus ojos. Los lentos pasos alertaron a John, que creyó reconocerlos, al otro lado de la puerta.

Sherlock la abrió con delicadeza, y apareció detrás suya en el piso. Se acercó a sus espaldas.

John lo miraba por el espejo, pero sin expresión de sorpresa, como si supiera que aparecería, y soltó todo el aire contenido en sus pulmones. Advirtió las lágrimas en los ojos de su amigo, y la incredulidad y pena lo embargaron por completo.

"¿Alguna vez me amaste?" le preguntó Sherlock en el silencio.

John tragó pesadamente y se giró para mirarle directamente a los ojos, antes de contar la mentira más grande que jamás diría en su vida.

"No."