DISCLAIMER!: ninguno de los personajes que aparecen en este fanfic me pertenece, a menos de que yo diga lo contrario (Hayase hasta ahora es la única nueva). La gran mayoría de estos le pertenecen a CLAMP. Aunque en realidad, eso todos uds. lo saben.
Soy de las que creen que copiar elementos de otras obras no es pecado, siempre y cuando se de el crédito correspiente a quien lo merece. Por eso, dejo este gran disclaimer antes de comenzar con mi historia.
Rebobinar está fuertemente inspirada en Tsubasa Chronicles. De CCS saqué los personajes y las personalidades (intento que sean lo menos OoC), pero de TRC intenté copiar los sentimientos y sensaciones que me provocaron en ciertas ocasiones. Intenté replicarlo, porque sentí esa historia muy fuerte en el corazón y me gustaría hacerle sentir algo así a alguien alguna vez.
También me inspiré mucho en el fanfic "Dark Side of the Road" de "Rainyday-memories". Pueden leerlo aquí: s/5557401/1/Dark-side-of-the-road. Aunque son historias, a mi parecer, muy diferentes tanto en trama y sentimientos que entrega, saqué de allí inspiración para ciertas partes de Rebobinar. Incluso hay una frase más adelante que es copiada casi calcada.
Ojalá les guste.
REBOBINAR
~.~.~
Prólogo
Sentía como mis pies tomaban vida propia para emprender más rápidamente su marcha. No seguía camino alguno, sólo me adentraba en la oscuridad de la noche, con intención de perderme en ella. Con sólo un par de farolas y el estrellado cielo sobre mí como única iluminación, me perdí en la ciudad de Tokyo.
No sabía a dónde me dirigía, ni por qué escapaba con tantas fuerzas. Corría con las pocas energías que quedaban en mi frágil cuerpo. Bastaba decir que me sentía más delicada que una pequeña paloma fuera de su nido, ya que lo sucedido en la discoteca había expulsado cualquier rastro de mi casi nulo sentido común; el cual nunca se hacía presente cuando lo necesitaba.
Estaba agradecida de mis capacidades en los deportes y mi condición física, la que me ayudó a escaparme de allí.
Sabía que el molesto nudo en mi garganta no me abandonaría hasta que por fin estallara en lágrimas, y de hecho, no sabía cómo las saladas aguas no se hacían presente en medio de esta persecución.
El sonido de mi propio corazón al latirme con furia, casi a martillazos, me impedía escuchar los ruidos de la ciudad, las risas de la gente, la música de alguna que otra discoteca y los pasos apresurados que me seguían. Supe que éstos ya se habían acercado lo suficiente, cuando su mano encontró mi brazo nuevamente.
No ejercía más fuerza de la necesaria para retenerme, la justa y necesaria. Tal vez no quería hacerme daño.
Más daño.
—Espérame —me tiró suavemente para que me girara—, sólo déjame explicarte.
—No —me sorprendí al comprobar la manera en la que mi voz había salido de mi garganta, melancólica—, déjame en paz, por favor.
Pude sentir como el nudo en mi estómago aumentaba. Tiré un poco de mi brazo para volver a escapar, pero cerré los puños con fuerza ante la impotencia que sentí, al saber que no había forma que pudiera escaparme de su agarre otra vez.
—Sólo deja tu orgullo de lado tres minutos —me suplicó la voz del chico—, y déjame explicártelo todo.
—No quiero que lo hagas, déjame sola. Sólo quiero estar sola.
—Estás loca de la cabeza si crees que te dejaré en esta oscura calle sola. Por favor, sé que no puedo luchar contra tu inmensa testarudez, sólo necesito que me des una oportunidad.
—¿Para que la tires por las cañerías? Olvídalo —sentí como mis ojos se ponían vidriosos al terminar la frase.
En realidad, lo último que quería en este momento era escuchar su voz. No quería escuchar sus vagas disculpas ni sus mentiras. Quería estar en mi habitación, donde sabía que encontraría la compañía de mi mejor amiga, para soltar todo lo que le ejercía presión en el pecho.
Y pensar que esa tarde, al entrar en mi habitación, me había puesto el vestido nuevo que había comprado en el centro comercial esa misma tarde, me había maquillado sólo un poco y había arreglado mi cabello ante el esperado domingo. Era un día especial, digo, una cita por el día de San Valentín. Yo no creía en estas festividades, pero al final las cosas se habían dado de esta manera.
Cuando digo que se habían dado de esta manera, incluía lo de hace un rato.
No pude evitar soltar un gemido de dolor, idéntico al que solté cuando Eriol me guió por la discoteca y había abierto los ojos desmesuradamente al observar con detenimiento la escenita que se estaba montando frente a mis ojos.
Me giré para mirarle y cerré los ojos con fuerza, intentando tapar la salida de las saladas lágrimas que se deslizaban por mis mejillas.
—Sólo déjame explicarme. No es lo que… —había empezado a decir el chico con súplica
—Calla, por favor —le interrumpí, abriendo los ojos—. Sólo, abrázame.
Observé por última vez sus ojos castaños, que me observaban con verdadera tristeza. Me acerqué a él para apoyar mi cabeza en su pecho. El chico rodeó mi espalda con sus firmes brazos, creando una especie de fortaleza de protección. Siempre había creído que eso hacía, cuidarme de cualquier mal que se acercara, protegiéndome con recelo.
Me separé un poco de él, colocando mis manos en su duro pecho, mirándole a los ojos. Seguía con la misma expresión que hace unos momentos. No sé cuánto tiempo permanecimos así, tampoco me interesaba. Rompí la conexión que se había creado entre sus ojos castaños y los míos, para ahora buscar sus labios. Tan sólo fue un simple contacto, eso era lo único que quería.
Pude sentir el deseo de él porque el beso no se rompiera, pero al retirar mis labios de los suyos, no le miré. No quería volver a ver sus ojos tristes. Me levanté un poco, pero esta vez, para acercarme a su oreja.
—Te amo—le dije en un susurro casi inaudible.
Ni siquiera había pensado en la vergüenza que me daba decirlo, ya que no lo había hecho muchas veces, no tenía la voz temblorosa, de hecho, me sentía extrañamente armada de valor. Sentí como me acercaba más a sí mismo con sus brazos y también pude percibir sus manos temblorosas apretándome la espalda.
Era el adiós.
Me solté de él como pude y retomé mi camino a ninguna parte, pero esta vez no corrí, si no que me retiré caminando pausadamente. No me seguía.
—¡Espera..!
Pero su grito sólo me hizo acelerar el paso.
Lo siguiente que sentí no fue tristreza y extrañamente el nudo en mi garganta había desaparecido, sólo me sentía profundamente tranquila. Sentí la oscuridad apoderándose de mí, con sus garras invisibles y enterrándome. En ese momento fue cuando me di cuenta que estaba muerta.
