Disclaimer: Los personajes no me pertenecen.


Cuando los cerdos vuelen


El campeón Mr. Satán despertó entre sus sábanas de seda, se desperezó sin mucha gracia disfrutando de su estancia. Era una suite digna de un rey, llena de lujos y comodidades. ¿Qué más podía desear?

—Es lo mínimo que merezco por ser el gran salvador—se dijo a sí mismo aireado y con burla pues solo él sabía la verdad.

Se dejó caer en su diván; en su mesa se encontraban servidos infinidad de sabrosos platillos. Despreocupado saboreó un delicioso pastelillo de chocolate y suspiró de satisfacción.

La vida había sido buena con él, era millonario, famoso, tenía todos los lujos existentes en el planeta, coches, mujeres, joyas, mansiones, manjares, los mejores colegios para su hija, además era amado y alabado como un dios. Sonrió satisfecho por todos sus logros.

—¡Oh! ¡Eres tan listo, además de apuesto! —Se palmeó la mejilla, viendo su reflejo en una charola.

Suspiró con placer y se estiró nuevamente acomodado en su asiento, luego se quedó pensativo al recordar aquel día en el que él valerosamente fue a pelear contra el malvado Cell y "salvó al mundo".

Se colocó la mano en la barbilla y levantó una ceja interrogante.

—¿Qué habrá sido de aquel chico? —se preguntó, aquel que estaba en la batalla, al que se le ponía el cabello rubio. El que realmente había…

Agitó la cabeza, de un lado a otro, ni siquiera debía pensarlo, para todos él, el gran Mr. Satán había eliminado al malvado Cell y no un niño casi de la edad de su hija.

Aunque en ocasiones no podía evitar pensar en él y que toda su gloria estaba basada en una mentira. Pero bueno, pensó para sí mismo: si el chico hubiera querido habría hablado años hacia años así que ¿para qué desaprovechar algo que alguien había rechazado? Sonrió abiertamente.

—Sería un desperdicio. Estas personas necesitan esperanza —se dijo empinándose la copa—. Además algún día diré la verdad —sonrió caminando hacia la ventana—. Claro, lo haré... cuando los cerdos vuelen —dijo soltando una carcajada mientras abría la ventana para dejar entrar el sol.

Su carcajada cesó abruptamente y quedó con la quijada trabada al ver que el cielo era atravesado por un cerdo con pantalones y camisa sosteniéndose la mejilla roja.

Sus ojos se hicieron pequeños por la impresión, se quedó paralizado por unos minutos, luego confuso empezó a voltear para todos lados buscando una explicación. Por la calle solo pasaban una pareja peculiar formada por una rubia que caminaba molesta y un tipo bajo corriendo tras de ella.

Cerró rápidamente la ventana y observó su copa tratando de no pensar en lo sucedido y en lo que había dicho.

—¡Oh! ¡Que dolor! —dijo tomándose el estómago—. Este malestar de estómago me hace alucinar. Tal vez deba seguir durmiendo—. Se dijo ignorando sus anteriores palabras y dirigiéndose a la cama.


FIN


¡Hola! espero les haya gustado esta pequeña historia basada en desvarios. Es una de esas cosas que solo te pasan por la cabeza y ya, sin mucha historia, sin dramas sin nada, que las escribes solo por querer hacerlo. Espero sus comentarios, saludos y nos vemos