Aquí llegamos I-am-Momo y Lurhien con un nuevo fic. Este fic esta basado en un rp que hemos hecho las dos donde Momo hacía de Sherlock, Lurhien de John y nos íbamos alternando a Lestrade.

Un pequeño aviso, John no será un personaje carismático ni digno de admirar. Quedan advertidas las fans.

...

Capítulo 1

Sherlock salió del plato de ducha, se pasó una toalla por el cuerpo y sin siquiera molestarse en vestirse, salió del baño rumbo a la cocina.

Lestrade suspiró antes de darse por vencido y marcar el número de teléfono. No respondía, ni tampoco a los mensajes, por lo que decidió ir él mismo a buscarle en persona. Aquel caso era de máxima prioridad y no podía esperar. John le abrió la puerta y se marchó a prisa al trabajo después de saludar, Greg decidió esperar en el sofá sentado a que Sherlock saliera del baño.

Este salió del baño y estiró los dedos de los pies al sentarse en el taburete.

— John, tráeme el tinte para muestras. Está sobre la chimenea —exclamó.

Greg se levantó del sofá y caminó lentamente a la cocina de dónde provenía la voz del detective.

— John se ha ido, me he cruzado con él cuando salía hacia el...— tuvo que apartar la vista cuando su mirada se cruzó con el cuerpo del detective solo tapado por una escasa toalla.

—Ah, bien. —dijo Sherlock cogiendo el tinte de su mano y regresando la vista al microscopio —. ¿Y qué haces aquí?

— ¿Eh?— giró la cabeza para mirarle de nuevo. — Tenemos un caso nuevo, pero esta vez no tenemos cuerpo y es bastante urgente así que... Vístete y nos vamos.

Sherlock suspiró, se puso de pie y se fue al cuarto mientras se quitaba la toalla.

—¿Y por qué no me enviaste un mensaje?

Greg apartó la vista de nuevo y le dio la espalda a la puerta.

— Te he dejado cinco mensajes y te he llamado siete veces. Eres tú el que no coges las llamadas.

—Oh. Bueno, he tardado 45 minutos en darme una ducha porque me quede pensando en el experimento que iba a hacer —dijo Sherlock desde su cuarto.

No se molestó en cerrar la puerta así que iba dando vueltas por el mientras se vestía.

Greg seguía mirando en la otra dirección y al no escuchar la puerta cerrarse y su voz tan nítida supuso que este debía seguir con la puerta abierta.

— Ya... Sherlock, es incómodo para la gente que una persona vaya danzando por ahí desnudo como si tal cosa. Sé que esta es tu casa y que probablemente John no ponga pegas en esto, pero agradecería que te pusieras algo cuando yo venga a tu piso.

Sherlock enarcó una ceja y se asomó al salón, al menos ya se había puesto los calzoncillos.

—Tampoco es nada del otro mundo —comentó antes de entrar de nuevo al cuarto y ponerse la camisa.

Sherlock terminó de vestirse, salió al salón y miró a Greg de arriba abajo deteniéndose unos segundos en sus manos, en sus labios y en sus ojos.

—Oh... —susurro sonriendo de medio lado.

Greg por fin se atrevió a mirarle y se quedó en silencio unos minutos.

— ¿Oh? ¿Qué significa eso?— le preguntó levantando una ceja y cruzándose de brazos.

—Veo que recientemente has cambiado el contenido de la pornografía a la que ves. Has cambiado... El género de los protagonistas —dijo lamiéndose el labio superior.

— Mira— resopló el DI—, no quiero ni que me digas como sabes eso, así que... ¿nos vamos de una maldita vez?— se rascó la nuca y salió por la puerta a la fría calle.

Sherlock soltó una risita y cogió su abrigo.

—Vamos.

Greg caminó rápidamente hasta el coche gris que estaba en esa misma calle. Quitó el seguro y se sentó en el asiento de la derecha cogiendo una carpeta marrón del asiento trasero y entregándosela a Sherlock cuando subió.

El detective la leyó detenidamente, parándose en ver todas las fotos y en los resultados de las muestras.

—Resulta curioso lo nervioso que te pones cuando se comenta tu sexualidad... —comentó Sherlock.

Greg resopló antes de girar a la derecha.

— ¿Puedes concentrarte en el caso? La desaparecida es la sobrina del primer ministro. Esto es importante— comentó con la vista fija en la calzada.

—Leí en la Vanity Fair que tenía un novio que no aprobaba su padre. Habéis encontrado trazas en la sangre de un elemento químico que se utiliza para mantenerla fresca para los análisis. Creo que ha fingido su muerte. Eso o la han descuartizado, sabré más cuando lleguemos a la escena. —dijo —. Y hablando de lo otro...

—Sí, eso me tranquiliza mucho— le cortó Greg sonando más enfadado que de costumbre—. Viva o descuartizada necesito que la encuentres lo antes posible, ¿me oyes? Está en juego mi puesto y si me despiden tú tampoco podrás continuar ayudando en los casos. Así que concéntrate— suspiró calmándose—. ¿No llamas a John?

—No. Está en el trabajo y me resulta muy interesante estar a solas contigo. Quería confirmar algo de lo que John me estuvo hablando —dijo Sherlock revisando las notas del inspector que estaban en la última página.

Le miró de reojo por el espejo y regresó a la conducción dirección el barrio norte de Londres. No comentó nada. Obviamente a Sherlock no se le podía escapar ninguna pero, ¿a John? ¿Desde cuándo se había vuelto él el detective?

— Veo que John tenía razón —dijo Sherlock y suspiro —. Le debo 50 libras.

— ¿Quieres callarte de una puta vez?— dio un frenazo cuando el semáforo se puso en rojo.

— ¿Por qué te molesta tanto? —preguntó Sherlock agarrándose al salpicadero para no estamparse contra el cristal ya que no llevaba cinturón.

— Ahora mismo tenemos que concentrarnos en el caso. Deja tus malditas paranoias para más tarde— aparcó detrás de la línea policial y bajó del coche intentando escapar de los fotógrafos.

Sherlock elevó el cuello de su abrigo antes de salir del coche. Sin apartar la vista de las espaldas de Greg, para no perderse entre el mar de fotógrafos y paparazzi, entró en el lugar del crimen. Olía fuertemente a fertilizante y aguarrás y, quizás, un poco a descomposición. Cuando llegaron justamente dónde estaba el charco de sangre Sherlock se agachó junto a él y lo observó de cerca.

—La sangre parece estar más coagulada de lo que debería dadas las horas que son. —dijo en voz alta mirando el reloj —. ¿Cuándo desapareció ella? — preguntó poniéndose de pie y mirando fijamente a Greg con una sonrisita de satisfacción.

— A las ocho de la mañana llamaron cuando no abría la puerta ni respondía al teléfono ni a nada— se puso a pasear alrededor de la sala mirando los objetos y cosas que había en ella, más bien, alejándose todo lo posible de la fría mirada azul del alto.

—¿Habéis mirado a ver si ha salido del país? Probando con su segundo nombre y el apellido de soltera de su madre —dijo Sherlock antes de morderse el labio inferior.

— No somos tan tontos como tú te crees, Sherlock. Sí, lo hemos revisado todo;todos los aeropuertos, trenes, túneles y no hay rastro de ella— se cruzó de brazos en la puerta.

Sherlock frunció el entrecejo y comenzó a investigar toda la zona. 15 minutos más tarde regresó a donde estaba Lestrade, pegándose casi por completo a su espalda para que notara su presencia.

—Está muerta, y su asesino probablemente trabaje de guardabosques por aquí cerca. Quizás haya enterrado el cadáver allí, eso o ha metido el cadáver en un astillado de madera... Lo que es seguro es que la sangre se puso aquí a propósito.

— ¿Guardabosques? ¿Cómo sabes eso?— Greg se acercó a él y revisó de nuevo las marcas de sangre esparcidas por el suelo.

Sin duda tenía razón, parecían tan bien colocadas que ningún cuerpo las pudiera haber hecho.

—He visto huellas parciales por ahí —dijo Sherlock señalando hacia atrás —. Vamos —dijo cogiéndole de la manga de la chaqueta.

Greg le siguió y se intentó soltar lo más rápido que pudo pero el detective consultor era más fuerte de lo que creía. Sherlock lo arrastró hasta el parque que había cerca, llegó a la entrada de la puerta. Se acercó un guardia y Sherlock miro a Lestrade.

—Saca tu pase VIP anda —pidió.

Greg obedeció sin soltar una palabra y ambos pasaron a paso rápido.

— Ya me puedes soltar, ¿eh?

—Ah... Eh. —murmuró Sherlock, le soltó y miró a otro lado —. Tengo entendido que suele haber una caseta en mitad del bosque... —murmuró.

— Entonces acabemos con esto cuanto antes— se alisó la chaqueta y se adentró entre los frondosos árboles.

Se dirigieron en silencio a la caseta que había en mitad de todos los árboles. Cuando estuvieron cerca sintieron un fuerte olor a carne quemada. Había una ventana abierta y de allí salía humo.

— Veo que alguien está cocinando. —murmuro Sherlock.

— Por dios, Sherlock— Lestrade se tapó la nariz con la manga de la chaqueta y sacó la pistola de debajo de la camisa acercándose con cautela a la entrada.

Sherlock le siguió lentamente. Se colocó justo detrás para poder mirar por la ventana, torció el gesto. Se acercó a la puerta y la abrió de par en par. Un hombre le apuntaba con un arma. Sherlock observó partes del cuerpo tostandose en una parrilla improvisada.

Greg salió de detrás de Sherlock y se colocó entre él y el hombre, sujetando la pistola firmemente y apuntándole directamente a la cabeza.

— ¡Suelte el arma ahora mismo si quiere salir con vida!— rugió.

El detective miró a Greg sorprendido. El hombre armado negó con la cabeza.

—¿Y si no lo hago? —gruñó.

— Será mejor que hagas esto por las buenas, no quiero que nadie salga herido— explicó más relajado esta vez pero seguía con todo el cuerpo en tensión empujando a Sherlock hacia atrás con la espalda.

—Si suelto el arma no creo que dure mucho en prisión. Si me suicido ahora, podría ahorrarme el sufrimiento —dijo el hombre.

—¿Y ahorrarte el juicio y explicar por qué lo hiciste? —dijo Sherlock.

— Tú cállate ricitos o te vendrás conmigo al otro barrio.

— Nadie va a hacer nada aquí— se alteró después de que amenazara al detective y extendió una mano hacia el hombre después de toser repetidas veces por el olor—. Vamos, dame el arma y acaba con el numerito.

El hombre miró alternativamente a Greg y a Sherlock. Sabiendo que no saldría de allí y que no merecía la pena ir a la cárcel hizo lo único que se le ocurrió. Puso el cañón del arma en su boca y disparó.

— ¡No!— chilló Greg a la vez que se echaba hacia atrás empujando al detective consultor con él.

Después se quedó todo en silencio, Greg mirando el cuerpo sin vida en el suelo y como la sangre se mezclaba con el denso humo negro, Sherlock estaba completamente bloqueado. Miraba fijamente al sitio donde descansaba el reciente cadáver incapaz de moverse. No solo una persona se había suicidado frente a él, Greg se había interpuesto entre él y el agresor y jamás había pasado eso entre ellos.

Greg se giró y sin mirarle salió fuera a coger aire. Tras unos minutos estático sacó el móvil y llamó rápidamente, avisando a su grupo de hombres y a los bomberos. Sherlock le siguió y salió lentamente de la cabaña.

— Cuando lleguen llévame a casa — pidió.

— Claro— suspiró forzadamente y se frotó los ojos cansado antes de mirarle directamente—. Oye, Sherlock. No sabía que esto iba a pasar, lo siento. No te tenía que haber ido a buscar.

—No tienes que preocuparte por eso —dijo Sherlock metiéndose las manos en el abrigo —. Scotland Yard está llena de idiotas, es lógico que necesites ayuda.

— Ya bueno...— miró de reojo la caseta—. Lo siento.

Se quedó en silencio hasta que escuchó las sirenas a lo lejos y anduvo hasta la entrada del bosque y darles señas. Sherlock le siguió en silencio y luego ando hasta el coche en el que le había traído óo y se sentó en el asiento del copiloto.

Después de unos minutos hablando con los agentes de policía y forenses, se excusó diciendo que necesitaba tiempo después de lo ocurrido y se encaminó al coche donde él ya le esperaba. Sherlock se acomodó en el asiento y miró a Greg.

—Eso ha sido...

Greg arrancó el coche y salió a toda prisa de allí.

— ¿Qué quieres decir?— preguntó con una mueca en la cara.

Sherlock jugueteó con los pulgares mientras miraba al frente.

— Quiero que sepas algo...

— ¿Me lo vas a decir o lo tengo que adivinar?— le miró de reojo cansado de sus frases sin acabar. Sherlock bufo algo molesto por tener que decirlo.

—Nunca he tenido intimidad con alguien —dijo notando un rubor desagradable acudir a sus mejillas.

Greg no le miró mientras asimilaba las palabras que acababa de oír. Después de un rato se estiró en el asiento.

— ¿Por qué me dices esto, Sherlock?

— Por la conversación que tuvimos antes de ir a ver el cadáver... Porque eres... Porque eres bueno.

Lestrade paró el coche a la derecha en una calle poco transitada y se giró dándole la cara.

— ¿Que soy qué? No te entiendo, no sé lo que quieres decir, Sherlock. No todos somos unos genios.

Sherlock se puso de lado y le miró. Acercó su rostro al de Lestrade.

—No sé hacerlo más evidente —dijo cogiéndole el rostro con su mano derecha.

Greg entró en pánico por un momento ante su movimiento y se echó hacia atrás pegándose casi con el cristal.

— ¿Qué es eso? ¿Qué estás haciendo?— comenzó a preguntar apresuradamente mientras que buscaba alguna pista en la cara de Sherlock.

Las pupilas de Sherlock estaban dilatadas y sus labios húmedos.

—Eres bisexual y John me estuvo comentando de que te estabas fijando... En ciertas partes de mi persona y... Tienes que sabes que es correspondido. Y si te mal interpreté yo... —murmuró con los ojos húmedos.

— No— se apresuró a aclarar y miró por el parabrisas—. John tiene razón, tú tienes razón... Suspiró forzadamente y le miró a los ojos azules.

— ¿Por qué? ¿Por qué ahora después de todo este tiempo? Dejas muy claro a todo el mundo lo asexual que eres y el poco contacto humano que necesitas. No te entiendo, la verdad.

—Ya bueno... Nunca dije ser asexual simplemente estaba desinteresado en el sexo. Y... Cuando sueñas cierto tipo de cosas y no te sacas a una persona de la cabeza creo que hay que dar una oportunidad. —dijo Sherlock cada vez más rojo.

— ¿Lo dices en serio? Mira, Sherlock...— se rascó la cabeza—. Con esto no puedes llegar un día y decir que te has cansado. Esto no es uno de tus casos, no es un juego. Tienes que estar cien por cien seguro.

Sherlock se pasó la lengua por el labio inferior.

—Estoy seguro —dijo seriamente —. Nunca he estado en esta situación pero siento que eres importante para mí en muchos aspectos. Aunque no te estoy prometiendo momentos románticos y acordarme del maldito día de San Valentín —dijo bajando la vista hasta los labios de Greg.

—A mí tampoco me gusta San Valentín...— sonrió tontamente e inclinó la cabeza hacia el lado—. ¿Por qué yo? No es que me queje ni nada por el estilo pero con todas las personas que hay en Londres... Pensé que sería John.

Sherlock se rio amargamente.

—Supongo que era lo típico pero nunca he estado interesado en John. Además está demasiado desesperado en cuestiones de mujeres. Eres un tipo muy inteligente para ser un policía...

— Vaya gracias... — respondió de medio lado y se recolocó en el asiento—. Déjame llevarte a casa. Ahora no estás en plenas facultades después de lo que acaba de pasar. Hablaremos después de que duermas.

Sherlock miró su reloj.

—Podrías quedarte a tomar una cerveza —dijo —. Creo que hay en la nevera.

Greg resopló y encendió el motor dirección Baker Street.

— Como tú quieras pero quiero que lo pienses bien antes de decidir cualquier cosa.

Sherlock le miró confundido.

—¿Cual cualquier cosa referente a qué?

— Cualquier cosa referente a...— dudó en qué palabra escoger—, a nosotros.

—¿Te refieres al sexo o a cualquier cosa? —preguntó Sherlock dirigiendo la vista a su página web.

— A cualquier cosa, en realidad— negó con la cabeza—. No quiero empezar algo y que acabe a los pocos días porque no te guste. Prefiero no tener nada, la verdad.

—La relación podría ser igual que la tenemos ahora pero con ciertos cambios referentes a la intimidad...

— Sherlock, una relación no significa solo sexo. Y ahora tampoco es que tengamos una. Yo te llamo para los casos, tú vienes, me ayudas y te vas. Eso no es relación ni es nada— dijo elevando el tono de voz.

—¿Y cómo es una relación? —preguntó Sherlock bajando el teléfono y mirándole —. Porque experiencia personal no he tenido ninguna y bueno, mi compañero de piso no es que haya tenido el éxito necesario para hacerle caso.

— Dices que quieres tener una conmigo y ni siquiera sabes en qué consiste, genial, Sherlock, genial— paró el coche en la calle pero no se bajó—. Descansa un poco.

Sherlock se movió nervioso en el asiento sin saber que hacer o qué decir, así que lo único que se le ocurrió hacer al salir fue darle unas palmaditas en el hombro. Acto seguido salió del coche hecho un huracán a su casa.

Greg suspiró una vez más y arrancó el coche para irse a su casa.

El detective entró al salón, se quitó la chaqueta y la dejó sobre el perchero. Luego se dirigió a la cocina a continuar con su experimento pero algo no le dejaba concentrase. ¡Maldito Greg! Él era el que tenía experiencia, ¡ya podía decirle algo! Se levantó de nuevo de la mesa de la cocina y fue hacia el portátil de John. Lo encendió y tras meter la contraseña comenzó a buscar en google consejos sobre las relaciones.

Sherlock apuntó todos los consejos sobre las citas y las relaciones románticas en un cuaderno. Apagó el ordenador de John y se fue a la cama. Pese a que ese día le tocaba dormir no pudo hacerlo, la confesión que le había hecho a Greg y la reacción de éste cuando el sospechoso le estaba apuntando con el arma le dejó un malestar extraño en el cuerpo. Salió de su habitación a las diez de la mañana, se duchó y vistió con su camisa morada y su traje oscuro. Tras coger el abrigo, repasó la libreta.

"Ir a comer juntos tras el trabajo"

Sherlock resopló. Dado que el horario de Greg era abusivo, cuando saliera del trabajo sería la hora de cenar, así que a la hora de comer se presentó en Scotland Yard.