Harry Potter y el ángel negro

Capitulo 1

Harry se despertó sobresaltado. Miró en el reloj de su mesita de noche, eran las seis y media de la mañana. Se reincorporó en la cama, y cogió las gafas. Un zumbido hizo que parpadeara varias veces para poder ver qué era lo que había en la habitación, y se dio cuenta de que era Pig. Llevaba en la pata un pergamino. Harry lo cogió y Pig revoloteó de alegría. La carta era de Sirius.

Querido Harry:

Le he pedido prestada a Ron la lechuza. Sé que te sientes solo allí encerrado, pero de momento no podemos hacer nada. En cuanto podamos ir a recogerte lo haremos, no lo dudes. La verdad es que aquí yo también me siento algo solo, aunque en realidad no lo esté... ya sabes. Vigila todo a tu alrededor y ten los ojos muy abiertos. A cualquier cosa que notes avísame. Te echo de menos. Cuídate y no te metas en problemas hasta que vengas.

Sirius

Harry se quedó estupefacto al leerla. Sirius nunca había mostrado algún gesto emocional. Sólo recordaba uno: el día que lo encontraron y le pidió que se fueran a vivir juntos, y la despedida. De verdad que Sirius debe de estar mal, pensó Harry. Decidió escribirle más tarde, después de haber desayunado. Él también lo echaba de menos. Lo que más ansiaba Harry es tener un padre, y lo podía encontrar en Sirius.

Decidió bajar a desayunar, ya que había oído a sus tíos bajar las escaleras, y oír el timbre de la puerta. Mientras bajaba oyó voces en la cocina, entró y el panorama que se encontró fue totalmente sorprendente: una muchacha rubia de aproximadamente la edad de Harry estaba sentada a la mesa y tía Petunia le estaba sirviendo unas tostadas. ¿Quién es ella? Se preguntó Harry inmediatamente.

Tía Petunia miró a Harry con cara de asco y luego a la chica que sonreía dulcemente a Harry. Tenía la piel tostada, como si hubiera estado al sol mucho tiempo, un pelo castaño muy claro, casi rubio, y unos ojos grises y algo atigrados.

-¡Harry! ¡Muchacho!, ven acá. Te presento a Amy, Amy Cookson. Es la hija de una prima mía.

-H-Hola –dijo Harry colorado y tartamudeando.

-Hola Harry –dijo la muchacha alegremente- siéntate a desayunar –le dijo, y dio unas palmaditas encima de una silla a su lado.

Harry fue tímidamente dando unos pasos torpes y se sentó a la mesa. Harry tenía la extraña sensación, como si una bola de cristal lo envolviera, pero él sentía que era mágica. Pensó que sería un aura de las que la profesora Trelawney hablaba muchas veces, pero no era posible...Tía Petunia se quedó mirándolos fijamente, frunció los labios y le sirvió a Harry cortésmente una tostada con mantequilla. Harry la aceptó, pero se quedó extrañadísimo ante la actitud de su tía. Ni siquiera con el jefe de tío Vernon había sido tan amable con él, siempre se mostraba arisca. Sin embargo aquella mañana no. ¿Se habría vuelto loca tía Petunia? –se dijo mientras masticaba- No, imposible.

Se oyeron golpes en la escalera, como si hubiesen tirado algo pesado escalón por escalón. Amy frunció el entrecejo, seguramente preguntándose qué era lo que hacía ese ruido. Harry ya lo sabía: era Dudley, su "pesado" primo. Llegó hasta la cocina, hambriento, miró a las tostadas como si no hubiera comido nunca antes en su vida. Su madre lo cogió del brazo para presentarle a Amy.

-Ven Peoncita, voy a presentarte a Amy, es tu prima segunda.

-Hola –dijo Dudley sin siquiera mirarla, pues estaba concentrado mirando las tostadas y los bollos que había encima de la mesa.

-Eh... Hola, soy Amy, ¿tú cómo te llamas?, porque no creo que te llames Peoncita, ¿o sí? –Amy soltó una risita indecente y Harry no pudo contenerse y también rió con ella.

-No, mi nombre es Dudley –dijo este con un tono de enfado en la voz

-Encantada de conocerte, Dudley.

En ese mismo instante Dudley miró a Amy con cara de desprecio. Amy dejó de reír y puso una mueca de asco al ver la cara de Dudley justo enfrente suyo. Dudley se sentó sin dejar de mirarla a su lado, y ella retiró su silla hacía la de Harry, justo en el otro lado.

-Bueno, bueno. Os voy a contar porqué está Amy con nosotros. Mi prima Sarah, la ha enviado unos días aquí porque ellos se van de viaje a.... bueno, no se a donde, pero me dijeron que necesitaban que nos quedáramos con Amy el tiempo que ellos estuvieran fuera.

-Sí, mis padres se van de viaje por algunos países de Europa –dijo cortante, como queriendo dar por zanjado el asunto de su llegada- Me gustaría dar una vuelta por Little Whinging. Harry ¿tú me podrías acompañar? –dijo la chica intentando cambiar de tema.

-Eh...s-sí, sí, claro.

-Pues vamos –dijo contenta.

Se levantaron rápidamente y salieron por la puerta tan rápido que a tía Petunia no le dio tiempo de decir ni media. Fueron por las calles principales de la ciudad, vieron tiendas, se compraron unos helados, y llegaron al parque. Fueron derechos a uno de los bancos que estaban desocupados y se sentaron.

-Me lo he pasado muy bien esta tarde Harry –dijo ella.

-Sí, hacía tiempo que no salía por aquí con nadie. Yo nunca voy con mi primo, digamos que no juramos odio eterno cuando nos vimos por primera vez.

-Ja, ja, ja, Dudley no me gusta, tiene aspecto de gorila, sin sensibilidad ninguna –dijo ella entre risas.

-Has acertado.

Una extraña sensación invadió a Harry. Nunca antes había hablado así con nadie que no fuera de Hogwarts. En Little Whinging no tenía amigos, Dudley se encargaba de ello, junto con la fama de delincuente que le daban sus tíos.

-Harry, yo quería hablar contigo.

-Sí, dime –dijo Harry contento de poder entablar con ella una conversación.

-Bueno, yo no soy muggle –dijo Amy con una seguridad asombrante.

-¿Qué? –Harry se quedó estupefacto, no sabía qué hacer ni qué decir. ¿Cómo no iba a ser muggle?- Espera, ¿me has dicho que no eres muggle?

-Sí, yo también estudio en un colegio mágico, pero no es Hogwarts.

-¿Y eres pariente mío? ¿cómo es que tía Petunia no se ha enterado?

-Bueno, mi madre y tu madre recibieron la carta de Hogwarts al mismo tiempo, eran las únicas brujas en la familia. Los únicos que supieron que eran brujas fueron sus padres y sus hermanos, desde luego al ver la reacción de Petunia no quisieron contarle que mi madre también lo era. Fue a Hogwarts, etc... allí conoció a mi padre, se casaron casi al mismo tiempo que los tuyos y se fueron a vivir fuera de Inglaterra, a Italia. Y bueno, mis padres han ido a una misión que Dumbledore les ha encargado, ellos también están en la Orden del Fénix, y pensaron que estaría mejor contigo, que aprendería muchas cosas, y así repasaría el inglés.

-Vaya... No.. no sé que decir.

-Pues no digas nada, ya sabes porqué estoy aquí. Petunia me dijo que me tendría que poner una cama en uno de los dormitorios, ya que no tenía otra habitación para invitados. Le pediré que me ponga la cama en tu habitación, y así me podrás contar cosas de Hogwarts y de quién-tú-sabes.

-Sí, claro, me has sorprendido mucho, creo que deberíamos regresar para comer.

-De acuerdo.

De vuelta a Privet Drive, Harry pensaba en lo que Amy le había dicho. Le había dejado tan sorprendido que casi creía que eso era un sueño. ¡Había otro mago en la familia! De solo pensar que tía Petunia se podría enterar le ponían los pelos de punta. La verdad es que Amy era muy agradable, por lo menos tenía alguien con quién hablar hasta que se fuera a Grimmauld Place para ayudar a los miembros de la Orden. Se preguntaba si ella había estado alguna vez allí, si conocía a Sirius o a Lupin, o si ella iría con Harry cuando se tuviera que marchar con Sirius. La cabeza le daba vueltas, aunque se sentía feliz de poder compartir con ella sus historias de Hogwarts. Sabía que no dejarían a Amy que durmiera en la habitación de Harry. Seguramente le dirían que es un criminal, que su vida está en peligro o algo parecido...

Mientras Harry pensaba en todo esto Amy le estiró del brazo fuertemente. Casi se mete en medio de un charco. Amy no paraba de reír a carcajadas y Harry tenía cara de tonto, con una mueca entre risa y confusión en la cara. Llegaron a la casa riendo, y de pronto la puerta se abrió y tío Vernon apareció en el umbral con la cara roja y con un aspecto de casi estallar.

Empujó a Harry hacia dentro, y le hizo a Amy un gesto con la mano para que hiciera lo mismo. Los dos entraron confusos. Dudley reía sin parar. Y tía Petunia los miraba serios.

-¿Y bien? –les dijo tía Petunia casi exasperada.

-¿Cómo? –dijeron ambos.

-¿Cómo me preguntáis eso?, ¿dónde habéis estado?

-Hemos dado una vuelta por las calles principales, nos compramos unos helados y luego fuimos al parque –dijo Amy de nuevo muy segura.

-Estábamos preocupados, pensábamos que este delincuente te había hecho algo –dijo Vernon con la cara todavía algo roja de la rabia.

-No, Harry ha sido muy amable, y... err..., me gustaría que me pusieran la cama en su habitación –dijo Amy algo menos segura que antes pero con el mismo tono de voz.

-¿¿Qué?? –dijeron Petunia y Vernon al unísono

-Sí, creo que tenemos cosas en común y bueno, yo quiero estar en su habitación.

-No, de eso nada, tus padres nos encargaron de tu cuidado en su ausencia, y no vamos a permitir que estés con él.

-Pues yo quiero estar en su habitación.

-Muy bien, se hará lo que a la señorita le guste... –dijo tío Vernon mirando a Harry con odio.

-Vamos a comer, después pondremos tu cama –dijo tía Petunia más calmada.

La comida fue algo más tranquila, con miradas de complicidad entre Harry y Amy, como si fueran un escudo protector de ambos entre Vernon y Petunia. Parecía que las cosas iban mejorando, pero Harry aún pensaba en el momento en que se tuviera que ir con Sirius. ¿Y si Amy no iría con él? Estaba echo un lío, en realidad no sabía porqué pensaba eso. Miraba a Amy con interés, él mismo se sorprendía de ello. Sus gestos eran finos, delicados, a Harry le parecía una rosa muy frágil. ¿Pero qué estaba pensando? En algún momento Harry ya había sentido algo parecido por Cho, pero era distinto, él conocía a Cho, sin embargo a Amy apenas la conocía. Pero un cosquilleo por el estómago hizo preguntarse que era lo que esa chica tenía para que él se sintiera así.

Se sentía extraño, en realidad no era exactamente como lo que sintió por Cho, tenía tantas preguntas que hacerle... y tantas cosas que contarle...

Decidió preguntarle primero si sabía algo sobre Sirius, y el cuartel general de la Orden. Harry también pertenecía a la Orden, pero actúa con menos frecuencia porque él corre más peligro que los demás. Supuso que ella sí sabía lo referente a la Orden, ya que sus padres estaban en la Orden, pero no era del todo seguro, puede que sus padres no quisieran que ella estuviera por allí como Ron, Hermione etc...

Entonces se acordó... no había pensado en sus amigos desde hacía días. Casi no se escribía con ellos, por si las cartas eran interceptadas, y Harry sabía que estaban en Grimmauld Place con los demás miembros de la Orden. Le corría un remordimiento por no haberse acordado de sus mejores amigos, pero enseguida se dio cuenta de que era una tontería. Sin darse cuenta ya habían terminado de comer, y tía Petunia le hizo un gesto con la mano para que fuera recogiendo la mesa mientras que ellos ponían la cama plegable en su cuarto.

Casi a regañadientes se levantó de la mesa y cogió algunos platos para llevar al fregadero. Todavía iba pensando en lo que Amy le había hecho. Ella siguió sus pasos hasta el fregadero, y se unió a él para ayudarle a fregar. Harry la miró sorprendido una vez más, y Amy sonrió tímidamente, fijando sus ojos en los de Harry. Sus ojos azul-grisáceo eran tan profundos que Harry creyó perderse por un momento en ellos, casi su cabeza le daba vueltas. Él también sonrió, devolviéndole la amistosa sonrisa que sólo había visto en Hermione y alguna vez en Cho.

Pero Amy era tan distinta a ellas...

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Estaba sentado delante de la chimenea, con la mirada perdida y absorto en sus pensamientos. Pensaba en lo sucedido en el último año. Realmente todo estaba muy confuso. Desde que Narcisa se hiciera mortífaga todo había cambiado.

Draco ya no sabía qué pensar ni qué hacer. Desde que los miembros de la Orden acabaron con la gran mayoría de los mortífagos la vida de sus padres estaba en peligro mucho más que antes. Aunque no estaba tan unido a ellos desde que se enteraron de que su hijo estaba perdiendo la frialdad que le caracterizaba, el saber estar, y sobre todo, no mostrar sus sentimientos hacía una muchacha que no era digna de la familia Malfoy y que por supuesto sus padres al enterarse le habían prohibido decirle nada a la muchacha o intentar algún acercamiento. Mientras pensaba en todo esto entró su padre en la habitación haciéndole volver a la realidad.

-Draco... –dijo Lucius Malfoy.

-Sí, padre.

-Tengo que hablar contigo de algo importante, tanto para mí como para tu madre.

Se hizo el silencio entre ambos, la tensión estaba bastante presente, y Draco esperaba oír lo que más temía y lo que no deseaba.

-Ya sabes que tu conocimiento sobre magia negra está muy avanzada, y el Señor Tenebroso cree que estás bastante preparado para que te conviertas.

Draco se quedó en silencio, no sabía que contestar a su padre. Aunque no quisiera convertirse en mortífago, no quería defraudar a su padre ni deshonrarlo. Por otro lado estaba ella, que era lo único que le hacía levantarse cada mañana. Por supuesto ella no sabía nada. Él ya sabía que su padre no tardaría en proponerle aquello, pero desde hacía tiempo que Draco había cambiado, y mucho.

-Padre, eso es algo que me esperaba, pero realmente no quiero ser mortífago –dijo con un brillo de desafío en los ojos.

-Draco..., ¿cómo puedes hacernos esto a tu madre y a mi? Serías el mejor de todos si quisieras, llegarías a ser la mano derecha del Señor Tenebroso... y tendrías tanto poder...

-Reitero mi respuesta padre. No quiero convertirme, mi camino es otro, no el del lado oscuro.

-¡Y todo por esa estúpida! Ella jamás te responderá, te odia con todas sus fuerzas –dijo Lucius exasperado.

-Me da igual. Yo no quiero ser mortífago, y no me puedes obligar a ello.

-¡Maldita sea! Ya me temía esto, veremos como se lo toma tu madre.

-Te repito que me da igual lo que pase, yo no quiero convertirme. Seguramente los aurores me matarían, o lo que es peor, me llevarían a Azkaban. Que seguramente será lo que os pase a ti y a madre.

-¿Crees que podemos dar la espalda al Señor Tenebroso? Entonces si que veríamos la peor de las muertes.

-No tengo más que decir. Mi última palabra es esa.

-De acuerdo, como tú quieras, pero te aseguro que esto traerá consecuencias.

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-¡Crookshanks, estate quieto! ¡Hermione! Dile a tu gato que se esté quieto, me está poniendo nervioso –dijo Ron enfadado

-Seguramente habrá algo debajo de ese sillón que esté oliendo y por eso está así.

-¡Qué ganas tengo de que Harry venga! ¿Cuándo crees que vendrá?

-No tengo ni idea, puede que Sirius quiera que esté aquí para su cumpleaños, todavía falta una semana. Aunque yo creo que nos ocultan algo... –dijo Hermione pensativa.

-No, yo creo que tú nos ocultas algo, ¿quién te envía esas misteriosas cartas?

-Te he dicho mil veces que no lo sé, no sé quien las escribe.

-¿Y qué te pone? Eso me lo puedes contar, alo mejor yo puedo ayudarte... –dijo Ron en un intento desesperado de que Hermione se lo dijera.

-Pues me dice... –dijo Hermione ensimismada- me dice que yo... ¡Espera!¡No te lo voy a decir! No me vas a engañar con tus trucos ñoños...

-Chicos, la cena está lista, bajad rápido, tenemos que deciros algo –dijo la señora Weasley entrando en la habitación y cortando la conversación de los muchachos.

Bajaron las escaleras despacio, desde hacía unos días no había que hacer en la casa. La habían limpiado de arriba abajo. Les había costado dos años conseguirlo. Tenía tantas habitaciones y estaba tan sucia que necesitaron todo ese tiempo. Ahora relucía espléndida, y estaba limpia de todos los objetos que no servían para nada. Se aburrían como ostras, no tenía apenas nada que hacer, y cada día las reuniones y las conversaciones de los miembros eran más difíciles de escuchar. Incluso con los inventos de Fred y George se les hacía imposible escuchar nada.

Llegaron a la cocina, allí estaban ya sentados los gemelos junto con Ginny, Lupin, Sirius, Tonks, Bill y Charlie. La señora Weasley les sirvió la cena. Nadie dijo nada hasta acabar la comida, cuando Lupin empezó a hablar.

-Bien. Gracias Molly, estaba todo delicioso. Bueno, os tenemos que decir algo chicos.

Todos le miraron confundidos, asustados, temiendo que les dijeran alguna noticia mala. Ron temblaba ligeramente con los ojos más abiertos de lo normal. Hermione parecía tensa, pero su cara estaba inexpresiva. Los gemelos miraban al suelo. Bill y Charlie miraban serios a Lupin y a Sirius. Ginny jugaba con sus manos en un gesto nervioso.

-El próximo lunes traeremos a Harry –las caras de los muchachos improvisaron muecas de alivio y de sorpresa

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Bueno, aquí teneis el primer capitulo de El Ángel Negro, espero que no sea un rollo ahora, tengo ideas para otros fics, pero de momento me pondré a adelantar este, y a subir otro escrito, que fue el primero que hize, es más corto y peor... pero bueno se llama El secuestro y el reencuentro. En fin, dejen reviews para ver que tal lo ven ok??? jejeje. Y si quieren dejar alguna idea la aceptaré de buen grado ;). Buenos chicas. Besos!!!

Ahh!! se me olvidaba que si me kerian decir algo x mail es: valle-pajarodefuego (es en hotmail, no puedo poner la direccion completa pk no me deja... :S, y NO hay un guión normal sino un guión bajo entre valle y pajarodefuego... k tampoco me ha dejao ponerlo... k raro es esto, weno, ya no les aburro más, k lo disfruten si les gusta)

Ciaooo