*El lugar donde se desarrolla la historia no tiene ningún rigor geográfico ni cultural.
*Esto sería un one shot pero al parecer me emocione, así que lo dividí en dos... o tres, aún no estoy muy segura. Y aún cortándolo quedó un primer capítulo largo... en fin, háganme saber sus opiniones.
Correr por nada.
Y fui tan fuerte que se evidenció mi debilidad…
70 km/h…
Llevo conduciendo un par de semanas, respirando vegetación, respirando cielo, respirando… ¿libertad? Es el final del mundo, el último rincón "inexplorado", es mi voz cantando a todo pulmón 'What The Water Gave Me' (1) e inevitablemente pienso en mi madre.
90 km/h…
Hago cuentas en mi cabeza… ha pasado mucho desde la última vez que la vi… casi tres años. Nuestra relación nunca fue especialmente buena, solo llevadera pero luego traje a Beth y con ella la manifiesta amargura de mi madre… y la mía también.
100 km/h
Después la universidad y mi salida del clóset, nueva desilusión que terminó en indiferencia para evitar hablar del tema.
110 km/h
Claro que hablo con ella una o dos veces al mes, yo pago sus cuentas, no le hace falta nada… A mí sí. Yo extraño el cariño maternal, la protección. Tengo miedo.
120 km/h
Mi blusa a cuadros pegada a mi pecho y el aire que se cuela por los laterales provocándome escalofríos me hacen reaccionar, ya rebasé el límite de velocidad y las lágrimas salen por sí solas sin que yo pueda hacer nada para evitarlo.
115 km/h 110, 108, 102, 99… 70… 0.
Me detengo a la orilla, me aferro al volante con todas mis fuerzas y lloro intensamente… extraño a mi madre, amo a mi madre a pesar de que nunca fue lo que debería haber sido, lo que necesitaba. Pero yo tampoco he sido buena hija y sí pésima madre… abandoné a mi hija.
Bienvenidos a Luau. Ni'ihau, 50 km.
Un mes ha pasado pronto, aquí incluso el tiempo parece que se mueve diferente, menos pesado. Montaña, buceo, caminata, rápidos… tengo un alma aventurera que no sabía que existiera en mí, duermo cobijada por las estrellas donde la noche me alcance, como lo que me ofrece la región y sus pobladores. No está mal.
Ahora tengo cicatrices, cicatrices visibles quiero decir. Tengo piernas y brazos mallugados con tantos golpes, tropezones y rasguños que hasta sexys me parecen… es como si realmente me estuviera moviendo ¿hace cuánto no lo hacía? ¿Alguna vez lo hice?
Espero paciente a que traigan mis alimentos. Estoy en un restaurante a la orilla de la carretera, cinco mesas con sus respectivas sillas es todo lo que tienen por mobiliario; los muros blancos con decoraciones coloridas me parecen enajenantes, le proporcionan al lugar una fantasía similar a la de los cuentos infantiles.
Una chica de unos dieciséis años viene a traerme una jarra con agua de fruta, detrás de ella una pequeña que con pasos cortos y constantes logra alcanzarla, rodeando las piernas de su joven madre con sus pequeños brazitos. La pequeña se oculta de mí al notarme, yo le sonrío y finalmente sale de su escondite cuando su madre se va por donde llegó. 'Make You Feel My Love' (2) sonando al fondo me inquieta y no puedo evitar un nudo en la garganta…
Beth está por cumplir 18 años y no tiene el mínimo interés de saber de mí; me esforcé, traté de estar en cada uno de sus cumpleaños y procuré no perderme sus festivales, pero sencillamente no puede perdonarme haberla dado en adopción y yo finalmente me rendí. Fue inevitable que cada día me preguntara qué habría sucedido si la hubiera dejado conmigo… ¿serían las cosas más fáciles ahora o me odiaría de todos modos por no darle una buena vida?
Ni'ihau, 30 km.
Las mañanas en esta parte del mundo suelen ser muy frescas, sobre todo cuando en toda la noche no ha parado de llover. El sol es abrazador, pero las nubes se acercan peligrosamente anunciando una tormenta. El aire con olor a sal que entra por la ventanilla combinado con el calor que hace sentir la piel un tanto pegajosa comienza a ser de mi agrado, a ser familiar. Aspiro profundamente, entre más avanzo, mis sentidos alertan la proximidad de la lluvia.
Hace algunos kilómetros abandoné Luau, me acerco a una moderna estación de servicio que contrasta con el paisaje. Las calles de las pequeñas comunidades en las que he estado son de calles empedradas, ajenas al tiempo, pero recuerdo que sigo en la tierra porque la tecnología me impide olvidarlo, eso y la autopista que tengo frente a mí, con una perfecta carpeta de asfalto con sus líneas amarillas perfectamente bien delineadas.
Bajo de mi anticuada pero funcional camioneta y corto 'I got you' (3) cuando está por terminarse… una de las canciones favoritas de Santana... "¡Santana! Debe estar muriéndose de la preocupación" Me alejo hacia el mirador que se encuentra al fondo mientras espero que el tanque y los galones que traigo en el porta equipajes sean llenados.
Tomo mi celular y no es necesario verlo para saber qué número debo presionar… uno, dos tonos…
— ¡Maldita Fabray! ¿Dónde diablos te encuentras? ¡Una semana, dos semanas sin saber de ti!
— ¿Dónde está la señora para que te dé una buena reprimenda por hablar de esa forma? —sé que realmente está preocupada por mí, pero no puedo evitar bromear.
— ¡No te escondas tras las faldas de Britt…! ¡Ya dime dónde estás!
— ¿Cómo qué dónde? ¿Dónde te dije que estaría?
—No me hagas perder la paciencia Fabray, quiero saber tú ubicación exacta…
—Ahora mismo, parada en un mirador… veo vegetación y si me esfuerzo puedo alcanzar a ver una cascada…
— ¿No piensas decírmelo, verdad? —dice con tono apagado, resignado.
—Confórmate con saber que estoy bien y me gustaría decirte que las extraño y que pronto volveré porque realmente me gustaría abrazarlas en este momento, pero aún no es tiempo de pensar en regresar… ¿cómo están?
—Bien, todo funcionando perfectamente. Britt salió un momento y está considerando seriamente en unirse a la CIA para dar con tu paradero… —río con ganas…
— ¿Y mi Dulcecito?
—Durmiendo como el angelito que no es… tienes que verla, está creciendo rapidísimo. Esta hermosa, igual a su perfecta madre.
—Hazle saber que la extraño… las extraño.
— ¿Te está yendo bien en lo que sea que estés haciendo?
—Sí, ha sido intenso… pero estoy muy contenta. Oye, debo colgar, te hablaré en cuanto pueda ¿ok?
—Quinn, no quiero sonar como tú madre, pero por favor no te desaparezcas tanto tiempo, llámanos más seguido… —lo dice con casi con angustia, realmente está preocupada por mí.
—Está bien, lo siento… dile a Britt que he tomado muchas fotos para ella. Y a mi bebé dale muchos abrazos de mi parte y enséñale fotos mías, no quiero que me olvide ¿sí?
—Lo haré. Cuídate Bee… ¡Quinn! —interrumpe antes de que corte la llamada.
— ¿Si?
—Sigue adelante y cuando dejes de correr seguiremos aquí para ti…
Bienvenidos a Kaua'i. Ni'ihau, 20 km.
Ser un alma pérdida tiene sus ventajas, la gente de estas tierras parece sentir pena por mí, me ven como si vieran a un cachorro indefenso y lejos de despertar su habitual suspicacia me reciben con más atención que temor.
Hay muchos otros como yo. A lo largo del viaje he encontrado a viajeros que en lo único que se diferencian de mí es que yo decidí conducir; no me parece tan excitante la adrenalina de no saber si pasara o no un auto que me traslade como lo es presionar el pedal hasta el fondo; aquí hay pocos oficiales de tránsito, la población es reducida y no existen grandes problemáticas viales, aunado a eso tener como única compañía el verde casi cegador de la vegetación llena mis pulmones y mis ojos de vida, mis oídos siguen disfrutando de la reproducción aleatoria, 'Cough Syrup' (4) suena a nivel medio mientras el aire me golpea el rostro.
La economía aquí es… distinta, complicada. No hay mucho que puedan hacer para ganarse la vida, además de emigrar, así que a la menor oportunidad de adueñarse de un "turista" como yo, sin dudar lo hacen.
La camioneta se queda en resguardo mientras tomo la mochila que he ido armando en estas semanas, mi guía es un hombre de unos treinta años, aunque aparenta casi una década menos. Avanzamos por caminos serpenteantes, difíciles y hermosos en la misma proporción para llegar "por fin…" al edén prometido: una imponente cascada nos recibe. La brisa llega hasta mi lugar refrescándome y provocándome tanto frío como el que sentía cada que estaba por recibir un veredicto…
Mi mente viaja rápidamente a mi niñez y luego a la edad adulta, me veo parada en mi lugar de defensora; si la niña que fui conociera su futuro estaría desilusionada. De pequeña soñé con trabajar en los casos más difíciles, ganarlos para obtener mucho dinero y todo eso sucedió, así, casi con un pestañear me volví una joven leyenda… lo que nunca consideré fue el precio. Yo no salvé de la horca a los buenos, tampoco exigí para darles a los pobres lo que por derecho les correspondía, no encerré a los torturadores… fui yo quien los libero.
Por inercia, como todo en mi vida desde hace mucho tiempo, me he movido del lugar donde estaba, el guía me ha llevado a una cascada más al fondo que en altura es menor a la anterior pero con la misma fuerza del agua precipitándose. Miro hacia abajo y se forma una laguna que parece alberca en color y calma.
—Cuando tiene cosas pendientes por arreglar —me dice el hombre— es bueno liberarlo… aventándose. Kaneloa la ayudará a recuperar su espíritu y Lono la protegerá…
—Parece peligroso… —digo con temor mientras retrocedo pero no dejo de mirar la cascada… me hipnotiza.
—Lo es… pero si usted quiere recuperar su libertad, entonces primero debe abandonar los miedos…
Dudé un momento, pero ahora ya estoy en la orilla, lista para dejarme caer 10 o 15 metros. Estoy descalza, con la bermuda cubriéndome arriba de la rodilla y con una camiseta encima del top negro. Me da algunas indicaciones, respiro profundo, cierro los ojos y los abro casi al instante… aprieto los puños con fuerza: uno, dos… y luego vacío.
Ni'ihau, 5 km.
En una mañana especialmente calurosa, me detengo en el paradero cerca de la escuela central para comprar víveres en ese pequeño abastecimiento. Bajo de la camioneta y veo correr a un niño con todas sus fuerzas hacia donde yo me encuentro, luego veo el motivo de su carrera: otros cinco chicos lo persiguen. Lo alcanzan y tiran al suelo, tan entretenidos están vaciando su mochila y esculcando las bolsas de su pantalón que no se han percatado de mí presencia. Les hablo con firmeza, uno de ellos intenta tirarle encima una bola de lodo y me interpongo; levanto a mi nuevo amigo y exijo al resto que pongan lo que habían sacado de la mochila en su lugar, con miedo acatan la orden y salen disparados hacia el lado contrario.
El niño se separa de mí poniéndose de frente y me mira con sorpresa, como si viera a un fantasma, parpadea repetidas veces mientras jura que el cielo me recompensará, medita por unos momentos y me pregunta si es el mismísimo Kane quien me ha enviado. "No entiendo nada..."
Lo encamino a la entrada de la escuela pero me impide llegar hasta la puerta, tampoco quiere que vayamos en busca de un maestro para hablar de lo sucedido y mucho menos a sus padres. Antes de despedirse me afirma una y otra vez que soy la mujer más hermosa que ha visto…
—Te pareces a la Ikaika de mi Leokani... —siento curiosidad por su acento, esta isla es una colonia británica pero el suyo es americano.
— ¿Quiénes son? —digo divertida, seguro que me está hablando de deidades que yo no conozco o de alguna de las historias místicas que se escuchan por aquí.
—Las mujeres más hermosas… —Me deja igual, así que opto por despedirme y antes de irse me pregunta si puede ver de cerca mis ojos. Me agacho a su altura y con dos dedos recorre mi cara, me mira fijamente y por un momento me siento intimida.
—Sí, tú eres Ikaika… tus ojos son de jade, tal como dijo Leokani. Eres un ángel divino y poderoso…—murmura con una sonrisa cálida y me río.
Rompo el contacto irguiéndome para que se vaya, ya es tarde. Cuando va encarrerado hacia la entrada de su escuela le pregunto en un grito…
— ¡¿Cómo te llamas?!
— ¡Aloisi! —grita al mismo tiempo que me dice adiós con la mano. — ¡Te veo pronto!
Vuelvo al jeep y escucho el stribillo de 'Welcome Home', (5) una descarga eléctrica proporcionada por mí misma pero igualmente ajena me estremece.
.
Ni'ihau, 2 km.
Inmersa en mis pensamientos y con la mirada en el cielo más que en la carretera, no me percato de la piedra que peligrosamente ocupa la orilla del carril de alta velocidad. Paso encima de ella, sonoro impacto y la camioneta se mueve aparatosamente; por una milésima de segundo pierdo el control del volante...
El fuerte ruido ha hecho que me enfoque nuevamente, instintivamente reduzco la velocidad integrándome al carril de baja, la desértica carretera me permite escuchar el ruido que emite un neumático al girar. La llanta trasera-derecha pagó las consecuencias del inconsciente que dejó la piedra a mitad del camino.
Luego de unos metros avanzando llego a la parte segura de la carretera, desciendo para verificar la avería y tal como imagino, la piedra abrió el neumático, reviso con más atención y veo que no es una abertura demasiado grande, lo más lógico es que yo misma la cambie por el repuesto y cuando me dispongo a hacerlo, recuerdo que no hace mucho vi un letrero anunciando la proximidad de un poblado, dudo, pero decido arriesgarme; me dirijo al cielo y le implora una tregua, "que no llueva sin encontrar antes refugio", me sorprende escucharme a mí misma, demasiadas horas en silencio... la música a todo volumen en todo momento a dejado de ser imprescindible.
Subo nuevamente al auto, despacio y pendiente del retrovisor avanzo. Apenas pocos minutos después, a un costado de la carretera veo caminando a una persona, una mujer. Por la bermuda diminuta que viste, los huaraches y la palestina cubriéndole la cabeza y parte de la espalda apostaría que es una de esos aventureros habidos de experiencias nuevas en lugares desconocidos, casi como yo, iguales a todos los mochileros que he encontrado en mi viaje; luego dudo, parece más bien una lugareña pues entre sus manos lleva cargando algo y la falta de mochila en la espalda hace que me replantee mi primera hipótesis... sus piernas tonificadas y bronceadas demuestran que ha caminado largas distancias, pero eso podría significar cualquier cosa. Algo en ella despierta mi curiosidad, su columna recta y su paso constante pero delicado, quizás.
Aun avanzando a vuelta de rueda en cuestión de un parpadeo he logrado llegar casi a la altura de la caminante, el ruido del motor casi rosándole la espalda atrae su atención, sin dejar de caminar voltea a inspeccionar la máquina que interrumpió su tarareo… ¿sus pensamientos, quizás? A mí me parece que cantaba. Pero se detiene en seco cuando su mirada choca con la mía y a partir de aquí todo sucede en cámara lenta. Nos observamos en silencio, tiene la boca lo suficientemente abierta como para que una mosca quisiera meterse en ella, parpadea y hace una rápida hojeada al vehículo, luego regresa su mirada hacia mí, no puedo salir de mi asombro y tampoco he perdido detalle de toda ella. Su expresión de incredulidad eclipsa mi sorpresa. La viandante elimina los tres pasos que la separan de mi camioneta.
— ¿Tú? —su pregunta suena casi con agresividad. Tan rápido como mi cerebro dicta, abro la puerta del copiloto sin bajarme, ella se retira lo suficiente para dejarme hacer y de un brinco toma asiento, acomoda la canasta de mimbre en sus piernas y cierra la puerta. Nos miramos y finalmente contesto.
—Yo.
—De todos los sitios del mundo, entre todas las posibilidades y circunstancias, jamás creí que sí te encontraría aquí. —Me dice todavía sorprendida y por el tono no puedo identificar si le ha dado gusto verme o todo lo contrario.
—Bueno, la vida es una serie de eventos aleatorios ¿no? —finalmente me sonríe y empujada por una fuerza invisible la abrazo, ella me corresponde. Permanecemos así lo suficiente como para que su olor me invada como tiempo atrás, su cabello y su piel huelen a una mezcla entre coco y vainilla con un ligero toque picante, quizás sea canela… pero algo en su aroma sigue siendo igual, tal cual la recuerdo. La incómoda posición nos obliga a separarnos, el espacio obligado me permite ordenar un poco mis pensamientos. Parece que ha pasado una eternidad desde la primera mirada, pero no, el motor todavía en marcha me indica que tal vez un par de minutos nada más.
— ¿Y bien…? ¿Qué hace la impresionante capitana de las animadoras, ¡la reina de los tribunales! aquí, por estos rumbos? —me pregunta una vez que se ha recuperado de la impresión, aunque yo no puedo decir lo mismo de mi estado.
—Ah… busco, busco… una estación, mecánico o vulcanizadora… —contesto mientras mis ojos viajan por todo su hermoso rostro, hace tanto que casi había olvidado la belleza que irradia—se me acaba de tronar un neumático…
—Ok. Avanza, como a cien metros hay una desviación a la derecha, seguirás ese camino hasta llegar a una avenida de empedrado, tomarás esa calle y… —me dice ella sin más, creo que prefiere ignorar la conmoción que me ha provocado y cuando soy consciente de sus palabras, de la sorpresa paso a la curiosidad, la perplejidad ha vuelto a mí…
— ¿Qué diablos hace aquí la súper estrella de Broadway y cómo sabes todo eso? ¿Qué le hiciste a mi Rachel? —suelta una carcajada y niega con la cabeza, mientras se acomoda bien en el asiento.
—Anda, avanza que tu neumático cada vez tiene menos aire…
—Bueno, sobre la marcha me guías…
Bienvenido a Ni'ihau.
Tengo la mirada al frente, conduzco con más precaución que hace rato pero me doy cuenta cómo Rachel me mira con atención, por el rabillo del ojo puedo ver que hay una sonrisa, de esas que me mataban.
— ¿Qué haces aquí? —me pregunta con mucha curiosidad impresa en sus palabras, tanta como la mía. No sé qué contestar, no tengo una respuesta rápida a esa pregunta, no una respuesta lógica para ella y me quedo con la boca abierta en busca de un sonido que salga de mi garganta.
—Aquí, a la derecha —me dice sacándome del atolladero mientras señala con la mano el camino que debo seguir… —estaciona a lado de ese árbol enorme. El primero. —corrige inmediatamente cuando veo que hay muchos árboles enormes.
Me dejo guiar y cuando llego al lugar indicado me detengo, no sé por qué, pero me dispongo a quitar la llave del tablero sin ver a mi alrededor, sin cuestionar nada ni prestarle atención a nadie más que a ella, pero interrumpe poniendo su mano sobre la mía.
—Espera, no tardo… —hasta este momento me doy cuenta que desde que subió, me he movido por inercia, la miro sin saber bien qué hacer, creo que ni siquiera yo sé que pretendo hacer — ¿Acaso ves el letrero de algún mecánico por aquí, Quinn? —No digo nada, me pierdo en su mirada, hay algo que me jala como un imán —sólo espérame un momento, tengo que entregar esto —dice señalando la canasta de la cual ya me había olvidado. Baja tal como subió, de un brinco, y sin llamar a la puerta se introduce en la casa que parece proteger el árbol.
Desde mi lugar no alcanzo a ver más allá de la puerta de madera pintada de blanco, pero pronto escucho que ha gritado, como llamando a alguien… "¿Escuche bien? ¿Lo hizo en el idioma local?" Ahora no logro escuchar nada, silencio roto a penas por las aves que se encuentran en la copa del árbol y de repente, risas ¡muchas! Pero hay una en particular que sobresale de entre todas las demás, a pesar de los años sigue siendo igual, limpia, pura, inconfundible… y sin poder evitarlo, la piel se me eriza, "la emoción del reencuentro".
Sigo ahí, sentada y con mil preguntas dándome vueltas "¿Qué hace Rachel aquí? ¿Desde cuándo? ¿Y por qué anda con tanta familiaridad?" Finalmente sale acompañada por dos jóvenes que calculo, no deben tener más de 22 años. Sin pudor me analizan de arriba abajo, o bueno, hasta donde la carrocería les permite; ¿la verdad? Han logrado intimidarme, pero soy Quinn Fabray, así que les dirijo una de mis sonrisas matadoras mientras levanto una mano en señal de saludo. Supongo que he pasado la prueba porque ambas señoritas me sonríen…
—Hola rubia… —dice la más grande mientras corresponde a mi saludo con un movimiento de cabeza. Me siento tonta, no sé si bajar o no, pero me quedo donde estoy, ella dijo que esperara. Continúan hablando, Rachel me da la espalda así que no puedo ver su expresión pero la de sus acompañantes sí y sigo sintiéndome observada, han logrado que me incomode y no sé por qué, son apenas unas niñas. No alcanzo a escuchar lo que dicen, a penas murmullos, pero trato de agudizar el oído y no puedo evitar sorprenderme aún más… "¡Rachel está manteniendo una conversación en otro idioma!"
Finalmente se despide de ambas con un breve abrazo y camina hacia mí, sube y hasta ese momento me percato que la palestina ya no le cubre toda la cabeza permitiéndome ver mejor su perfecto y… ¡corto! cabello negro.
—Disculpa la demora… —me dice mucho más sonriente que hace rato, con más seguridad, creo. —Vamos pues, todo derecho. —Obedezco y cuando pongo en movimiento la camioneta, la misma de hace rato me grita…
— ¡Adiós rubia!
— ¡Adiós chicas! —contesto con toda la seguridad que me caracteriza y ahora la más joven es la que grita algo en su idioma dirigido a Rachel por supuesto, logrando que ría con fuerza. Nos alejamos de la casa en cuestión y me sigue dando instrucciones.
Hemos llegado a una especie de callejón y entonces veo que el patio delantero de la penúltima vivienda funge como taller mecánico.
— ¿Ahí? —pregunto en espera de que me indique donde debo estacionarme exactamente, hay varios autos invadiendo toda la calle con las vísceras automotrices afuera.
—Sí, entra.
—Al parecer tienen mucho trabajo, Rachel; no creo que puedan con algo más… —digo un poco inquieta cuando veo que las intervenciones a todos esos autos están detenidas porque los cirujanos en cuestión están disfrutando de un guajolote asado y cervezas bien frías en medio del patio.
—Sólo es una llanta ponchada, Quinn. ¿Tienes prisa por irte? Lo harán de inmediato… ¿o tiene algún otro desperfecto? —me pregunta antes de bajarse, pero no espera mi respuesta, simplemente me hace señas para que la acompañe. Camina hacia los hombres y yo sigo sin salir de mi sorpresa, de hecho, creo que estoy aún más curiosa que hace rato; no pide permiso, ni se anuncia para llegar hasta donde se encuentran comiendo y otra vez lo mismo que hace unos minutos: diálogos en ese otro idioma, abrazos, risas, —una onda de calor golpeándome patrocinada por su risa— y veo como se inclina para decir algo en voz baja, los tres hombres más cercanos a ella me buscan con la mirada y sí, una nueva inspección a mi persona.
El que parece ser el dueño se levanta y se dirige a mí, creo que se ha percatado al instante de mi incomodidad por lo que deja de hablar en su lengua. Rachel se encarga de explicarle el desperfecto y el hombre de unos 45 años descaradamente suelta una carcajada en mi cara…
— ¿Y por una llanta averiada ha venido hasta acá? —le dice a Rachel sin dejar de verme, ahora empiezo a sentir que es una mirada retadora… — ¿no tiene repuesto o no sabe cambiarlo? —sigue burlándose y sí, mi situación podría depender de este hombre, pero nadie se burla de Quinn Fabray.
— ¡Por supuesto que sé cambiar un neumático! Pero acababa de ver que me aproximaba a un poblado y pensé en dejarlo así para que lo repararan de una vez y revisaran los demás… —entonces siento como comienzo a ponerme roja por el exabrupto momentáneo así que opto por mantener la boca cerrada "¿Para qué dar explicaciones?" El hombre se queda mudo por un segundo, me observa con las cejas levantadas y no estoy muy segura lo que ello signifique, hasta que lo vuelve a hacer… otra carcajada.
—Tenías razón, Leokani… su voz cuando se enoja es casi celestial.
Mi mente ágil jamás permitió que me quedara en blanco frente a extrañas circunstancias y así fue siempre, ni siquiera en los tribunales cuando llevaba los casos más complicados, pero cuando se trata de Rachel la cosa cambia. Después de trece años seguía logrando que Quinn Fabray enmudeciera dejándome totalmente en blanco. "¿Acaso les ha hablado de mí? ¡Por supuesto que lo ha hecho! Pero… ¿qué cosa?"
— Leokani… ¿por qué no llevas a Quinn a comer algo? La pobre debe estar muriéndose de hambre, quién sabe cuántos días llevará andando con el neumático así sin haberse topado antes con un lugar donde pudiera comer… —Claro que esto último lo ha dicho en broma, puedo ver que trata de negarse una nueva carcajada y yo un poco menos inquieta le sonrío… ¿qué otra podría hacer si comienzo a darme cuenta que ese parece ser su sentido del humor? Rachel sí se ríe por la nueva ocurrencia.
—Aunque si prefieren acompañarnos hay lugar y comida suficiente… —dice señalando por encima de su hombro.
—No, gracias, Eleu; tengo que ir con Mamá Miliani ha ayudar con los preparativos para esta noche, comeremos ahí. Volvemos más tarde ¿sí? —"¿Mamá Miliani?"
La realidad es que en un primer momento no entendí nada, por la aparente calma que noté desde que venía conduciendo supuse que ese era el ambiente normal en aquellas comunidades pero al salir del taller y dirigirnos a otra vivienda a pie, puedo notar que el ajetreo está en el centro del poblado. Durante el camino intento hacerme de los detalles de su estancia allí, pero me es imposible; los lugareños aparecen como salidos de entre las piedras, igual a las iguanas que merodeaban el lugar… veo gente cargando cosas de aquí para allá, todos voltean a nuestro paso, primero le dirigen un saludo a ella y luego me observan breves segundos sin dejar de hacer sus actividades… creo que empiezo a acostumbrarme al análisis, supongo que es normal, soy el nuevo foco de atención, soy la nueva que está invadiéndolos.
El camino no ha sido largo, quizás 10 minutos cuando mucho. A pesar de los análisis a los que fui sometida, (o quizá eso contribuyó, no lo sé bien) el lugar me parece encantador. Caminar por el empedrado cubierto de arena, el calor húmedo, la sombra que ofrecen las palmeras cada tantos metros, incluso las iguanas adueñándose del camino me hacen sentir una extraña sensación… es agradable para todos mis sentidos.
Finalmente llegamos a una casa sin nada que la diferencie del resto, pero al mismo tiempo totalmente diferente: puerta de madera, techo de palma, muros de sillar. Desde mi posición percibo gran marullo, provocado seguramente por el caos que supone "lo de esta noche". Hasta el momento no he logrado que Rachel me diga nada, ni siquiera una pista que me permita deducir qué hace ella ahí.
Rachel entra delante de mí y las presentes celebran su llegada hasta que un silencio expectante se hace cuando notan mi presencia "¡Ahí vamos otra vez!" Las miradas de las ocho o nueve mujeres se posan en mí, nuevamente el exhaustivo escaneo que para mí es semejante a la eternidad; creo que ellas se están tomado más tiempo que los hombres del taller.
Estoy parada ahí, en medio de un montón de desconocidas con lengua materna distinta a la mía, con todo lo que ello implica… el silencio es roto por un murmullo que no sé bien de quién salió ni qué significa; nerviosa en mis adentros me decido a hablar fingiendo total seguridad.
— ¡Hola! —digo tratando de sonar lo más agradable posible. Por los nervios, lo normal hubiera sido que saludara con aires de suficiencia, pero esto no es mi país, está no es mi casa, no conozco a estas personas, ¡estoy varada! y si Rachel les habló de mí, no sé qué cosa haya dicho, pero espero que no haya sido todo negativo porque… bueno, ¿a dónde correría?
El silencio finalmente es roto por la protagonista de mis fantasías.
—Ella es Quinn, la abogada... La ex porrista. —Ahora sí me tiemblan las piernas, ha hablado y todo sonó como una sentencia, sobre todo lo último. Sonrió nuevamente pero no estoy segura de haberlo conseguido.
Y sin preverlo, la señora de más edad y la que en un primer momento asumí como dueña de la casa u organizadora de "lo de esta noche" se acerca a mí y me abraza… me quedo perpleja, no sé bien que hacer y luego caigo en cuenta: nadie me ha abrazado en meses ¡en meses! Bueno, hace un rato, Rachel y yo lo hicimos, aunque no lo cuento en este momento porque fue la sorpresa del momento, la fuerza invisible que me orilló a hacerlo, ella solamente me correspondió, pero este abrazo es diferente.
Esta mujer desconocida me está abrazado con una calidez reconfortante a pesar de que hace dos segundos me conoce y yo busco en mi memoria una sensación similar y no existe, quizás me veo a mi misma aferrada a mi madre cuando era yo una niña de 3 años pero de ahí en más no hay nada… Dulce es aún pequeña para abrazarme, pero igual el sentimiento de protección es similar.
Entonces me dejo envolver por completo y correspondo al abrazo, paso mis brazos alrededor de sus hombros, ella es aún más pequeña de estatura que Rachel por lo que no hago un gran esfuerzo; por una cosa involuntaria, recargo mi frente en su coronilla y me pierdo otros segundos más. Ahora no puedo alejarme de ese abrazo porque las lágrimas han nublado mi vista, respiro profundamente tratando de que las lágrimas vuelvan a esconderse y finalmente el abrazo es roto por las risas de las presentes.
Mi mirada choca con la de Rachel y sé que se ha dado cuenta de mi ánimo y yo puedo ver también que sus ojos chispean brevemente.
—Bueno, se acabó el espectáculo ¡todas a sus labores! —grita la dueña del abrazo mientras bate palmas haciendo que todas vuelvan a lo que estaban. Luego regresa su atención a mí.
—Soy Miliani y me da mucho gusto que estés aquí. ¡Y que sorpresa que hayas llegado hoy! ¿Te trajo un ángel? —me dice acariciándome una mejilla y yo río por la ocurrencia "¿Un ángel? Generalmente a mí me dicen que soy un ángel… pero, ¿Qué más da haber llegado hoy, ayer o mañana, traída por un ángel o un demonio?" no espera respuesta, inmediatamente le dice a Rachel que vayamos a sentarnos, en un segundo nos traerá de comer y luego sale disparada hacia el patio trasero, al cabo de unos segundos ha regresado como sorprendida por su torpeza.
— ¿Tú también eres vegetariana o es que has vagado mucho tiempo? —Nuevamente me sorprende pero esta vez sí contesto algo.
—No, no soy vegetariana…
Cuando vuelve, viene cargando con dos enormes tazones con líquido humeante, los pone frente a nosotras y creo parpadear varias veces para comprobar si lo que hay dentro es lo que realmente pienso: una piedra volcánica justo en medio de trozos de vegetales.
Hasta ahora que tengo ese alimento líquido frente a mí, con la piedra incluida me doy cuenta que llevo varias horas sin comer y mis tripas exigen algo para digerir pronto, la mujer me da unas palmaditas en la espalda, luego acaricia mi alborotado cabello y se retira. Contemplo por un momento mi plato mientras Rachel me mira con expectación, y se adelanta a mis pensamientos.
—Tómalo, el calor del caldo hará que tu cuerpo se aclimate más rápido a la temperatura del ambiente.
— ¿Eso es una piedra?
—Sí, es para darle una alta temperatura a tu sopa… debes tomarla lo más caliente que tu lengua lo permita.
Aunque es de mala educación, no resisto la tentación de inclinarme sobre el plato para captar mejor su olor. Es una mezcla de pescado y pollo, tiene hierbas que no puedo identificar y un aroma dulzón aportado por las verduras y tubérculos que se encuentran rodeando la piedra al fondo del tazón. Tomo la cuchara de madera y aunque no es fácil acostumbrarme al tamaño y la forma rústica, el caldo tiene mucho mejor sabor que olor y eso es mucho decir; por la sonrisa de Rachel puedo ver que se divierte viéndome en dificultades por la temperatura y la cuchara de madera, el resto toma sus alimentos a nuestro alrededor mirándome discretamente de vez en cuando.
Mientras como, decido que mi curiosidad puede esperar, no hablamos mucho, lo que digo solo es para alabar el sazón de la comida.
Con el estómago contento, finalmente le pregunto…
— ¿Ya me dirás que haces aquí?
—Hago lo que no hago en cualquier otro lado, Quinn —me contesta divertida, pero por su mirada adivino que su respuesta puede ser más profunda de lo que pienso.
Entonces me tomo un tiempo para analizarla… el cabello rozando sus hombros enmarcan su bronceado rostro, su mirada parece tener una profundidad infinita, veo sus enormes ojos marrones un poco apagados, ya sin el brillo destellante que le proporcionaba la inocencia y noto un poco de tristeza también.
Su nariz tan peculiar que me parece la característica más especial de su perfecto perfil me trae a la mente la última vez que estuvimos juntas y cómo antes de marcharme, fue lo último que tocaron mis labios.
Sus experimentados labios lucen más sensuales, "¿qué se sentirá acariciarlos con los míos, nuevamente…?" En definitiva es aún más bella de lo que recordaba, luce mucho más interesante que hace una década y aunque me es difícil imaginar la situación que la llevó ahí, aseguro desde ahora que lo que sea que haya vivido la ha convertido en una mujer sumamente enigmática y ridículamente atractiva, más de lo que alguna vez pude siquiera imaginar... "¿el sentimiento sigue intacto?" el solo pensarlo me revuelve el estómago y me eriza la piel por lo que desesperadamente trato de regresar a tierra.
Pero sin esperarlo ni suponerlo si quiera, este es el momento en que necesito la redención… necesito liberarme de lo que me sigue sobrando, necesito el perdón de Rachel. Hace 10 años, sé que perdonó todas y cada una de mis estupideces, sé que lo hizo, pero también es cierto que la volví a lastimar después de eso. Entonces el remordimiento del que he estado huyendo por años finalmente me ha alcanzado… ahora mismo el sentimiento se acumula en mi garganta, sé que de un momento a otro puedo soltarme a llorar "¿por qué justo ahora, en medio de todas estas desconocidas? ¿Por qué hoy?"
— ¿Es todo lo que me dirás? —digo condescendiente, parpadeando tantas veces como me es posible, luchando por concentrarme en otra cosa.
—Es una historia larga y… —nueva interrupción. En el umbral de la puerta un niño como de 12 años gritando a los 4 vientos que mi camioneta está esperando a fuera de la casa, busca con la mirada algo o a alguien… sí, a mí.
— ¡El ángel! —se trata del mismo chico que en la mañana "rescaté".
— ¡Rach, te dije que un ángel me había salvado! ¡Les dije que un ángel me había ayudado! ¡¿Por qué nunca me creen?! —grita dirigiéndose a todas las mujeres presentes.
— ¿Ya no te molestaron? —pregunto feliz de ver otra cara "conocida".
—No, gracias a ti. Aunque solo es cuestión de tiempo para que vuelvan a fastidiar…
—Bueno, bueno… ¡mucha charla y poca acción! —grita Miliani y todas vuelven a sus actividades nuevamente. Rachel comienza a recoger los platos, yo le ayudo y ante la atenta mirada del niño termina la frase que quedó inconclusa por el pequeño intruso…
—…Si quieres, puedes quedarte… para escuchar la historia de por qué estoy aquí.
— ¡Sí, quédate! ¡Además no puedes perderte su fiesta! —me ánima Aloisi.
—Yo… sí, sí, claro… —contesto un poco contrariada pero sonrío. Definitivamente nada de esto estaba en mis planes. En los planes que no hice al venir aquí.
El resto de la tarde ha pasado rápido, me acomedí a ayudarles con los preparativos finales en la cocina. He partido tantas papas y frutas de diferentes que ya hasta perdí la cuenta. Y sigo sorprendida, todo al parecer aquí estaba destinado a que yo llegara, el olor de la fruta invadiendo mi alrededor es tan rico que ya me han descubierto varias veces saboreando algunas rebanadas de piña y papaya, pero no se han enojado, solamente sueltan carcajadas y ya me siento con un poco más de confianza para seguir comiéndome la fruta que me ponen enfrente. A Rachel hace rato que no la veo, me preguntó dónde y qué estará haciendo.
Termino con todas las tareas encomendadas y luego de distribuir más actividades entre las mujeres que van llegando, Alika, la hija menor de Mamá Miliani y tía de Aloisi me dice que la acompañe.
—Mira, acá es el patio… puedes entrar desde la calle o puedes hacerlo por la cocina… Allá, detrás de esos árboles de papaya está tu camioneta; si quieres, baja tu maleta ¿tienes maleta, verdad? —Yo asiento con la cabeza —tráela acá, mira… —y entonces me enseña una habitación en la que solo hay una cama y una mesita de madera, de lado derecho una cortina divide lo que supongo es el cuarto de baño— Y ahí está la regadera… No te preocupes de que alguien entre, este cuartito es todo para ti. —termina regalándome una sonrisa.
—Gracias… —digo sinceramente, esta gente no me conoce, bueno, siento que me conocen por lo que Rachel les ha dicho, pero al no saber exactamente qué, me siento como una intrusa porque yo hasta hace 5 horas no tenía idea siquiera de que ese pueblo existiera.
— ¿Hay algo más que necesites? —me dice curiosa… como esperando a que le pregunté algo en particular.
—Ammm… no, creo que no. Bueno, sí… ¿qué celebran hoy? Es decir ¿cómo debería vestirme? Es que me parece que no tengo ropa apropiada para una fiesta… —le digo mientras veo lo que tiene el interior de mi maleta, que es un caos, por cierto. Ella me sonríe con ternura y mira por encima mis prendas… solo ropa ligera hay ahí, bermudas, camisetas y dos pantalones es todo lo que encuentra.
— ¿Te gustaría usar ropa típica? —pregunta intrigada pero como esperando una negativa de mi parte.
— ¡Claro! Bueno… sí eso no significa una falta a tu comunidad o… —me interrumpe.
— ¡Para nada! Le va a encantar verte con un vestido, te buscaré uno que seguro le encantará… — "¡¿Qué?! ¡Espera! ¿Estamos hablando de mi apariencia para agradar a Rachel?"
Cuando salgo de bañarme, sobre mi cama se encuentra un muumuu rojo con flores blancas que se amarra por el cuello. Me pongo el vestido y los mismos huaraches con los que llegué. Me miro al espejo y me sorprendo ante el reflejo, mi mirada luce distinta… ¿con esperanza, quizás?
No hago gran cosa por mi cabello, ya me he acostumbrado a dejarlo libre, así que únicamente lo aliso un poco, pongo una ligera capa de crema para peinar y eso es todo, esta alborotado-peinado. Supongo que es una cosa importante la de hoy, así que contrario a mi nueva práctica adquirida en los últimos meses, me maquillo, solo un poco de rímel y delineador para los ojos, labial, y eso es todo. Cuando creo que estoy lista salgo al pasillo que lleva a la sala de estar donde me dijo Alika que me esperaría con las demás.
— ¡Pero que linda estás! —grita Miliani mientras jala mis mejillas como muestra de cariño y yo me dejo hacer.
—Tienes que saber que no cualquiera luce tan bien esa ropa ¡y tú te ves fantástica! —giro sobre mi propio eje, concluyó con una reverencia y sonrío por el cumplido.
—Y… ¿Y Rachel? —finalmente me atrevo a preguntar por ella, llevo ya un par de horas sin verla, tal vez un poco más.
—No comas ansías Quinnie, en un rato más te reunirás con ella… está ocupada atendiendo otros asuntos…
—¿Miliani? —la llamo tímidamente mientras me alejo un poco de las presentes.
—¿Si, Ikaika? —me responde intrigada por mi cambio. "¿Ikaika, qué es Ikaika?"
—Rach… —carraspeo porque de pronto siento la garganta seca— ¿Rachel está con alguien…? Es decir… ¿ella es casada?
...
(1) What The Water Gave Me - Florence + The Machine
(2) Make You Feel My Love - Adele
(3) I got you - Leona Lewis
(4) Cough Syrup - The Young Giant
(5) Welcome Home - Radical Face
