Oscuro Deseo

Disclaimer:

Los personajes de CCS no me pertenecen sino al grupo mangaka de Clamp

Parejas:

Sakura/Syaoran, Eriol/Tomoyo, Yukito/Touya y Naoko/Terada

Notas:

Escritura de Oscurita Xu Xu, trama del libro "el deseo oscuro" de Christine Fehhan, esta historia no me pertenece, su trama es exclusiva de su autora, sin embargo como no me gustan las adaptaciones "plagio" lo he transcrito yo, por que quería verla en el mundo de ccs, por diversión propia; otra cosa, este fick no esta basado ciento por ciento en el libro, a pesar del hecho de que mantuve la mayoría de las escenas agregué muchas que hubiese querido que ocurrieran en él, no sé si eso se considera un atentado a la propiedad intelectual de su autora, por lo que si estoy incumpliendo alguna regla espero me lo hagan saber.

Si te gusto la historia te pido de favor leas la novela de Christine Fehhan "El deseo Oscuro", y el "el oro oscuro", de donde me he basado para crear y unir los hechos.

Edición re-editada: 31/octubre/2008

Espero les guste la nueva versión.


Capítulo I

"La tragedia escarlata"

-Región de los Cárpatos-

-Eres un monstruo, ¿sabías?- si, esas palabras ya se las sabía de memoria, y no era que le doliesen a decir verdad, es más, las veces que podía recordarlas le gustaban por que lo mantenían atado a la realidad y no en un mundo imaginario lleno de lúgubres pesadillas. Pesadillas que quizás podrían volverlo loco de ira, si quisiese dejarse llevar por ellas. Pero le dolía que sus manos estuviesen atadas a unos grilletes, le dolía que su cuerpo estuviese prisionero en una lúgubre e inmunda pared bajo cientos de metros bajo tierra. Y era estúpido pensar en recuerdos pasados, en imágenes que le trajesen alegría o que le sacaran alguna sonrisa.

-¿Qué pasa Syaoran?-

No quería volver a soñar, por que cuando se dejaba llevar por los sueños, cuando sus ojos de tono dorado amenazaban con tener un brillo de pasión por algo, caía en la cuenta de que todo era una falsa ilusión creada por su desquiciada y enferma mente de adolescente.

Y otra vez el dolor y la agonía parecían carcomerle, arrancarle la poca esperanza que aún yacía dentro de su pecho al que habían lastimado noche tras noche.

-Eres una belleza, jamás en mi vida había visto a un vampiro-

Vampiro, esa vacía palabra ya le estaba hartando, ¡él no era un vampiro!, un hijo de la noche que se alimentaba de sangre suculenta y caliente era una aberración comparada a lo que él era. Eso era un insulto a su raza, una raza que desde hace más de dos siglos se alimentaba de ellos para proteger a los humanos.

Proteger...

-No saldrás, no comerás, no harás nada que yo no te diga-

Abrió los ojos, dos cuencas doradas que se iluminaron por un haz de luna penetrando en la fría pared de ladrillo, gotas de lluvia cayeron por los cimientos, bañándole la frente caliente y llena de mugre mientras su lengua pasaba por sus finos labios.

Y el aroma adentro comenzaba a marearle, encerrado, privado de la maravillosa y brillante luna plateada.

-Recuerda, nunca lastimar a un humano, no sabes cuando podrías necesitar de ellos Syaoran-

Pero le dolía que la raza a la que siempre había protegido le hubiese atado como a un animal, haciéndole experimentos cada noche para ver si podían encontrar algo que les sirviese para entender el por que existían seres como él. No había lógica que lo explicase; ¡no se necesitaba de ella!, simplemente era un joven de veinte y dos años, que vivía la vida como cualquier chico en aquella aburrida ciudad. Pero lo habían encerrado por tener aquellos ojos, por que su piel se quemaba con la luz del sol, por tener una adicción extraña y mordida por la sangre, y no era de sádico, no era que fuera extraño en su caso; no era que el quisiese matar por matar, pero era más fuerte que él, algo mucho más potente que lo dominaba a tal grado de cegarle la razón. ¡Era un Cárpato maldita sea!, y a pesar de que sabía que no debía lastimarlos, que no tenía, algo lo obligaba y le gustaba experimentarlo, pero cada vez que lo hacia su corazón dolía como un maldito balazo en la nuca.

El simplemente hacía cosas que nadie mas hacía, por que estaba en su naturaleza y no se necesitaba de estupideces científicas para entenderlas.

Sentía más pasión que los humanos...

Sentía incluso más dolor que ellos...

-Eres especial, y tu misión en la vida es encontrarla a ella, no lo olvides-

Ella...

Que fácil se había escuchado en aquel entonces...

Su vida yacía en una sola misión, encontrar a la persona que lo acompañaría durante el resto de su vida, pero aquello se había vuelto sólo una sombra en su corazón, por que ya no había razones para buscarle...

¿Como darle el corazón a alguien cuando sientes que ya no te quedan sentimientos dentro de él?...

¿Cuando sabes que no volverás a escuchar la risa de las otras personas o contemplar la luz de la luna?...

Para cuando se dio cuenta, un chorro de sangre comenzó a caer de sus muñecas, rodeándole como el mar inagotable de lágrimas que había estado derramando desde que fue encerrado, sufría, y padecía en su carne el infierno que jamás deseo a nadie en su vida.

Pero ya no más...

Ahora quería vengarse, matar a todo aquel que se le opusiera en frente, y no sabía por que exactamente, ya que no podía recordar el "que" había hecho para merecer aquel encierro, y estaba cansado de divagar en su mente enloquecida que alguna vez alguien vendría a sacarle de ese lugar.

Esos cuentos baratos de compañerismo al fin y al cabo no existían, sólo se les contaba a los niños para que pudiesen dormir por la noche.

-Eres un monstruo-

Las palabras volvieron...

Muy al fondo, algo, en su dolido corazón le dijo que jamás pasarían, que recordaría las palabras diariamente hasta que se volviera completamente loco. Estaba seguro que no podría resistir más, creía escuchar constantemente las sarcásticas risas de sus captores, y el olor de sus alientos nauseabundos estaban marcados en cuerpo constantemente, por lo que estuvo seguro que jamás sería capaz de olvidarles.

Gotitas de sangre caliente se mezclaron con su sudor, bajando por su frente hasta la marcada musculatura de su cuello, ahora, el cabello castaño lo traía largo, inmundo por el moho de las paredes de la habitación. Bajó la mirada, y vislumbró como unas insolentes cadenas de plata mantenían sus muñecas prisioneras a la pared, ilógico, irónico, no sabía que pensar, por que eran lo suficientemente rígidas para mantenerle atado bajo la tierra; en ese armario de hierro en el que había trascurridos siete años de su vida recordando una y otra vez las mismas palabras desde que recupero en parte la conciencia.

Pero en el fondo deseaba morir, deshacerse de esos sentimientos que lo volvían más humano que un lujurioso vampiro.

-Recuerda que eres un cárpato-

Un cárpato, un ser de mucha fuerza y voluntad indomable que era capaz de amar con tal intensidad de dar la vida por esa persona. Y ahora que le necesitaba, que anhelaba encontrarla, no podía pensar en otra cosa que no fuera la sed de venganza que le estaba carcomiendo.

Por que le odiaba, ¡odiaba a esa criatura a la que él estaba destinado a amar!

Por que ella no venía a ayudarle, curarle, amarle, por ella no escuchaba sus súplicas constantes noche tras noche mientras aquellas agujas invadían su cuerpo.

-Ayúdame- una y otra vez le decía que viniera y ella parecía hacer caso omiso a sus suplicas, y si ese era amor, entonces el prefería no sentir, dejarse llevar por el odio que día a día consumía la pasión por ella.

-Syaoran-

Los flashes que lograba unir en su mente eran extraños, morbosos, pero...una imagen en particular rondaba en su cerebro, como una película que se repite una y otra vez, sin ser capaz de detenerla, el rostro de muchas personas cerca suyo y el grito desgarrador de una joven de cabellera castaña y ojos de tono violáceo.

¿Y ella quien era?...

¿Por qué la recordaba?...

Si lo hacia era por que había sido importante para él ¿verdad?, ¿y si así había sido, por que no venia a ayudarle?

-Syaoran-

Pero ella en su imagen lloraba...

¿Por que lloraba?, ¿por que esos ojos le miraban con tal intensidad que provocaban que su corazón se acongojara con sólo contemplarle o recordarle?

-Perdóname, yo...- y la voz...era tan suave, hermosa y embriagante, y le dolía escucharla, manos de ella acariciando su cabellera, labios pequeños y carnosos moviéndose al compás de su respiración.

Derramaba sobre su rostro pequeñas lagrimas cristalinas, frías, con un sin numero de emociones que él no sabía describir; la misma sensación le bajo por las mejillas, el contacto imaginario de esas saladas gotas en sus pómulos, y a pesar de que sabía que no estaban, que no había nadie llorando sobre sus cuencas y que no era real, las sentía cada vez que recordaba esa fugas imagen. Luego, los labios de ella besándole la comisura de la boca, pero sin llegar a completar un beso de pasión o de una amada, porque en el fondo, algo le decía que ella no era su amor, que ella no era la mujer que él estaba buscando, y si así era, ¿por que le dolía al grado de no querer despertar jamás?

-Noelle- escuchó el eco de su propia voz, y sus manos moviéndose sobre ella.

Entonces, ella se levantó, y contempló como una cadena le aprisionó las muñecas, y lo llevó hasta el suelo, enseguida, espasmos acelerados y continuados se apoderaron de su cuerpo, haciéndole gritar de dolor dentro del frío calabozo. Saboreó la sangre que caía de su cuello, ese líquido lleno de vida le hizo templar cada vello púdico de su torso desnudo y lastimado.

-Es lo mejor Syaoran- otra vez la imagen, pero esta vez no supo de donde vino aquella voz, por que no recordaba los otros rostros, eran sombras indescriptibles que se alzaban bajo el claro luz de luna cegados por las tinieblas de su mente.

-¡Quien!- una y otra vez había hecho la misma pregunta, una y otra vez había gritado sin obtener respuesta, otro flash, y estuvo seguro que no podría reaccionar a tiempo para diferenciar el sueño de lo real. Brazos de alguien comenzando a torturarle, apretando su cuello con tal potencia de romperle las cuerdas vocales, sintió como se le partieron, y que no era capaz de articular una sola palabra, y dolía, ardía como el mismísimo infierno. Y pudo haber terminado allí, pero no, ¡el fuego de una hoguera quemando su cuerpo!, pasando por sus brazos y torso desnudo agonizante, latigazos siendo propicio nados en su espalda.

Y ella le miraba, con sus dos amatistas brillando bajo la intensidad de la noche, mordiéndose los labios carnosos como si aquello no fuera su propia decisión, entonces, cegado por la rabia se había arrojado en su contra, y alguien le había impedido el paso.

-Tranquilo, te prometo...-y justo, cuando quería escucharle, cuando quería terminar el recuerdo volvía a la realidad producto del cansancio. Ojos vacíos e inexpresivos mirando la pared de la celda, impregnada por el aroma nauseabundo de su sangre.

Y sólo ella estaba dentro de su mente, y el sentimiento de desosiego que le producía el tener que verla noche tras noche, por que no amanecía en donde él estaba lo carcomía. Entonces, otra vez, sin previo aviso volvió a visualizar los labios de ella besarle, y luego acercándose a su oído pronunció un nombre desconocido, en un susurro audible solamente para él.

-Sakura- ese nombre… fue lo último que escuchó antes de volver a perder el conocimiento.


-Hospital de Inglaterra-

Se llevó las manos a la cabeza, antes de bajar la mirada hasta la pequeña paciente que tenía consigo en la habitación, manos sudadas y temblorosas acariciando la comisura de la cabellera, ojos verdes contemplando el pequeño cuerpo que yacía inconciente sobre la camilla bajo una manta blanca recién lavada. Miró a la niña, brazos heridos, lastimados y cuello fracturado; piernas moreteadas, cabello rubio cayéndole por sobre la visual. Le dolió, pero era una constante, un ir y venir en su trabajo de cirujana. Un movimiento de sus pestañas negras le indicó que aún yacía con algo de conciencia y que quizás debería de sedarle un poco más.

-Pobrecita-exclamó, de inmediato colocó una mano en la muñeca de la niña para medirle el pulso y para su tranquilidad este no había bajado.

Llevo su visual por la sala, alumbrada por una luz blanquecina a la mitad de la noche, deslizó una aguja en la piel de ella y cuando la respiración se amaino, y los latidos parecieron relajarse, continuó su labor dentro de la sala. La mesita de operaciones yacía a un lado, tijeras, agujas, bisturí y una jarra repleta de sangre. Sonrió, autómata, sin saber exactamente por que lo hacía, quizás sería por la pasión que le inspiraba su trabajo de salvar vidas, o quizás por que no conocía nada más que le llenara al punto de querer enloquecer.

Sintió como se le resecaron los labios, y poco a poco una parte de su visual empezó a fallar, ojos verdes perdiéndose en la figura de la jarra, y su lengua se deslizó por la comisura de sus labios. ¡Pues bien!, si tenía que realizar constantemente el mismo ajetreo debería de aceptarlo y ya. Se giró, y con una mano tomó un vaso al lado de la mesita gris plata, y le lleno con un líquido rojizo para apaciguar el dolor que su cabeza estaba martilleando. Si fuera otra mujer creería que no era más que una adicta a una nueva droga, o quizás una enferma, pero en su caso, no. Y estaba harta de tener que beber constantemente sangre cada noche, de tener que saborear aquel líquido carmín que parecía hipnotizarla, hechizarla al grado de no querer saber nada más que lo que experimentaba cuando bebía de aquello. Y se decía que era normal, inventando cualquier barata escusa, por más descabellada que fuera de que cualquier otra persona seguro estaba haciendo lo mismo que ella.

Vaya mentira.

Levantó la mirada del suelo, y cuando experimento como sus mejillas ardían producto del calor se digno a seguir con su trabajo. De inmediato, sus manos comenzaron a abrir una herida profunda en la piel de la niña, clavó el bisturí en la horquilla esternal, debajo de ella seguro se alzarían las cuerdas vocales bajo una capa extensa de músculos cubiertos de sangre. Y ella quedo mirando el líquido, oliendo el aroma mientras veía como se deslizaba por el cuello de la pequeña. Giró su rostro, apretando los ojos con una intensidad que creyó no tener, entonces, guiada por un deseo extraño percibió un movimiento de labios ajenos, y una voz suave hablándole a alguien fuera de la habitación.

-Es Meiling- se dijo, no era más que la enfermera de turno, y ella bien sabía que podía confiarle hasta su vida, por que no había nadie mejor que aquella morena para tranquilizar a los padres de la muchacha; ella jamás podría lidiar con eso, por que cuando le miraban, cuando intentaban hacerle una pregunta sus ojos verdes tomaban un tono tan extraño que hasta a ella atemorizaba, y no lo sabía explicar con exactitud.

Sentía odio cuando le miraban otras personas…

-No tienen de que preocuparse-le escuchó decir a Meiling, seguro estaría sonriéndoles con falsa modestia, alardeando de lo buena que era en su trabajo a la hora de operar.

-¡Pero si Eli estaba terrible!, por favor…dígannos la verdad-

-La doctora Kinomoto, es conocida por hacer milagros, créanme esta en las mejores manos, creemos que obliga a sobrevivir a sus pacientes-

Vaya mentira, se dijo la doctora, jugando ahora con una de las hebras del cabello de la joven

Ella no obligaba a sobrevivir a sus pacientes…

Ella no realizaba milagros…

Pero si la gente creía aquello era por que algo tenían de cierta esas palabras, no que ella lo creyera por que no era normal. Y sólo Meiling era la única a la que le permitía presenciar como operaba. Algo, en su mente, le dijo que debía agradecerlo, pero lo odiaba, odiaba ser como era, odiaba no poder estar mucho tiempo bajo la luz del sol, que constantes pesadillas se adueñasen de ella como si fuera una muñeca a la que utilizaban para experimentos. Y ella sabía que nada era real, por que no lo había vivido nunca.

-Hay mucha gente afuera esperando por ti, ¿vas a rendirte ahora linda?- si, había una constante que divagaba en su cabeza, y es que quizás debía de aceptar que era especial.

-Señores, vengan, vamos a tomar un poco de aire- Nada podía distraerle en esos momentos tan tensos, ni mucho menos la voz de Meiling haciéndole promesas a sus padres de que salvaría a su hija.

Simplemente no iba a perderle por que nunca se daba esa opción, era si de simple. Quizás por el hecho de que ella no podía vivir como las demás personas, o por que nunca sentía esas ganas de vivir por alguien. Mas, siempre soñaba que había alguien buscándole, que alguien la amaba con la intensidad de ser capaz de destruir y hacer temblar la tierra por ella, aunque bien sabía que eras absurdos sueños de niña tonta. Pues bien, si no lograba salvar a la pequeña aya ella, después de todo a ella se la había ocurrido dárselas de sensual en una motocicleta en una calle llena de transeúntes y si la habían volcado era por su estúpida negligencia.

-Ni tú te crees eso Sakura-

Deslizó sus ojos verdes por el cuerpo, moreteado y mal tratado y algo dentro de su corazón comenzó a dolerle, intentó aislarse de todos los ruidos, del ambiente tan pesado que le rodeaba, de los llantos incontrolables de la madre por ver a su hija. Poco a poco fue agachando su cabeza hasta llegar a rozar la tersa piel de la niña, miró, con delicadeza la comisura de sus labios carnosos y dejó que un suspiro brotara de su boca.

-¿Por que la gente linda pasa por estas cosas?-

Aquí yacía la eficacia de su trabajo como cirujana, desde pequeña siempre tuvo una habilidad que le hacia distinta de otros niños, la cual jamás se había dedicado a preguntar si era normal o no. Y luego del seminario de medicina había aprendido que las personas se aislaban dentro de un lóbulo de su cerebro, por que no querían despertar.

Por miedo…

Miedo a darse cuanta que quizás no serían las mismas personas…

Miedo a lo que pensara la sociedad, pues en ello radicaba la naturaleza del ser humano.

El hombre rechaza aquello que le es diferente a él…

Y dolía, sentirse sola, vacía, excluida, entonces, bien podía ayudarle a volver. Por que podía comunicarse a través de la mente con sus pacientes y la mayoría de las veces debía traspasar el subconsciente, incluso hasta superar a la muerte en la que ellos se habían arrojado por propia voluntad.

-¿Puedes oírme?, estoy aquí contigo, afuera hay gente que quiere verte- pensó, cuales serían las palabras apropiadas que le gustaría a ella que le dijesen, claro, si es que hubiese alguien preocupado por ella, si es que alguien le estuviese esperando para la hora de cenar.

Por que bien sabía que no había nadie… y dolía.

De un minuto para el otro, ingresó Meiling al quirófano, y cuando la vio con la mirada perdida, y unos ojos verdes brillando con un hilo de luz plata no se sorprendió, encendió la luz del fondo de la sala, y llevó una aguja con suero, y otra con fármacos hasta la doctora; era el turno de la operación en conjunto, mientras Sakura Kinomoto mantenía sus pensamientos en balance con la mente de la niña, Meiling Xiao comenzaba a cerrar las heridas de su pecho, acto seguido las manos de Sakura comenzaron a hacer presión en los músculos que aún quedaban expuestos, y cubiertas de sangre se las llevó a la boca, logrando que un escalofrío recorriera a la morena.

-Aún no me acostumbro Kinomoto-

-Disculpa, a veces olvido que estas viéndome-

-Descuida-

Las gotas de sudor de su frente se mezclaron con la sangre de sus manos, estaba contra al tiempo, y su cuerpo le exigía descanso. No había dormido en cuarenta y ocho horas de operación y comenzaba a sufrir los efectos de tal descuido, como una niña que no sabía como debía de cuidarse. Vaya bobería.

-¿Se siente bien beber de eso?-

-Ni se te ocurra Mei, no es muy saludable para tí, podrías caer enferma por semanas-

-A veces me gustaría sentir eso que tú sientes-

-Mejor concentrémonos en esto, dame esa aguja-

-¿La del suero?-

-Si la de…-no pudo continuar hablándole, no pudo siquiera mover un sólo músculos de su cuerpo, algo, dentro, ¡algo le estaba quemando y no sabía que era!, oh dios, ¡y la cabeza comenzó a dolerle con tal potencia que creyó que se la estaban partiendo!, fragmentos de imágenes saltadas donde veía unos ojos amatistas cristalizándose, y no sabía que tenía que ver con ella, pero sus ojos…

Sus ojos estaba tristes y la miraban con una intensidad incapaz de mentir, ¡la miraban a ella!.

-¡Mei!- grito, pidiendo que su compañera captase que algo no estaba bien, cuando levantó el rostro, otra imagen le embargo, y esta vez perdida, silenciosa, quedo frente a dos ojos dorados llenos de dulzura y tristeza…

-Ayúdame…por favor…- y un dolor agudo le carcomió el estómago, le provocó que se quisiese arrojar al suelo, pero no en frente de Mei, ¡no lo haría en frente de Mei!.

La enfermera comenzó a asustarse, y rápida llevó una jeringa con anestesia a la mano de la otra, no sabía que hacer, y poco a poco comenzó a experimentar como extraños espasmos lograban atemorizarle, dejarla perpleja a pesar del dolor de su compañera.

-¡Qué pasa Kinomoto!

-¡Duele!; ¡quema Mei!- se quejó, entonces experimentó como alguien le tocaba la comisura del cuello, le mordía, o le lastimaba, una cadena atándole, y a pesar de que no había tal cosa en su piel, experimentaba lo mismo que si estuviese siendo aprisionada. Y aquello daba miedo, dolía terriblemente. La misma imagen, cabellos castaños oscuros cayendo por sobre unos hombros musculosos y fuertes, y esos ojos volvieron a mirarle con la misma intensidad, entonces, sus labios se entreabrieron, una voz masculina le hechizo a tal grado de querer dejarse llevar por él, pero la niña…¡la niña era su prioridad en este momento!

-¡Doctora!- exclamó la enfermera.

-Por favor…- y era tan suave, sufrida, y tierna, tenía algo, y ella quedo perdida, la mirada fija en un punto vació de la habitación.

Se concentró en la imagen, una piel bronceada a la que no podía mirarle bien el rostro, pero…estaba…encadenado…a una pared, espera ¿era una pared de piedra?, ¿o eran delirios de ella debido a la gran cantidad de sangre que se había bebido rápidamente?.

-Seguro eres un sueño – esa voz asfixiaba a su mente, le embargo un sentimiento amargo de dolor y de soledad, y la imagen se quedo dentro de su cerebro.

-¿Qué?..-

Un chico, ojos dorados, cabellos castaños y piel bronceada, brazos lastimados y atados a unos grilletes, y una cadena se alzaba sobre la musculatura de su cuello.

Espera…¡una cadena!

-No puedo respirar…- escuchaba como esa voz consumía su existencia, como, si fuera ella, experimentaba lo que el sentía, y de un minuto para el otro sus cuerdas vocales se cerraron y el aire se volvió nulo. Oh, dios ¡ella tampoco podía respirar bien!

-¿Qué¡- se sujetaba la cabeza la pequeña doctora, y no quería, no iba a llorar, no, ella jamás lloraba por nada, y ahora, no sabía por que sus ojos se cristalizaban con una facilidad enorme, como si hubiese estado guardando tanto sentimiento dentro de su corazón durante años, pero algo le decía que no era de ella, ¡si no que era de él!

-Otra vez esta todo oscuro…-

-Otra vez no sé que hago aquí, ¿Por qué estoy mirándote?-

-¿Por qué?-

-Yo…lo siento…pero no puedo ayudarte… - exclamó, y a pesar del dolor dentro de su pecho y que la imagen no se iba de ella, tuvo que hacerle a un lado, dolía, pero estaba en juego una vida, y ella no la iba a perder, aunque en el fondo estuvo seguro que no era lo mejor. Entonces Meiling, visualizó como clavaba otra una aguja con anestesiante en su brazo, y a continuación sus ojos se cerraron, como recuperando el sentido del tiempo que había perdido sin pedirlo.

-¿No quieres ayudarme?-

-No sé como ayudarte-

-Sólo…podrías quedarte así, mirándome, ¿sabes que algunas veces temo volverme loco?-

-¿Por qué me hablas?-

-¿Eres un sueño creado por mi después de todo cierto?-

-Si quieres que te diga que soy un sueño, entonces si, soy un delirio tuyo-

-¿Puedo amarte si eres un sueño mío?-

-Yo…-

-Tengo...mucho frío…-

-¿Kinomoto con quien hablas?, ¡me estas asustando!- la voz de ella le hizo volver a la realidad, no que en verdad quisiese hacerlo.

-No pasa nada Mei, sigamos operando-

Respiró profundo, trago aire como si nunca en su vida lo hubiese hecho, entonces, cuando logró salvar a la pequeña la imagen volvió, pero no le habló de nuevo, mas bien, era como un recuerdo vacío, pero esos ojos…

Esos dorados ojos le llegaron a dar miedo.


-Región de los Cárpatos-

-Sakura- otra vez ese nombre, y ahora le fue imposible borrarlo de su cabeza, y ese rostro, esos ojos verdes que tuvo la dicha de contemplar por un minuto. Lástima que era un delirio por el dolor que sentía en su cuerpo. Pero…se veía tan real.

Intentó recuperar la conciencia, sus brazos temblaron de un momento para otro, y esta vez estuvo seguro, el aroma de un cuerpo que despedía sangre recién ingerida, miles de imágenes captadas en menos de un segundo fluyeron hasta su cabeza, el perfil de una chica bastante pequeña comparada con él.

Ojos verdes, labios rosáceos y cabellos castaño claro, y supo que no lo había estado soñando, ¡que ella había osado decirle lo que estaba creyendo que ocurría!, ¿Cómo se atrevía a decirle eso?. El que le amaba, que la estaba esperando, que la había estado buscando durante más de siete años encerrado en aquel calabozo, él que soñaba con su imagen, que escuchaba el eco de su voz por las noches, como algo que le devolvía a la realidad a la fuerza.

Y la quería, que le encontrara, que le buscase por su propia voluntad o a la fuerza, por que la necesitaba con él.

-Sakura- y la voz de la tal Noelle regresó a su mente, como intentando darle la respuesta a lo que tantas veces se había estado preguntado.

Pero no entendía por que había contactado con esa chica, precisamente ella.

Una humana.

-¿Por que no me contestas?; ¿ por que me dices que eres un delirio de mi retorcida mente?- suplicó, y en medio del dolor creyó verle otra vez, una sonrisa dulce que se posaba en todo sus labios. Sus ojos dorados la observaron en silencio, pensando que lo mejor era hacerle creer que se había ido y la había dejado a solas.

Por que si la única forma que tenía de contemplarle por el momento era en silencio entonces lo aceptaría nada más.

-¿Qué haces?- y aunque él seguida hablando, sabía que ella no le respondería. Se encontraba en una especia de cuarto lleno de cosas in entendibles para él. Muchas agujas, cosas filosas, cosas que no le traían buenos recuerdos, cosas que provocaban que su razón cayera más y más en la locura, que su piel sintiese tantas sensaciones extrañas en torno a ese estilo de cuarto.

Cada minuto que pasaba se iba tornando su mirada más oscura, más desquiciada…demente, como si aquellas imágenes le doliesen, como si el recuerdo en que cada noche esos humanos le lastimaban volviese para cegarle otra vez. Y ahora, que la había encontrado, que quería hablar con ella, no podía evitar sentir las golpizas imaginarias de sus captores en su piel.

Y dolía, y se estaba volviendo loco por la soledad, y si ella no iba entonces, la obligaría a venir por él.

Comenzó a llamarle insistentemente, no la dejaría en paz hasta que le hiciera caso incluso si tenía que invadir sus sueños por la noche, ¡pero es que ese loco amor que sentía por ella no le dejaba pensar bien!, y sólo con su imagen había caído rendido, enamorado de la manera en que movía sus manos, y sus labios. Pero no, ¡no le daría aquel amor tan fácil!, ¡la haría pagar por su insolencia!.

-¡Serás testaruda!- ¡ven conmigo!- repitió constantemente, con tanta pasión en su garganta que creyó que se le partirían las cuerdas vocales, y aunque sabía que no estaba hablando más que con telepatía, estaba seguro que ella le escuchaba, por más tonta que se hiciera, y seguiría insistiendo hasta que lo tomase en cuenta, hasta que ella fuera y lo liberara de esa presión.

La amaba, y la odiaba, la quería, y la aborrecía. No sabía exactamente que era lo que le pasaba dentro de la cabeza, pero…era tan fuerte, una calidez que le embriaga el corazón.

-¡Entiende que te amo!-


-Cuarto de Sakura Kinomoto-

-¡Entiende que te amo!- otra vez, otra vez la presión dentro de su cabeza, pero esta vez fue en aumento, causándole un dolor tan terrible que creyó que se caería desmayada en las baldosas del suelo. Y dolía, esa voz gritaba con tanta pasión que no sabía donde esconderse, le temía, le gustaba, pero…¡aquello era una gran condenada locura!, ¿de donde que de repente te hablan voces y te dicen que te aman de un minuto para el otro?

-¡Ya cállate!-

-No puedo, no puedo hacerlo…yo- y era tan contradictorio, por que cuando ella le gritaba él parecía disculparse, como si en realidad esa voz tuviese un cuerpo como dueño. Cayó la noche pesadamente, pero le fue imposible mantener los ojos cerrados. …la voz….

La voz que antes había oído no dejaba de acosarla, en todas partes estaba, en el hospital, en su casa, en sus sueños, ¡en su propia mente!.

-¡Basta!; Deja de gritarme- exclamó descontrolada., colando su cabeza bajo las almohadas de plumas, haciendo presión en su frente, oh dios, el efecto que tenía esa voz le revolvía la sangre en todo su cuerpo, llenando sus mejillas de rubor y de calor inexplicable. Y no entendía por que, ni a que se debía, pero le gustaba, era enfermo, extraño, ¡pero le gustaba!

-Ven a mí, ven a la región de los Cárpatos-

-¡Que!- abrió sus orbes esmeraldas de un sólo golpe, aturdida, ¿Qué demonios era la región de los Cárpatos?, en su vida había escuchado un nombre así para un pueblo o un país. Imaginarse a ella tirando todo por la borda para seguir una loca voz era estúpido,¡ni que fuera enferma mental para obedecerle!

-Déjame sola, no es un buen momento ahora-

-No puedo, eres mía, me perteneces, tú destino se selló hace muchos años- esa voz parecía que le carcomería la conciencia, que cada palabra que él pronunciaba la transportaba a otra realidad, y era confuso, sentirse necesitada de algo como nunca en su vida, sentirse necesita de amor era tal que estaba segura que si seguía escuchando su voz caería rendida a sus pies. Pero no ella, ¡no Sakura Kinomoto!

-¡No soy de nadie!- comenzó a perder la paciencia, no tenía por que escucharle, ni por que creerle. ¡vaya estúpido!

-Yo…¡como te lo digo si no me quieres escuchar!-

-Deja de decir que me amas, que me quieres, ¡maldita sea no me conoces!, ¡si me conocieras no me amarías!, ¡nadie puede amarme, nadie!-

-No digas eso, yo puedo, yo puedo…por favor; ¡deja que te quiera!-

-Eres raro, primero gritas, luego suplicas, luego me mandas; ¡que sigue!, ¡me lanzaras un hechizo!-

-Maldita sea, ¡Eres una mujer odiosa!-

-¡Ahora soy odiosa!-levantó la mirada de los cojines, topándose con algo que había olvidado hacer la noche anterior, aquello recorrió su mente, ocasionándole un espasmo involuntario, y en seguida un agudo grito de dolor brotó de su garganta, los primero rayos solares chocaron con su ventana, las cortinas estaban abiertas provocando que el calor comenzara a quemarle la piel. Y dolió, sentir aquello, sentir como una daga le partía por la mitad, se llevó las manos hasta la boca para lamer la pequeña inflamación que amenazaba con formarse en medio de su cuerpo. Se levantó apresurada, y cerró de golpe las cortinas para que no entraran más rayos del sol, pues bien, con voces o sin voces ella tenía trabajo que hacer, y no iba a perder el tiempo. ¿Para que?.

-Demonios- se levantó rápidamente, dispuesta a olvidarse del tema, pero cuando puso un pie fuera de la alcoba la voz masculina de él regreso. Como si esos meros detalles le importaran una mierda.

-¡Hazme caso, soy lo que necesitas!-

-Deja de seguirme, ¡que no tienes una vida!, ¡luego hablamos, pero ahora tengo cosas que hacer, ya cállate!

Cuando llevaba un buen trecho caminando dentro de su propia casa, se dirigió a su oficina vestida con su traje de médico, manos cubiertos por guantes transparentes, una coleta atada con una cinta negra, aretes de plata en medio de sus lóbulos. Después de haberse colocado unas gafas oscuras para proteger sus ojos del quemante sol salió de la habitación, y en seguida subiéndose a su vehiculo introdujo las llaves en la capota.

Dios, que día, y eran apenas las diez de la mañana y tenía una carpeta llena de pacientes que atender, y no estaba de animo para nada.

-Debo de estar muy cansada- exclamó la chica mientras conducía por su vehiculo, el aire fresco de la mañana le recorrió la piel tersa, y sintió como, pequeñas y extrañas sensaciones se apoderaban de su cuerpo, tibias, frías, cálidas, cosas que no sabia describir. Desde que tenía memoria sabía que experimentaba todo con mayor intensidad que los demás, que ella percibía los cambios de temperatura a tal grado de llegar a indisponerse, o a caer en una euforia loca y sin sentido.

-¿Qué debo hacer para que me creas?- de acuerdo, no todo podía ser perfecto, pero al menos ya no le estaba gritando.

-Por el momento nada, sólo déjame trabajar, te veré en la noche y no se hable más del tema- bajose del auto, furiosa, y con fuerza abrió la puerta de su oficina dando un gran portazo, tenía un genio de los mil demonios cuando se enfurecía, cosa que era ya muy difícil que en ella pasara, y si lograban tocarle esa vena estonces no había nada que hacerle, muy pocas veces ella se mostraba molesta, pero a sus veinte y un años ya no toleraba mucho a las demás personas, quizás por su niñez, su juventud, las experiencias que había tenido, quizás por que se quemaba con la luz del sol o por que la consideraban una especia de deidad en la medicina. Pero ya estaba apunto de explotar.

Llevó su rostro a la mesa de su oficina, y dejó su delantal colgado detrás de la puerta, para cuando se había percatado de que habían dos jóvenes esperándole, había ya colgado el traje y sacado sus gafas violetas.

Uno de ellos tenía el cabello rubio hasta los hombros y estaba vestido con un traje negro y gafas oscuras, el otro tenía los cabellos de tono vino, largos como los del otro joven. Más creyó que se trataba de una chica, pero apenas escuchó el sonido de su voz notó que era un hombre más joven que el rubio.

-Señorita Kinomoto- el de rubios cabellos comenzó la charla, y delicadamente llevó una de sus manos a las de ella, haciendo primero un saludo, dejándole algo aturdida.

-¿Quién es usted y por que esta en mi oficina sin mi consentimiento?- con autoridad se paró frente a ellos, lo que quería saber era como habían ingresado a su oficina.

-Hemos venido a hacerle unas preguntas sobre su condición-

-¿Mi condición?, ¿de qué me habla?-

-No se haga la tonta, sabemos que necesita realizarse transfusiones diarias de sangre-

-Ah eso, es muy normal.- sonrió picadamente, logrando que con un movimiento de sus pestañas uno de los dos se sonrojara.

-Eso no es verdad, lo sabe, usted es un fenómeno.-

-No le toleraré que me insulte- su mirada cayó en una carpeta que sujeta las manos del joven rubio, y sintió como la sangre se le subía hasta la cabeza, mientras miles de imágenes se colaban en su visual. Si, y el sonido, la voz de él regreso a su mente, lográndole temblar en frente de ellos aunque no quiso hacerlo, suerte, que ninguno se había fijado.

Esa carpeta…una carpeta escarlata con una inscripción grabada en rojo "vampiros"

De inmediato, el de rubios cabellos se levantó de su asiento, acercándose a ella con sus ojos zorrunos, le fulminó, piel con piel apunto de tocarse por la poca distancia.

-Me llamo Kerberous, estudiante de medicina aplicada, disculpe mi torpeza con las palabras, pero he venido por algo importante-

-¿Y de qué se trataría?-

Dejo caer sobre su escritorio la carpeta, de ella fluyeron muchas fotografías, cada una tenía un número; una inscripción grabada con el mismo color…y los ojos de ellos en cada foto eran tristes, enloquecidos seguro por algo que ella no sería capaz de comprender.

Tomó una de las fotografías, un número se alzaba en medio como en las demás. Un ardiente y colorido siete en rojo sangre.

Sangre…

Entonces, un agudo dolor se apoderó de su corazón, el sonido de la voz del chico que no dejaba de acosarla se clavó en su cerebro una vez más.

-Por favor- y lo vio, en ella, triste, solitario y abandonado, ojos dorados prácticamente sin vida agonizantes, con las manos atadas a una camilla de hospital.

-Ayúdame-

-Dios mío-susurró la chica

-Perdone, sé que no esta acostumbrada a esto, pero le explicaré con sumo detalle. Son fotografías de casos de vampirismo que han acontecido en todo el mundo, le llamamos la tragedia escarlata a aquellos que no han podido ser controlados-

-Es una masacre.; ¿Cómo pueden tenerles atados como si fuesen animales? -unas lágrimas cristalinas comenzaron a caer.

-Usted es lo mismo, y si me permite sugerirle, debería hacerse un chequeo, creemos que esta vinculada con esto-exclamó con cierta ironía.

-¿A qué se?-no pudo continuar

Una mano le estaba aprisionando su cuello, los moretones del sólo contacto aparecieron rápidamente y su respiración se entrecorto de un minuto para el otro. Sacó toda la fuerza que pudo y a continuación propinó una patada en medio del estomago al ser que le estaba aprisionando, entonces dirijo su mirada por todas partes, quedose grabada en el cristal de la ventana de la oficina.

-¡Detenla!-

-¡Crashh!- los miles de fragmentos volaron por el cuarto, su cuerpo cayó en medio del cemento, deslizándose por sobre el suelo como si los seis pisos que había saltado fueran algo completamente natural para ella. Dirigió una juguetona mirada a los hombres que le observaban desde arriba y echose a correr por las calles de Inglaterra, dejando que el pesado recuerdo volara por el aire de ese día tan caluroso.

La fotografía quedo sujetada en un trozo de la ventana de la oficina, esa imagen, esos ojos…la tortura que sufrió hace siete años por esas manos humanas sin sentimientos…

"Syaoran Li, caso número 7,

Resultado del exámen: vampirismo prematuro.


-Cuarto de Sakura Kinomoto-

Se escondió, perdida, en medio de un rincón de su alcoba, con los brazos en torno de sus rodillas y la cabeza gacha. Mientrasinnumerables lágrimas caían desde sus ojos verdes. El dolor y el odio que había sido capaz de captar en los de él le asustaba, y era irónico, loco, extraño, ¿era la misma voz que le hablaba con tan dulzura y devoción?, El chico que había contemplado era joven, y según la fecha no hace más de siete años que había pasado por aquello, y supuso, imaginó que si ella estuviese en su situación estaría deseosa de matar, de vengarse de esas manos humanas, horribles que sólo hacían sufrir. Si, por que los humanos son así, al fin y al cabo.

Sintió unas ganas terribles de gritar; ¿Qué podía ser peor?; ¿quedarse en una tierra en la que le perseguían por "supuesto vampirismo" o dirigirse a una región que no conocía, hacia un chico que no amaba, pero que le decía que la quería más que a nada?.

-Esto no tiene solución- contestó automáticamente. Le daba miedo, por que así como la voz le decía que la amaba, le decía que era suya, que le pertenecía, y si estuviese loco, no le sorprendería, pero…pero…

Poco a poco fue tomando el control de sus pasos; necesitaba una transfusión de sangre urgente y el aroma dentro de su cuerpo exigía que se bañase de inmediato, pero estaba cansada y distraída…

-Odio tener que hacer esto siempre-se quejó, y de inmediato llevose una jeringa hasta sus muñecas; terminada la transfusión, se dejó caer sobre la blanda cama de su cuarto, sus manos estaban sostenidas en su frente, tratando de asimilar todo aquello que había acontecido.

Hasta que se dio cuenta de un pequeño detalle.

-Esa voz-

-Esos ojos-

-Los he visto antes…pero…¿Dónde?, ¿en quién?-

Posó su mirada verdosa sobre todas las cosas que adornaban ese cubículo en el que dormía, su cama, su tele, sus libros. Estaba segura que todo le era familiar. Pero…un cuaderno algo arrugado sobre su mesita de cama le provocó un dolor agudo en el estómago, y que su mente quisiese delirar.

-Perdóname amor-

El mismo dolor que se produjo en cuanto la voz hizo contacto en su cabeza, la misma sensación de tristeza, de locura…y no pudo quitar la imagen de él.

-El diario de mi madre-

Y cuando tomó el libro, todo pareció comenzar a encajar, o eso creyó ella.

Continuara-



...Herido entre tinieblas...

...Se partirá al anochecer...

...Te dolerá te dolerá...

-Se partirá-

Mónica Naranjo

Edición reeditaba octubre del 2008