-¡Sundamizu! ¿Dónde estás? ¡Sundamizu!-Gritaba con todas sus fuerzas, desesperada. Su maestra no podía haber desaparecido. ¡No podía! Era su madre, su institutriz, su amiga… ¿Y ahora desaparecía? ¡De ninguna manera! Arisu no dejó de buscarla en ningún momento. Era pequeña, tan sólo tenía nueve años, pero la determinación se había alojado en su gran corazón. Luchaba contra todos los obstáculos que se encontraba y, al estar en tan tierna edad, lograba alojamiento gratis en todas las ciudades. Había oído rumores sobre gremios, en los cuales los magos, como ella, se juntaban y vivían juntos, haciendo trabajos, ayudándose y divirtiéndose.
-Señora… ¿Cuál es el gremio más fuertote de Fiore?-Preguntó a la posadera con su voz infantil. Había llegado a Magnolia, una ciudad bastante grande y conocida. Había pasado un año desde que Sundamizu desapareciera, y aún no se daba por vencida.
-¿El más fuerte?... Pues…-la señora la miró con ternura.- Ahora mismo, Fairy Tail.-A Arisu se le agrandaron los ojos, esperanzados.
-¿Y dónde está ese gremio, señora?-La miró con intensidad, aunque con la inocencia de un niño que busca un hogar.-
-Has nacido con buena estrella, pequeña.-Le acarició la cabeza y señaló un punto en el horizonte, en el que se levantaba un gran edificio.- Ahí está tu gremio. Espero que tengas mucha suerte.-Se despidió de ella con la mano después de darle su mochila, cargada con nuevas provisiones. Aunque, con suerte, no las necesitaría. Muy decidida, Arisu puso camino hacia su nuevo destino: Fairy Tail.
