Océano

Todos los personajes son propiedad de Cassandra Clare. Escribo sin ánimo de lucro

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Un océano. Eso era lo que había estado pintando Julian en el último lienzo. El azul claro, el oscuro, el gris, el blanco, el negro… Todos formaban parte de la sinfonía de color de aquel hermoso cuadro, fruto de horas trabajando en el tejado del instituto. Emma apartó la mirada de la imagen para centrarla en su amigo que se había quedado dormido sobre sus bocetos. Tenía la mejilla pegada a una de sus láminas y el pelo oscuro caía sobre ella. Las pestañas le acariciaban los pómulos, sus labios estaban relajados y su respiración era lenta y suave. La joven se acercó a él y, aunque tenía miedo de despertarle, acarició con suavidad su pelo. Julian ni siquiera se percató del gesto y Emma sonrió contenta de poder observarlo con aquella expresión de calma durante algunos minutos más. Hasta aquel chico que siempre estaba pendiente de todo y de todos necesitaba de unos momentos de tranquilidad en los que poder soñar, en los que sentir que ninguna pesada carga descansaba sobre sus hombros. No sucedía a menudo pero cuando Julian se permitía descansar, Emma disfrutaba observándolo. Verlo tranquilo y relajado era como volver a tener doce años, cuando aún no había empezado la tragedia que les cambiaría la vida a ambos.

─Duerme, mi amor – susurró Emma acercando su rostro al de su parabatai. Le había dicho lo mismo cuando lo había dejado inconsciente para evitar que le azotaran en lugar de Mark, le dijo lo mismo antes de ocupar su lugar porque no hubiera soportado verle sufrir de aquella manera. Una espesa cortina de cabello rubio con tintes dorados cubrió los rostros de ambos. Observó a su fiel compañero durante unos instantes antes de rozar su mejilla con los labios mientras le rodeaba suavemente con los brazos. De vez en cuando, aquellos momentos de ternura era lo que le recordaba que todavía existía algo por lo que luchar para sobrevivir en un mundo de sombras.

Se separó de Julian, cogió un taburete y se sentó frente al lienzo de su amigo. Mirándolo a través de los ojos de Julian, el océano no parecía tan aterrador sino que se convertía mágicamente en algo casi hermoso. Aterrador y hermoso. Emma se giró de nuevo a mirar a Julian que permanecía con los ojos cerrados. Suspiró al pensar que con esas mismas palabras podía describir a Julian.