Traición.

Traicionado y abandonado por sus verdaderos padres, engañado y menospreciado por los adoptivos… ¿Cómo era posible que después de tantas desgracias, aquel joven azabache y de ojos esmeraldas no se había derrumbado ya?

La respuesta, además de ser simple, era enfermiza: porque lo tenía a él… Thor. Su hermanastro, el favorito de Odín, su pecado… su secreto.

La cuestión ahora era: si tenía tan buen pilar en su vida, ¿Por qué se encontraba en ese instante sobre la torre Stark, sonriendo y portándose como un loco, en medio de un fallido intento por dominar Midgard…?

La respuesta no es tan simple, pero si descriptible con una palabra: Traición.

Y el motivo de esa traición por la persona en la que se refugiaba tenía nombre y apellido: Jane Foster. Si, esa tonta humana ordinaria, que con solo dar algo de caridad a un loco sin techo, que cayó del cielo impactándose contra su camioneta en el proceso, fue capaz de no solo ganar la atención y gratitud de cierto rubio musculoso, sino también su corazón.

Loki recordó esos pequeños detalles capaces de lograr que cerrara su propia mandíbula con fuerza hasta el punto de escuchar sus dientes rechinar, esto claro en un fallido intento de contener su ira y sus vertiginosos celos.

Y solo con recordar lo bajo que su hermano había caído, se congratulaba mentalmente por su sabia decisión de destruir el origen de la tentación que suponía esa estúpida e inferior científica para Thor.

Loki sonrió por enésima vez cada que esos pensamientos llegaban a su cabeza y le apoyaban ciegamente en su radical idea de quitar la escoria del camino. Estaba decidido.

Dominaría ese insignificante mundo de seres inferiores a el después de que el ejército de crédulos que creyeron en sus mentiras terminaran lo que él no podía, y finalmente, acabaría con la insufrible existencia de esa humana. Para evitar futuros contratiempos, de una buena vez terminaría con toda esa insignificante raza de mortales.

Importándole poco que en Asgard lo consideraran traidor, una sonrisa se marcó de forma pronunciada en su rostro, sus ojos brillaron de una forma tétrica… diabólica. No importaba como lo consideraran esos ineptos de Asgard… después de todo, ¿no fueron ello quienes lo traicionaron y se burlaron a sus costillas todo este tiempo? Menospreciándolo y dejando una severa cicatriz en la tierna etapa de su niñez… pues bien, le demostraría de lo que él era capaz, y no descansaría hasta hacerles ver que, de enemigo, vaya que se equivocaron.

Una señal en el cielo le hizo salir de su ensoñamiento, y esta vez una verdadera sonrisa de maldad se dibujó en su fino y delicado rostro… la guerra había comenzado…