¿Eva? ¿Eres tú? —Todos los músculos de la pelirroja se tensaron y, se dio la vuelta para enfrentar al hombre que la llamaba.

Su aspecto era terrible, llevaba barba de más de una semana, la ropa sucia y llena de sangre seca que, seguramente, provenía de otra persona o sus nudillos. Su rostro apuesto estaba lleno de cortaduras, cardenales y moratones que necesitaban de cuidado.

Pero, ¿Qué haces aquí; en España? —preguntó totalmente sorprendido.

Supongo que no lo mismo que tú.

Sí, bueno, pequeños problemas. —se encogió de hombros e hizo una mueca de dolor.

Algo le dijo a Eva que no andaba bien, seguramente tenía las costillas lastimadas y, vaya a saber Dios, que más tenía lastimado. Esos "pequeños problemas" no serían tan pequeños para que él esté así, pensó la sargento. Un par de disparos en plena los hicieron ponerse en alerta; Tommy, como acto reflejo, se abalanzó sobre Eva y la llevó por un callejón, pegándola contra la pared. La familiar cercanía de sus cuerpos, sin ningún centímetro de separación, los hizo recordar todas las noches que estuvieron juntos, sobre el sofá de alguno de los dos, en total silencio. Una sonrisa se dibujó en el rostro del hombre cuando recordó la primera noche en que durmieron en el sofá de Eva. Otro par de estruendosos disparos, mezclados con los gritos de las personas, se escucharon. Eva, por costumbre y manía, posó sus manos sobre el pecho de Tommy, sintiendo los latidos acelerados de éste.

Tommy, ¿Qué está pasando? —su voz era apenas un susurro.

Nada en lo que debas meterte —respondió demasiado brusco. Buscó sus ojos verdes que lo miraban con desaprobación—. No te muevas de acá hasta que regrese. ¿Tienes un arma? —no esperó respuesta y buscó en el cinturón de cuero de la chica, tomando la 40 mm. La preparó para disparar y lo hizo, dándole en el pecho a uno de los hombres y tumbándolo de una.

Se ocultó en la pared, a un lado de Eva, echó un vistazo para ubicar al otro -pues sólo eran dos- y lo hizo, estaba oculto detrás de un auto. Disparó a su lado, obligándolo a devolver la bala y, terminó con su vida con un impacto directo a su cabeza. De regreso a la posición inicial, pegado a la pared, soltó un gemido casi grito cuando el ladrillo le tocó una herida que se había hecho hace un par de días y no terminaba de sanar.

¿Qué tienes allí? —una alarmada Eva le estaba viendo.

Sin permiso de él -como hizo con ella al tomar el arma-, levantó su remera manga larga de algodón y ahogó un grito al ver los hematomas púrpuras casi negros y, un poco más hacia la espalda, un trozo de gasa mal sujeta y empapada de sangre. Con mucho cuidado, trazo cada moratón y se preguntó por qué se los había hecho y en qué clase de problemas se había metido en su tiempo libre.

Vamos a un lugar más seguro ofreció, tomándola de la mano.

Ella no tuvo opción de negarse o aceptarse a la invitación, solo lo siguió a dónde sea que la llevase. Quería asegurarse que estaba bien aunque lo dudaba, con tantos golpes nadie puede estar bien. Y no quiso decir nada porque sabe lo mucho que Tommy odia que hagan de "mamá gallina", rol que Eva ocupa sin tener que esforzarse.

Tommy, ¿En qué clase de problemas estás? —preguntó Eva Vittoria, una vez que llegaron a un pequeño apartamento que, suponía, era de Tommy porque estaba muy bien equipado.

Te dije: en unos dónde no puedes meterme —repitió con una mirada de advertencia que, no le hacía ni pizca a Eva.

Está bien. No insisto.

Pareció darse por vencida tan fácilmente, pero Tommy la conocía mejor que nadie, era peor que su madre preguntando, y no podía engañarlo, sabía que insistiría tarde que temprano hasta sacarle la verdad.

¿Dónde tienes el botiquín de primero auxilios? —pregunto dándole un vistazo al lugar y metiéndose en la puerta de daba al servicio—. ¡Bingo! —soltó con una sonrisa de satisfacción cuando encontró lo que buscaba.

Tomó banditas médicas, todo el algodón que encontró, vendas, gasas, cualquier tipo de desinfectante y un par de analgésicos fuertes que le servirían mucho. Regresó al pequeño salón, impresionada por la cantidad de contusiones que le cubrían las costillas. Él se hallaba sin camisa e intentando quitarse la cobertura de la herida, solo que se encontraba adherida a su piel haciéndolo pasar por el infierno cada vez que intentaba tirar de ella.

¿Puedes dejarme ese trabajo?

Se detuvo en seco cuando percibió el tono de regaño de parte de ella. Dejó caer su cabeza sobre el espaldar del sofá, exhalando bruscamente y soltando un gruñido cuando una mano pequeña y delicada le tendió los medicamentos que debía de tomar y otra mano, un vaso de agua. Los tomó a regañadientes ya que, aunque deseara, no podía negarle nada a Eva, a su Eva; porque seguía siendo suya desde aquella noche que no terminó bien.

Se sentó a su lado, buscando por dónde empezar a curar las heridas de ese hombre. Sacó todo lo que necesitaba y lo puso sobre la mesa central; se decidió por la herida más importante: la que se encontraba a su costado. Tomó unas pinzas para sacar cejas que encontró e inició el doloroso proceso de que quitar el trozo de tela, porque eso era, un trozo de tela suave que parecía gasa. Se concentró tanto en tener cuidado de no lastimarlo, más de lo que estaba, que no se percató el instante en el que Tommy se quedó dormido pese a que, obedecía a sus órdenes convertidas en murmullos. Eva comenzó a limpiarle el rostro con un poco de algodón alcoholizado, después de haber vendado su torso, asegurarse de todas las costillas estuviesen enteras y la que estaba a su costado era superficial. Escuchaba sus gemidos de dolor, y el ceño fruncido en su frente, le decía a la pelirroja que estaba comenzando a despertarse.

No te muevas —le advirtió en un gruñido.

Continuó con su trabajo bajo la mirada somnolienta de Tommy. En el proceso, había quedado sumido en un sueño muy ligero en el que era totalmente consciente de las suaves caricias que le propinaban las pequeñas manos de Eva sobre todas sus heridas y de todo a su alrededor. Sabía cómo estaban, pues ya las había visto un par de veces, y a eso, se le añadía presión que ejercía la venda no le era muy agradable. El dolor estaba cesando a causa de los medicamentos, se sentía cansado y tenía muchas ganas de dormir. Así que, cuando la pelirroja terminó con su trabajo, se recostó en el sofá y sucumbió a la tentación, cerrando los ojos y quedándose completamente dormido.

Eva fue a la cocina para deshacerse de todo lo que había usado, cuando se volvió para hablarle al detective, lo encontró totalmente dormido en el sofá. No tuvo más opción que ir por una manta a la habitación, y cobijarlo, pues aunque estuviesen dentro del apartamento, hacía frío y él estaba descubierto, podría coger una pulmonía. Preparó una infusión de manzanilla, se sentó sobre el sofá individual y lo observó dormir durante tanto tiempo que sus parpados se volvieron pesados, cerrándose a cada cinco segundos hasta vencer la batalla. La pelirroja se dejó llevar por el sueño y el cansancio, cayendo en un abismo oscuro con neblina densa que la hacía estremecer cada momento en que intentaba moverse.

No te vayas —su voz la sobresaltó cuando estaba a poco de marcharse—. Es… agradable estar con alguien conocido.

La vergüenza se apoderó del rostro de Tommy, obligándolo a bajar la mirada.

¿Agradable?

Sí. Agradable

Una sonrisa inocente se dibujó en sus labios. Claro que se quedaría, tenía tiempo que no lo veía y echaba de menos sus reacciones sin sentido porque, Tommy era de las personas que solo sienten y poco dicen.

Vale. ¿Me contaras en que te has metido?

No dejaras nunca de actuar como mamá gallina, ¿Cierto? —bromeó.

Puede que sí. Puede que no.

Ambos rieron. Eva se sentó frente a él, dispuesta para pasar el tiempo necesario con él. Echaba de menos al equipo y eso que solo eran unas vacaciones temporales.

Te echo de menos en el equipo —musitó de repente el irlandés.

¿En serio? —. Eva se sonrojó levemente ante el comentario y lo observó a través de sus pestañas rojizas.

Lo vio asentir.

Volveré cuando acaben mis vacaciones —le dijo con una sonrisa amable.

¿Y si vuelves conmigo?

Su pregunta tenía doble sentido y la sargento lo sabía. ¿Con él? Le gustaba la idea. Si. Posiblemente.

Puede que sí. Puede que no.