Armarse de valor no fue sencillo. Estaba poniendo demasiado en juego por algo que ni siquiera sabía si era correspondido. Con pudor notorio y nerviosismo creciendo en su interior, finalmente, se atrevió a soltar las palabras que, hasta el momento, sólo se habían atorado en su garganta incontables veces y se perdían en cuanto la despedida se hacía inevitable. Ese calor en su pecho, arremolinándose con violencia mientras esperaba una respuesta. Los latidos descontrolados que buscaban ganarse un lugar en sus oídos, impidiéndole oír cualquier sonido de ambiente innecesario, cualquier silencio incómodo, cualquier… rechazo.
Sus ojos se iluminaron y sus mejillas, cargadas de sorpresa y emoción repentina, se tiñeron del mismo color que su cabello. La respuesta, tan esperada y, ahora, resultando inesperada, le hizo creer que no era real, sino otra de esas fantasías que inventaba cuando estaba por quedarse dormida. ¿De verdad Tetsu-kun había aceptado salir con ella?
El día acordado no tardaría en llegar, así como no tardó Satsuki en recorrer el centro comercial de Tokio arrastrando a Aomine consigo, gastando un dineral en ropa que consideró perfecta para la ocasión que se aproximaba, sin dar explicaciones a quien tenía al lado, y sin prestar la suficiente atención a los precios. Estaba consumida por una alegría incomprensible, cegada por un sentimiento inventado. Y Daiki, honestamente, no entendía qué demonios estaba pasando.
Una pausa se hizo para almorzar, aprovechando el más alto aquel momento de paz, donde no tenía que estar viendo a Momoi salir de un cambiador con ropa diferente a cada minuto.
Fue consentido con comida chatarra, cortesía de su compulsiva amiga, quien no podía borrar la sonrisa saltarina que le bailaba en el rostro.
— ¿Qué?
Preguntó sin dar explicaciones, cuando la obligatoria intriga le hizo hablar sin pensarlo, llamando así la atención de la chica que tenía frente a sí.
— ¿Hum? ¿Qué de qué, Dai-chan?
Puede que su cara de incredulidad fuera sólo una fachada. Quizá quería hacerse rogar, porque era bien sabido que Momoi solía comportarse como toda una reina del drama a veces. Probablemente, estaba perfectamente consciente de qué era aquello que le interesaba oír al de cabellos azulados.
— Eso es lo que quiero saber. ¿Qué demonios con esa expresión tuya? ¿Por qué tantas sonrisas, eh?
Si sonar grosero fuese un deporte, Aomine se vería en la obligación de dejar el baloncesto para dedicarse a aquello en lo que le iba mejor, terminando por ser el campeón mundial de este pasatiempo que tuvo desde el nacimiento.
— No es nada, sólo estoy feliz, Dai-chan. ¿Es que no puedo estarlo?
En otro momento, le hubiese gustado pelearlo un poco. Pero, ¿serían tomados en serio sus regaños si seguía con esa expresión alegre en el rostro?
Respuesta estúpida, pensó Aomine. Y lo era. No quería soltar la información y eso llegó a irritar un poco al moreno. ¿Por qué tanto misterio?
— No te hagas, Satsuki.
La seriedad de sus palabras fue reforzada en cuanto una papita pequeña y crujiente voló hacia la joven dama, quien ni necesitó esquivarla, pues pasó casi rozándole el cabello.
Era evidente que Daiki no quiso que ese alimento grasoso ensuciara el sedoso cabello de Momoi, si no, ésta haría berrinches y una escena. Ya había tenido suficiente con acompañarla a hacer las compras, no podría aguantar mucho más.
— ¿Por qué estás tan de buen humor? ¿Ya se ha descubierto una fórmula de crecimiento para las enanas como tú o…?
El chiste no le hizo nada de gracia a Momoi, quien le hubiese arrojado uno de los tomatitos cherry de su ensalada al idiota de Aomine si no fuera porque eso era desperdiciar comida (y, también, mala educación).
— ¡Cierra la boca, tonto!
Se quejó, ganándose una sonrisa por parte del contrario, cuyo humor parecía haber mejorado un poco.
Le hubiese gustado resistirse un poco más, pero sabía que si se quería hacer rogar peor, Daiki no le seguiría el juego. Y, si se permitía ser honesta, quería contarle. A él o a alguien. Necesitaba sacar eso de su pecho, de sus labios para que sus mejillas dejaran de doler por tanto sonreír.
— Está bien, Dai-chan. Te lo diré… Pero, sólo si me pides disculpas por el comentario de recién.
Una jugada bastante audaz. Traía las de perder, pero… ¿de verdad Aomine dejaría pasar esa oportunidad?
— ¿Estás de coña? Ni lo sueñes.
Ser el chico orgulloso era parte de su juego, del papel que interpretaba como As y, no sólo eso, sino también como el más idiota que cualquiera haya conocido jamás.
— Entonces, cierta persona se perderá la oportunidad de oír lo que a cierta otra persona le sucedió.
¿No era eso demasiado infantil? Cualquiera lo pensaría… Excepto Aomine, que lo consideraba, más bien, jugar sucio.
— Bueno, pues esa "otra persona" cargará sola todas sus bolsas hasta llegar a su casa, ¿no?
Era un juego para dos, donde, luego de un puchero infantil y un leve suspiro, la victoria le fue entregada.
El único capaz de ganarle a Aomine Daiki, era Aomine Daiki.
— Bueno, Dai-chan. Verás~
Comenzó la de cabellos rosados, adoptando una posición tonta, apoyando su rostro sobre ambas manos, sosteniéndose sus codos en la mesa y, como si eso no fuera lo suficientemente estúpido, traía los ojos cerrados y un leve rubor en las mejillas.
— Tetsu-kun y yo tendremos una cita.
Soltó sin anestesia, abriendo, ahora sí, sus ojos para poder admirar la expresión de Aomine a quien, inevitablemente, se lo veía sorprendido.
—… ¿Él te ha invitado?
Fue lo primero que pudo decir en cuanto cambió de posición y se rascó, flojamente, la nuca.
— Pues… No. Pero, aceptó. ¿Por qué lo preguntas?
— ¿Le dijiste que querías tener una cita de ese tipo con él?
— Bu-bueno, no exactamente. Le dije si quería que saliéramos en cuanto pudiéramos…
Contestó algo insegura, sin llegar a entender el punto de Daiki o sus razones para ese improvisado e incómodo cuestionario.
Iba a preguntarle la razón detrás del interrogatorio, pero no fue necesario, fue Aomine quien se le adelantó y anunció sus razones.
— Dudo que Tetsu lo haya entendido de la manera en que tú piensas, Satsuki. ¿Crees que él te ve de la misma manera en la que tú a él?
Su intención no era sonar cruel ni malintencionado. Pero no estaba feliz con su amiga haciéndose un mundo perfecto a partir de una fantasía, puesto a que en la realidad había muchos cabos sueltos.
— Tu invitación no sonó a cita romántica para nada. Es una salida de amigos. Estás en la friendzone, lamento informártelo.
Comentarios demasiado hirientes y crueles para una chica con las ilusiones en la mente, corazón e, inclusive, ojos. Derrumbar su emoción de esa manera era algo que ninguna persona se atrevería a hacer… Sólo alguien que realmente la quisiera y deseara lo mejor para ella. Su mejor amigo.
Pudo ver cómo la expresión de Momoi cambiaba, volviéndose marchita, apenas dejando rastros del color inocente que adornaba su rostro hasta hacía segundos atrás.
— Vamos, Dai-chan, no bromees así…
Su mirada gacha no era una buena señal, pero Aomine no era amante de alimentar falsas esperanzas. No se echaría para atrás por más cara de perrito regañado que pusiera. Esa era la realidad y era mejor aceptarla antes de terminar siendo herida.
O, bueno, no era alimentador de esperanzas hasta que vio agua salada llenar los ojos de quien tenía enfrente. De manera silenciosa, disimulada, pasando casi desapercibida de su mirada. En ese momento, por alguna extraña razón, gracias a manipulación pura -probablemente-, se convirtió en el proveedor oficial del almacén de sueños imposibles.
No le quedó más remedio que suspirar antes de dejarse llevar sumisamente por esa parte de hermano mayor que llevaba dentro de sí. No de sangre, pero sí la consideraba su hermanita o algo parecido, aunque jamás lo aceptaría o diría en voz alta.
— Algo de verdad tiene. Pero, Tetsu es un tipo misterioso. Quizá le gusten las bajitas insoportables. Cada quien tiene sus malos gustos.
— ¡Aomine-kun, idiota!
Era agradable que sonriera de nuevo… O que se abalanzara hacia él dispuesta a ahorcarlo. Cualquier cosa con tal de no soportarla llorando, gritando o enojada. Aunque, bueno, lo estaba un poco.
Se dio cuenta de que lo estaba muy poco cuando, al ser frenada en su intento de homicidio, pudo distinguir cierta palabra acompañada de una sonrisa que intentaba ocultarse detrás del cabello alborotado de una loca.
"Gracias".
