N/A: Kami-sama… No me creo que por fin haya llegado este momento, pero en fin (Dik toma aire y exhala lentamente) ¡Me voy de la sección de Harry Potter y me vengo a Ouran! xD No de forma absoluta, por supuesto, pero algo es algo. Y, en estos momentos de mi vida, voy a darle cierta prioridad a este fic con respecto a los demás. Porque necesito cambiar de aires, principalmente.

Bueno, aclaraciones antes de empezar: este fic está centrado en los gemelos, pero aquí no hay yaoi ni incesto, lo advierto desde el primer momento para que quede claro. Los demás miembros del Host Club tienen sus propias vidas y harán también cameos constantes. No está ambientado en la época de Ouran, sino en los últimos años de universidad de los chicos. Habrá muchos OOCC porque los chicos de Hatori-sensei nunca han vivido aislados en una burbuja. Habrá spoilers del manga, todos los que pueda y más, aunque sobre todo hasta el cap 53, que es por donde iba yo leyendo cuando escribí finalmente este capítulo 1. Y también va a ser un fic serio, es decir, largo. Muy largo xD Ni idea de cuántos caps tendrá, pero bueno, no es algo que deba preocuparnos ahora…

Si estas premisas te echan para atrás, sólo puedo decir: hasta luego. Si, aún así, quieres darle una oportunidad a mi fic diré: ¡irashaimasen! xD

Espero que disfrutes de la lectura y, si sobrevives… nos vemos abajo ;)

¡A leer!

Dedicado a Charlie. Porque nuestros chicos han visto por fin la luz.

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Ninguno de los personajes de Ouran Koukou Host Club me pertenece, por desgracia, porque si me pertenecieran me crearía un harén con ellos y… ejem… vamos, que no me pertenecen (por su propio bien) Supongo que queda claro que hago esto sin ánimo de lucro. Todo lo que veáis que os suene raro o desconocido sí me pertenece, y está patentado por D. & C. S.A. Productions, y no creo que C. vaya a denunciarme por usar a nuestra gente. ¿Verdad, C.? xD

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Kaoru, somos gemelos.

¿No es un don increíble? La gente normal sólo puede afrontar su futuro sola. Pero tú y yo podemos afrontarlo juntos.

No dependemos el uno del otro. A partir de ahora, nos influenciaremos mutuamente. Sería bueno que pudiéramos estimularnos el uno al otro.

Si no olvidamos eso… ¡entonces seguro que un futuro el doble de divertido que el de una persona normal nos espera!

Eso es por lo que nosotros siempre estaremos juntos, incluso después de esto. Porque no podemos hacer otra cosa.

¿No sabías que eso es por lo que nacen los gemelos?

(Ouran Koukou Host Club, cap. 53)

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Mil y una noches

En la tercera primavera

A Kaoru casi se le estaban desdibujando ya las letras que tenía ante los ojos. Apenas entendía lo que él mismo estaba escribiendo. Se le iba la cabeza y el pilot se le escurría entre los dedos. Estaba a un paso de quedarse totalmente frito.

Era un enamorado de su carrera, de verdad que sí.

Disfrutaba estudiando aquello mucho más de lo que se puede llegar a expresar con palabras.

Pero tener clase de Lingüística Inglesa y Teoría Sintáctica a última hora de la mañana, justo antes de la comida y con el soporcillo de la primavera entrando por las ventanas abiertas era inhumano. Y si encima tu profesora era una vieja de voz pausada y monótona, que se daba cierto aire siniestro a Frankenstein, aquello se convertía directamente en la peor de las torturas.

Después de una exagerada cabezada que notaron todos sus compañeros de fila, Kaoru consideró distintas alternativas. Podía golpearse a sí mismo para despertarse, pero eso haría demasiado ruido en aquel silencio sepulcral que respaldaba el mortal monólogo de Imanishi-sensei. También podía pensar en otra cosa para intentar espabilarse, pero lo único que le venía a la cabeza en esos momentos era la irritante melodía de un famoso anuncio de cereales que ponían sagradamente todas las mañanas en la tele mientras desayunaba, justo antes de que él se fuera a la universidad. Y no era buena idea ponerse a tatarear en medio de clase, sobre todo porque la profesora podría ser una vieja, pero por desgracia aún no estaba ni ciega ni sorda (si hubiese estado ciega, la mejor alternativa habría sido la de saltar por la ventana que tenía a un metro de distancia)

Así que, una vez más, tuvo que poner en práctica la maniobra de camuflaje. Hundiéndose disimuladamente en su asiento hasta quedar oculto por su compañero de delante, apoyó la cabeza en una mano, encargándose de que el flequillo le tapara convenientemente el rostro, imitando una pose concentrada, y dejó que su mano vagara sobre el folio a su aire, haciendo como que tomaba apuntes.

No fue consciente de haberse quedado dormido. Pero, cuando sonó el timbre anunciando el final de la clase, se sobresaltó de tal manera que estuvo a punto de caerse del asiento.

- Kaoru-san, eres increíble –comentó con una risilla su compañero de al lado, mientras el rumor de la gente levantándose y recogiendo sus cosas inundaba todo el aula-. Los garabatos que haces dormido cada vez se parecen más a kanjis reales.

- Quizá sea experto en escritura automática y no lo sepa –bostezó Kaoru en respuesta, estirándose disimuladamente-. Esta mujer es superior a mí… Nee, Nagami-san, ¿te importa dejarme los apuntes de la última media hora? Mañana te los devuelvo.

- Of course

Kaoru sonrió de lado, preguntándose por qué la mayoría de los alumnos de la carrera de Lengua y Cultura Inglesa tenían la manía de hablar en inglés las tres cuartas partes del día. Para eso ya existían los cursos de intercambio, que se fueran a Inglaterra o a Estados Unidos a practicar. Últimamente echaba de menos el japonés auténtico…

- ¡Oi, Hitachiin!

Kaoru parpadeó y tardó unos segundos en reaccionar. A pesar de estar empezando ya su tercer año en Todai, no terminaba de acostumbrarse a ser el único "Hitachiin" de la clase. Era extraño que la gente se dirigiera a él por el apellido, en vez de por el nombre de pila.

- ¿Hai? –musitó, volviéndose con las cejas enarcadas para ver acercarse a otros tantos compañeros de clase.

- Ya has vuelto a quedarte frito, ¿eh?

- Más o menos. Deberían jubilar pronto a Imanishi-sensei si no quieren que mate a sus alumnos de aburrimiento…

- Vamos a pasar de la cafetería por una vez para acercarnos a comer al restaurante de aquí al lado, ¿te vienes?

- Maa, arigato… pero ya tengo planes para comer. Y quiero empezar ya con el proyecto de investigación de este año para Shibata-sensei, que me ha tocado un tema muy chungo.

- ¡No seas muermo! ¿No iba a echarte una mano un senpai?

- Sí, pero ella tampoco tiene mucho tiempo, así que tenemos que aprovechar.

- Bueno, no te aproveches demasiado, ¿ne? Que los trabajos en equipo son peligrosos…

- ¡No puedo, hombre! Ya está pillada, y por uno de mis mejores amigos. Sería demasiado rastrero.

El grupo intercambió bromas y risas durante un momento más, hasta que el atasco en la entrada del aula empezó a disolverse. Y luego, palmeando la espalda de Kaoru en son de despedida y para darle ánimos, empezaron a adelantarse hacia la salida.

- ¡Como veas, Kaoru! Pásate luego si quieres, nos quedaremos por allí hasta las tres o así.

- Wakatta. ¡Que os aproveche!

- ¡Ja na, Hitachiin!

- ¡Gambatte, Kaoru-san!

- ¡Ja na!

Kaoru los despidió con una sonrisa, agitando la mano, pero no empezó a movilizarse hasta que sus compañeros ya estaban a punto de salir de la clase. Con un hondo suspiro, se restregó una mano por la cara para terminar de despertarse, bostezó otra vez, metió las cosas en su maletín y se levantó pesadamente para bajar trotando las gradas.

- ¡Matta ne, Hitachiin-kun! –corearon un par de chicas, saludándolo al pasar.

Él les devolvió el saludo con otra sonrisa, sin detenerse más. Como siempre, fue uno de los últimos en salir del aula. Y, como siempre, emprendió el camino hacia la cafetería de la facultad a paso lento, engullido por el tumulto de estudiantes que salían de sus respectivas clases, llenando de estruendo los corredores.

Todai era la universidad más prestigiosa de Tokyo, a la que iba a parar la élite. No tenía nada que ver con Ouran, y Kaoru solía echar de menos la vida en su academia de toda la vida, pero, aún así, agradecía encontrarse por los pasillos a bastantes viejos compañeros del instituto, cada uno inmerso en su propia carrera y atado a su propia facultad, pero rostros conocidos a fin de cuentas. Eso le daba algo más de confianza y hacía un poco más familiar aquel lugar, por el que aún no había aprendido a moverse con total naturalidad.

Ese curso había sido trasladado al campus de Hongo, como todos los estudiantes de la universidad que habían superado su primer ciclo de estudios básicos y estaban empezando tercero. En cierto modo lo agradecía, porque Hongo era el campus principal de Todai, que reunía casi todas las facultades de la universidad: es decir, que después de un año marginal en el campus de Komaba el curso anterior, terminando el primer ciclo, por fin volvía a coincidir con los demás miembros del viejo Host Club, que estaban estudiando allí también. Pero, por otro lado… empezar tercero había supuesto la separación definitiva de su hermano, que estaba empezando su segundo ciclo en la facultad de Ingeniería, al otro lado del campus. En Komaba, al menos, mientras ambos realizaban los estudios básicos de sus respectivas carreras, habían coincidido en el mismo bloque de edificios, y sólo pasaban separados las horas de clase. Ahora, sin embargo, apenas podían verse a lo largo del día. Sólo llevaban tres semanas de clase y Kaoru sentía como si ya hubiese pasado medio año. Le había costado acostumbrarse a ser el único Hitachiin de la clase, pero todo parecía indicar que le iba a costar más todavía acostumbrarse a ser el único Hitachiin en kilómetros a la redonda…

Como si pensar en Hikaru hubiese activado algún tipo de dispositivo especial, Kaoru metió la mano en el bolsillo distraídamente y sacó el móvil, abriéndolo con un movimiento de muñeca. No había novedades, pero al ver la hora apresuró el paso en busca de la entrada de la facultad, casi trotando hacia los jardines. Al salir, la luz deslumbrante del medio día primaveral lo cegó por un momento y parpadeó mientras bajaba los escalones. Corría brisa, y los cerezos en flor llenaban los caminos de pétalos de sakura. Esos colores volvieron a recordarle a Ouran, haciéndole sonreír vagamente. Pero se distrajo cuando, nada más poner un pie en el camino principal, el móvil que aún llevaba en la mano vibró, anunciando un mensaje.

- ¿Are?

Kaoru se detuvo por un segundo, echándole un vistazo a la pantalla. Y, mientras abría el mensaje, retomó la marcha lentamente hacia el banco más cercano, a la sombra.

"No voy a poder ir a comer contigo, me han entretenido en el archivo. Paso a recogerte después a primera hora, espero que tengas ganas de trabajar hasta tarde. Lo bueno es que he encontrado material interesante. Matta ne"

- Mou, Makie-senpai… -rezongó Kaoru, dejándose caer de golpe sobre el banco con una mueca de disgusto-. Me lo podías haber dicho antes…

Se quedó un momento más mirando el mensaje, repasando el "espero que tengas ganas de trabajar hasta tarde". Muy bien, pensó con un suspiro. Adiós a la fiesta que organizaban esa noche los miembros del Host para celebrar la graduación de los mayores y el acceso de los pequeños a su segundo ciclo. Les había costado las primeras tres semanas del curso encontrar una fecha que pudiera venirle más o menos bien a todo el mundo. Pero tampoco era cuestión de quejarse. Inokuma Makie acababa de empezar su curso de doctorado, a parte de muchas otras obligaciones que tenía últimamente, y había hecho un hueco en su agenda para ayudarle con el proyecto de investigación que le habían endosado nada más empezar el curso como regalo de bienvenida a la Facultad de Letras. No tenía ganas de andar con exigencias.

Cerró el mensaje, suspirando otra vez con aire decepcionado, pero mantuvo el móvil abierto, mirando el reloj digital de la pantalla. Se acomodó mejor, recostándose en el respaldo y cruzando las piernas a estilo indio sobre el banco. Un minuto más… cuarenta segundos… veinte… cinco… La 1:10 p.m. Y el teléfono empezó a sonar inmediatamente, como si acabara de activarse una alarma. Kaoru sonrió, miró por un segundo el avatar con la cara de su hermano haciéndole burla que acababa de aparecer en la pantalla del móvil y descolgó rápidamente, llevándoselo a la oreja.

- Tengo malas noticias –soltó tal cual, sin molestarse en saludar siquiera.

- Y yo –añadió Hikaru, siguiendo la misma tónica-. No voy a poder ir a comer contigo a tu facultad, me han endosado prácticas esta tarde y no me va a dar tiempo a ir hasta allí y volver. Gomen, Kaoru.

- Eres la segunda persona que me planta en menos de cinco minutos –se quejó el menor con una sonrisa resignada, encogiéndose de hombros-. No pasa nada, Hikaru. ¿Qué tal la mañana?

- Mortal. Hongo es un infierno, y las clases que me tocaban hoy eran un petardo…

- Lo mismo que yo, mi profesora de Lingüística es una tortura…

- ¡Los miércoles apestan! –entonaron los dos gemelos al mismo tiempo, cabeceando con aire sabio cada uno a su lado de la línea.

Hikaru se echó a reír, y Kaoru se contagió inmediatamente.

- ¿Qué malas noticias me traes tú a mí?

- No voy a poder ir a la fiesta de esta noche.

- ¡¿NANI?! –bramó Hikaru, y Kaoru se tuvo que apartar el móvil de la oreja para no quedarse sordo-. ¡No, no, no me digas eso! ¿Por qué demonios?

- He quedado con Makie-senpai para lo del proyecto de investigación y…

- ¡Venga ya! –lo interrumpió su hermano-. ¿Y no podéis cambiarlo para otro día? ¿Tiene que ser precisamente esta noche?

- ¡Es el rato que tiene ella libre! –se defendió Kaoru, encogiéndose de hombros otra vez-. Acaba de empezar el doctorado, Hikaru, no creo que esté muy libre. Además, paso de quejarme, creo que todavía está sensible por lo del mes pasado y no quiero echar más leña al fuego…

- ¡Dile a Hani-senpai que hable con ella!

- ¿Y provocar la Tercera Guerra Mundial? Ni hablar. Que arreglen sus cosas entre ellos, yo no quiero meterme por medio.

- Wakatta, wakatta –cedió Hikaru, casi con tono enfurruñado. Resopló, hizo una pausa y añadió-: Pues menuda mierda de fiesta. Kyouya-senpai acaba de decirme que oba-san tampoco viene.

- ¿Estás con Kyouya-senpai?

- Sí, se ha acercado a comer conmigo desde la Facultad de Medicina, porque él también tiene prácticas esta tarde…

- ¿Por qué no va oba-san? Ella no suele perderse nunca este tipo de cosas…

- Ha tenido que cambiarle el turno a una compañera y esta semana le toca trabajar hasta tarde.

Ambos hermanos suspiraron a la vez, hundidos de hombros.

- Echo de menos a oba-san –lloriquearon juntos, de nuevo a coro-. La vida de universitario es muy dura…

- Maa, ¿cuándo es el próximo día que no tienes clase? –inquirió Hikaru, recuperándose del momento emotivo.

- No me acuerdo –Kaoru le echó un vago vistazo a su maletín-. Luego miro el horario y te lo digo esta noche. Creo que nos coincidía algún día este semestre, ¿ne?

- Por eso te lo digo. Si tenemos algún día libre en común podemos acercarnos a comer con Haruhi, que no la hemos visto desde que empezamos el curso.

- Cierto –Kaoru sonrió-. Y Tono dice que la comida de las cafeterías de Hitotsubashi está mejor que la de aquí.

- ¿Quién se fía realmente del gusto de Tono? Su obsesión por la comida plebeya le ha atrofiado las papilas gustativas…

Kaoru se echó a reír, y de repente se sintió realmente amargo al pensar en la fiesta que se iba a perder. A pesar de estar todos en el mismo campus, no coincidían muy a menudo, y echaba de menos interactuar con Tamaki, con Kyouya, con Mitsukuni y Takashi… Había sido duro ir viendo cómo todos ellos se graduaban en Ouran y se iban marchando a la universidad, dejando atrás a los tres pequeños. Con Tamaki y Kyouya habían llegado a coincidir un año en Komaba, pero con los dos mayores no. Hani y Mori habían terminado ya sus respectivas carreras, y aunque Takashi seguía en Hongo preparando su curso de doctorado, Mitsukuni ni eso, porque se había tenido que trasladar a otro campus para doctorarse. La sensación de que ya había perdido para siempre la relación tan estrecha que habían mantenido todos en Ouran lo perseguía con frecuencia desde que había empezado tercero, y le hacía sentirse muy solo.

Y, para rematar, Haruhi estudiaba directamente en otra universidad y casi no la veían.

De verdad que había tenido muchas ganas de ir a esa maldita fiesta…

- Nee, Kaoru –la voz de Hikaru lo sacó de su ensimismamiento-. No te preocupes, ¿vale? Ya volveremos a quedar con todos otra vez, vamos a tener oportunidades de sobra.

- Lo sé…

- ¿Estás bien?

- Claro que sí…

- ¡Pues no me pongas esa voz de zombie! –bramó Hikaru, dejando sordo a su hermano otra vez-. Pásalo bien con Makie-senpai, a ver si adelantáis mucho trabajo para amortizar este sacrificio. Y salúdala de mi parte y dile que es una frígida.

- Díselo tú, no quiero que me vuele la cabeza de una patada…

- Esta noche te cuento con detalles qué tal la fiesta –Hikaru apenas pudo contener la risa-. Y torturaré a Tono por los dos en tu honor.

- Arigato –Kaoru también sonrió-. No esperaba menos de ti.

- Te dejo, que se me está quedando la comida hecha una mierda. ¡Nos vemos esta noche!

- Pásalo bien. Hasta luego.

Colgaron a la vez, y Kaoru se quedó un momento más mirando el móvil, con una vaga sonrisa. Hikaru siempre le daba diez minutos exactos para recoger las cosas, salir de clase y buscar un sitio más o menos tranquilo antes de llamarle por teléfono y hablar aunque sólo fueran unos pocos minutos. Lo había hecho todos los días de las últimas tres semanas, excepto las escasas ocasiones en las que los horarios de ambos les habían permitido comer juntos. Así la separación se hacía más llevadera, hasta que los dos se acostumbraran a estar solos en sus respectivos mundos.

Cerró el móvil con un pequeño chasquido y volvió a guardárselo, alzando la vista para contemplar a sus compañeros de la Facultad de Letras entrando y saliendo, dispersándose por ahí en el jaleo típico de la universidad. Estaba demasiado a gusto allí sentado como para moverse y no tuvo prisa en decidir qué hacer a continuación. La idea de comer solo no le atraía lo más mínimo, pero tampoco tenía muchas ganas de salir del campus para reunirse con sus compañeros en el restaurante que antes la habían mencionado, y tener que volver corriendo a la facultad después de comer para reunirse con Makie. No le quedaba más remedio que permanecer allí vegetando un rato más…

Alzando la vista hacia el cielo completamente azul y despejado, dejó escapar un hondo suspiro, pensando una vez más que era extraño sentirse así. Ponía la carne de gallina recordar que hacía ya cinco años que habían conocido a Haruhi y que las vidas de ambos gemelos habían iniciado una remodelación profunda que les había sacudido hasta los cimientos. Cinco años desde que habían dejado de ser dos en uno, desde que habían empezado a expandir sus mundos y a dejar que la gente los conociera mejor para que pudiera diferenciarlos. Hikaru había dicho entonces que no tenían por qué separar sus vidas por completo para poderse considerar independientes. Que la verdadera independencia no consistía en eso. Pero, aún ahora, después de tanto tiempo…

Kaoru había sido el que había dado el primer paso para salir de aquella "soledad de dos personas"… pero entonces, ¿por qué era él el que sentía que se quedaba atrás, solo?

Hikaru había dicho que vivirían su vida juntos a pesar de cualquier cosa… pero luego era él el que se estaba buscando una vida que…

Kaoru sacudió la cabeza, apartando esa idea. No tenía ganas de pensar en cosas funestas, aunque hacía semanas que no podía evitarlo. Eran gemelos, sí. Pero los dos estaban creciendo muy deprisa en direcciones muy distintas, y, desde que habían empezado tercero y se habían trasladado a Hongo, el menor de los Hitachiin tenía en el estómago una eterna sensación de vértigo, como si las cosas fueran a precipitarse dentro de poco hacia algo espantoso. Y eso no le gustaba. No le gustaba en absoluto.

Cinco años… no, cinco no. Tres. Hacía tres años que las cosas se habían torcido.

Y tres años eran demasiado tiempo.

Había sido fácil tragar permaneciendo cerca de Hikaru y sabiéndose parte de su vida diaria. Pero habían bastado tres semanas del nuevo curso para hacerle comprender que, ahora que la universidad los había separado tantísimo, los tiempos que se avecinaban no iban a ser precisamente agradables…

- ¡Ooooi, Kao-chaaan!

Kaoru parpadeó, saliendo de su autismo, y giró el rostro rápidamente hacia la conocida voz que acababa de bramar aquel saludo tan típico en mitad del camino principal de acceso a la facultad.

- ¡Hani-senpai! –exclamó, y una oleada de alivio lo sacudió, arrancándole una sonrisa.

Mitsukuni, que agitaba una mano en su dirección con tanta energía que la gente que tenía cerca se aparataba de él, le dedicó una amplia sonrisa en respuesta. Kaoru vio detrás de él la alta figura de Takashi, alzando también una mano a modo de saludo. Y, junto a ellos, a una chica que sonreía abiertamente con alegría, casi brincando ligeramente para combatir las ganas de sacar las manos de los bolsillos y levantar los brazos para agitarlos con el mismo entusiasmo que Hani.

Bueno, pensó el pelirrojo con una sonrisa, cogiendo su maletín y levantándose para reunirse con ellos. Al menos por esta vez, no le tocaría comer solo.

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Ya con sus respectivas bandejas de comida, los tres chicos fueron a sentarse en una de las mesas cercanas a los enormes ventanales de la cafetería de la Facultad de Letras, que daban a los jardines. Morinozuka Takashi, que llevaba dos bandejas de comida, colocó una de ellas ante la joven que se había quedado esperándolos en la mesa, antes de dejar la suya y sentarse a su lado con parsimonia. Mitsukuni se apresuró a sentarse frente a la chica, deslizándose por el banco para pegarse a la ventana. Y, todavía sonriendo, Kaoru tomó asiento junto a él.

- Arigato, Takashi –musitó la mujer, sonriéndole ampliamente-. Me daba vergüenza ir a recoger la comida con estas pintas.

Y, por fin, sacó las manos de los bolsillos del pantalón con cautela, mostrándoselas a Kaoru para que viera las gruesas manchas de pintura de distintos colores que le cubrían la piel, componiendo una exagerada mueca de tensión que enseguida se disolvió en una risilla. Ahora entendía por qué había tenido que reprimir el impulso de saludarlo hacía un rato, en el jardín.

- Ritsu-neesan –musitó el más joven de los cuatro, entornando los ojos-, en serio, eso no puede ser bueno para la piel, te lo hemos dicho mil veces… Van a caérsete las manos a trozos.

- ¡No pasa nada! –ella le quitó importancia al asunto con un gesto, inclinándose ya sobre su bandeja de comida con avidez-. Es sólo que no me ha dado tiempo a terminar de lavarme bien después de la última clase. Un poco de aguarrás cuando llegue a casa y como nueva. ¡Waaa, Takashi, me encanta el teriyaki de vuestro campus! ¡Arigato!

A Kaoru le resbaló una gotita por la sien.

- Usa guantes –sugirió Mori con voz neutra, después de sacarse la pajita del refresco de la boca.

- ¿Ehhh? No puedo usar guantes en primavera, se me cuecen las manos y es peor el remedio que la…

- Para ocultar las manchas, no –la interrumpió Takashi, mirándola-. Para pintar.

- ¡Imposible! Pintar con guantes es como… como el sake frío, o el teriyaki sin salsa de soja –y para afianzar sus palabras, la joven echó unas ingentes cantidades de la mentada salsa sobre su comida hasta que todo quedó cubierto por su característico color oscuro-. ¡No tendría sabor! Hay que sentir la pintura en los dedos para transmitir ese sentimiento en el lienzo…

Kaoru puso los ojos en blanco. Teniendo en cuenta que la forma de pintar de Imaidegawa Ritsuko consistía en coger puñados de pintura plástica y lanzarlos con saña contra un lienzo de 2x2 para dedicarse a guarretear después mezclando los colores, podría considerarse incluso normal que quisiera "sentir la pintura en los dedos". Debía ser una filosofía sólo comprensible para los estudiantes de Bellas Artes…

- ¿Cómo es que estás aquí, Hani-senpai? –el muchacho decidió pasar de la incoherente y apasionada explicación que Ritsuko estaba ofreciéndole a Takashi mientras éste seguía sorbiendo su refresco y se volvió hacia Mitsukuni, que ya había empezado a comer tranquilamente-. ¿Hoy no tenías clase?

- Terminaba temprano –explicó Hani después de tragar, sonriendo-. Takashi ha tenido que ir a Komaba por unas prácticas en la Unidad de Excavación Arqueológica, así que luego me he venido con él… ¡Mou, echo de menos la comida de Hongo, en las cafeterías de Komaba no tienen los pasteles que a mí me gustan!

- Se te agrietará la piel y se te caerán las uñas –sentenciaba de fondo Takashi, implacable, examinando de cerca las manos de Ritsuko.

- ¡No digas eso! N-no es aguarrás corriente, es una mezcla especial que…

- ¿Y Ritsu-neesan? –añadió Kaoru, señalando a la joven con un pulgar.

- Pasamos por la escuela de Bellas Artes para recogerla de camino aquí –Mitsukuni cogió disimuladamente la salsa de soja que había quedado abandonada en mitad de la mesa y se aliñó un poco su propia comida-. ¿Qué tal el día, Kao-chan? ¿Ya te has aclimatado al nuevo campus?

- Me gusta más que Komaba –admitió Kaoru, encogiéndose de hombros y llevándose un bocado a los labios-. Pero no sé… Es un rollo que estemos tan dispersos. Creo que me gustaría más si me hubiesen metido en los bloques principales de la Facultad de Letras, y no en el anexo. Estamos en el quinto cuerno. Sólo veo a Mori-senpai, y muy de vez en cuando.

- No te preocupes. Takashi me ha dicho que este año ha habido un poco de lío al organizar las clases y por eso han tenido que hacer esta distribución. ¿No estaban de obras en el pabellón principal?

- Algo de eso, sí…

- Lo más seguro es que el año que viene te vuelvan a trasladar abajo –con una sonrisa cómplice, Mitsukuni le dedicó una cálida mirada de apoyo-. Y los edificios principales de la Facultad de Letras están justo al lado que los de la Facultad de Ingeniería.

A Kaoru se le encogió momentáneamente el estómago pensando en ello. Si no lo hubiesen enviado al pabellón anexo de la facultad, que estaba en el punto más alejado del campus, ahora mismo estaría comiendo con Hikaru, Tamaki y Kyouya, porque las facultades de Ingeniería, Letras, Economía y Medicina estaban alineadas en la zona oeste del campus. No pudo evitar pensar que el destino parecía estar poniéndose en su contra últimamente, y la posibilidad de que el año siguiente ya fuese demasiado tarde consiguió quitarle el apetito. Mitsukuni pareció seguir con atención cada matiz en la cara de su compañero, tornándose algo más serio, y tras tragar lo que tenía en la boca, preguntó quedamente:

- ¿Ha pasado algo?

- ¿Eh? Ah, no, no –se apresuró a asegurar él, sonriendo con nerviosismo y agitando una mano para restarle importancia al asunto-. No es nada… Bueno, es sólo que… No sé, Hani-senpai. Me siento un poco solo aquí. He coincidido con todos mis compañeros de clase de Komaba, pero… me gustaría estar en la zona oeste con los demás, y poder ver más a menudo a Tono y a Kyouya-senpai, como Hikaru…

- Es normal –Mitsukuni amplió su sonrisa y siguió comiendo con despreocupación-. Yo también me siento solo en Komaba a veces, ahora que todos estáis en Hongo, pero… sentirse solo no implica necesariamente que lo estés de verdad, ¿ne? Lo más importante es no automarginarse, Kao-chan.

- Hai –asintió Kaoru, y no pudo evitar reírse, sintiéndose algo mejor.

- ¡Ah, por cierto! –exclamó de repente Mitsukuni, como si acabara de recordar algo importante-. ¡Hemos visto a Tama-chan! Iba a recoger a Haru-chan a Hitotsubashi. Me parece que este año van a intentar convencer a esa amiga de Haru-chan para que se venga a la fiesta de esta noche.

- ¿A cuál? ¿A Etsu-san? –Kaoru se echó a reír otra vez, atragantándose con la comida-. Ya lleva viniendo dos años, y siempre es un espectáculo. Mou, tengo ganas de volver a ver a esa chica…

- No, no, me refiero a la otra. La que nunca se viene a nuestras reuniones. Mmm… -Hani alzó la vista al techo con aire pensativo-. ¿Cómo se llamaba? No me acuerdo…

- Ni idea…

- Nozaki –intervino de repente Ritsuko, limpiándose la boca de salsa con una servilleta. Al parecer ya había terminado su discurso sobre la importancia de pintar con las manos desnudas-. Creo que era Nozaki. ¿Ne, Takashi?

- Saa… -Mori se encogió de hombros con indeferencia, llevándose una buena ración de arroz a la boca.

- Sí, creo que era Nozaki –Ritsu sonrió distraída, perdiendo la mirada por ahí, y Kaoru se dio cuenta de que también tenía pequeñas salpicaduras de pintura entre el ondulado cabello castaño oscuro-. Maa, qué rabia… Me gustaría conocer por fin a esa muchacha, Haruhi-chan ha estado hablando bastante de ella últimamente.

- ¿Tú tampoco vas a la fiesta? –inquirió el pelirrojo, parpadeando.

- Iie –Ritsuko negó con la cabeza, sonriendo con aire decaído-. Mi hermano ha conseguido entradas para una exposición a la que llevo tiempo queriendo ir, y… bueno, la verdad es que no me la quiero perder, así que he tenido que elegir. ¡Aunque me da mucha rabia, porque hace mucho tiempo que no veo a Ishiko y la quería saludar!

- No te preocupes, acabo de estar hablando con Hikaru y me ha dicho que ella tampoco va a poder venir. Ha tenido que cambiar el turno en el trabajo.

- ¿Ehhh? –exclamó Mitsukuni-. ¡Mou! ¿Entonces vamos a quedar sólo los veteranos?

- Ni eso. Yo tampoco voy a poder ir –Kaoru sonrió tristemente ante la expresión que le dedicaron sus dos antiguos senpais del Host Club-. Lo siento. Pero he quedado con Makie-senpai para lo del proyecto de investigación, y no quiero darle largas, que bastante ocupada está ya.

Por unos segundos, se hizo un extraño silencio en la mesa. Takashi y Ritsu miraron a Mitsukuni, pero éste no pareció darse por aludido.

- Makie-chan sabe que la fiesta es esta noche –comentó con un tono demasiado ligero-. ¿Se lo has recordado?

- No –admitió Kaoru-. Pero no me importa, Hani-senpai, en serio, ya quedaremos todos otro día y…

- Yo hablaré con ella –Mitsukuni se metió un trozo de comida enorme en la boca y lo masticó con energía antes de añadir-: Mmm, ¿no iba a venir hoy a comer contigo?

- Me avisó diciendo que se le había hecho tarde en el archivo y que no iba a poder venir al final…

- ¿Entonces no va a venir? –rezongó Hani, con cara de decepción-. Mou… y yo que quería engañarla para que se viniera conmigo a alguna heladería esta tarde…

- Ah, ¿ya os habláis otra vez? –Kaoru cruzó los brazos sobre la mesa, sonriendo de lado-. Pensé que después del patinazo en la fiesta de compromiso no iba a volver a dirigirte la palabra hasta las vacaciones de verano.

- ¡Qué va! –rió el otro, aunque de repente su expresión parecía ligeramente forzada-. Makie-chan y yo nunca hemos pasado tanto tiempo sin hablarnos. Nuestro record está en una semana, y sólo ocurrió una vez, cuando teníamos 15 años.

- ¿Por qué? –preguntó en el acto Ritsu con interés, mirando a Mitsukuni mientras desmenuzaba un trozo de pan y se lo iba echando en la boca.

Pero Hani se hizo el desentendido y no contestó.

- ¡Voy a ir por los postres! –anunció radiante, matando la línea de la conversación anterior con contundencia-. ¿Queréis que os traiga algo?

- Pero si ya te has traído el postre antes…

- ¡Pero quiero más! Ritsu-chan, tienen castella, ¿sabes?

- ¡¿Hontou?! –bramó la joven, inclinándose sobre la mesa con emoción, sus ojos de un pálido color verde enormes y brillantes-. ¡Yo quiero!

- Y también tienen dango –siguió Mitsukuni, entusiasmado-. Y manju. Y milk crepe. Y melonpan. ¡Y helado Azuki!

- ¡Kyaaaa! –chillaron los dos a coro, agarrándose de las manos y babeando sobre la mesa con chiribitas saliéndoles de los ojos.

- Ritsuko –musitó Takashi, sin inmutarse-. No más de dos postres. Hemos quedado con Satoshi después.

- Hai, hai –replicó ella, riendo por lo bajo, y se palmeó el estómago con desparpajo-. Sabes que no tengo problemas de capacidad.

Takashi sonrió suavemente y Kaoru no pudo evitar imitarlo, mirando a los otros dos.

- Maa… -suspiró, entretenido-. Sois terroríficamente parecidos, Ritsu-neesan y Hani-senpai.

Sin embargo, se arrepintió de haber dicho aquello nada más cerrar la boca. Mitsukuni lo miró y rió el comentario, pero Kaoru se dio cuenta de que se había tensado repentinamente y que su mano derecha se había crispado en torno al tenedor que aún sujetaba. Se descolocó por un segundo, sin saber si disculparse o no, pero fue el propio Hani quién lo rescató de aquella situación.

- Nee, Kao-chan, ¿te apetece un helado, o un pastelito? ¿Qué quieres que te traigamos?

- Con un café me sobra. Espero no dormirme en la biblioteca. Arigato.

- ¿Y tú, Takashi?

- Iie.

Con una última sonrisa, Mitsukuni se levantó de la mesa. Apenas había crecido medio palmo en los últimos cinco años, sería un milagro que alcanzara el 1'60, pero por lo demás seguía exactamente igual en todo. Incluso en la forma de evadir los problemas que le atañían directamente a él delante de cualquier otra persona. Sin mirar atrás, casi se deslizó hacia la barra en busca de los postres. Y Ritsuko, que no tenía pinta de haber captado los matices, se levantó con rapidez para seguirle, hundiendo las manos llenas de pintura en los bolsillos de su chaqueta.

- ¡Matte, Mitsukuni, voy contigo!

Se reunieron unos pasos más allá, y enseguida empezaron a hablar y reír animadamente, bajo la atenta mirada de sus dos compañeros. Kaoru titubeó, mirando de reojo a Takashi, pero al final musitó:

- Mori-senpai… ¿en serio han hecho ya las paces Hani-senpai y Makie-senpai?

- Aa –replicó Takashi llanamente. Le echó un último trago a su refresco, mirando a Kaoru por encima del vaso, y añadió-: No te preocupes. No has dicho nada indebido. La culpa la tuvo Mitsukuni por bromear sobre esto en la fiesta de compromiso.

Kaoru recordaba demasiado bien la escena, de la que habían sido testigos todos los viejos miembros del Host Club, invitados al evento, junto con bastantes comensales más. La broma de Mitsukuni sobre que tenía más en común con la prometida de Takashi que con la suya, y que quizá deberían intercambiárselas. Y la desagradable cara con la que Makie había encajado aquel bochornoso comentario delante de los invitados.

- Es incómodo estar ahora con Makie-senpai –admitió el pelirrojo, suspirando con desgana-. Todavía está cabreada, desprende malas vibraciones a todas horas. Y soy yo el que tiene que estar trabajando con ella.

- Se le pasará –aseguró Mori, terminándose la comida-. Está acostumbrada a convivir con Mitsukuni, sabe que nunca dice en serio este tipo de cosas. Pero puedo hablar con ella si quieres.

- No, no, déjalo. No quiero remover más este asunto por nada del mundo…

- Kaoru.

Él levantó la vista para mirar a Takashi, que tenía los ojos clavados en los suyos, recostado en su asiento y pasando el brazo por el respaldo del banco, ocupando el sitio de Ritsuko.

- Que Makie no te contagie –añadió Mori con seriedad-. Ella está tensa últimamente. No tienes por qué deprimirte tú también.

Kaoru agrandó un poco los ojos, sin saber qué contestar. Pero su amigo no pareció darle importancia. Alargó la mano para coger el refresco de Ritsu y se lo terminó también con total naturalidad.

- Hikaru no es el único que está con Hongo –siguió-. Yo tengo que venir a veces a hablar con profesores que están en este pabellón. Y también salgo de clase antes que tú. Puedo venir a comer contigo las veces que quieras.

El alivio que le habían hecho sentir anteriormente las palabras de Mitsukuni se afianzó con la oferta de Takashi, y esta vez Kaoru sonrió con auténtica sinceridad.

- Aa –murmuró agradecido-. Arigato, Mori-senpai.

Takashi sonrió levemente en respuesta, con el rostro relajado. Los otros dos no tardaron más de un minuto en volver, babeando aún por la variedad de dulces que ofrecían en la cafetería. Ritsuko se sentó junto a su prometido con el rostro iluminado, apegándose a él un poco más que antes, parloteando sobre helados y pasteles, y la sonrisa de Takashi se ensanchó al mirarla, sin molestarse en apartar el brazo que aún tenía en el respaldo del banco. Mitsukuni, que había desarrollado la capacidad de encontrarle el lado divertido a cualquier hecho cotidiano, empezó a contarles cómo habían sido sus primeras tres semanas en la Escuela de Doctorado en Ciencias Matemáticas de Komaba, arrancando las carcajadas de Ritsu y Kaoru con cada chorrada.

Y, aunque sólo fuera por un rato, Kaoru comprendió en serio que sentirse solo no tenía nada que ver con estarlo de verdad.

Hikaru y él no habían estado muy juntos últimamente, pero… ¿no formaba parte eso del proceso de expandir sus mundos?

No tener a su hermano cerca físicamente no significaba que lo hubiese perdido.

Así que quizá… quizá había estado confundido una vez más.

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Hitotsubashi era otra de las universidades más famosas de Tokyo, aunque en un grado un poco inferior a Todai. Tenía renombre sobre todo en el campo de las ciencias sociales y la economía, habiendo formado también a ilustres personajes de las altas esferas del mundo empresarial japonés. Pero, por supuesto, la carrera que estudiaba Haruhi allí no era Economía. Era Derecho.

Si Kaoru podía quejarse del muermo que había sido su última hora de clase aquel miércoles de finales de abril, Haruhi estaba sufriendo ya calambres en la muñeca por la velocidad a la que estaba copiando apuntes. En la cabecera del aula, el profesor de Derecho Público hablaba a una velocidad vertiginosa, escribiendo en la pizarra esquemas complicadísimos y proyectando en la pantalla un gráfico tras otro para intentar ilustrar unas palabras que resultaban tan incomprensibles como el suahili. Aquel hombre no vocalizaba adecuadamente (algo había comentado al inicio de la clase sobre un catarro de primavera) y la pobre muchacha se estaba desesperando, porque llevaba casi una hora y media sin enterarse de nada.

Mientras Yamada-sensei dibujaba el milésimo esquema del día, Haruhi se tomó un leve descanso, suspirando, y sacudió la mano derecha para intentar reavivarla. En ese preciso instante, una notita de papel fue a parar sobre sus apuntes, con una simple frase escrita en ella:

"Se nos va a escapar"

Haruhi miró de reojo hacia la compañera que se sentaba a su izquierda. Abe Etsu, hundida sobre sus apuntes con la nariz casi pegada a los folios, seguía escribiendo con fruición, su mano izquierda volando sobre el papel. Haruhi miró de reojo al profesor y escribió una rápida respuesta.

"¿Y qué sugieres? No puedo atarla con correa, ni obligarla a venir"

Le pasó el papel a su amiga y siguió tomando apuntes, apresurándose a recuperar el ritmo. Pero no pudo evitar captar por el rabillo del ojo cómo Etsu, sin dejar de escribir, cogía la nota, la leía y contestaba con la mano derecha.

"Ya te lo he dicho. La engañamos y ya está, aceptará ir si cree que Kana y yo también vamos"

Haruhi se desconcentró cuando Etsu volvió a lanzarle el papelito. Estaba perdiendo el hilo de las palabras de Yamada-sensei y eso la estaba poniendo nerviosa.

"¿Y no sería mejor que Kana y tú vinierais de verdad a la cena, en vez de engañarla?"

Antes de que le diera tiempo a ponerse otra vez a coger apuntes, Etsu le lanzó la respuesta.

"¡Imposible! Tadashi ha cambiado la fecha de la competición de Ninety-Nine Nights y no puedo faltar, vamos a reunir a cerca de 15 personas para jugar en red y sería una guarrada fallarles ahora. Sabes que yo iría encantada si no fuera por eso"

Haruhi entornó los ojos, mirándola de soslayo. "Otaku", masculló mentalmente.

"Pues tú misma. Intenta convencer a Tsukue si estás tan segura de ti"

"Yo la convenceré, tranquila. Pero estate atenta para que no se nos escape cuando acabe la clase, seguro que intenta poner pies en polvorosa"

"Está sentada al otro lado de la fila, no sé si voy a poder"

"Tú retenla como sea, que estoy maquinando un plan. Ya verás, es perfecto"

Haruhi ya había terminado de desorientarse. Volvió a poner atención a las palabras del profesor y se dio cuenta de que no tenía ni idea de lo que estaba hablando. Miró los apuntes de Etsu y vio que había copiado medio folio más que ella. Y se le hizo un nudo en el estómago que la dejó bloqueada cuando su amiga le arrancó la nota de la mano para añadir:

"Kana me ha dicho que él también va a intervenir para convencerla, así que esta vez creo que lo vamos a conseguir, llevamos mucho tiempo dándole la lata para que ceda"

- Etsu, luego me lo cuentas –masculló Haruhi entre dientes-. Me estoy per…

- ¡Shhh! –chistó la otra, dirigiéndole una fugaz mirada ceñuda a modo de reprobación, como si la víctima fuera ella, copiando apuntes sin parar en versión zurda.

Y a Fujioka le resbaló una gotita por la sien. "Monstruo ambidiestro con cerebro compartimentado", rezongó, fulminándola con la mirada. No tuvo más remedio que dar por perdidos los últimos minutos de clase, así que cambió de folio y siguió tomando apuntes como pudo a partir de ese punto.

Derecho era una carrera que no te dejaba respirar en ningún sentido de la palabra. Haruhi siempre había querido ser abogada, y a pesar de las dificultades también podía considerarse una enamorada de su carrera. Pero incluso ella tenía que admitir que los profesores les habían dado la bienvenida al segundo ciclo de una forma demasiado contundente. Asignaturas que ya eran espesas de por sí se les estaban atragantando a todos mil veces más de lo normal. Y eso lo decía ella, que disfrutaba estudiando Derecho. Así que los que estuvieran en aquella carrera por coacción externa, en vez de por auténtica vocación…

Ese pensamiento le hizo girar ligeramente el rostro para mirar de reojo hacia el otro extremo de la fila, donde Nozaki Tsukue se había sentado aquel día, seguramente intuyendo lo que iba a pasar al terminar la clase y huyendo descaradamente de sus dos amigas. Tsukue parecía agobiada intentando no perder el hilo de la lección, pero tenía cara de no estar entendiendo ni jota. Al contrario que Etsu, que se dedicaba a copiar obsesivamente hasta los carraspeos del profesor, ella apenas copiaba apuntes, escribiendo de vez en cuando con desgana algún término suelto o explicación que pareciera importante. Haruhi no pudo evitar pensar que ese día en concreto se veía más deprimida que nunca.

Un rayo de sol cruzó el aula, reflejando la luz del medio día en el pelo de Etsu, cortado a estilo chico y teñido de un chillón rosa chicle. Haruhi se cegó por un momento, volviendo a la realidad, y maldijo mentalmente, recordándose a sí misma que le prohibiera a Etsu volver a sentarse en el lado de la ventana. Algunos compañeros de detrás gruñeron por lo bajo, seguramente pensando lo mismo que ella. Incluso Yamada-sensei pareció desviar los ojos momentáneamente hacia la llamativa llamarada rosa que iluminaba medio aula, frunciendo el ceño. Pero la clase siguió su curso y Haruhi no tuvo más remedio que apartar de su mente cualquier pensamiento no relacionado con el Derecho Público para no perderse más todavía.

Cuando el profesor anunció por fin que ya era bastante por hoy, el suspiro fue casi general. Todo el mundo empezó a movilizarse enseguida, deseosos de salir de allí e irse a comer lo antes posible. Y, en medio del barullo, Haruhi se levantó con rapidez, inclinándose sobre la mesa para localizar a su amiga.

- ¡Tsukue! –exclamó.

Pero la chica se hizo la desentendida abiertamente. Haruhi la vio guardar sus cosas a la velocidad de la luz dentro de su mochila, y hacer amago de salir corriendo hacia el pasillo para bajar trotando las gradas hacia la salida. Y no pudo evitar fruncir el ceño con exasperación. Odiaba que Tsukue intentara salir por patas cada vez que ocurrían cosas como aquélla…

- Apártate, Haruhi –soltó gravemente Etsu a su espalda, y ella se volvió para ver a la otra chica ya de pie, con su propia mochila en alto y el ceño fruncido con concentración-. Esta tía no se nos vuelve a escapar hoy.

- ¡Chochotto, Etsu, no es necesario que…!

- ¡HOERU, ZABIMARU! –rugió ella, haciendo resonar su voz por todo el aula, aún abarrotada de gente, y lanzó su mochila por los aires con precisión asesina hacia la fugitiva Tsukue.

Varias personas chillaron del susto. Hubo un par de chicas que se llevaron las manos a los oídos y se hicieron un ovillo en el suelo, como si la universidad acabara de ser sacudida por un terremoto. Otro chico hizo un esfuerzo tan exagerado por apartarse de la trayectoria de la mochila voladora que acabó cayéndose por encima de su silla. Y Tsukue, que había vuelto el rostro hacia sus dos amigas con los ojos muy abiertos de estupefacción, no tuvo tiempo de reaccionar y recibió el impacto de lleno en plena cara. Con un ruido sordo muy desagradable, la muchacha perdió el equilibrio y cayó hacia atrás, rodando por dos tramos de gradas.

- ¡Tsukue! –gritó Haruhi, horrorizada.

- ¡Oh, no! –lloriqueó Etsu, llevándose las manos a la boca con cara de terror-. ¡La he matado! ¡La he matado!

Ambas chicas salieron corriendo de sus respectivos sitios para ir a socorrer a Tsukue, que ya estaba rodeada por un corro de personas que intentaban reanimarla.

- ¿La he matado? –repetía Etsu sin parar, tirándose de los pelos-. ¿La he matado? ¿La he matado?

- ¡Claro que no! –espetó uno de los chicos presentes, dedicándole una mirada fulminante-. Está bien.

- Abe-san, eres una bruta…

- ¿Podrías dejar de hacer este tipo de cosas, por favor?

- Lo siento, lo siento –Etsu alzó las manos ante sus compañeros de clase, inclinándose una y otra vez-. En serio, lo siento mucho…

Ignorando el alboroto que los rodeaba (incluso Yamada-sensei se había acercado a ellos para ver qué pasaba y la causante del problema estaba inclinándose hacia él tan profundamente que parecía un tentetieso) Haruhi se arrodilló junto a Tsukue, que gruñía por lo bajo, sujetándose la cabeza. El largo pelo negro, que le llegaba a mitad de la espalda, ondulado por naturaleza, se le había encrespado tanto que casi parecía haber metido los dedos en un enchufe.

- Tsukue, ¿estás bien? –preguntó preocupada, sujetándola de un brazo para ayudarla a incorporarse.

- Sí, sí, no pasa nada –musitó ella débilmente-. Está bien, he pillado el concepto. Vosotras ganáis, no intentaré escaparme esta vez…

Costó un buen rato disolver la conmoción. Yamada-sensei se marchó dirigiéndole una mirada muy desagradable a Etsu. El corro de estudiantes empezó a dispersarse, mascullando por lo bajo y mirando a la muchacha de reojo sin ningún tipo de reparo al pasar junto a ella. Y, cuando por fin el aula se quedó más o menos despejada, Etsu resopló y se dejó caer junto a sus dos amigas, que estaban aún sentadas en el suelo, en uno de los márgenes del pasillo para no colapsar el tráfico.

- Perdóname, Tsukue –murmuró, sinceramente arrepentida-. Pensé que no te iba a dar. Mi puntería suele ser una mierda.

- Tranquila –replicó la morena, y se apartó el flequillo con un suspiro de resignación-. Me alegro de que no me hayas roto la nariz. Ni la cabeza. Pero la próxima vez sólo dame una voz, ¿vale?

Etsu sonrió, recuperándose inmediatamente. Y, con la misma velocidad, frunció el ceño.

- ¡Si dejaras de actuar como una cría no tendría que darte nada! –regañó abruptamente, dejando a Tsukue muda de la impresión-. ¡Llevas tres días huyendo de nosotras! ¡Todos los años haces lo mismo! ¿Cuándo demonios vas a dejar de comportarte como una idiota? ¡Ni que estuviésemos intentando afiliarte a una secta, o algo por el estilo!

- Etsu –cortó Haruhi, mirándola con reprobación, y el discurso de su compañera murió en el acto-. Aunque ella tiene razón, Tsukue. Nos conocemos desde hace dos años. Creo que hay confianza suficiente para hablar, en vez de salir corriendo como si te persiguiera la peste. Me gustaría que este año nos dieras una oportunidad…

- Bueno, bueno, pero vámonos de aquí ya, ¿ne? Quiero salir de esta clase de una vez…

Entre Haruhi y Etsu ayudaron a Tsukue a levantarse, y ésta las esperó apoyada en una mesa mientras las otras dos iban a recoger sus cosas y se reunían de nuevo, bajando finalmente las gradas hacia la salida del aula.

- ¡Oi, Nozaki! –exclamaron un par de chicos que quedaban en las mesas más bajas, cuando las vieron pasar-. ¿Estás bien?

Tsukue sonrió vagamente, agitando una mano para quitarle importancia al asunto, y aceleró el paso inconscientemente para abandonar el lugar. Sin embargo, una vez en el corredor, Haruhi y ella se detuvieron otra vez al ver que Etsu no las seguía.

- ¿Pasa algo? –preguntó Fujioka, al ver a la chica de pelo rosa parada en la puerta de la clase, rebuscando dentro de su mochila.

- Tengo que ir a comprar unas cosas –explicó-. Id saliendo, ahora os alcanzo.

- Podemos acompañarte… -empezó Tsukue.

Pero Etsu negó con la cabeza, esbozando una amplia sonrisa traviesa.

- Adelantaos, adelantaos –insistió, fingiendo una risilla maquiavélica-. Quiero darle tiempo a Kana para que tire el cigarro y se meta un chicle en la boca.

Sin más, se volvió para marcharse en dirección contraria, hacia la cafetería de la facultad. Y se chocó de lleno con otra pareja que salía en ese momento de clase.

- Perdón –musitó uno de los chicos secamente.

- No pasa nada –exclamó Etsu, aún sonriente, sin prestarle atención a la cara escéptica que le acababan de dedicar.

Y se largó tarareando por lo bajo, mientras Tsukue y Haruhi la miraban con la frente arrugada en consternación.

- Siempre me pregunto si no se da cuenta o simplemente no le importa –comentó Haruhi con un suspiro, reanudando la marcha-. Lo que opina la gente de clase de ella, quiero decir.

Derecho no era sólo una carrera que no te dejaba respirar. También era una carrera en la que la mayoría de los alumnos pertenecían a una determinada clase social. Y más aún en una universidad como Hitotsubashi. Allí, las chicas solían ir perfectamente conjuntadas y perfectamente peinadas, sin un solo pelo fuera de su sitio. Los chicos iban de punta en blanco y muchos de ellos tenían la manía de mirar a los demás por encima del hombro, como si el "síndrome del fiscal" se les hubiese subido a la cabeza.

Aunque era un ambiente similar al de Ouran, Haruhi pensaba con frecuencia que en realidad no tenían nada que ver. A veces echaba de menos la inocencia con la que los ricos de su antiguo instituto afrontaban la vida. En la universidad, y más aún en tercero, que suponía haber sobrepasado ya el ecuador de la carrera, los profesores enseñaban a los estudiantes a ser prácticamente chacales, preparándolos para que supieran abrirse camino en el mundo real dentro de un par de años más. Era como vivir en una clase plagada de Kyouya-senpai's en su faceta especialmente hostil. Y, aunque Haruhi nunca había tenido problemas con ninguno de sus compañeros y se llevaba aceptablemente bien con todo el mundo, comprendía muy bien que era un ambiente en el que Etsu (otaku reconocida y orgullosa, con un estilo de vestir a medio camino entre lo hippie y lo macarra bastante alternativo, y el pelo de un rosa chillón que cantaba muchísimo en la facultad entera) desentonaba allí como un pez payaso en medio de un banco de sardinas.

- Kana dice que eso es lo que más le gusta de ella –comentó Tsukue, cabizbaja-. Que no le preocupe lo que piensen los demás, que no tenga complejos en ser ella misma, y esas cosas…

- Maa, quizá podrías aplicarte tú el cuento –soltó Haruhi vagamente, como quién no quiere la cosa.

Y, como siempre, su sinceridad se clavó en su compañera como una estaca.

- Sí, bueno, ¡pero yo no soy Etsu, Haruhi! –protestó Tsukue, sonrojándose ligeramente, medio avergonzada, medio exasperada-. Ya te lo he dicho muchas veces. Yo… -miró un poco alrededor y se acercó más a su amiga para seguir hablando en voz baja-. Yo soy de pueblo, ¿vale? Y se me nota un montón que soy de pueblo. No se me da bien interactuar con la gente de ciudad de clase media, así que muchísimo menos con la gente de ciudad de clase alta. Muy alta. Todos tus amigos del instituto son súper ricos. La gente rica se ríe de los pueblerinos como yo. No nos sabremos relacionar. Y no tengo ganas de pasar un mal rato. Si quisiera que se rieran de mí, me teñiría el pelo de verde moco y vendría a la universidad con una camiseta de… yo qué sé… alguna de esas series frikis que se traga Etsu día y noche.

Haruhi frunció el ceño ante esas palabras. Llevaba dos años conviviendo con Tsukue y si había algo que la fastidiara más que su obcecamiento a la hora de encasillar a las personas por su cuenta bancaria o por su lugar de nacimiento, era el hecho de que ella se menospreciara constantemente. Era una buena persona, con un corazón grande, de ésas en las que puedes confiar siempre que tengas un mal día. No era menos que nadie. Y estaba harta de que la propia Tsukue fuera incapaz de ver aquello.

- ¿Te resulta difícil relacionarte con Tamaki? –inquirió de golpe, alzando una ceja.

- Tamaki-san es diferente… -empezó Tsukue, pero, por la cara que puso, Haruhi supo que la había pillado-. Él es… mmm… ¿cómo decirlo sin resultar ofensivo?

- ¿Retrasado mental? –ayudó Haruhi, apretando los labios para no reírse.

- ¡No! –replicó de inmediato su amiga, sonrojándose otra vez-. N-no quería decir eso… Es decir… Tamaki-san es una persona muy inocente, y… y tiene la capacidad de ver las cosas buenas de las personas. Él no se ríe de los demás, o a-al menos ésa es la impresión que me da a mí…

- Ohhh –Haruhi esbozó una amplia sonrisa-. Yare, yare… le voy a decir que lo tienes en tan alta estima, seguro que le subes el ego unos cinco niveles más…

- ¡No! –repitió Tsukue, y su sonrojo se hizo más intenso-. ¡No serás capaz! ¿Acaso quieres que no pueda volver a mirarlo jamás a la cara?

- ¡No seas tan exagerada, Tsukue! –y, poniendo los ojos en blanco, Fujioka le dedicó una sonrisa más suave, apoyándole una mano en el hombro-. Mira, tú sólo conoces a Tamaki. Pero los demás son de su mismo estilo, confía en mí. Cuando los conocí, podían llegar a ser extremadamente groseros conmigo, pero lo hacían sin darse cuenta porque no habían visto un "plebeyo" en su vida. Hace ya cinco años que son amigos míos, y están más que acostumbrados a moverse por mi mundo. No van a ser groseros contigo, ni se van a reír de ti. Les encanta conocer gente nueva. Ya ves, cuando conocieron a Etsu se produjo una revolución. Ella les encantó. Y me parece que Etsu es bastante más… peculiar que tú.

Tsukue titubeó, arrugando la frente, y cabeceó de forma evasiva. Haruhi sabía de sobra que no creía aquellas palabras, pero en ese momento ese detalle no tenía importancia. Si conseguía que Tsukue accediera a venir a la cena de esa noche, ya tendría ella misma oportunidad de comprobar si los chicos de Ouran eran tan horribles como suponía o no.

No siguió insistiendo. Conocía lo suficiente a Tsukue como para saber que no serviría de nada insistir más. Era la misma escena que se había producido en primer curso, cuando, a las pocas semanas de haberla conocido a ella y a Etsu, les ofreció a ambas que la acompañaran a una cena que había organizado el viejo Host Club para celebrar el ingreso de los pequeños en la universidad. Etsu accedió encantada con desparpajo, pero Tsukue se negó rotundamente, argumentando que no conocía a esa gente, que se sentía incómoda y tal y cuál. Haruhi no insistió, porque se conocían desde hacía demasiado poco tiempo. Pero Tsukue siguió poniendo las mismas excusas con cada cena, reunión, comida grupal o mini fiesta a la que fuera invitada. Incluso consiguió escaquearse de asistir a la fiesta de cumpleaños de Haruhi. Y durante todo el segundo curso Fujioka se encontró más de lo mismo. Sabía que podrían considerarla pesada por seguir empeñada en invitar a Tsukue, cuando era obvio que a ésta no le atraía lo más mínimo el asunto. Pero también Haruhi tenía sus motivos para hacer lo que hacía…

Cuando salieron a los jardines del campus que rodeaban la Facultad de Derecho, la claridad del día las deslumbró. Por eso no vieron en un primer momento a los dos chicos que estaban plantados junto a los pivotes que separaban el césped del pavimento, al final del camino de acceso a la facultad, dónde éste se unía a una de las calles principales del campus.

- ¡HARUHI! –bramó de repente una voz demasiado conocida, antes de que las dos chicas terminaran de bajar las escaleras hacia el exterior.

Y Haruhi se sacudió por el sobresalto, suspirando con resignación al ver a lo lejos a Tamaki, agitando los brazos con entusiasmo para llamar su atención… y la de todo el mundo en cincuenta metros a la redonda.

- Hai, hai… -musitó para sí misma, y le dedicó un gesto con la mano para que se estuviera quieto y dejara de hacer el payaso allí en medio. Oyó a Tsukue reír por lo bajo, y se volvió hacia ella, dispuesta a intentarlo otra vez-. Te lo pondré más fácil todavía. ¿Crees que esta gente se va a reír de ti? No te preocupes, porque te aseguro que tú podrás reírte de ellos más todavía. Ahí tienes al ejemplo principal –y señaló a Tamaki con el pulgar.

La sonrisa de Tsukue se agrió.

- Sé que lo haces por mí, Haruhi –musitó, encogiéndose y metiendo las manos en los bolsillos de los vaqueros, que le quedaban un par de tallas grandes-. Y en serio te lo agradezco, pero… no sé…

- No es justo que digas que no congenias con la gente de ciudad, Tsukue, porque ni siquiera lo intentas. Si no lo intentas no puedes saber si va a funcionar o no. Eres tú la que se cierra a los demás, no los demás los que se cierran a ti –Tsukue no contestó, y Haruhi volvió a suspirar, dándose por vencida-. Wakatta, wakatta… Haz lo que quieras. Pero la oferta sigue en pie, no lo olvides.

Al lado de Tamaki, apoyado en uno de los postes de cemento, había otro chico que debía rondar la misma edad y estatura que el rubio, pero que aparentaba ser bastante más mayor, sólo por la expresión serena que tenía en contraste a la exagerada efusividad de su compañero. Iba mucho más desaliñado que Suou, con una vieja americana gastadísima que ya tenía los bolsillos deformados por el peso de haber llevado miles de cosas dentro a lo largo de los años, el pelo claro más largo de lo políticamente correcto recogido en una coleta deshilachada y unas viejas gafas de pasta que se le escurrían continuamente por el puente de la nariz.

Había estado fumando tranquilamente hasta hacía unos segundos, pero, al verlas aparecer, se apresuró a aplastar el cigarro contra el pivote para apagarlo, guardándoselo después en un bolsillo, y sacó del otro un paquete de caramelos, echándose uno a la boca rápidamente mientras agitaba la mano libre ante su cara para librarse del humo del tabaco que flotaba a su alrededor. Sin embargo, cuando Tsukue y Haruhi llegaron hasta ellos y se dio cuenta de que venían las dos solas, frunció el ceño y soltó:

- ¿Dónde está Etsu?

- Te tiene calado –masculló Tsukue, desapasionada, mirándolo con los ojos entornados-. Te ha dado un margen para que tires el cigarro.

Él dejó escapar un fastidiado "tsk", pensando seguramente que podría haber aprovechado para seguir fumando un rato más.

- ¿Qué tal el día? –preguntó Tamaki, que parecía de muy buen humor, sonriendo ampliamente mientras Haruhi se acercaba más a él para saludarlo.

- Agotador –contestó ella-. Los miércoles son horribles. Y esta tarde me gustaría quedarme un rato en la biblioteca para aprovechar. ¿Te importa que comamos en el campus?

- ¿O-nabe? –exclamó de inmediato el rubio, con ojos emocionados.

- Sí, o-nabe… -suspiró Haruhi, reprimiendo el impulso de poner los ojos en blanco otra vez. Pero parpadeó con extrañeza al ver a Tamaki asentir enérgicamente, con una sonrisa enorme que apenas podía contener-. ¿Qué te pasa? Estás como… muy contento, ¿no?

- ¡Me alegro de que lo hayas notado, querida mía! –proclamó Tamaki en el acto con una risilla, entrando en modo "pulpo-encantador" y pasándole un brazo por los hombros a Haruhi para pegarla bruscamente a él, mientras la chica lo miraba desde abajo con los ojos entornados-. Lo cierto es que me carcome la emoción pensando en la fiesta de esta noche, ¡hace tanto tiempo que no reúno a todos mis hijos bajo mis brazos que no puedo esperar! –con la misma cara que pondría un explorador al conquistar la luna, el joven alzó un puño con determinación, mirando al infinito-. ¡Será inolvidable! ¡Como si el Host Club renaciera de sus cenizas, cual fénix!

- Me emocionaría y todo si no fuera porque dices lo mismo cada vez que nos reunimos todos –masculló Haruhi-. Que viene a ser una vez cada dos semanas, aproximadamente…

- No, no, Haruhi –replicó Tamaki, dándoselas de interesante-. Esta vez será especial. Kana-san ya me ha dicho que Etsu-chan y él se apuntan.

Tamaki y su compañero intercambiaron una mirada extraña, sonriéndose con complicidad, antes de volver a apartar la vista. Haruhi se descolocó por un segundo, pero enseguida recordó las anteriores palabras de Etsu sobre engañar a Tsukue para que accediera a ir a la cena. No pudo evitar tensarse, preguntándose si aquello era realmente una buena idea. Pero la mano de Tamaki se cerró sobre su hombro, como diciéndole sin palabras que no se preocupara. Y guardó silencio, dispuesta a ver cuál era el estrafalario plan que habían puesto los chicos en marcha.

- ¿Vosotros vais? –le preguntó Tsukue a Kana, sin poder ocultar cierto toque de decepción en la voz.

- Maa, siempre que he ido a estas reuniones me lo he pasado genial –replicó él, encogiéndose de hombros y subiéndose las gafas con un gesto-. Y Tamaki-san me acaba de invitar, así que no veo por qué no debería ir… Está bien eso de salir de casa de vez en cuando y tomar un poco el fresco. Evita que a la gente le salga moho.

Tsukue contrajo la boca en una mueca y le dirigió una mirada de reproche por la indirecta. Pero no le dio tiempo a replicar.

- ¡Waaa, Tamakiii!

Etsu hizo por fin su aparición, corriendo por el camino hacia ellos, agitando una mano por encima de su cabeza. Estuvo a punto de llevarse por delante a unas cuantas personas, que, por suerte, lograron apartarse de su camino a tiempo. Pero el alboroto que estaba montando no pareció incomodar en lo más mínimo a Tamaki, que salió enseguida a su encuentro y, como en una coreografía ya ensayada, la recibió dramáticamente en sus brazos, atrapándola al más puro estilo principesco.

- ¡Mi príncipe! –berreó Etsu, imitando una voz chillona y emocionada.

- Ohime-sama –musitó a su vez Tamaki, entrando ahora en modo "príncipe seductor"-. Hoy estás más resplandeciente que nunca. Tu belleza compite con la de los árboles de sakura en flor. Acepta este mínimo presente de mi parte… una rosa para otra rosa.

Y sacó una rosa de su chaqueta para ofrecérsela a Etsu, que la aceptó inmediatamente con un ensordecedor "¡KYAAA!". Haruhi se estampó una mano en la cara, resignada ante una escena que se repetía como un ritual siempre que aquellos dos se encontraban. Cuando se dio cuenta de que ya no le importaba que la mitad del campus se quedara mirando el espectáculo con caras extrañas, no pudo evitar preguntarse si finalmente habría perdido su dignidad o la vergüenza ajena.

- ¿De dónde saca las rosas? –preguntó Kana con curiosidad, mirando a Haruhi con las cejas enarcadas mientras Tsukue se limitaba a observar a los otros dos con una gotita resbalando por su sien.

- No lo sé –admitió ella-. Nunca lo he sabido. Y creo que prefiero no saberlo.

- ¿Por qué nunca te inmutas ante esto? –inquirió esta vez Tsukue, dirigiéndose a Kana con la frente arrugada-. Es decir… ¿No es esto un poco…? Mmm, ¿cómo decirlo?

- ¿Estás de broma? –Kana reprimió la risa-. ¿Después de ver a Etsu flirteando abiertamente con Tadashi cada vez que nos reunimos? Esto es mejor. Por lo menos Tamaki no le mete mano en serio…

- Yo no me confiaría –comentó Haruhi, con expresión neutra-. En el instituto le llamaban Kiss Machine, ¿sabes?

- ¡Tamaki, eres genial! –estaba exclamando Etsu en ese momento, emocionadísima-. ¡Mou! La ilusión de mi vida es ir a un Host Club. ¡Kana nunca me dice cosas románticas!

- ¡Oi! –soltó finalmente el otro chico presente, alzando una ceja-. Hablando de Kana: estoy aquí, Etsu. ¿No deberías venir a tirarte a mis brazos primero, emocionada por volver a ver a tu novio después de una larga mañana separados? ¿Te importaría soltar ya a Tamaki? ¡Eh! ¿Moshi, moshi?

La pareja se separó por fin, Etsu riendo por lo bajo y sosteniendo su rosa con expresión encantada, y Tamaki apartándose el pelo de la frente con la misma cara que si hubiese salvado la selva tropical y recuperado el equilibrio en el universo. Aunque su satisfacción se tornó en lagrimeo depresivo al volver junto a Haruhi y ver que ésta lo estaba fulminando con la mirada.

- ¡Ojala hubiese estado en tu lugar, Haruhi! –seguía la recién llegada-. Me hubiese encantado estar en Ouran y poder ir al Host Club. ¡Oh, Tamaki! ¿No te has planteado fundar un Host Club en la universidad?

- Un Host Club en la universidad, ¿eh? –musitó Suou, llevándose una mano a la barbilla con emoción, formando ya castillos en el aire. Pero frenó su acelerado cine mental ante la aplastante mirada de Haruhi-. No, no, creo que ya no me sería posible… -rió con nerviosismo, rascándose la nuca-. Pero te ofrezco mis servicios gratuitamente siempre que quieras –añadió, guiñándole un ojo-. Incluso por teléfono.

- ¡Kyaaa!

Haruhi resopló, Tsukue puso los ojos en blanco y Kana se quedó mirando a su novia todavía con una ceja levantada.

- ¡No pongas esa cara! –rió Etsu-. Era broma, era broma…

- Eso espero.

Y, sin más, Kana le pasó a la chica un brazo por la cintura, atrayéndola, y se inclinó hacia ella para plantarle un beso en la boca.

- Por Kami… -gruñó Tsukue, mirando hacia otro lado-. ¿Podéis dejar de hacer eso en medio de la calle, por favor? ¿No tenéis el menor respeto por la gente que os acompaña?

- ¡Haruhi! –reclamó en el acto Tamaki, con ojos llorosos-. ¿Por qué tú nunca me recibes así cuando vengo a recogerte?

- En la universidad no, senpai –atajó ella secamente, plantándole una mano en la cara para alejarlo de ella. Aunque no quedó muy claro si se refería al beso o al nuevo arranque de dramatismo exagerado.

- ¡Mou! –gruñó de repente Etsu, separándose de golpe de su novio y llevándose una mano a la boca con el ceño fruncido-. ¿De qué demonios es el chicle que te estás comiendo?

- No es un chicle. Es un caramelo de café.

- ¡¿NANI?! –Etsu arrugó la cara entera, como si fuese a echarse a llorar, y se apretó los puños contra los labios-. ¡Pero qué asco! Café y tabaco, ¿no podrías haber encontrado una combinación peor?

Y esta vez la gotita le resbaló al grupo entero.

- Perdóneme la vida, ohime-sama –musitó Kana, poniendo los ojos en blanco-. Se me habían acabado los chicles…

- Toma, cómete esto –replicó ella, y sacando de su mochila un paquete entero de caramelos con sabor a fresa intensa, cogió uno y se lo metió a Kana en la boca sin previo aviso. Él estuvo a punto de atragantarse.

- Kami… -tosió, manteniendo la compostura a duras penas, llevándose ahora él una mano a la boca-. Esta combinación de sabores es demasiado para mí… Creo que voy a vomitar.

- ¡Si dejaras de fumar, no tendríamos que recurrir a esto! –reclamó apasionadamente Etsu.

- Y si dejaras de ser tan maniática con los olores y los sabores, tampoco…

- ¡Tamaki! –la joven se giró hacia el rubio lloriqueando, en busca de apoyo, y a Haruhi le recordó horriblemente a la forma en la que Tamaki recurría a Kyouya en los momentos de tensión-. Tú me entiendes, ¿verdad?

- Aa… -musitó Suou con una sonrisita, sudando, no muy seguro de querer meterse por medio en aquel asunto-. Kyouya tiene el mismo problema con Ishiko… fuma como una carretera.

- Ella fuma más que yo –se defendió Kana, arrugando el ceño levemente-. Bastante más.

Pero Etsu lo ignoró.

- Qué duro debe ser para un futuro médico ver cómo tu pareja se va matando lentamente a sí misma por el tabaco –comentó, enternecida-. Pobre Kyouya-san… Sólo él puede comprender cómo me siento con respecto a este asunto…

- No te esfuerces –intervino Tsukue, suspirando hondamente-. Kana lleva fumando desde los 14, no lo va a dejar ahora. Una vez lo intentó y se convirtió en un monstruo. No había quién lo soportara, era horrible. Prefiero que siga fumando a tener que volver a pasar por aquello.

- Gracias, cariño –soltó el aludido, mirándola con los ojos entornados-. Creo. De todas formas… hay cosas peores, Etsu.

- ¡No hay nada peor! –bramó ella de golpe, abalanzándose sobre él para agarrarlo por las solapas de la chaqueta y empezar a zarandearlo con energía, haciendo que las gafas se le escurrieran peligrosamente hasta la punta de la nariz-. ¡No hay nada peor! ¡No sólo es el cáncer! ¡Es que se te pega el olor a tabaco en la ropa y vas a oliendo a cigarro todo el día! ¡Y me llenas la casa con olor a cigarro! ¡Es como cuando tienes un perro! ¡Luego vas oliendo a perro a todas partes!

Tsukue volvió a suspirar, resignada. Tamaki parpadeó y se olió disimuladamente la ropa, antes de volverse hacia Haruhi y musitar, seriamente preocupado:

- ¿Yo huelo a Antoinette?

- A veces –asintió ella, sólo por la satisfacción de ver de nuevo su cara horrorizada.

- Muy bien –Kana se quitó a Etsu de encima con gesto decidido, frunciendo el ceño-. Quiero que seas consciente de lo que acabas de decir. Estás comparándome con "tener perro". ¿Eso valgo para ti? De acuerdo. Sabes quién te va a preparar la cena a partir de ahora, ¿verdad?

- ¡Yo no he dicho que…!

- Lo sabes, ¿verdad?

- ¡Kana, no seas…!

- Lo sabes, ¿verdad?

- ¡Pero yo no…!

- Lo sabes, ¿verdad?

- ¡ARRGG, WAKATTA, WAKATTA! –rugió ella, tirándose del pelo con desesperación-. ¡Fuma todo lo que quieras, maldita sea! ¡Pero no me dejes sin cenar, por favor!

Y se tiró a él para abrazarlo a modo de reconciliación. Kana abrió los brazos hacia sus espectadores, encogiéndose de hombros, y compuso una expresión de triunfo, alzando los pulgares en gesto de victoria hacia Tamaki y Haruhi, que no pudieron evitar echarse a reír por lo bajo.

- Voy a decirle a Kyouya que use la misma táctica con Ishiko –le comentó Tamaki a Haruhi en voz baja, aprovechando el gesto para pasarle un brazo por los hombros y quedarse apoyado en ella, que esta vez no se quejó.

- Sí… seguramente sea la técnica definitiva. Kana posee una amplia sabiduría popular.

- Arigato, arigato –musitó él, quitándole importancia al asunto con un gesto, mientras le acariciaba la cabeza a la desconsolada Etsu con la otra mano-. Ya sabéis lo que dicen: antes de iniciar una batalla, conoce a tu adversario. Es vital para poder… Tú, ¿qué crees que haces?

Kana interrumpió abruptamente su discurso para volverse de golpe hacia Tsukue, que se había ido alejando disimuladamente de las dos parejas, en un último intento de huir. Pero, al ser descubierta, la joven volvió a quedarse estática, empalideciendo.

- M-maa, no sé si sabes que yo trabajo por la tarde –empezó a excusarse, con otra sonrisilla nerviosa, llevándose una mano a la cabeza-. Ya sabes, necesito dinero para vivir y esas cosas, y me encanta estar con vosotros aquí en medio, en serio, pero quizá debería irme a comer antes de que se me haga más tarde, o no llegaré al trabajo, y entonces me echarán la bronca, y…

- Ven aquí –cortó Kana, impasible, y le indicó con un gesto que volviera a acercarse.

Y Tsukue, como una niña regañada por su padre, agachó la cabeza y se acercó de nuevo, hundida de hombros.

- Me han dicho que esta noche te vienes a la fiesta, ¿no? –comentó el chico con despreocupación.

La morena dirigió una fugaz mirada a Tamaki y Haruhi, que la observaban con expectación, y volvió a apartar la vista enseguida, incómoda.

- T-tengo que trabajar, Kana –intentó defenderse-. Y s-salgo tarde del trabajo, y termino muy cansada. No me dará tiempo a ir y volver a casa y…

- No te preocupes por eso, Tsukue-chan –intervino Tamaki, sonriendo-. Yo voy a pasar por casa de Haruhi para recogerla en coche, y tu trabajo nos pilla de camino al restaurante, podemos pasar a por ti.

- No va a ser nada formal –añadió Haruhi-. Sólo vamos a cenar en un restaurante de comida rápida. No necesitas ir a casa a cambiarte de ropa…

Tsukue se puso más nerviosa todavía, sintiendo que la estaban acorralando.

- I-iie, Tamaki-san, n-no es necesario que te molestes, si Kana y Etsu también van a ir, puedo ir con ellos y…

- No, no puedes –atajó Kana-. Nosotros no vamos a ir directamente a la cena, vamos a llegar un poco más tarde. Tenemos que pasar por casa de Tadashi, me ha llamado hace un rato diciendo que esta mañana no tenía clase y se ha pasado por Akiba para comprarle no sé qué frikada a Etsu…

- ¿Hontou? –exclamó ella, mirándolo con la cara iluminada de ilusión-. ¡Dime que es el último tomo de Yotsuba!, por favor! ¡Dijo que salía esta semana y que se encargaría de comprármelo!

- Sí, bueno… algo de eso era, sí.

- ¡KYAAA! –chilló la joven, brincando-. ¡SUGOI! Tienes que leer Yotsuba!, Kana, ¡quiero que cuando tengamos una hija sea como ella!

- Haré como que no he oído eso último… Ya supuse que querrías ir a recogerlo hoy mismo.

- Puedo ir con vosotros a ver a Tadashi y Saho… -siguió intentando Tsukue, con voz temblorosa.

- Vamos a ir desde casa de los padres de Etsu, que nos han invitado esta tarde. Y eso está en la otra punta de la ciudad, Tsukue.

Tsukue abrió y cerró la boca, buscando más argumentos. Pero la dialéctica de Kana era aplastante, y Haruhi no pudo evitar asombrarse de la rotundidad con la que mentía. Nadie habría podido adivinar que todo aquello era una bola gigantesca. Se sintió un poco mal por estar engañando a la chica, pero no tenían más remedio. Tsukue intentaba acoplarse a Kana y Etsu porque le habría resultado más fácil librarse de ellos más tarde, estando en privado, que de Tamaki, al que tendría que acompañar más por compromiso que por otra cosa. Había que cortar ese cordón umbilical.

- No te preocupes –sonrió Tamaki suavemente, en un último empujón para animarla-. Nosotros cuidaremos de ti hasta que ellos lleguen. No puede ser tan malo, ¿ne?

La morena hizo amago de resistirse una última vez, pero Kana la interrumpió.

- Tsukue –soltó, tornándose muy serio-, ¿recuerdas lo que me dijiste cuando me vine a estudiar a Tokyo? Pues ya es hora de que lo pongas en práctica.

Ella se quedó con la boca abierta por un momento. Los miró a todos, uno a uno, titubeó, volvió a abrir y cerrar la boca, se rascó la nuca con una mueca y, finalmente, resopló.

- Está bien… Iré a la fiesta con Tamaki-san y Haruhi.

- ¡Genial! –exclamaron Etsu y Tamaki a coro, entusiasmados, y alzaron también los pulgares.

Haruhi intercambió una mirada con Kana, y sonrió ligeramente cuando éste le guiñó un ojo con complicidad. Sin duda alguna, aquel tipo tenía mucho arte… en todos los sentidos de la palabra. Pasando de largo a los otros dos, que ya estaban zarandeando a Tsukue con emoción, asegurándole que no se iba a arrepentir y demás payasadas, el joven le pasó un brazo por los hombros a la morena, estrechándola en un abrazo, y le plantó un beso en la cabeza con cariño.

- Así me gusta, preciosa –sentenció-. Estoy muy orgulloso de ti.

- Urusai –masculló Tsukue, mirándolo con una mueca-. Que yo recuerde, no eres mi padre.

- Como si lo fuera. Tu señor padre y tu señora madre me encargaron que te echara un ojo cuando vinieras a Tokyo. Y por Kami que eso es lo que hago. Hala, vámonos a comer ya o no llegarás a tu querido trabajo.

- ¡Oi, oi! –protestó Etsu, cuando Kana echó a andar ya tranquilamente, agarrado a Tsukue-. ¡Luego me dices a mí con Tamaki! ¡No te aproveches!

- ¿Cómo dices? ¿Te refieres a esto? –y volvió a besar a Tsukue en la cabeza.

- ¡Mou, Kana! –gruñó Etsu-. ¿A quién llamabas Kiss Machine, Haruhi? ¿Qué te parece este tío?

- ¡¿Les has dicho lo de Kiss Machine?! –exclamó Tamaki, mirando a Haruhi con horror y llevándose las manos a la boca-. ¡Masaka! ¡Haruhi, eres cruel! ¡Es algo que habría esperado de Hikaru y Kaoru, pero no de ti!

- Yare, yare… -musitó la otra, poniendo los ojos en blanco-. Lo dije hace como media hora, senpai, y tú estabas delante. Yo no tengo la culpa si te pilló en uno de tus muchos momentos de abstracción.

Tamaki hizo amago de deprimirse en un rincón, pero como estaban en medio de la calle, Haruhi se apresuró a agarrarlo de un brazo y tirar de él para no dejarlo atrás, arrastrándolo con ella mientras se ponían en marcha, siguiendo a los otros tres. Kana iba riéndose a carcajadas mientras Etsu seguía quejándose y Tsukue, ya harta de ser utilizada para sacar de quicio a su amiga, intentaba quitarse al chico de encima a base de empujones que al otro parecían rebotarle.

- Tsukue se va a enfadar muchísimo cuando descubra el engaño –murmuró de repente en voz muy baja, para que sólo Tamaki la oyera.

- ¿Eh? –él dejó de lloriquear en el acto, recuperando la compostura. Dirigió una mirada a Tsukue, alzando las cejas, y luego sonrió-. Maa… entonces habrá que asegurarse de que no se arrepienta de haber venido.

Haruhi miró a su compañero de soslayo, y no pudo evitar sonreír también.

- Bueno, tú eres experto en conseguir que la gente no se arrepienta.

Y, cuando el rubio se sonrojó intensamente, pillado por sorpresa, ella también se echó a reír.

--------------

Tocar al timbre de la casa de los Fujioka siempre era una actividad de alto riesgo físico. Sobre todo para Tamaki. Así que, cuando llegó a recoger a Haruhi para irse a la cena, al atardecer, tuvo que permanecer unos segundos parado delante de la puerta, inspirando y expirando, preparándose psicológicamente, antes de llamar. A los dos segundos escasos de que el "ding-dong" resonara en el interior de la casa, la puerta se abrió de golpe y un puño surgió de la nada volando peligrosamente rápido hacia su cara. Tamaki fintó, esquivándolo con destreza. Pero no previno el otro puño que venía desde abajo y que lo mandó volando por los aires con un impacto similar al de un cañonazo. Se estampó contra el suelo, dejándose los dientes en la entrada de los Fujioka. Y enseguida un pie incorpóreo empezó a pisotearle la cabeza.

- ¡Siempre te olvidas de que tengo dos puños, BAKA! ¿Así pretendes proteger a mi pequeña de los infortunios de esta vida? ¡Tú, incompetente! ¡Mediocre! ¡Lerdo!

- R-R-Ranka-san… -masculló Tamaki a duras penas, con la cara contra el suelo-. Llevo tres años saliendo con Haruhi… ¿c-cuándo vas a parar esto, por favor…?

- ¡NUNCA! –rugió Ranka, pisoteándolo aún-. ¡Nunca, nunca! ¡Nunca hasta que me muera! ¡Quizá siga haciéndolo después de muerto!

- ¡¡Waaaa!! –lloriqueó Tamaki, con la imagen del fantasma de Ranka persiguiéndolo eternamente rondando por su cabeza.

- ¡Chotto, otou-san, yamete kudasai!

Haruhi hizo por fin su aparición en la entrada y, agarrando a su padre de un brazo, tiró de él hacia el interior para sacárselo de encima a Tamaki, que quedó espachurrado en el suelo.

- ¡Deja de comportarte así! –regañó la joven, con el ceño fruncido-. ¡Un día vas a hacerle daño de verdad! Vamos, senpai, ya puedes entrar en casa.

Tamaki se arrastró como pudo hacia el interior, cerrando la puerta tras él.

- ¡¿Pero qué patética forma de arrastrarse es ésa?! –bramó de nuevo Ranka, empezando a pisotearlo un poco más-. ¡Levántate y camina como un hombre!

- ¡Otou-san! –exclamó Haruhi, enfadándose-. ¡Ya basta! ¡Pareces una SUEGRA!

Aquélla era la palabra clave, como un código secreto. Ranka se apartó inmediatamente de Tamaki y se llevó las manos a la cara, chillando un horrorizado "¡Kyaaa, Haruhi, eso es cruel!" que hizo retumbar la casa entera. Y, mientras el okama se deprimía y lloraba amargamente aquel término tan ofensivo, Tamaki aprovechó para levantarse por fin, suspirando con alivio. Hacía pocos meses que habían descubierto la hipersensibilidad de Ranka ante la palabra "suegra", y lo cierto era que su vida había mejorado bastante desde entonces. Al menos, los agresivos recibimientos en casa de los Fujioka ya no duraban media hora, sino unos escasos minutos.

- ¿Estás bien? –le preguntó Haruhi cuando se puso en pie, sacudiéndole un poco la ropa.

- Sí, sí, ya me he curtido –sonrió él.

- Has llegado antes de lo que esperaba, estoy terminando de pasar los apuntes de hoy. ¿Te importa esperar un rato? De todas formas, no tardamos mucho en llegar a la tienda en la que trabaja Tsukue, y a ella le falta bastante aún para salir.

- Wakatta. No hay problema.

- Entonces ahora vuelvo. No tardo nada, ¿vale?

Y, tal cuál había aparecido, se volvió a largar. Tamaki empezó a sudar, girando lentamente el rostro hacia Ranka, que estaba fulminándolo con una mirada asesina desde el rincón oscuro en el que se había estado deprimiendo. El chico se petrificó, horrorizado. Pero el padre de Haruhi cambió de modo repentinamente y se recuperó de golpe, poniendo los ojos en blanco con suficiencia mientras comentaba:

- Maa, ¿qué pretendes quedándote ahí clavado como un espantapájaros? De verdad no tienes ni los más mínimos modales, ¿eh? ¿Y no has traído ningún aperitivo de regalo? Eres lo peor. Vamos, baka. He preparado té. No te quedes ahí lloriqueando recordándome lo patético que eres…

Sin más, pasó directamente a la sala. Y, llorando en silencio los muchos insultos y desprecios, Tamaki lo siguió.

Ranka se sentó con un suspiro a la mesa, en la que ya había una bandeja con dos tazas y una tetera, y empezó a servir el té mientras Tamaki tomaba asiento frente a él. Iba vestido con el acostumbrado chándal viejo que usaba para estar por casa, y seguía llevando el pelo ondulado y teñido, aunque se lo había recortado un poco desde la primera vez que lo vio. Cada vez que ambos se encontraban a solas en situaciones como aquélla, el rubio sentía algo extraño por dentro. Como si no terminara de creerse que habían pasado ya tantos años desde que toda su vida empezó a cambiar con la aparición de Haruhi…

- ¿Qué pasa? –soltó Ranka con hostilidad-. ¿Tengo monos en la cara?

Y Tamaki brincó, sobresaltándose al darse cuenta de que se había quedado mirando al okama fijamente con la boca entreabierta.

- ¡I-iie, iie! –se apresuró a balbucear, y cogió con rapidez su taza para darle un sorbo que estuvo a punto de abrasarle la lengua.

- Me alegro, porque tengo que trabajar esta noche –suspiró Ranka, llevándose las manos a las mejillas coquetamente.

El ambiente se distendió por fin con la pequeña broma. Y Tamaki reprimió un suspiro, tranquilizándose. A pesar de los años, aún no tenía mucha confianza a la hora de tratar con Ranka, y más cuando estaban a solas y no podía ampararse en el apoyo de los otros miembros del Host Club. No es que sus amigos le hubiesen servido de mucha ayuda en situaciones así en el pasado, más bien todo lo contrario, pero al menos estaban ahí y hacían bulto. Ahora era él el único que estaba presente para enfrentar al padre de Haruhi, y para sacar conversación. Y, aunque seguía habiendo muchas lagunas entre ellos, al menos podía decirse que habían aprendido a congeniar.

Un poco.

Remotamente.

Vale, muy remotamente.

Intentando no deprimirse con ese pensamiento, le dio otro sorbo más calmado a su té, y se sorprendió. Era su favorito. Miró a Ranka, que también estaba sorbiendo despreocupadamente de su taza. No sabía si lo había preparado él o Haruhi. Pero, de todas formas, ese pequeño detalle le hizo sentirse mejor. Aunque no iba a decírselo a su compañero, por supuesto.

- Haruhi me ha dicho que por fin habéis convencido a Tsukue-chan para que os acompañe –comentó Ranka con tono casual-. Me alegro mucho.

- Aa, nosotros también –asintió Tamaki, sonriendo, y se sintió mucho más cómodo de repente-. Kana-san dice que desde que Etsu-chan y él empezaron a vivir juntos a mediados del año pasado, Tsukue-chan se ha estado reprimiendo cada vez más. Y estaba muy preocupado por ella.

- Sou ka –Ranka bebió un poco más-. Tsukue-chan es de una aldea cercana a Hinode, ¿ne?

- Hai –Tamaki bajó la vista, observando su té-. En cierto modo… la entiendo. Supongo que la vida en una aldea no tiene absolutamente nada que ver con la vida en la ciudad. Es normal sentirse muy solo y descolocado cuando uno se va a vivir a un sitio tan diferente a en el que se ha criado.

Por un momento se hizo el silencio. Ranka miró de reojo a Tamaki con seriedad, pero no hizo ningún comentario.

- De todas formas –siguió el rubio, recuperando el ánimo-, Kana-san me ha estado contando que Tsukue-chan ya es cerrada de por sí. Varios amigos suyos del instituto de Hinode están en Tokyo estudiando también. El propio Kana-san es amigo suyo de la infancia, casi como un hermano mayor. Pero estudian en universidades diferentes y viven bastante lejos unos de otros, así que Tsukue sólo ve con frecuencia a Kana-san, que es el único que estudia también en Hitotsubashi.

- Y, si ahora Yamauchi-kun está viviendo con Etsu-chan y se han creado su propia vida, Tsukue-chan queda un poco descolgada. Ya comprendo.

- Exactamente. Por eso llevamos tanto tiempo intentando presentarle a nuestros amigos, para que expanda horizontes un poco.

- ¿No tiene amigos en la universidad?

- Creo que sólo congenia con Etsu-chan y Haruhi –Tamaki le dio otro sorbo a su té, pensativo-. Haruhi dice que teme no saber relacionarse con la gente de ciudad por ser de pueblo…

- Maa, qué niña tan poco entusiasta… -suspiró Ranka dramáticamente. Luego añadió más en serio-: Pero… lo más probable es que piense que no necesita conocer a nadie más de los que ya conoce.

- Tal vez. Entiendo que se aferre a las personas a las que quiere, pero si no pones algo de tu parte cuando llegas a un sitio nuevo, nunca conocerás a nadie ni harás nuevos amigos. Haruhi me contó que fueron Etsu-chan y ella las que se acercaron a Tsukue, y no al revés. Si no hubiese sido por eso, seguiría sola. A veces vale la pena abrirse un poco a los demás aunque sea difícil al principio. Si no lo haces, no podrás encontrar gente con la que congeniar. Quizá estés dejando pasar la oportunidad de hacer grandes amigos…

Ranka se había quedado mirando cómo Tamaki divagaba con la vista fija ausentemente en su té. Pero, cuando el chico terminó y se hizo el silencio, pareció darse cuenta de lo que acababa de monologar y levantó de golpe la vista hacia el padre de Haruhi, sonrojándose un poco.

- M-maa, e-eso es lo que y-yo opino, claro…

- Sou… -musitó Ranka suavemente, y sonrió-. Me has impresionado, Tamaki-kun. Son palabras muy inteligentes… viniendo de un imbécil como tú.

Tamaki volvió a deprimirse, hundiéndose de hombros mientras Ranka seguía bebiendo felizmente.

- De todas formas, es la verdad –añadió Ranka, acodándose en la mesa y apoyando la cabeza en una mano-. Venir a Tokyo e hipotecar tu vida sólo porque no puedes ver todos los días a tus amigos de infancia no es sano. Haruhi me ha dicho que Tsukue-chan tiene tres trabajos diferentes a la semana, y que es ella misma la que parece empeñarse en ocupar cada segundo del día libre en trabajar. Trabajar, trabajar, trabajar, ¿qué tipo de recuerdos se va a llevar esa muchacha de aquí cuando vuelva a casa? Está más esclavizada que otra cosa. Ya tendrá tiempo de matarse a trabajar cuando crezca, ahora es el momento de vivir y disfrutar –dirigiéndole una elocuente mirada a Tamaki, Ranka amplió su sonrisa-. ¿No crees?

Él comprendió enseguida. Estudiar, estudiar y estudiar era la filosofía que había llevado Haruhi a Ouran cuando llegó al instituto. No tenía vida, ni le interesaba tenerla, hasta que conoció a la gente del Host Club y todo cambió radicalmente. Y entonces recordó aquel día, hacía ya tantos años, en el que Ranka le dio las gracias al Host Club en pleno por haber conseguido que su hija disfrutara de su vida en el instituto, se divirtiera, conociera a gente e hiciera nuevos amigos, acumulando buenos recuerdos para toda una vida.

- Maa, nadie mejor que vosotros para animar la vida de Tsukue-chan, ¿ne? –siguió Ranka-. El Host Club existe para llevar la felicidad a las chicas, si no recuerdo mal. Sin contar el hecho de que sois los únicos que podéis permitiros el lujo de estar perdiendo el tiempo todo el día y atosigar la vida de los demás.

Tamaki se hundió una vez más ante el último comentario. Pero antes de poder decir nada, Haruhi apareció en la sala nuevamente.

- Ya estoy lista –informó, terminando de colocarse una cazadora vaquera-. Cuando quieras nos vamos, senpai.

- Kawaii… -musitaron al unísono Tamaki y Ranka, mirándola embelesados con las mejillas sonrojadas.

Y Haruhi puso los ojos en blanco, resignada.

- Vámonos ya, anda.

Tamaki se terminó de un trago lo que le quedaba de té y empezó a levantarse, con las recomendaciones de Ranka de fondo:

- Pasadlo muy bien –entonaba con esa vocecilla melosa-, y saludad a Kyouya-kun y a los demás de mi parte. ¡Mou, hace tiempo que no los veo! A ver si venís a casa todos algún día. Suerte con Tsukue-chan. Y tú –añadió, volviéndose hacia Tamaki cambiando radicalmente de tono-, esta noche no estoy en casa porque tengo trabajo, pero si traes de vuelta a Haruhi a una hora indebida me enteraré. Y si te quedas a dormir aquí también me enteraré. Y si crees que porque yo no esté podrás hacerle algo indecente…

- ¡Otou-san! –bramó Haruhi, exasperada-. ¡Deja ya de decir estupideces, por favor!

- ¡Pero Haruhi! –se defendió Ranka, llevándose las manos a las mejillas con ojos acuosos-. ¡Eres tan joven! ¡Estás en la edad! ¡Y Hikaru-kun y Kaoru-kun siempre me han dicho que este tipo es un pervertido! Quizá un día se sienta tentado a experimentar cosas nuevas y…

- ¡CHIGAU! –chilló Tamaki, que se había puesto como un tomate en cuestión de segundos, con un nerviosismo que alcanzaba cotas altísimas-. ¡Eso jamás ocurrirá! ¡Nunca le haría algo así a Haruhi!

Un extraño silencio cayó sobre ellos. Haruhi se volvió para mirar a Tamaki con cara de ultratumba, desprendiendo oscuras ondas por todos sus poros, y el rubio chilló otra vez, petrificándose.

- Eso no hace falta que lo jures, senpai –sentenció siniestramente.

Y Tamaki se hizo un ovillo en un rincón, lloriqueando.

- Como sea –resopló la joven, molesta-, no te pongas paranoico, otou-san. Después de cenar vamos a ir al teatro, a la sesión de la noche. Yuzuru-san nos ha invitado. Así que no estoy segura de a qué hora llegaremos, pero prometo que no será muy tarde.

- Wakatta, wakatta –cedió Ranka, con un gesto resignado-. Divertíos mucho, ¿ne?

- Haaai. Maa, nos vamos ya. Que te vaya bien esta noche, otou-san –Haruhi se despidió de su padre con un gesto y una sonrisa y se encaminó hacia la puerta, dando por el camino un golpecito a Tamaki con el pie, mirándolo con los ojos entornados-. Senpai. ¿Vienes o no?

Tamaki sorbió exageradamente por la nariz, contestando algo ininteligible. Así que Haruhi resopló, hastiada, y lo agarró de un brazo para levantarlo y arrastrarlo con ella. Con una última despedida, los dos jóvenes se marcharon finalmente, cerrando tras ellos, y Ranka se quedó en silencio, aguzando el oído para captar la conversación que llevaban su hija y su novio por la galería, ella renegando y él lamentándose. Nunca lo admitiría delante de ninguno de los dos, pero la verdad era que le gustaba mucho oírlos hablar entre ellos. Se dirigían el uno al otro con una camaradería apabullante. La forma en la que interactuaban le hacía mucha gracia. Y, sin poder evitarlo, aprovechó que estaba a solas y se permitió soltar una risilla divertida, pensando en esa pareja tan peculiar.

Cogió su taza, se levantó y fue a sentarse a uno de los rincones de la sala, donde tenían el pequeño altar con la tabilla funeraria de Kotoko, adornada permanentemente con flores. Acomodándose delante de la foto de su difunta esposa, Ranka siguió sorbiendo su té con tranquilidad, disfrutando de la quietud. Y volvió a reírse de Haruhi y Tamaki, que sin decir ni hacer nada, simplemente un día se dieron cuenta de que había algo más y empezaron a cogerse de la mano distraídamente o a salir juntos a solas, como si aquélla fuese la consecuencia lógica de su relación.

¿Tres años, había dicho Tamaki? ¿Tres años ya?

Se habían pasado en un suspiro…

- Nee, Kotoko –musitó, sonriendo vagamente-, nuestra niña ha crecido muy deprisa, ¿sabes? Pero… supongo que está bien así. Estará bien. Él es idiota. Pero un buen idiota, a fin de cuentas.

Y, riendo otra vez por lo bajo, le dio otro sorbo a su té.

--------------

Haruhi se alegraba de que, con el paso del tiempo, Tamaki hubiese desarrollado la costumbre de ir a su casa en un coche medianamente normal. Todo lo normal que puede permitirse un rico, por supuesto. Pero, aunque saltaba a la vista que era una adquisición de las caras (de las muy caras) al menos no cantaba tanto como aquellas terribles limusinas de la longitud de un autobús urbano. Odiaba que sus amigos aparecieran por su barrio como si fuesen una de las procesiones del festival de Gion.

Lo que todavía no terminaba de encajar era el chofer. Detestaba ir en un coche con chofer. Y, después de tres años, todavía lo seguía detestando.

- ¿Cuándo vas a empezar a conducir tu propio coche? –inquirió cuando ambos estaban ya sentado en el asiento trasero, después de haberle dado la dirección al conductor y haber emprendido la marcha.

- ¿Ehhh? ¿Por qué? Me resulta mucho más cómodo así.

Haruhi entornó los ojos.

- Hikaru y Kaoru conducen y tienen coche propio. Incluso Kyouya-senpai conduce su propio coche.

- Maa, lo de Kyouya es distinto. Si no condujera él mismo su coche, no podría ir a ver a Ishiko…

- Creo que hasta Hani-senpai conduciría, si no fuera porque no llega bien a los pedales –siguió Haruhi implacable, ignorándolo.

- ¡Haruhi! –lagrimeó nuevamente Tamaki, ofendido-. ¡Yo conduzco! Tengo carnet de conducir desde hace años.

- Sí, y está muy bien de adorno dentro de tu billetera. Aunque, pensándolo mejor, con la forma de conducir que tienes casi prefiero que nos lleve un chofer. Me siento mucho más segura.

- ¡¡Gaaan!! –se horrorizó el rubio, profundamente tocado.

Pero Haruhi suspiró e, ignorando su nuevo intento de deprimirse, se volvió hacia él y preguntó más en serio:

- ¿Qué estabas hablando con Kana-san esta mañana? No tuve oportunidad de preguntarte después.

Tamaki se recompuso rápidamente, parpadeando con curiosidad.

- Maa… -musitó, pensativo-, un poco de todo. Ya sabes, está preocupado. Parece ser que el otro día Tsukue-chan estuvo hablando con él y le dijo que dentro de poco se le acaba uno de los contratos y está buscando otro trabajo como loca. Además, está muy estresada desde que ha empezado el nuevo curso. Y, por lo que él dice, cree que no se está cuidando muy bien últimamente.

- Etsu no me ha dicho nada –se sorprendió Haruhi, agrandando los ojos.

- Etsu-chan no lo sabe –Tamaki negó con la cabeza-. Kana me ha dicho que no se lo ha querido contar a ella. A fin de cuentas, fue Tsukue quién los presentó. Él cree que Etsu a veces se siente un poco culpable por la situación de Tsukue, porque si Kana y ella no hubiesen empezado a salir ni se hubiesen ido a vivir juntos, Tsukue no se habría marginado tanto.

- Bueno, no hay mucho que se pueda hace con respecto a eso, ¿no? Ni Etsu ni Kana tienen la culpa de que las cosas se hayan dado así. Tampoco es justo que tengan que vivir su vida de acuerdo a las cosas que quiera Tsukue.

- Ya… -el chico se tornó serio, y volvió la vista vagamente hacia la ventana, observando las calles pasar, y las farolas que ya empezaban a encenderse-. Me pregunto si lo hará a posta… Trabajar tanto, quiero decir. ¿Es realmente necesario que lleve ese ritmo? Quizá sólo quiera ocupar su tiempo para no pensar en que se ha quedado sola.

Durante unos segundos, ninguno de los dos volvió a abrir la boca y permanecieron así, cabizbajos, hundidos en sus propios pensamientos.

- Espero que lo de hoy funcione –murmuró finalmente Haruhi-. Los amigos de Kana son los mismos amigos de Hinode con los que Tsukue apenas coincide en Tokyo. Etsu se nueve en el mismo círculo que Kana. Nosotros somos los únicos amigos que le quedan con la posibilidad de presentarle a gente nueva.

- Funcionará –aseguró Tamaki con confianza, sonriendo. De repente, su rostro se transformó en un entusiasmo supremo y exclamó-. ¡Oh, se me olvidaba! ¡Mira lo que he comprado esta tarde, antes de venir a recogerte! ¡Es el arma definitiva para conseguir que Tsukue-chan se sienta cómoda estando con nosotros!

Totalmente encantado, el joven se inclinó hacia delante, sacó una bolsa de debajo del asiento y empezó a rebuscar dentro hasta sacar un libro tochísimo que plantó inmediatamente ante la cara de su novia. Haruhi no pudo evitar entornar los ojos con hastío al leer el título: Normas de etiqueta básicas para plebeyos no iniciados.

- Es horrible –soltó, volviéndose hacia él con una gotita en la nuca-. Sólo a ti se te ocurriría regalarle a Tsukue una cosa tan horrible…

- ¡No es para Tsukue! –replicó en el acto Tamaki, ofendido-. ¡Es para mí! –adquiriendo esa expresión de autosuficiencia que componía siempre que creía que había maquinado un plan perfecto, empezó a pasar páginas con avidez y un brillo extraño en sus ojos azules-. Me lo leeré y estudiaré punto por punto a conciencia, y descubriré cuáles son los puntos flacos de los plebeyos. Así, cuando Tsukue-chan cometa algún error, yo sabré identificarlo a tiempo y podré pasarlo por alto hábilmente para que ella no note que ha metido la pata, se relaje y no se ponga nerviosa.

Haruhi se petrificó ante semejante estupidez.

- No sé qué es más horrible, si ese libro o tu ridículo plan…

- ¿Ehhh? –reclamó Tamaki infantilmente-. ¿Por qué dices eso? ¡Lo más importante es que se sienta cómoda con nosotros!

- A mí no me preocupa que no sepa el orden en el que se sientan los comensales de una mesa, o que no diferencie los mil tipos de tenedores distintos que hay. A mí lo que me preocupa es que los chicos la asusten con sus idioteces.

- Les he dicho que sean suaves.

- Incluso siendo suaves dan miedo –rezongó Haruhi, hundiéndose de hombros con otro suspiro-. Y, como a Kaoru y Hikaru les dé por empezar con sus jueguecitos, seguro que…

- ¡Ah, se me olvidaba! –la interrumpió Tamaki, enarcando las cejas-. Hikaru me llamó para decirme que Kaoru no va a venir.

- ¿Eh? –Haruhi lo miró con sorpresa-. ¿Por qué?

- Había quedado con Makie-senpai por lo de ese trabajo, ya sabes.

- Sou ka… -Haruhi bajó la vista, con algo a medio camino entre la preocupación y la decepción-. Pues lo siento mucho, porque es el único medianamente normal del grupo…

- ¡Haruhi! ¿Qué quieres decir con eso?

Pero esta vez fue el propio Tamaki el que abortó su nuevo despliegue de dramático lagrimeo al ver que Haruhi se quedaba callada con la vista fija en sus rodillas y gesto adusto.

- ¿Haruhi…?

- Estoy preocupada, Tamaki –susurró. Y, como siempre que el momento se volvía serio de verdad, se dirigió a él usando llanamente su nombre de pila-. Por este plan. Por el engaño. Por todo. Si fastidiamos lo de esta noche… habremos fastidiado a Tsukue definitivamente a base de bien.

Él se quedó mirándola en silencio, serio también. Pero entonces sonrió suavemente y, sin decir nada, estiró un brazo y se lo pasó por los hombros para estrecharla un poco, intentando reconfortarla.

- Ya verás cómo todo va bien –aseguró con confianza, inclinándose hacia ella. Luego añadió, entusiasmado-. ¡Bien! ¿Qué te parece si te hago un examen mientras llegamos? ¡A ver cuántas de estas normas de etiqueta básicas conoces!

- Senpai… -gruñó ella, fulminándolo con la mirada.

Pero, cuando Tamaki empezó a leerle el tocho en voz alta, sorprendiéndose con cada pequeña estupidez y haciendo una montaña de cada detalle idiota, Haruhi no pudo evitar sonreír, agradecida. Sin darse cuenta, terminó apoyando la cabeza en el hombro de Tamaki, apegándose a él. Y, hasta que el coche no se detuvo por fin ante la tienda de ropa en la que trabajaba Tsukue y ambos tuvieron que salir de nuevo a la calle, ninguno de los dos se dio cuenta de que llevaban las manos entrelazadas.

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A última hora de la tarde, la tienda estaba perdiendo su actividad, pero todavía quedaba dentro mucha gente. Tamaki y Haruhi se perdieron un poco intentando localizar a Tsukue, y cuando por fin la encontraron, abstraída en colocar en las estanterías un nuevo cargamento de camisetas, se quedaron un poco descolocados. En la universidad, Tsukue solía ir vestida en plan cómodo, con ropa que le quedaba más grande de lo necesario o chaquetas amplias que ocultaban muy bien sus medidas. Pero el uniforme del establecimiento que llevaba puesto en ese momento contaba con un chaleco negro que se ajustaba al talle… y mostraba muy claramente lo flaca que estaba la chica. No es que fuese menuda, porque era más alta que Haruhi y que Etsu. Es que estaba en los huesos.

Tamaki y Haruhi intercambiaron una mirada de muda comprensión, preocupados.

A Tsukue estuvo a punto de darle un ataque cuando se dio la vuelta y se los encontró allí mismo, mirándola fijamente. Sonrojándose y con ciertos toques de nerviosismo histérico, empezó a soltar una sarta de excusas incoherentes sobre que todavía no podía irse porque tenía que terminar no sé qué, etc, etc, pero su maniobra murió cruelmente cuando el encargado de la tienda pasó por su lado y soltó alegremente: "¡Ah, Nozaki-san! ¿Éstos son los amigos que iban a venir a por ti? Muy bien, muy bien, ya puedes irte, tranquila".

Hundiéndose de hombros y sin posibilidad de escape ya, la muchacha se marchó a los vestuarios de los empleados (acompañada por Haruhi, que temía seriamente que su amiga intentara huir por alguna ventana) con la misma cara que si se dirigiera a la horca. Y, a los diez minutos, con Tsukue enfundada de nuevo en su gastada cazadora vaquera, las dos chicas salían de la tienda y se reunían con Tamaki en la calle, que ya estaba esperándolas junto al coche, ofreciéndoles la puerta abierta en plan caballero.

El viaje fue un poco tenso. Tsukue se sentaba muy tiesa en su sitio, rígida, mirando de reojo al chofer todo el tiempo, como si no terminara de creerse que estuviera de verdad en aquella situación. Pero Tamaki había sido el rey del Host Club, a fin de cuentas, y Haruhi no pudo evitar sorprenderse de la habilidad que estaba demostrando para manejar el asunto. No desplegó sus encantos amorosos sobre Tsukue, porque sabía muy bien qué tipo de chica era, pero le ofreció sonrisas cálidas de apoyo, consiguió sacarle conversación con esa espontaneidad tan típica suya, y, poco a poco, la morena fue perdiendo la rigidez hasta que finalmente también empezó a sonreír, más relajada.

Para cuando llegaron al restaurante en el que habían quedado con los demás, Haruhi tenía el vivo presentimiento de que las cosas saldrían bien. Por lo menos Tsukue había dejado de poner cara de martirio y, aunque se la notaba todavía en tensión, era obvio que se sentía un poco más cómoda.

Los únicos que habían llegado ya eran Kyouya y Mitsukuni, que ocupaban una mesa para siete cercana a los ventanales. Ambos parecían estar hablando de algo serio, porque ninguno de los dos se veía muy feliz, y Haruhi no pudo evitar arrugar el entrecejo ante el detalle. Pero la cara de Hani se transformó abruptamente al verlos aparecer y enseguida esbozó una enorme sonrisa, alzando los brazos con un contundente:

- ¡Tama-chan! ¡Haru-chan!

Tsukue dio un brinco por la efusividad del recibimiento y se quedó estática por un segundo, pero Tamaki iba justo detrás de ella y le colocó una mano en el hombro, empujándola como quién no quiere la cosa para que terminara de acercarse a la mesa.

- ¡Tadaima! –exclamó él, sonriente-. Sentimos llegar tarde, ¿habéis estado mucho tiempo esperando?

- No, llevamos aquí menos de cinco minutos –informó Kyouya, que había aprovechado la maniobra de distracción de Mitsukuni para recomponerse él también y ahora se mostraba tan impasible como siempre.

Haruhi miró de reojo la enorme copa de helado que Haninozuka tenía delante, ya casi terminada. O Kyouya mentía descaradamente sobre el tiempo que llevaban allí o Mitsukuni demostraba una vez más ser sobrehumano. Sin embargo, no tuvo tiempo de reflexionar sobre ello, porque los dos viejos miembros del Host Club se habían quedado mirando fijamente a Tsukue con las cejas enarcadas, esperando las presentaciones.

- Ah, Kyouya-senpai, Hani-senpai –empezó Haruhi-, ésta es Nozaki Tsukue. Tsukue, éstos son Ootori Kyouya y Haninozuka Mitsukuni.

- ¡Yoroshiku! –entonó Hani con voz suave, sonriendo otra vez.

Kyouya se limitó a dirigirle un vago gesto de saludo, y Tamaki lo fulminó con la mirada por su poco entusiasmo, dedicándole una mueca que por suerte Tsukue no vio.

- Y-yoroshiku –musitó a su vez la chica, quedándose rígida de nuevo.

- ¡Sentaos con nosotros, vamos! –insistió Mitsukuni, y se apartó pegando brincos en el banco para dejar sitio a los demás-. Siéntate aquí, Nozaki-chan.

Tsukue debió pensar que aquel tipo daba un poco de miedo, porque giró ligeramente el rostro hacia Haruhi pidiendo ayuda. Pero su amiga la empujó cruelmente contra el banco para que se sentara junto a Hani, yendo a sentarse ella enfrente con Tamaki.

- Takashi va a tardar un poco en llegar, pero no creo que sea mucho –explicó Mitsukuni animadamente-. Tenía que llevar de vuelta a Ritsu-chan a casa.

- Hikaru debe estar a punto de llegar también –informó a su vez Kyouya-. Ha pasado a saludar a Ishiko, porque le pillaba de camino.

- Sou ka, sou ka –entonó Tamaki.

Su cara se había transformado de una forma que Tsukue nunca había visto. Parecía resplandecer por estar de nuevo reunido con sus viejos amigos. Y no pudo evitar ponerse nerviosa al pensar en sus propios amigos y lo cómoda que se sentiría si estuvieran allí. Ojala Kana y Etsu llegaran pronto, porque si no…

- Nozaki-chan –llamó Hani, sacándola de un brinco de su ensimismamiento-, ¡es genial que hayas aceptado venir! Haru-chan lleva mucho tiempo hablándonos de ti.

- A-ah, ¿sí? –musitó ella.

- ¡Hai! Y Etsu-chan también. ¡Qué persona tan divertida, Etsu-chan! Es una pena que no haya podido venir ho…

Mitsukuni pegó un brinco cuando Tamaki y Haruhi lo patearon al mismo tiempo por debajo de la mesa y dejó escapar un ruido ahogado, hundiéndole los dientes a la cuchara de helado que tenía en la boca.

- ¡Maa, maa, Hani-senpai! –chilló Tamaki, demasiado casual para sonar natural-. Kana-san y Etsu-chan van a venir ahora después, tenían que ir primero a otro sitio, pero vendrán, vendrán…

Tsukue entornó los ojos hacia su amiga y su novio, con una expresión muy sospechosa en la cara, pero Kyouya se inclinó hacia delante, acodándose en la mesa, e intervino de golpe en la conversación.

- Nozaki-san, estudias Derecho también, ¿no? ¿Qué tal llevas la carrera?

Los amigos de Ootori se sorprendieron por ese inesperado gesto de su parte, porque cuando sacabas a Kyouya de las altas esferas tenía motivación cero para relacionarse con la gente. Pero desde luego aprovecharon rápidamente el cable que él les lanzó. No fue sencillo sacarle las palabras a Tsukue, que había perdido el escaso aplomo que Tamaki le había infundido durante el trayecto en coche, pero poco a poco iniciaron una conversación grupal que podría considerarse medianamente decente.

Tsukue no dijo gran cosa: que Derecho le parecía una carrera complicada, que no terminaba de adaptarse muy bien a ella, y poco más. Sin embargo, sí aprendió más cosas de la gente que estaba con ella. Ya sabía que Tamaki estaba estudiando el último curso de Administración de Empresas en Todai, pero ahora se enteró también de que Kyouya estaba en su cuarto año de Medicina y de que Mitsukuni (estuvo a punto de soltar una exclamación muy poco fina al descubrir que aquel tipo que parecía un niño de instituto era en realidad el mayor del grupo) había empezado ya su curso de doctorado en Ciencias Matemáticas.

Aquella gente la estaba amilanando. Derecho no era una carrera fácil, pero Medicina tampoco era moco de pavo precisamente, y le daba friolera simplemente pensar en Ciencias Matemáticas. No sólo eran la élite con respecto al capital que manejaban, sino también en cuanto a inteligencia. Y ella no sólo estaba sintiéndose pobre entre ellos, sino también estúpida.

Pero, por otro lado… tenía que admitir que se expresaban de una forma sencilla y espontánea. No parecían incómodos por tener que compartir mesa con una persona como ella. No eran pedantes. Y, aunque Kyouya la ponía ligeramente nerviosa por su gesto indiferente y su desapasionada forma de hablar, Mitsukuni estaba demostrando ser un encanto y se empeñaba en hacerla hablar cada vez que permanecía más de medio minuto en silencio. No se estaban cerrando por banda ante ella. Y eso logró que, conforme pasaban los minutos, fuera relajándose cada vez más.

Morinozuka Takashi no tardó mucho rato en hacer su aparición. Fue recibido de inmediato por entusiasmadas exclamaciones de bienvenida y, cuando Tsukue se volvió para ver al recién llegado, tuvo que levantar tanto la cabeza que se hizo daño en el cuello. No pudo evitar levantarse de golpe, entre sobresaltada y cohibida, como si pensara que tenía que recibirlo de pie, aunque enseguida se dio cuenta de que había metido la pata y se puso como un tomate. Sin embargo, tras las presentaciones, Takashi le plantó una mano en la cabeza amistosamente con un llano "yoroshiku" y fue a sentarse, pasando de largo a Mitsukuni (que se había hecho un ovillo sobre el banco para permitirle pasar) y dejándose caer entre su primo y Kyouya, dejando a la muchacha más cohibida y sonrojada todavía.

Ya habían pedido la cena cuando apareció Hikaru, aunque su llegada armó mucho más jaleo que la de Mori. El pelirrojo, que en lo único que había cambiado físicamente en los últimos años era en los centímetros de más que había ganado, se presentó con los brazos abiertos de par en par y un ensordecedor: "¡TONO!" que atrajo las miradas de las mesas cercanas, antes de tirarse sobre Tamaki e intentar estrangularlo amistosamente. A las quejas del rubio se unieron las de Haruhi, que se encontraba en medio y estaba siendo espachurrada por su antiguo compañero de clase. Y el barullo aumentó cuando Hikaru soltó a Tamaki y se dedicó a achuchar a Haruhi de una forma demasiado estrecha.

- ¡Oi, oi! –bramó Suou, atizando a Hikaru con su servilleta y golpeando al mismo tiempo sin querer a su novia-. ¡Quita esas sucias manos de encima de mi hija ahora mismo, pervertido! ¡Deja de acosarla sexualmente!

Bueno, ahora que la mitad del restaurante los estaba mirando. Incluso un camarero cercano parecía estar haciendo amago de avanzar hacia ellos para decirles que se controlaran un poco. Tsukue se hundió en el asiento, cubriéndose disimuladamente la cara, abochornada. Pero Hikaru se apartó enseguida de Haruhi, riendo traviesamente, y le hizo burla a Tamaki con descaro, como en los viejos tiempos.

- Deja de chillar así, Tono. Tengo que saludar a Haruhi de mi parte y de parte de Kaoru. Sigues teniendo complejo de tía estúpida.

- ¡A q-quién llamas tía estúpida, tú… DEPRAVADO!

- Uhhh, sigue así, tía estúpida –soltó el pelirrojo, señalándolo con un dedo y burlándose aún-. Te van a echar del restaurante. Así me siento junto a Haruhi e intimo un poco con ella…

- ¡O-oi…!

Pero la nueva protesta de Tamaki murió cuando Kyouya y Haruhi le estrellaron sus respectivos codos en la cara para que se callara de una vez. Hikaru se empezó a tronchar de risa, coreado por Mitsukuni, pero entonces reparó en la cara nueva y recuperó a duras penas la serenidad.

- ¡Oi! ¿Y la nueva adquisición?

Tsukue se sobresaltó cuando el recién llegado la miró directamente a los ojos sin ningún tipo de complejo. Y volvió a ponerse como un tomate cuando esos mismos ojos la recorrieron con descaro de arriba abajo, de la misma forma que uno examina una trucha en el mercado antes de comprarla.

- No es una adquisición –protestó Haruhi-. Hikaru, Nozaki Tsukue. Tsukue, Hitachiin Hikaru.

- ¿Tsukue-chan? –soltó el chico con desparpajo, alzando las cejas-. ¿Tu compañera muermo de la universidad?

Tamaki se estampó una mano en la cara, Kyouya se colocó las gafas ambiguamente y Mitsukuni y Takashi hundieron la cabeza, con una gotita rodándoles por la nuca. Pero Haruhi se enfadó.

- ¡Chotto, Hikaru! –exclamó, molesta-. No seas tan grosero, ¿quieres?

- Gomen, gomen –rió él por lo bajo, divertido-. Era broma, en serio. Yoroshiku, Tsukue-chan.

La morena sentía el rostro arder con violencia por la vergüenza. Aquel tío había aniquilado de golpe la leve confianza que había empezado a coger con aquella gente, y eso la enfadó. Le habría gustado soltarle en la cara que él no era quién para llamarla Tsukue-chan con semejantes confianzas, cuando acababan de presentarlos. Pero, como le habría resultado imposible decir algo semejante delante de aquellos ricos, tuvo que conformarse con soltar con voz tensa, sonando más hostil de lo que pretendía:

- K-kochirakoso.

Sin embargo se arrepintió enseguida de no haber hecho un mayor esfuerzo por recuperar la compostura, porque el estudiado acento de Tokyo se le fue al carajo por los nervios y le salió un áspero acento de pueblo que logró abochornarla todavía más.

- ¡Ohhh! –exclamó Hikaru, abriendo mucho los ojos de forma exagerada, mientras Tsukue reprimía el impulso de cubrirse la boca con las manos-. Tú no eres de ciudad, ¿eh? –y se echó a reír entre dientes-. ¡Qué divertido!

Tal cual, se sentó sin muchas ceremonias junto a Tsukue, empujándola contra Mitsukuni para hacerse un hueco. Una tensión helada se cernió sobre Tamaki y Haruhi al ver la cara que ponía la chica, pero esta vez fue Hani quién se apresuró a salir al rescate.

- Ohhh, sugoi, Nozaki-chan. ¿No eres de Tokyo? ¿Dónde te has criado?

Y le dedicó una enorme sonrisa para reconfortarla. Tsukue se había quedado sin aliento, pero se esforzó por recuperar la compostura en la medida de lo posible.

- S-soy de Hinode –contestó en voz muy baja, satisfecha al menos de haber recuperado el acento de ciudad-. V-vivo en el campo, en realidad…

- ¡Conozco Hinode! –soltó Mitsukuni, encantado-. ¡Hemos estado de vacaciones allí cuando éramos pequeños! Tiene unos bosques muy bonitos, ¿ne, Takashi?

- Aa.

- ¡Siempre he pensado que vivir en el campo es lo mejor! –siguió Hani, poniéndole quizá demasiado entusiasmo a su discurso-. Nosotros tampoco vivimos en Tokyo, sino en las afueras. ¡Me gusta más que vivir en la ciudad! Seguro que echas de menos tu casa, ¿verdad?

Tamaki puso cara de horror ante ese comentario tan atrevido, y Haruhi, que aún estaba intentando dilucidar si Mitsukuni estaba soltando una bola o hablaba en serio, se petrificó también. Pero Tsukue se había quedado mirándolo, agrandando los ojos castaños, y entonces esbozó una débil sonrisa.

- Aa… Creo que la vida en la ciudad es demasiado agitada para mí.

Y la pareja de novios se miró entre sí, reprimiendo suspiros aliviados.

- Maa, todo es cuestión de gustos –soltó Hikaru con despreocupación-. La mansión de nuestra familia siempre ha estado en las afueras y Kaoru y yo nos hemos criado al aire libre, pero ahora que estamos viviendo en un apartamento del centro me siento más cómodo aquí.

El comentario del recién llegado aplastó bastante a Tsukue, pero ella no tuvo tiempo de digerir aquello, porque Hikaru siguió hablando como si tal cosa.

- ¿Habéis pedido la cena ya? ¿Habéis pedido por mí? Waaa, estoy hambriento. ¡Espero que hayáis tenido en cuenta mis gustos a la hora de pedir la comida! Tono, no me fío ni un pelo de ti.

- ¡No he sido yo quién ha pedido tu comida! –se defendió Tamaki, componiendo una mueca-. Ha sido Haruhi.

- Ah, entonces bien. Tú sí que me conoces, Haruhi, confío plenamente en ti. ¡Hani-senpai, hace un montón que no te veía! Kaoru me ha dicho que hoy has estado comiendo con él. ¿Cómo va todo?

Y aquella reunión se convirtió en un caos.

Apenas dos minutos después de la bulliciosa llegada de Hikaru, la cena empezó a llegar a la mesa y cada uno se sumió en una conversación privada con el que tenía al lado. Tamaki estaba inclinado sobre la mesa, atento a una charla que acababan de entablar Kyouya y Takashi, como si necesitara ponerse al día en noticias recientes, interviniendo de vez en cuando con aire interesado. Hikaru, aún espachurrado contra Tsukue, hablaba animadamente con Haruhi, como si hiciera siglos que no la veía, y reía cada dos por tres con entusiasmo, intercambiando con ella anécdota tras anécdota de la universidad. Y Mitsukuni parecía más interesado en devorar la comida que en hablar con nadie, aunque seguía pendiente de lo que decían unos y otros, y hacía algún comentario de vez en cuando.

Tsukue sintió que sobraba enormemente allí. Estaba claro que aquella reunión había sido planeada para que pudieran reunirse todos los viejos compañeros del Host Club y recordar viejos tiempos o charlar sobre los nuevos. Ella no tenía ni idea de qué estaba hablando ninguno de ellos, ni sabía quiénes eran las personas a las que se referían. No debería haber ido. No de esa forma, al menos, metiéndose de lleno en la boca del lobo sin conocer a nadie. Ahora se sentía completamente incómoda y fuera de lugar. Y no pudo evitar encogerse un poco en su asiento y empezar a comer en silencio, deseando con todas sus fuerzas que Kana y Etsu llegaran cuanto antes…

Una estruendosa carcajada de Hikaru la hizo brincar del sobresalto y giró el rostro para mirarlo.

- ¡En serio, si lo hubieses visto…! ¿Cómo se puede ser tan idiota, ya a nuestro nivel? ¡Estamos en tercero, y ese problema era de lo más básico! Y el tío va y se electrocuta… ¡me estuve riendo media hora!

- Hikaru, eres de lo peor. Quizá deberíais haberle echado una mano, en vez de reíros mientras se electrocutaba…

- ¡Oi, oi, sólo fue un calambre, no se quedó frito ahí! Y tuvo su gracia, no lo niegues. Cuando se lo conté a Kaoru también se estuvo partiendo media hora…

Él siguió riéndose y Tsukue se quedó mirándolo disimuladamente de reojo. No había dejado de sonreír ni un segundo desde que había llegado, y le brillaban los ojos con un matiz íntimo y extraño que ella no podía clasificar. Igual que no podía identificar lo que le cruzaba la cara al mirar a Haruhi, o cuando ella se reía y le seguía alguna broma con camaradería. Luego giró el rostro hacia Tamaki, que estaba atosigando a Kyouya infantilmente por un motivo desconocido mientras a Ootori la temblaba ya una de las cejas, anunciando los bajos niveles de paciencia que le quedaban. Mitsukuni estaba diciéndole algo a Takashi en ese momento, provocando una leve sonrisa en el adusto rostro de Mori.

Parecían una familia. Todos ellos… eran como una unida familia.

No pudo evitar pensar en Kana y Etsu… pero también en Tadashi, en Saho y en Hitoshi, sus viejos amigos de Hinode. Ellos también habían sido siempre como una familia, se habían reunido como se reunía Haruhi con los suyos, y se habían reído a carcajadas con cualquier tontería. Aún lo hacían. Aún eran una familia. No entendía por qué todos estaban tan empeñados en obligarla a cambiar de ambiente. Era cierto que últimamente no coincidían demasiado por cuestiones de estudio y trabajo, pero aún quedaban de vez en cuando y… y…

Y de repente Tsukue se sintió más sola que nunca.

Se hundió un poco de hombros, sintiendo que se le pasaba el apetito. Tenía ganas de irse a casa ya. No quería quedarse allí el resto de la noche, haciendo bulto. Al final, aquella experiencia había resultado ser justamente lo que ella había esperado que fuera: un fracaso total…

- ¿Are? –la exclamación de Haruhi llamó su atención y levantó la vista justo a tiempo de ver cómo su amiga rebuscaba dentro de su bolso hasta sacar el móvil, que estaba sonando-. ¿Moshi, moshi? ¡Ah, Kana-san!

Tsukue se incorporó de golpe, aguzando el oído.

- Ahhh… Sí, sí, comprendo… Qué mal, ¿no?… Ya… Sí, de momento todo va bien… ¿Quieres hablar con ella?… Wakatta, ahora mismo se lo digo… Mucha suerte, ¿eh? Hasta luego –Haruhi colgó y compuso una expresión de disculpa que parecía bastante ensayada, diciendo a la mesa en general-: Kana y Etsu no van a poder venir al final. Se han entretenido en casa de los padres de Etsu y les ha pillado un atasco monumental al intentar llegar a casa de Tadashi-san, así que aún están a medio camino de allí y parece que va para largo. Disculpas de su parte para todos.

Un muy falso "Ohhh" de decepción recorrió la mesa. Tsukue partió sus palillos de golpe al cerrar con fuerza el puño derecho, sintiendo que le hervía todo por dentro. Y por fin cayó en la cuenta del engaño, como si todo hubiese estado clarísimo desde el primer momento. "Cabrones –masculló mentalmente, intentando refrenar el instinto asesino que le estaba burbujeando en el pecho-. Sois unos cabronazos… Kana, ésta te la guardo, hijo de puta".

- ¡No pongas esa cara, Tsukue-chan! –exclamó Hikaru, palmeándole la espalda con tanta fuerza que consiguió resentirle el hombro-. Es mejor que no hayan venido, créeme.

- ¿N-nani? –inquirió ella, mirándolo con la frente arrugada, pensando que aquel tío ya se estaba pasando de "amistoso" con ella.

- Es mejor que no hayan venido –repitió, dándole un trago a su refresco-. No puedes estar toda la vida agarrándote a las faldas de otro. Así que deja de pensar en la gente que no está y disfruta de la que sí está.

Y, sin más, pasó de ella nuevamente y siguió hablando con Haruhi, que no había oído sus últimas palabras por estar cuchicheando algo con Tamaki.

La morena se quedó mirando a Hikaru como si fuese algún tipo de ser aberrante. "¿De qué va este tío?", se preguntó, fastidiada. Pero sentía de nuevo calor en las mejillas y sabía que se había vuelto a sonrojar, esta vez de indignación. No le cabía en la cabeza que un completo desconocido se dedicara a darle consejos existenciales. ¿Es que aquellos ricos no conocían el significado de cosas como "métete en tu vida" o "no eres quién para invadir mi espacio vital"? Quizá tenían mucho dinero y eran muy inteligentes, pero en cuanto a educación demostraban importantes carencias. Por lo menos aquel pelirrojo de las narices…

- Perdónale, no lo dice con mala intención.

Tsukue se volvió para mirar a Mitsukuni, que acababa de dirigirse a ella en voz baja mientras se metía un poco más de comida en la boca. Se lo quedó mirando con gesto interrogante y, después de tragar, él sonrió y añadió:

- ¿Sabes?, Hika-chan habla por propia experiencia, porque antes era así –de repente, Hani se encogió, cruzándose los labios con un dedo en gesto confidencial-. Pero no le digas que yo te lo he dicho, ¿ne?

Ella no supo si reír la gracia o no, así que se conformó con esbozar una especie de sonrisa que más parecía una mueca y seguir picoteando su comida enseguida con un resoplido.

- No te sientes cómoda aquí, ¿verdad? –siguió Mitsukuni varios segundos después, mirándola atentamente. Tsukue le dirigió una mirada vacilante y él rió por lo bajo, despreocupado-. No pasa nada, me lo puedes contar.

- S-sinceramente, Haninozuka-san… -la joven hizo una pausa, mordiéndose el labio, pero al final se animó a terminar, en voz muy baja-. No es por ofender, ni nada de eso, p-pero… creo que no debería haber venido. No encajo aquí. P-pero no es por culpa vuestra, es sólo que yo no…

Su frase murió a la mitad y quedó en el aire. Mitsukuni siguió mirándola con fijeza un momento más, sin parar de comer, y luego volvió la vista hacia Tamaki, que en ese momento estaba riéndose a carcajadas por alguna chorrada mientras Kyouya y Haruhi lo fulminaban con la mirada de reojo.

- ¿Te gusta Tama-chan? –inquirió de repente.

- ¿E-ehhh? –dejó escapar Tsukue, descolocada por completo, y una vez más se puso como un tomate.

- Me refiero a si te cae bien –especificó su interlocutor, divertido.

- S-sí, claro que me cae bien, e-es una buena p-persona y…

- ¿Sabes que es medio francés? –continuó Mitsukuni, sin darle tiempo a terminar. Ella se calló de golpe y agrandó los ojos, pillada por sorpresa con aquel comentario. Pero Hani tampoco le dio tiempo de contestar esta vez-. En realidad Tama-chan se crió en Francia, ¿sabes? Luego vino a vivir aquí, cuando tenía 14 años. ¡Era un ambiente totalmente distinto, como te imaginarás! Y no tenía ningún amigo aquí, ni conocía a nadie. Pero, en apenas unos días, se ganó a casi todo el instituto, porque es una gran persona.

Tras aquellas palabras se hizo un breve silencio entre ellos. Tsukue miró de reojo a Tamaki otra vez, que ahora lloriqueaba por el reciente regaño de Haruhi. Esa historia había conseguido sorprenderla, y por primera vez fue realmente consciente de lo poco que conocía a los escasos amigos que había hecho en Tokyo. Haruhi, a la que después de dos años de convivencia veía por fin en plenitud al estar rodeada de su gente. Tamaki, al que había conocido por su relación con Haruhi, pero del que apenas sabía nada. Incluso Etsu, a la que seguro que Kana conocía mejor que ella, a pesar de que había sido la propia Tsukue quién los presentó cuando empezó la universidad.

Entendía el paralelismo que había establecido Mitsukuni. Pero, aún así…

- Yo no soy Tamaki-san –musitó, bajando la vista con aire decaído-. Mi forma de ser es totalmente distinta a la suya…

- Eso ya lo sé –sonrió Hani-. Es algo que salta a la vista. Pero, cuando alguien llega a un sitio nuevo, tiene que poner de su parte para conocer a la gente, ¿no te parece? Si no te abres un poco a los demás, nadie podrá ver que eres una buena persona, o una persona divertida, u ocurrente, o lo que sea.

Tsukue se quedó en silencio una vez más, reflexionando sobre aquellas palabras. Y su compañero se inclinó un poco más hacia ella, mirándola con sus ojos enormes.

- Si te pierdes en las conversaciones, pregúntanos de qué hablamos y nosotros te lo explicaremos. ¡Hay muchas cosas divertidas para contar! –hizo una pausa para comer un poco más, contento-. A ver, dime, ¿qué quieres que te cuente? ¡Seré tu traductor simultáneo!

Ella se lo quedó mirando un momento, con los ojos muy abiertos. Pero entonces se le escapó una lenta sonrisa, sintiéndose algo más cómoda. Y captó por casualidad cómo Takashi, sentado al otro lado de Mitsukuni, sonreía también justo antes de llevarse la bebida a la boca. Seguramente había estado oyendo en silencio toda la conversación…

- ¿Y bien? –insistió Hani, enarcando las cejas.

Otra ruidosa carcajada de Hikaru hizo brincar a la joven, que miró de soslayo a su otro compañero de mesa con los ojos entornados, al mismo tiempo que el nombre "Kaoru" salía por millonésima vez de la boca del pelirrojo. Y Tsukue decidió lanzarse por fin. Total, si Kana y Etsu no iban a aparecer… Tampoco tenía nada que perder, ¿no?

- ¿Quién es Kaoru? –preguntó entonces quedamente, un poco vacilante aún, pero más segura que antes.

- Ah, Kao-chan es el hermano de Hika-chan –explicó Mitsukuni con gesto obvio-. ¿No lo sabías? También estaba con nosotros en Ouran. Iba a venir esta noche a la cena, pero al final no pudo.

Entonces Hani se lanzó a parlotear sobre ambos hermanos, contándole a Tsukue que Kaoru estudiaba Lengua y Cultura Inglesa en Todai, y Hikaru Ingeniería Electrónica, y que el menor de los dos estaba liado con un trabajo de investigación que les habían endosado nada más empezar el curso y por eso había faltado a la reunión de aquella noche.

- ¡Kyouya-senpai! –exclamó de repente Hikaru, que estaba partido de risa junto con Haruhi por razones desconocidas, y todas las conversaciones de la mesa se interrumpieron-. ¡Se me ha olvidado decírtelo! Oba-san me ha pedido que te recuerde que, cuando vayas a recogerla, pases primero por la farmacia a comprar "lo que tú ya sabes", porque se os han acabado. Supongo que ya sabrás tú a lo que se refiere…

- Sí, ya lo sé –replicó Kyouya secamente, y siguió sorbiendo su té con tranquilidad antes de soltar de golpe-: Supositorios. Tiene ciertos problemas gastrointestinales últimamente.

Fue obvio que Hikaru había esperado que detrás del asunto se ocultara algo más picante, porque se quedó petrificado ante aquella respuesta, y Haruhi redobló sus carcajadas, secándose las lágrimas de las comisuras de los ojos. Tamaki también rompió a reír, y Mitsukuni se les unió en el acto.

- Hika-chan y Kao-chan llaman oba-san a Ishiko –le explicó después a Tsukue, viéndola nuevamente perdida-. Akutagawa Ishiko. Es la prometida de Kyou-chan.

- ¿Prometida? –repitió Tsukue, sorprendida, y miró en el acto a Kyouya con los ojos muy abiertos. Tenía la misma edad que Tamaki, es decir, alrededor de 21 ó 22 años. ¿Y a esa edad estaba prometido ya?

- ¡Hai! –siguió su compañero, asintiendo enérgicamente con la cabeza-. Ella está estudiando Historia en Hitotsubashi, ¿sabes? ¡Va a la clase de Kana-kun! ¿No la conoces?

Tsukue negó con la cabeza y se removió en el asiento, un poco incómoda.

- No… no conozco a ningún amigo de Kana de la universidad.

- Sou ka… Qué raro, ¿no? Pensé que Kana-kun y tú erais amigos de infancia…

- Sí, bueno, pero desde que está saliendo con Etsu, nosotros no… -Tsukue se interrumpió de golpe, sacudiendo un poco la cabeza para apartar esa línea de conversación-. P-pero, Haninozuka-san… ¿prometida?

- Claro. ¿Te suena raro?

- ¿Es como novia?

- No, no, no es lo mismo. Mira –Mitsukuni señaló a Tamaki y Haruhi con una sonrisa, justo para captar el momento en el que el rubio picoteaba en la comida de su novia con naturalidad por encima de su hombro-. Tama-chan y Haru-chan son novios, porque empezaron a salir porque ellos quisieron. Los demás tenemos prometida, porque son compromisos concertados, ¿sabes?, por las familias. Por herencias y negocios, y esas cosas.

- ¿Todos están prometidos ya? –Tsukue se quedó boquiabierta.

- ¿Eh? –Mitsukuni la miró, alzando las cejas con incomprensión-. Claro. Maa, Hika-chan y Kao-chan no. La familia Hitachiin es más liberal con respecto a eso. Pero lo más normal es que antes de empezar la universidad como muy tarde la familia te arregle un compromiso. Kyou-chan está prometido con Ishiko desde antes de terminar el instituto, hace tres años. ¡Y Takashi también tiene prometida! Se prometieron a finales de nuestro último curso de instituto superior, justo antes de empezar la universidad. ¡Waaa, cuatro años ya! Qué deprisa pasa el tiempo. Ella se llama Imaidegawa Ritsuko. Es muy divertida, como Etsu-chan.

Tsukue miró disimuladamente a Takashi, cuyo pétreo rostro no se había inmutado en toda la noche más que para sonreír ligeramente de vez en cuando. Intentó imaginárselo prometido con una persona del estilo de Etsu, pero el esfuerzo mental era demasiado intenso, así que desistió enseguida.

- ¿Y tú? –preguntó, sin darse cuenta de que quizá resultase impertinente hacer una pregunta tan directa a un casi desconocido.

Pero Mitsukuni no pareció notarlo, y si lo notó no le dio la menor importancia, porque esbozó una sonrisa enorme y contestó con entusiasmo:

- ¡Makie-chan! Makie-chan es mi prometida. Espera, ¿quieres verla? ¡Seguro que tengo una foto aquí! Es muuuy guapa…

Hani soltó de inmediato la cucharilla con la que estaba devorando su tercer postre y cogió la chaqueta que había dejado apoyada en el respaldo del banco para empezar a rebuscar arduamente por todos los bolsillos. Por fin sacó una billetera gordísima del tamaño de media cuartilla y la abrió rápidamente. Una ristra de fotos se desplegó de golpe como una cadena larguísima que llegó hasta el suelo, y a Tsukue le rodó una gotita por la nuca.

- A ver, a ver… ¡Tengo muchas fotos aquí! Mira, éste es mi hermano pequeño. Nos parecemos, ¿a que sí? Mis padres. Mi abuela paterna. ¡Mira, mis tíos Morinozuka! Éste es Takashi de pequeño, y éste Satoshi. ¡Siguen estando igual!

- ¿Sois… primos? –Tsukue acababa de sufrir el segundo shock de la noche (el primero había sido descubrir que Mitsukuni tenía 22 años) y volvió a mirar a Takashi con la esperanza de encontrar algo nuevo en él que le recordara remotamente a Hani. Pero, al levantar la vista, se encontró con que Mori tenía la cabeza vuelta hacia ellos y estaba siguiendo atentamente lo que hacían y decían, de modo que sus miradas se cruzaron. Y no pudo evitar volver a quedarse tiesa de vergüenza.

- Hai, somos primos segundos –Mitsukuni seguía a su bola-. Aquí está otra vez Satoshi. Uhhh, ¡qué foto tan vieja! Mira, toda la familia Haninozuka, mis abuelos, y mi padre y sus hermanas cuando eran pequeños… se me había olvidado que la tenía… ¡Ah, mira, mis cuñados! Ma-chan, Ryo-chan y Toshi-chan, son los hermanos menores de Makie-chan, waaa, qué pequeñitos estaban aquí… Ah, aquí está. Aquí estamos los cuatro: Takashi, Ritsu-chan, Makie-chan y yo.

Mitsukuni le acercó la foto y Tsukue se inclinó un poco para verla mejor. Takashi estaba en primer plano sentado en una banqueta junto a una chica de pelo castaño y ondulado, con un flequillo que le caía hasta los ojos de un suave color verde. Tenía una sonrisa muy amplia y parecía desprender simpatía por todos sus poros. Era realmente muy bonita. Y, justo detrás de esa chica, estaba Mitsukuni de pie, abrazándola por los hombros desde atrás y sonriendo tanto como ella. Seguramente habrían estado partidos de risa pocos segundos antes de que se sacara esa foto.

- ¿Ésta es Makie-san? –inquirió, señalando a la chica de pelo castaño.

- No, ésa es Ritsu-neesan.

Tsukue pegó un brinco cuando Hikaru asomó la cabeza por encima de su hombro, hablándole prácticamente al oído. Y de repente se dio cuenta de que estaba totalmente rodeada por el pelirrojo, porque éste tenía un brazo apoyado en la mesa y otro en el respaldo del banco, en trono a ella, para inclinarse a ver la foto también. Debía haber finalizado su charla con Haruhi por fin y se había acoplado sin más a la que tenía más cerca. Sintió el impulso de darle un codazo en el pecho para que se apartara de ella, pero se limitó a apretar los dientes y tragarse el nerviosismo. Estaba sintiéndose a gusto por primera vez en la noche hablando con Haninozuka y no tenía ganas de fastidiarlo ahora.

- Yare, yare, Hani-senpai –rió Hikaru entre dientes-. ¿Otra vez? Pues va a ser verdad al final eso de que os convendría intercambiarlas…

- Ésta es Makie-chan –atajó bruscamente Mitsukuni, sin perder la sonrisa pero ignorando descaradamente el comentario de Hikaru.

Tsukue lo miró un poco confusa, pero no quiso preguntar por lo que acababa de decir el recién acoplado. En su lugar siguió el dedo de Hani para ver a la chica que señalaba. También estaba colocada de pie detrás, en el hueco que había entre Takashi y su prometida, pero no tenía nada que ver con ésta. Era mucho más menuda, con la piel mucho más pálida, la cara delgada y el pelo negro muy largo y liso. Tenía los ojos oscuros y rasgados, y llevaba gafas de montura cuadrada. En un primer momento se habría podido decir que se daba un aire a Mori, pero, mirándola con más atención, su expresión más que neutra era de indiferencia absoluta. Ni siquiera sonreía.

Incrédula, la joven levantó la vista hacia Mitsukuni, para intentar visualizarlo comprometido con aquella mujer. Pero se paralizó al ver la expresión con la que Hani estaba contemplado la foto. De repente tuvo la sensación de estar interrumpiendo algo íntimo.

- Mira, aquí tengo una del Host Club –soltó entonces el chico de pelo clarito, aunque fue obvio que había perdido buena parte de su entusiasmo inicial, a pesar de que seguía sonriendo.

Sin más, pasó la foto de las dos parejas y le mostró a Tsukue otra en la que aparecían todos los invitados a la cena, enfundados en sus uniformes de Ouran de color azul y negro, posando de formas absurdas ante la cámara. La muchacha se acordó de las viejas fotografías en plan chorra que ella se hacía con sus amigos en el instituto, muchas de ellas aún clavadas en el corcho de su habitación, y no pudo reprimir una abierta sonrisa.

- ¡Eh, ésta es de cuando llevaba el pelo negro! –exclamó Hikaru, encantado, señalándose a sí mismo-. ¡Kawaii! Se me había olvidado lo bien que me quedaba…

- Puedes volvértelo a teñir –sugirió Hani, divertido.

- Nah, en la universidad ya no es necesario. Y me gusta mi color natural.

Tsukue no entendió qué quería decir, pero se olvidó del detalle al encontrar algo que le llamó más la atención.

- ¿Por qué va Haruhi con uniforme de chico?

Hikaru y Mitsukuni se petrificaron.

- Nada, nada, estaba haciendo cosplay –se apresuró a contestar Hitachiin, riendo falsamente y agitando una mano para quitarle importancia al asunto-. Hacíamos cosplay constantemente en el Host Club… ¿Are? Hani-senpai, ¡Kaoru no sale en esta foto!

- Kao-chan fue quién la hizo, ¿no te acuerdas?

- Ahhh…

- Aquí tengo más de Makie-chan.

El joven empezó a pasar fotografías que abarcaban distintas edades en las que aparecía la chica de pelo negro y rostro indiferente. No se podía negar que Mitsukuni salía con la misma sonrisa enorme en todas, como si hubiesen recortado su cara y la hubiesen ido pegando sobre distintos fondos, pero también era cierto que su prometida también salía con la misma expresión desapasionada en todas, estilo clon. La única en la que aparecía sonriendo, y además una sonrisa bastante amplia, era en una que los había retratado a los dos siendo muy pequeños, zampando sandía en la galería de una casa tradicional. No parecía la misma persona.

- Os conocéis desde hace mucho, ¿no? –comentó, echándole un vistazo a la trayectoria temporal.

- Estamos prometidos desde los 4 años –asintió Mitsukuni.

- ¿NANI? –soltó Tsukue, impresionada, pero enseguida moduló su voz para recuperar el tono bajo, sonrojándose al ver que había atraído las miradas de los demás-. Q-quiero decir… ¿no es un poco…?

- Es que soy el mayor, ¿sabes? –explicó Hani, sonriendo, mientras recogía la larga ristra de fotos-. El heredero de la familia. A los hijos mayores de grandes familia siempre los suelen comprometer siendo muy pequeños, es lo más normal.

- Pero… ¿y si al crecer no congenias con tu prometido?

Fue un comentario inocente y sin mala intención, pero Tsukue se arrepintió de haberlo hecho nada más cerrar la boca. Hubo algo muy raro que cruzó la cara de Mitsukuni por un segundo, pero al segundo siguiente volvía a ser todo sonrisas y encanto.

- Depende de la situación –contestó, y cerró de golpe su billetera, sobresaltando un poco a Hikaru y Tsukue-. ¿Y tú, Nozaki-chan? ¿Tienes aquí fotos? ¡Yo quiero verlas!

Tsukue torció la boca, algo reticente, pero habría sido de una educación horrible negarse, así que se incorporó un poco en el asiento y se llevó la mano al bolsillo trasero de los pantalones para sacar su propia billetera.

- ¿Quieres que te ayude? –ofreció Hikaru con una sonrisilla insinuante.

Ella lo fulminó con la mirada, olvidándose por un segundo de sus reparos, pero no se molestó en contestarle. Su billetera era bastante más vieja que la que acababa de sacar su compañero, y estaba en peores condiciones, obviamente maltratada a lo largo de los muchos años que debía tener. Pero Tsukue la acarició con cariño antes de abrirla, sonriendo tiernamente como en anticipación a lo que iba a encontrar dentro. Y ese detalle no le pasó desapercibido a ninguno de sus interlocutores.

No tenía tantas fotos como Mitsukuni, pero las que había llamaban bastante la atención. No eran los típicos retratos estáticos en los que la gente posa educadamente para salir lo mejor posible. Estaba claro que aquellas fotografías habían sido tomadas de forma espontánea, algunas de ellas incluso de improviso o a escondidas. Un ejemplo de ello era la primera que los antiguos miembros del Host Club vieron nada más desplegar Tsukue su repertorio, en la que aparecían Haruhi y Tamaki en el camino de acceso a la facultad de Derecho de Hitotsubashi, como cada día que el rubio se pasaba por allí para recoger a su novia e irse a comer con ella. Había captado el momento justo en el que Haruhi se había puesto de puntillas para plantarle un casto beso a Tamaki en la mejilla, y éste se había quedado mirándola con los ojos muy abiertos, totalmente sonrojado. Los pétalos de sakura caían en torno a ellos de tal forma que daban a la imagen el aspecto de una estampa de cuento.

- Ésta fue cosa del destino –musitó Tsukue por lo bajo, reprimiendo una risita divertida-. Fue el primer día de clase de este curso, me había llevado la cámara a la facultad para sacarle unas fotos al campus, porque estaba precioso con los cerezos en flor. Tamaki-san vino a recoger a Haruhi y dijo que, para celebrar el inicio del curso, nos invitaba a todos a comer ootoro. Haruhi se emocionó y le dio un beso, la cara que puso él no tuvo precio. Nunca los había visto hacer algo así, porque nunca se comportan como novios en público. Me hizo muchísima gracia.

Hikaru se había quedado mirando la foto en plan abstraído, con los labios entreabiertos, como a un paso de decir algo que nunca llegó a decir. Mitsukuni agrandó los ojos, impresionado, y formó una enorme O con la boca.

- Sugoi, Nokazi-chan –comentó, sinceramente encantado-. ¡Kirei! ¿Haces tú las fotos?

- Hai… -asintió Tsukue, con una tímida sonrisa-. M-me gusta mucho la fotografía… Esta otra también es de mis favoritas.

Y les mostró la siguiente foto, en la que aparecían Kana y Etsu recostados a la larga en un sofá, él hundido en cojines y ella con la espalda contra el pecho de su novio, cómodamente acurrucada entre sus piernas. Kana estaba leyendo una novela gordísima que tenía apoyada sobre la cabeza de Etsu, en plan atril, mientras que la muchacha leía a su vez un manga. Ambos tenían exactamente la misma postura y la misma expresión concentrada, cada uno inmerso en lo suyo.

- Ésta es de un día que quedé con ellos para ver una película que habían alquilado –explicó Tsukue, sonriendo aún-. Pero a mí no me gusta mucho el cine, así que me dormí. Y al despertar me los encontré así. Ni siquiera se enteraron de que les saqué la foto, hasta que les deslumbró el flash. Son capaces de quedarse en ese plan por horas, nunca dejan de sorprenderme.

A esa foto le siguieron otras. Algunas de Etsu y Haruhi en la universidad, o de Kana haciendo la cena en ropa de andar por casa mientras fumaba en pipa, o una de Tamaki pillado a traición desde la distancia, en el momento justo en el que veía aparecer a Haruhi y se le iluminaba la cara. Cada una de ellas parecía estar asociada a un momento especial determinado. Y, según iba hablando, Tsukue se transformaba poco a poco.

Por último, con una leve vacilación, pasó una foto más de Etsu en la aparecía en plena faena de teñirse ella misma el pelo negro de rosa, y les mostró la imagen de un niño muy pequeñito que debía estar rondando los 3 años. Estaba tirado boca abajo en la galería de una casa tradicional, observando con las mejillas sonrojadas y ojos enormes y embelesados la trayectoria de un caracol que desfilaba justo por delante de él. Tsukue debía haberse tirado también en la galería para sacarle la foto de frente, porque había pillado una hermosa perspectiva con el caracol desenfocado en primer plano y la cara del pequeño enfocada justo detrás.

- ¿Tienes un hermano? –preguntó de inmediato Mitsukuni, que se había fijado en el crespo cabello negro y los grandes ojos castaños del niño, idénticos a los de Tsukue.

Ella asintió con la cabeza, un poco cohibida.

- Se llama Hideki –comentó, casi en un susurro-. Esta foto se la saqué en estas últimas vacaciones de primavera…

- Sou ka… Entonces os lleváis mucha edad, ¿no?

- Aa, nació un año antes de que me viniera a estudiar a Tokyo.

- Debes echarlo mucho de menos, ¿ne?

Tsukue volvió a asentir y se puso un poco nerviosa. No le gustaba tratar temas demasiado personales con gente a la que apenas conocía, así que hizo intento de pasar esa foto y enseñarles la siguiente, pero Hikaru metió la mano de improviso por debajo de su brazo y agarró la billetera para girarla un poco más hacia él y ver la imagen mejor.

- Es clavado a ti –comentó con la cabeza ladeada, y Tsukue se lo quedó mirando con sorpresa, porque parecía la primera cosa seria que aquel chico le decía desde que había llegado al restaurante-. Esta foto es chulísima…

Mitsukuni miró a Hikaru y también sonrió, con algo que casi parecía satisfacción. Y Tsukue se sintió halagada.

- A-arigato –dejó escapar, luchando por no sonrojarse otra vez, y se apresuró a recuperar el control sobre sus fotos y pasar a la próxima-. É-éstos son mis padres, durante un festival en Hinode…

Hani agrandó los ojos y se quedó mirando la fotografía, ahora en sepia, que mostraba a una pareja de alrededor de 40 años, enfundados en trajes tradicionales, ella con un hermoso kimono y él en yukata. La estética con la que había sido captada la escena conseguía hacerla ver como un retrato típico del siglo XIX. La madre de Tsukue se parecía mucho a ella, conservando un cierto aire delicado y suave que se reflejaba en su recatada sonrisa. El padre, sin embargo, tenía el rostro curtido típico de la vida en el campo, de facciones muy duras y expresión severa.

- Uhh… -murmuró Mitsukuni, haciendo un gesto extraño con la boca-. Se parece a chichiue… ¿Verdad que se parece a chichiue, Takashi?

El joven giró el rostro hacia atrás y por primera vez Tsukue se dio cuenta de que Mori estaba prácticamente en la misma postura que Hikaru, inclinado hacia delante para poder observar las fotos con interés y total naturalidad por encima de la cabeza de su primo.

- Aa –se limitó a contestar él, asintiendo.

- Qué chungo –rió Hikaru por lo bajo-. Tu padre da un poco de miedo, Tsukue-chan. Hani-senpai tiene razón. Pero creo que Ie-sama es un poco peor.

Tsukue no tenía muchas ganas de oír comentarios sobre su padre, así que se apresuró a pasar de foto. Pero al ver la que seguía a aquélla se petrificó momentáneamente, horrorizada.

- ¿Y esooo? –exclamaron en el acto Hikaru y Mitsukuni, a coro.

Allí estaba la imagen de una pareja que se metía mano descaradamente en la barra de un bar atestado de personas, algunas de las cuales los miraban con recelo. La chica estaba de espaldas, enseñando una cabellera negra y lisa larguísima que le sobrepasaba la cintura, echándole los brazos al chico y hundiendo la cara en su cuello para mordisqueárselo. Y el joven la rodeaba con los brazos de forma bastante insinuante, colándole una mano por la cintura de la falda y sonriendo a la cámara con picardía, sacando la lengua y guiñando un ojo. Tsukue se puso azul con sólo verlos.

- Ehhh… -empezó, abochornada al máximo, y boqueó durante unos segundos sin saber qué decir antes de soltar atropelladamente-. S-s-son unos amigos del instituto…

Pasó la foto de golpe, pero la que seguía era peor, con los mismos protagonistas pero en una actitud un poco más explícita.

- ¡¡Wooo!! –chillaron Hikaru y Mitsukuni a la vez, y hasta Takashi se inclinó de golpe sobre la foto con ellos para verla mejor.

- Nozaki-chan, ¡qué atrevida pillarlos así!

- A esto te dedicas realmente, ¿ne, Tsukue-chan? ¡Vocación de paparazzi! ¡Y encima las llevas en la cartera! ¡Qué fuerte!

Tsukue se estampó una mano en la cara, que se había tornado otra vez de color rojo intenso, y comprendió que no podría escapar de esa situación sin dar una explicación.

- S-son Tadashi y Saho –musitó, avergonzada a más no poder, recordándose mentalmente que, en cuanto llegara a casa, iba a sacar aquellas fotos de su billetera para ocultarlas en el rincón más oscuro del cajón más recóndito-. Iban al instituto con nosotros. S-Saho tiene mi edad y también es amiga mía de infancia, como Kana. Tadashi es el mejor amigo de Kana, es un año mayor que yo, como él.

- Vaya novios tan apasionados –comentó Hikaru, divertidísimo, y soltó un silbido de admiración.

- E-en realidad… -Tsukue carraspeó, haciendo de tripas corazón-. E-en realidad no son novios. Son hermanos.

Un silencio extraño cayó sobre los miembros del Host Club implicados en la conversación, que se quedaron mirando a Tsukue en blanco mientras ella se consumía de humillación. Pero de repente Hikaru soltó una tremenda carcajada que resonó en medio restaurante, y empezó a partirse de risa con tanto entusiasmo que se le llenaron los ojos de lágrimas.

- ¡Hermanos! –bramó-. ¡Míralos, Hani-senpai! ¡Les va el rollo incestuoso, como a Kaoru y a mí! ¡Yo quiero conocer a ese tío!

- Quizá cuando lo conozcas se te quiten las ganas… -murmuró Tsukue con un hilo de voz, pero Hikaru se estaba riendo tantísimo que no se enteró.

- ¿Are? ¿Ése es Tadashi-san? ¡A ver, a ver! He oído a Kana-san hablar muchísimo de él.

Y, en un dos por tres, Tamaki y Haruhi estaban inclinados sobre la mesa para ver también las fotos de Tsukue, metiéndose de lleno en la conversación junto con Kyouya, que se limitó a inspeccionar lo que ocurría con gesto interesado. La morena se aturulló por un momento, pillada por sorpresa, pero entre Hikaru y Mitsukuni empezaron a poner al día a los demás, y las fotos terminaron saliendo de la billetera para rotar por toda la mesa.

- Se te da bien esto –comentó Kyouya con las cejas enarcadas, cuando la foto de Hideki con el caracol llegó a sus manos, y Takashi asintió a modo de confirmación, llevándose una mano a la barbilla y mirando la imagen también por encima del hombro de Ootori.

- Qué… impresión –soltó Tamaki a duras penas, rojo como la grana, al ver la foto en la que Tadashi se dedicaba a meterle mano a su hermana pequeña en el bar.

- E-es que Saho tiene algunos problemas cuando salimos por ahí –explicaba Tsukue, ahora a la mesa en general, pero mucho más vacilante que antes-. Es muy guapa y los chicos la agobian un poco, así que Tadashi se dedica a espantarlos así…

- Ah, es una técnica de protección de hermano mayor –suspiró Tamaki, ya más tranquilo y mirando la escena con ojos nuevos-. Comprendo, comprendo…

- ¡Eres un mojigato, Tono! –exclamó Hikaru.

La mesa rompió en risas con las protestas de Tamaki. Y, por primera vez en la noche, Tsukue se rió también.

- Éste es Hitoshi –explicó después, más animada, enseñando otra foto-. Es otro de nuestros amigos de Hinode, iba a clase con Saho y conmigo. También está estudiando en Tokyo ahora. Es muy divertido, echo mucho de menos tenerlo en clase, siempre le sabía buscar motes ingeniosos a los profesores…

Y rotó por la mesa una imagen en la que aparecía un chico de pelo largo peinado en rastas, vestido a lo hippie y sentado descalzo en el césped haciendo pompas de jabón que subían flotando hasta el cielo.

En condiciones normales, Tsukue habría evitado airear demasiado aquella sección de fotografías. Eran recuerdos muy íntimos de su familia y sus mejores amigos, las dos cosas que nunca le gustaba tratar a la ligera. Pero, por alguna razón desconocida, no se sentía tan incómoda compartiendo aquello con esa gente. A ellos parecían interesarles las viejas anécdotas que contaba, y al hablar de cosas que ella dominaba se fue soltando cada vez más, hasta que las risas terminaron saliéndole casi tan fuertes como las de Hikaru.

- ¡Kawaii, Nozaki-chan! –exclamó Mitsukuni de repente, contemplando con una enorme sonrisa otra foto, en la que salía Tsukue de pequeñita partiéndose de risa dentro del apretado abrazo de un hombre mayor-. ¿Es tu abuelo?

- Hai, mi abuelo paterno, vive con nosotros en Hinode.

- Le quieres mucho, ¿ne? –sonrió Hani con nostalgia, ladeando la cabeza.

Tsukue se lo quedó mirando un momento, pero la exclamación de Hikaru la sacó de sus pensamientos.

- ¡Sugoi! ¡Yo quiero una copia de ésta! ¡Es buenísima!

Se volvió enseguida para ver la foto que sostenía el pelirrojo, y se encontró con otra muy vieja que retrataba a tres niños que se habían colocado estilo tótem, con las cabezas alineadas en vertical, haciendo muecas a la cámara.

- Somos Kana, Saho y yo –explicó, esbozando una sonrisa-. De cuando estábamos en primaria.

- ¿Éste es Yamauchi-san? –Hikaru señaló incrédulo al monísimo niño que tenía la cabeza colocada en la cima del tótem-. Pues sí que ha cambiado con los años…

Tsukue miró a su compañero con los ojos entornados, componiendo una mueca. Tenía gracia que Hikaru se refiriera a Kana como Yamauchi-san, cuando el resto del grupo lo llamaba por su nombre de pila, y sin embargo a ella la llamara Tsukue-chan, como si se conocieran de toda la vida. "Debe ser de esos –reflexionó, poniendo los ojos en blanco mentalmente-. Los que se toman confianzas con las chicas desconocidas para intentar pillar cacho…".

- ¿Are? ¿Y ésta?

La joven levantó la vista hacia Haruhi, que estaba mirando otra foto con las cejas enarcadas. Tamaki se había asomado por encima de su hombro, sonrojándose en el acto. Y Kyouya también se había inclinado para mirar, alzando las cejas con curiosidad.

- ¿Cuál es?

Haruhi le dio la vuelta y la alzó para que ella la viera. Y Tsukue se puso como un tomate de golpe. Un chico que no había aparecido en ninguna otra imagen le devolvió la mirada desde el papel, con el pelo oscuro revuelto, la camisa desabotonada y una sonrisa demasiado íntima en la cara. Estaba apoltronado en una silla, balanceándose sobre las patas traseras, con los pies descalzos apoyados en la mesa, y le lanzaba un beso a la cámara con una mano mientras sujetaba en la otra un cigarro a medio fumar. En el lado opuesto de la foto podían verse otros pies descalzos, también apoyados sobre la mesa, de la persona que estaba disparando el flash en ese momento. Y la morena se incorporó de un salto, le arrancó la foto de las manos a su amiga e hizo intento de meterla en la billetera rápidamente, nerviosísima.

- N-no sé qué demonios hace aquí esta foto… -masculló por lo bajo, intentando excusarse.

- ¿Es tu novio, Nozaki-chan? –inquirió Mitsukuni, abriendo mucho los ojos.

- ¡I-iie! Yo n-n-no tengo n-novio… N-no exactamente… En realidad no…

Pero Hikaru le quitó la foto de las manos y la levantó hasta colocarla a la altura de sus ojos, examinándola con el ceño fruncido. Tsukue empalideció.

- ¡C-chotto, Hitachiin-san…!

- ¿Te va el estilo macarra? –le preguntó con tono escéptico, alzando una ceja-. Qué surrealista… Este tío no te pega para nada.

Tsukue torció la boca en una mueca de indignación, pero fue Haruhi la que protestó.

- ¡Hikaru! Creo que tú no eres quién para decidir ese tipo de cosas…

- ¡Claro que sí! –rió el otro, convirtiendo el asunto en una broma de inmediato-. Mi intuición nunca me falla. De la misma forma que sé que tú no pegas nada con Tono, Haruhi, ¡plántalo de una vez!

La mesa volvió a llenarse de jaleo cuando Tamaki empezó a protestar por el comentario, y el asunto se agravó con el simple "Hikaru tiene razón, Tamaki, no sé cómo Haruhi te puede soportar" que soltó Kyouya. Mitsukuni se echó a reír, Haruhi se estampó una mano contra la cara, hastiada, y Tamaki se abalanzó sobre su mejor amigo lloriqueando, zarandeándole para que rectificara. Riendo entre dientes por haber vuelto a sacar de quicio al antiguo rey del Host Club, Hikaru le devolvió la foto a Tsukue sin más incidentes y ella la guardó enseguida, suspirando aliviada.

- Así que te gusta la fotografía, ¿ne? –empezó Hitachiin, cruzando los brazos sobre la mesa y fijando la vista en Tsukue con una sonrisa, aprovechando la distracción general para entablar conversación con ella-. Eso sí que te pega. ¿Qué modelo de cámara usas?

Tsukue enarcó las cejas, por la pregunta y por la iniciativa del chico.

- Maa… nada del otro mundo. Una cámara réflex analógica que era de mi madre.

- ¿Analógica? –Hikaru arrugó el rostro entero, horrorizado-. ¿A estas alturas? Las digitales son mucho mejores.

- No estoy de acuerdo –negó Tsukue, encogiéndose un poco-. Las digitales son mejores para la gente que quiere hacer muchas fotos sin gastar carrete, pero nada más. Con el tiempo pierden resolución. Incluso teniendo en cuenta que puedes ver la foto que acabas de sacar en la pantalla y borrarla en el acto si no te gusta cómo ha salido, pierdes toda la emoción del trabajo manual que requieren las cámaras analógicas. Confío más en el carrete de película fotográfica que en las cosas electrónicas. Además, soy yo quién se encarga de revelar los negativos. Si quiero hacer fotos en blanco y negro, le cambio yo el carrete. A veces también hago diapositivas. Me gusta ocuparme de esas cosas. Sé que las fotos digitales pueden retocarse por ordenador, pero no soy muy fan de los ordenadores. Y de los montajes tampoco. Me gusta retratar las cosas tal y como son, eso es lo mejor de la fotografía.

Cuando Tsukue terminó su discurso, Hikaru parpadeó y se la quedó mirando como si fuese una persona distinta a la que le habían presentado al principio de la cena. Y la joven también debió darse cuenta de que había dicho más palabras seguidas que juntando todos sus diálogos de la noche entera, porque se quedó bloqueada por un momento, sin terminárselo de creer.

- Ya veo que te gusta la fotografía, sí –musitó Hikaru, y rió por lo bajo, cogiendo su refresco y terminándose de un trago lo poco que le quedaba-. Has elegido a la mejor persona para soltarse esa disertación, Tsukue-chan, teniendo en cuenta que soy ingeniero electrónico, que mi padre dirige una empresa de software y tengo cierta habilidad con eso de los retoques y montajes por ordenador. ¿Será que no le tengo suficiente respeto a la realidad tal cual es?

Tsukue se petrificó, haciendo un rápido repaso mental a lo que ella había dicho antes para asegurarse de que no había soltado algo ofensivo. En realidad, odiaba los ordenadores directamente, no podía verlos ni en pintura, y el desagrado parecía ser recíproco, porque esas endemoniadas máquinas se la tenían jurada y siempre se escacharraban cuando ella intentaba utilizarlas. Bastante mal lo pasaba ya cuando tenía que preparar trabajos por ordenador para la universidad. Su último encuentro con un ordenador había terminado con el aparato en coma y ella con un ataque de histeria. Pero suponía que no sería muy agradable para un informático oír ese tipo de cosas…

- S-sumimasen, no q-quería decir que…

- Baaaka –entonó Hikaru, y le soltó una palmadita amistosa en la frente, sonriendo-. No te tienes que disculpar por eso. Cada cual tiene sus gustos. A Kaoru se le daban fatal las matemáticas y a mí me encantaban. Así que yo le hacía los deberes de mate, y él me hacía a mí los deberes de japonés. Trabajo en equipo y todos contentos. Así que ya sabes… si algún día te apetece retocar algo por ordenador, recuerda que conoces a un informático. Te dejo que te aproveches de mí.

Y le guiñó un ojo con descaro.

Tsukue no estuvo muy segura de cómo interpretar aquello, pero no podía negar que la oferta, dentro de lo que cabe, había sido más amigable de lo que esperaba, así que se permitió una sonrisita, asintiendo con la cabeza.

Y, a partir de ahí, la velada pareció cambiar de color.

El grupo atosigó a la morena un rato más con viejas anécdotas, hasta que las fotos de Tsukue volvieron al redil y ella las guardó otra vez, más satisfecha que nunca. Sin embargo, inspirado por el intercambio, Tamaki se emocionó y sacó también su billetera, que tenía un grosor monstruoso, para empezar a enseñar fotos a la invitada. La mayoría de ellas eran horribles, pero Tsukue no se lo dijo. Y, como cada imagen iba acompañada de un divertido recuerdo de los años en Ouran o en Todai, la mesa en pleno terminó inmersa en una disertación sobre los viejos tiempos que dejó a la mayoría de ellos tronchados en carcajadas, partiéndose con cada chorrada sin posibilidad de evitarlo. Tsukue llegó a llorar de la risa, viendo interactuar a los amigos de Haruhi, y terminó con un dolor de costillas considerable.

Eran realmente divertidos. Muy divertidos.

Y pensó que, por una vez, la experiencia no había terminado en fracaso total, después de todo.

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Ya era noche cerrada cuando el grupo en pleno abandonó el restaurante y salieron de nuevo al gélido aire de la calle. Tsukue había perdido por completo la noción del tiempo, pero respiró aliviada al echar un vistazo al reloj y comprobar que iba bien de hora para coger el próximo metro de vuelta a casa. Le parecía demasiado abusivo pedirle de nuevo a Tamaki que la acercara a su apartamento, y pensaba evitar por todos los medios cualquier tipo de oferta que su amiga y su novio le hicie…

- Waaa, se nos ha hecho muy tarde, senpai –comentó de repente Haruhi, que también acaba de mirar su reloj, y alzó la vista hasta su novio-. Tendríamos que irnos cuanto antes o llegaremos tarde.

- ¿Quieres que llame de nuevo al chofer para que nos acerque?

- No, no, prefiero andar un rato, no estamos lejos, de todas formas. Tsukue, lo siento muchísimo, pero no te vamos a poder acompañar a coger el metro.

Tsukue se quedó estática por unos segundos, como si acabara de darle un pasmo.

Vale… parece ser que Tamaki y Haruhi tampoco habían contado con llevarla a su casa después de la cena. Pero de ahí a dejarla completamente tirada nada más salir del restaurante… Tenía la sensación de haberse perdido un capítulo vital.

- Ah, bueno… n-no os preocupéis, no pasa nada…

- Mori-senpai, ¿tú puedes acompañarla? –Tamaki acababa de acercarse a Takashi en plan suplicante-. Otou-san nos ha invitado a Haruhi y a mí al teatro y no podemos llegar tarde, pero tampoco es recomendable que Tsukue vuelva sola a…

- ¡No es necesario, Tamaki-san! E-en serio, no…

- Voy a recoger a Ritsu y Kotaro –contestó Takashi con su típica voz neutra-. Si no le importa venir conmigo a por ellos primero, después podemos llevarla a su casa.

- ¡No, no, de verdad, no quiero molestar! –chilló Tsukue, agitando las manos con una terrible sonrisa, sudando.

La perspectiva de quedarse a solas que aquel tipo en un coche era un tanto escalofriante. No porque él fuera a hacerle algo, sino por la densidad que generaría en el ambiente su mutismo crónico. Aún no se sentía psicológicamente preparada para interactuar con alguien así.

- ¿Hani-senpai? –inquirió esta vez Haruhi, tanteando el terreno.

- Yo voy a recoger a Makie-chan y Kao-chan –explicó éste, risueño-. Ya quedé antes en pasar a por ellos después de cenar, luego llevaremos a Kao-chan a casa. Si quieres acompañarme, Nozaki-chan…

Esta vez, Tsukue vaciló. No le importaría compartir viaje con Mitsukuni, pero luego pensó en la chica de cara agria y en el hermano Hitachiin desconocido y llegó a la conclusión de que ese trayecto no sería mucho mejor que el que le ofrecía Mori con su prometida y su cuñado. Además, si a Hani le iba a tocar acercar a Kaoru a su casa sería un engorro pedirle que la llevara a ella también a la suya. A lo tonto, podían pasarse una hora yendo de un lado a otro de Tokyo, y era ya demasiado tarde como para andar incordiando de esa forma.

- No, de verdad, muchas gracias, Haninozuka-san, Morinozuka-san… p-pero prefiero irme en metro, la estación está casi al lado de mi casa y es mucho más cómodo para todos…

Aún estaba hablando cuando una melodía bastante estridente, como acordes de una pieza de rock duro, rasgó la somnolencia con la que todos habían salido del restaurante. Y las caras de los miembros del antiguo Host Club se giraron instantáneamente hacia Kyouya, que torció el gesto con una mueca de hastío y metió la mano en el bolsillo de la chaqueta para sacar el móvil.

- Hai –musitó secamente al llevárselo a la oreja, dándole la espalda a sus amigos y avanzando un par de pasos para apartarse de ellos.

- ¡Mou, Kyouyaaa! –chilló una voz femenina al otro lado de la línea, tan alto que sus palabras resultaron perfectamente audibles a los espectadores y obligaron a Ootori a apartarse el auricular de la oreja con brusquedad-. ¡Mouuu! Te dije que salía temprano hoy, y llevo diez minutos en la calle, y hace frío, y tengo ganas de llegar a casa, y preparar la cena, y darme un baño, y…

- Wakatta –cortó Kyouya, alzando también el tono para imponerse al de la mujer-. Acabamos de salir de la cena, Ishiko. En cinco minutos estoy allí.

Tsukue parpadeó con extrañeza cuando sintió a Hikaru pasar corriendo por su lado para abalanzarse sobre el estudiante de medicina. Y lo mismo hicieron Tamaki y Mitsukuni, que se unieron al pelirrojo para bramar a coro un estentóreo:

- ¡Konbanwa, oba-saaan! ¡Te hemos echado de meeenos!

Kyouya se apartó un poco más de ellos, ladeando la cabeza, atento a lo que su prometida le decía telefónicamente.

- HaiHaiWakatta –Ootori puso los ojos en blanco, resignado, giró el rostro hacia sus amigos, y soltó-: Ishiko dice que os vayáis todos a tomar por culo. Sobre todo tú, Hikaru, que sabe que te gusta.

- ¡Yo no me voy a tomar por culo! –gritó Hitachiin, sin darle mucha importancia al hecho de que, además de Ishiko, le estaba oyendo todo el mundo que pasaba por la calle en un radio de 10 metros-. ¡Yo soy seme, oba-san, entérate de una vez!

- Maa, eso lo discutís vosotros cuando os dé la gana –atajó Kyouya, y volvió a darle la espalda al resto para seguir hablando con su prometida.

Hikaru se estaba riendo de nuevo con aquella risa maquiavélica suya. Tsukue no se dio cuenta de que se había quedado boquiabierta por aquel incidente hasta que captó la mirada de Mori, que estaba observándola con una ceja alzada, y enseguida se apresuró a cerrar la boca de nuevo, sintiendo las mejillas arder.

- ¿Es que Hitachiin-san es…? –empezó en voz baja y vacilante, dirigiendo a Haruhi una expresión interrogante.

Haruhi, que tenía los ojos entornados con resignación, contestó un llano:

- Ignora lo que acabas de oír. La mitad de esta gente es idiota.

- Bien –Kyouya cerró el móvil con un leve chasquido y encaró una vez más a sus amigos-. Yo me marcho ya. Se me ha hecho más tarde de lo que creía.

- Pero… -Tamaki arrugó la frente y volvió a dirigir una mirada de dramático desconsuelo a Tsukue.

Ella brincó, esbozando otra sonrisa tranquilizadora.

- Estaré bien, no te preocupes, Tamaki-san. Muchas gracias por traerme. Lo he pasado muy bien, de verdad…

- Sí, no te preocupes, Tono –añadió Hikaru, que había aparecido como por arte de magia al lado de Tsukue otra vez, y le plantó a ésta una mano en el hombro, dirigiéndole al rubio un gesto de victoria con la otra mano-. Yo la llevo a su casa.

La joven morena se congeló. Y los demás miembros del grupo también parecieron quedarse bastante estáticos, mirando a Hikaru como si éste acabara de salir corriendo a la calle en calzoncillos, proclamando a los cuatro vientos que iba a hacerse transexual, o algo semejante.

- ¿E-ehhh? –chilló Tsukue, nerviosa, y se apartó de él rápidamente, mirándolo con obvia aprensión-. N-no quiero que me lleves a mi casa… E-es decir, no es necesario… Yo no… El metro…

- Bueno, pues te acompaño a la estación de metro –el chico se encogió de hombros con indiferencia-. No tengo nada mejor que hacer. Hani-senpai ha dicho que ya se encarga él de recoger a Kaoru, ¿no? No me importa acompañarte. Además, no es bueno que las chicas anden solas de noche por las calles, ¿ne, Tono?

Hikaru le dirigió una risilla socarrona a Tamaki, pero él seguía medio bloqueado por el inesperado ataque de altruismo y no atinó a contestar. Era como si Kyouya hubiese decidido montar una clínica privada para atender a la gente pobre sin cobrar. Sin embargo, Haruhi debió olerse algo raro en la actitud de su viejo compañero de clase, porque frunció el ceño.

- Hikaru… -empezó, pero él la interrumpió.

- ¡Me portaré bien, me portaré bien! –aseguró, agitando una mano para quitarle importancia al asunto-. Hala, nos vemos. Buenas noches a todos.

Y en el acto estallaron las despedidas. Mitsukuni se despidió muy efusivamente de Tsukue, diciéndole que había sido un placer conocerla y que esperaba volver a verla pronto. Takashi y Kyouya le dirigieron palabras más escuetas, con breves estrechones de mano. Y la muchacha se inclinó educadamente ante todo el mundo, dándoles las gracias una y otra vez.

- Nos vemos mañana –sonrió Haruhi cuando le llegó el turno a ella, sujetando a su amiga por un hombro-. ¿Ves? No ha sido tan horrible, ¿ne?

Tsukue negó con la cabeza, pero su sonrisa tembló, nerviosa, cuando le dirigió un rápido vistazo a Hikaru, que en esos momentos se estaba despidiendo de Kyouya.

- Tranquila, no muerde –masculló Haruhi con un suspiro, siguiendo la mirada de la morena-. Pero sí puede ponerse un poco impertinente. No le hagas mucho caso.

- Vale…

- ¿Estás bien?

- Sí, sí, no te preocupes. Gracias, Haruhi.

Fujioka sonrió otra vez y fue a reunirse con Tamaki. El grupo se disgregó enseguida, yendo cada uno por su lado, entre exclamaciones de despedida. Los únicos que se quedaron plantados frente a la entrada del restaurante fueron Hikaru y Tsukue, agitando las manos en dirección a los demás. Y, cuando todos desaparecieron de vista, un silencio horripilante se implantó entre ellos.

La joven empezó a sudar otra vez, mirando de reojo a su compañero con obvio recelo pintado en la cara. De todas las opciones posibles, aquélla era la peor. No es Hikaru le cayera mal, porque se conocían demasiado poco como para poder hacer ya semejante juicio. Pero no cabía duda de que, de todos los chicos que había conocido aquella noche, él era el que menos bien le caía. Incluso Kyouya y Takashi, con su pasotismo, habían sido más amables con ella que el joven pelirrojo. Le ponía nerviosa que fuese tan directo y que no tuviera pelos en la lengua. Nadie debía haberle explicado nunca lo que eran los respetos humanos. Y, para alguien como ella, acostumbrada a demostrar hacia los demás una deferencia que casi rayaba en lo obsesivo, aquella actitud le resultaba muy desagradable.

Hikaru se dio cuenta de que Tsukue estaba mirándolo y bajó la vista hacia ella con las cejas enarcadas, parpadeando con curiosidad. Ella apartó la mirada enseguida, sobresaltándose y poniéndose más nerviosa todavía. Y, para rematar la cuestión, él se echó a reír de nuevo.

- Maa, maa, Tsukue-chan, nos conocemos desde hace tres horas, no me vayas a decir ahora que te da vergüenza quedarte a solas conmigo. No te voy a hacer nada.

Y le guiñó un ojo con desparpajo. Tsukue se hundió de hombros, con la cara medio azul. Como si tres horas fuese toda una vida, vamos…

- ¿A qué hora coges el metro? –inquirió Hikaru más seriamente, consultando su reloj con el ceño fruncido.

- Ah… quiero llegar al de y media.

- Pues vámonos yendo.

- Ehhh, Hitachiin-san… Si no quieres acompañarme, no pasa nada, de verdad. La estación de metro no está lejos y en realidad no es tan tarde. Estoy acostumbrada a hacer estas cosas sola, no creo que tenga ningún problema…

- Hai, hai –bostezó él con gesto aburrido, y, agarrándola por los hombros, empezó a empujarla por la calle, emprendiendo la marcha-. ¿Y si sí tienes algún problema? ¿Con qué cara miro yo a Haruhi después? Además, he aparcado el coche en el parking que hay al lado de la boca de metro, no me supone ninguna molestia.

Tsukue se escabulló rápidamente de su agarre, poniendo una distancia prudencial entre ellos, y agachó la cabeza para que él no viera su gesto cohibido. Pero Hikaru no era excesivamente idiota, a fin de cuentas, y reparó en las mejillas nuevamente rojas de su compañera. No pudo evitar torcer la boca en una mueca, antes de soltar un resoplido de risa.

- No te gusta mucho el contacto físico, ¿ne? –bromeó con sorna.

Y Tsukue se sonrojó tres veces más.

- No, no me gusta –musitó por lo bajo, sin ser realmente consciente de ello.

- Vale, vale, lo tendré en cuenta –con gesto divertido, Hikaru metió las manos en los bolsillos del pantalón y se la quedó mirando atentamente, como si la escaneara con los ojos-. Así que, ¿te lo has pasado bien? ¿Te ha gustado esta gente?

Ella volvió a mirarlo de reojo antes de centrarse de nuevo en el frente. Pero se fue relajando poco a poco. Asintió con la cabeza.

- Ha sido… mejor de lo que esperaba –admitió, todavía en voz baja, midiendo las palabras-. Son buena gente. Todos vosotros, quiero decir.

- Sí, ésa suele ser la primera impresión que dan. Luego te enteras de cosas como la doble personalidad de Hani-senpai, que en realidad es una desequilibrada bestia de sangre fría, o la afición oculta que tiene Tono por el S&M, y tu perspectiva cambia de punto…

Tsukue giró el rostro de golpe hacia él, boquiabierta y horrorizada, y Hikaru soltó una tremenda carcajada.

- ¡Qué cara! –exclamó, entusiasmado-. Éste es uno de esos momentos imperdibles en los que merece la pena llevar una cámara encima para "retratar la realidad tal cual es", por lo que veo…

Tsukue no supo si le estaba tomando el pelo en plan amistoso o sólo pretendía burlarse de ella descaradamente, pero terminó decantándose por lo segundo. Y, en consecuencia, Hitachiin Hikaru perdió los pocos puntos que había ganado durante los postres.

Sin embargo, algo de su enfurruñamiento debió reflejársele en la cara, porque Hikaru hizo un extraño intento por salvar la situación, retomando el tema de la fotografía. Y Tsukue no tuvo más remedio que admitir que, a pesar de lo desagradable que podía llegar a ser ese tipo cuando le daba por hacerse el gracioso, también tenía la capacidad de mostrarse encantadoramente simpático cuando le daba la gana. Aunque ella no terminaba de estar segura de si esa simpatía era sincera. Después de todo, había sido miembro del Host Club, tenía que estar acostumbrado a encandilar a las chicas con palabrería hueca. Era precisamente eso lo que la ponía nerviosa, el no saber por dónde iba a salir el pelirrojo la próxima vez que abriera la boca. Le resultaba imposible no estar tensa en su compañía, no quería bajar la guardia y volver a ser objeto de alguna broma sin gracia.

Pero entonces Hikaru empezó a contarle que su madre era diseñadora, y que él estaba familiarizado con el tema de la fotografía desde que era pequeño, aunque nunca le había llamado excesivamente la atención, y Tsukue no pudo ocultar su interés. Tampoco pudo hacerse la desentendida cuando él se puso a explicarle las técnicas que utilizaban en los estudios de su madre. Y, cuando mencionó finalmente el nombre del fotógrafo profesional que solía trabajar con los Hitachiin, ella se quedó definitivamente boquiabierta, admitiendo que conocía el trabajo del susodicho y llevaba unos años siguiendo su trayectoria profesional en los muchos ámbitos que tocaba.

Para cuando llegaron a la boca del metro, los dos iban hablando ya con una soltura que ella jamás habría imaginado, su reticencia perdida en algún lugar del espacio-tiempo. Y, aunque Tsukue no se dio cuenta en un primer momento, Hikaru debía haber notado que por fin había minado su resistencia, porque en su expresión se entreveía algo muy similar a la autocomplacencia.

- Todavía estás a tiempo –comentó, antes de empezar a bajar las escaleras junto a ella, señalando hacia la cercana entrada del parking-. ¿Seguro que no quieres que te lleve a casa?

- Seguro –replicó Tsukue con brusquedad, y echó a trotar escaleras abajo sin mirar atrás.

Hikaru se encogió de hombros con una sonrisilla y la siguió, apresurándose para ponerse a su altura.

- Me ofendes, Tsukue-chan –entonó, haciéndose la víctima-. ¿Te fías de Tono, con lo pervertido que es, y no de mí? Increíble…

Ella le dedicó una mirada escéptica, torciendo la boca en una mueca, pero decidió pasar por alto el comentario.

- ¿Por qué le llamas Tono? –inquirió entonces, arrugando un poco la frente.

- ¿Nani? –Hikaru la miró con los ojos muy abiertos-. ¿Es que no te has dado cuenta de la forma en que habla? No sé quién le enseñó japonés, pero cualquiera diría que aprendió de las crónicas de Ieyasu. ¡Habla como un señor feudal!

Tsukue parpadeó, cayendo en la cuenta de que Hikaru tenía razón. Inconscientemente, siempre le había hecho gracia la forma de hablar de Tamaki. Pero oír una explicación tan espontánea de boca de otra persona consiguió arrancarle la risa. Y, sin proponérselo realmente, se echó a reír por lo bajo.

- Pues sí que es verdad –murmuró, divertida-. Pobre Tamaki-san…

- De pobre nada –replicó Hikaru, poniendo los ojos en blanco-. Es totalmente imbécil. Intenta ir por la vida de tipo principesco, y eso en un francés clásico quizá quede muy fino, pero usando el japonés antiguo consigue un efecto muy raro. Parece subnormal, o algo así.

Tsukue volvió a reír en un murmullo, llevándose una mano a la boca, y miró a Hikaru con una chispa de calidez en los ojos que él no le había visto en toda la noche. Se quedó un poco descolocado al principio, pero enseguida le devolvió una media sonrisa, y siguió metiéndose con Tamaki un rato más, intentando comprobar si podía conseguir que ella volviera a reírse de esa forma. Apenas fue consciente de que seguían avanzando. Pero, cuando llegaron finalmente a los andenes y Tsukue se detuvo para esperar el metro, Hikaru se calló en el acto. Y se dio cuenta de que el trayecto se le había hecho corto.

- Maa, gracias por acompañarme –sonrió suavemente ella con gesto educado-. No es necesario que te quedes más tiempo, si tienes prisa por irte a casa y…

- No tengo prisa –se apresuró a interrumpir Hikaru, encogiéndose de hombros otra vez-. No vivo muy lejos de aquí, y Kaoru va a tardar por lo menos tres cuartos de hora en llegar, así que puedo quedarme un rato más. Estar solo en casa es aburrido.

El joven le dirigió una elocuente mirada a su compañera, pero ella no pareció captar la indirecta, porque estaba ocupada mirando alrededor con curiosidad, echándole un vistazo a la gente que ocupaba el andén esperando al próximo metro. A Hikaru le rodó una gotita por la nuca al verse ignorado.

- Aún no es muy tarde, así que hay bastante gente que vuelve a casa y…

- Pero no puedes saber si alguno de ellos es un acosador en potencia –volvió a acallarla él, componiendo una expresión inquietante-. Mejor me quedo para vigilar que nadie intente propasarse contigo.

Tsukue lo miró con los ojos entornados. A un par de metros de ellos había un matrimonio con sus dos hijos pequeños, y un poco más allá un grupo de ruidosas chicas de secundaria con sus uniformes típicos. Mirando la situación objetivamente, el único que podría representar un verdadero peligro en cuanto a acoso se refería era el propio Hikaru.

- En realidad quiero exprimir el tiempo hasta el último segundo, para ver si accedes a que te lleve yo –añadió el chico, sonriendo con socarronería y apoyándose en la pared de uno de los gruesos pilares de la estación.

- Hitachiin-san… -empezó Tsukue con gesto de fastidio, dispuesta a decirle finalmente a aquel individuo que cortara ese tipo de bromas con ella.

- ¡Deja ya lo de Hitachiin-san! –exclamó Hikaru con una risilla cómplice, interrumpiéndola por tercera vez e inclinándose hacia ella-. En serio, no estoy acostumbrado a que me llamen por el apellido, es un engorro, nunca sé si se refieren a Kaoru o a mí. Prefiero que me llames por mi nombre, ¿ne?

- Hitachi… Hi-Hikaru-san –se corrigió Tsukue, al ver la expresión que le dirigía el otro-, eres muy amable por acompañarme y eso, pero yo no…

Sus palabras se ahogaron por completo cuando el estruendo del metro invadió todo el lugar. Tsukue intentó levantar el tono, pero Hikaru arrugó el rostro en una mueca, llevándose una mano al oído, como haciendo un esfuerzo por escucharla. Y ella se exasperó, pensando que de nuevo le tomaba el pelo, exagerando a propósito. Quiso decírselo, pero terminó por callarse, porque el metro ingresó en el andén con contundencia y levantó una ráfaga de aire que le revolvió el largo cabello negro y la obligó a encogerse un poco. Se habían parado demasiado cerca de la vía.

Antes de que le diera tiempo a asimilar lo que pasaba, sintió que Hikaru la sujetaba de un brazo para apartarla de la línea de seguridad del andén y la arrastraba hacia el otro lado del pilar para protegerla del aire. El estruendo remitió poco a poco y el metro se detuvo con un chirrido. Y, cuando Tsukue se recuperó del ruido y la intempestiva aparición, levantó el rostro hacia su acompañante para darle las gracias.

- Ariga

Sin embargo, las palabras se le desvanecieron en la boca y agrandó los ojos desmesuradamente al ver que Hikaru estaba a menos de un palmo de distancia de ella. Intentó echarse hacia atrás con brusquedad, pero dio con la espalda en la pared del pilar. Hikaru tenía un brazo apoyado contra los azulejos, por encima de sus cabezas, para sostenerse, y la estaba mirando ya con una elocuencia aplastante, imposible de ser ignorada.

Tsukue se pegó contra la fría pared, incrédula por el giro que acababa de dar la situación. Pero él se acercó más, entornado los ojos en una expresión que pretendía ser el vivo retrato de la seducción, pero que a ella sólo le puso los pelos de punta con un escalofrío. Y, con un simple gesto, Hikaru metió la mano libre en el bolsillo interior de la chaqueta, y sacó como por arte de magia una de esas rosas rojas que llevaba siempre Tamaki a todas partes.

Las puertas del metro se abrieron con un ruido similar a un pinchazo de neumático.

- Es tu última oportunidad –entonó él, con una voz susurrante y profunda, alzando una ceja con una sonrisa de lado-. ¿Seguro que no quieres que continuemos la fiesta… en mi casa?

Y acarició la mejilla de la morena suavemente con los pétalos de la rosa, marcando un camino hacia su boca.

Tsukue sintió cómo si una cobra acabara de darle un mordisco. No se paró a pensar, ni reflexionó, ni se preocupó por nada. Sólo pegó un bote tremendo, horrorizada, y, en un acto reflejo, le soltó un codazo con todas sus fuerzas a Hikaru en el pecho para quitárselo de encima. El pelirrojo se quedó sin aire por el golpe, abriendo mucho los ojos de sorpresa, y retrocedió trastabillando. Pero no se apartó lo suficiente, y, en un desesperado intento por alejarse de él todo lo posible, Tsukue lo volvió a empujar. El único problema fue que, con los nervios, no calculó muy bien las distancias y le asestó un fortísimo revés en plena cara. Hikaru se llevó las manos a la nariz, doblándose con un gemido de dolor. Y lo peor de todo fue que el impacto consiguió hacerle perder el equilibrio y estuvo a punto de irse al suelo de espaldas. La gente que los rodeaba se había quedado mirándolos con expresiones inclasificables.

- ¡Mierda! –masculló Tsukue, llevándose las manos a la boca con cara de susto-. ¡Hita… H-Hikaru-san! ¡G-gomen nasai!

Hikaru se había quedado encogido a unos pasos de ella, cubriéndose protectoramente la nariz, con una expresión de absoluto desconcierto en la cara. Pero entonces levantó la vista hacia la morena con la frente arrugada y se la quedó mirando por unos segundos con una expresión inescrutable. Cuando se apartó una de las manos de la cara lentamente, la chica vio que tenía la boca contorsionada en una mueca horrible. Y Tsukue se aterrorizó, pensando que mínimo aquel tío le ponía una demanda por agresión física.

- ¡G-gomen nasai! –repitió, agobiadísima, agitando las manos como si estuviera haciendo amago de socorrerlo una y otra vez, pero sin llegar a tocarlo nunca-. ¡Lo siento muchísimo, no era mi intención…! ¡Es decir, yo no…! ¡Yo sólo…!

Hikaru se estaba poniendo rojo a una velocidad alarmante. Tenía los labios tan apretados que habían quedado convertidos en una línea finísima. Tsukue se encogió, previendo el estallido de cólera. Pero de repente a él se le escapó un chirriante ruido ahogado y, en un parpadeo, explotó en carcajadas tan escandalosas que esta vez atrajeron la atención de todos los que estaban en tres metros a la redonda. El corro de adolescentes ruidosas los observaban con atención, con las mismas caras que si estuvieran siguiendo su drama favorito en la tele. Tsukue sintió el rostro arder de vergüenza y, sin pensar en lo que hacía, le asestó un nuevo golpe a Hikaru en el hombro, torciendo la boca en un gesto de reproche.

- ¡Deja de reírte de mí! –exclamó, perdiendo la compostura y la "buena educación" que había intentado mantener a lo largo de toda la noche.

Hikaru dejó de troncharse para mirarla con los ojos llenos de lágrimas, divertidísimo. Estaba doblado sobre sí mismo de nuevo, pero ahora por culpa de las carcajadas.

- Está bien, está bien… Ya veo que sí sabes cuidarte sola de los acosadores. Menos mal que tienes tan buena preparación…

Tsukue se consumió de humillación, pensando que había sido una idiota por caer en su broma. Porque había sido una broma, ¿no? Tenía que serlo… si no sería incoherente que él estuviera ahí, partiéndose de risa justo después de que ella le hubiese soltado un puñetazo en plena cara. Hikaru se incorporó poco a poco, frotándose aún la nariz con gesto protector, y dirigió sus ojos hacia la muchacha nuevamente. Y empezó a troncharse otra vez.

- ¿S-se puede saber qué te hace tanta gracia? –gruñó Tsukue, cohibida a más no poder y con latentes deseos de volver a golpearlo.

- Gomen –soltó Hikaru entonces, sonriente.

Su expresión había cambiado. No tenía ese aire seductor, ni la petulancia ni el desinterés que había lucido durante la cena. Simplemente estaba sonriendo. Una sonrisa amplia y auténtica, genuinamente divertida. Y Tsukue se descolocó momentáneamente al observarlo.

- No estoy acostumbrado a tratar con chicas como tú –explicó llanamente el pelirrojo, quizá con excesivo desparpajo-. Me has pillado desprevenido.

Tsukue no supo cómo encajar aquello, así que optó por fulminarlo con la mirada.

- No te ofendas, no te ofendas, que es un cumplido –rió él, agitando las manos en gesto conciliador-. Lo he pasado muy bien contigo, Tsukue-chan. Tenía la esperanza de llevarte al huerto. Lástima que no pudo ser. Ya volveré a intentarlo la próxima vez –y, sin darle tiempo a que asimilara sus palabras, volvió a tenderle la rosa con un gesto mucho menos artificial que el anterior-. Toma, un recuerdo de tu primera cena con el Host Club. Fijo que ha sido inolvidable.

La morena lo estaba mirando con la misma cara que si fuera algún tipo de extraterrestre, totalmente bloqueada. Así que él tuvo que agarrarla por la muñeca y plantarle la rosa en la mano sin demasiadas ceremonias.

- Acéptala, mujer. ¡Por Kami! Llego a ser yo Tono y ya me habrías mandado a la depresión profunda con tu rechazo. A él no le pegues cuando te regale una rosa, que es muy sensible.

Tsukue se hubiese reído del comentario si no fuera por el hecho de que seguía tiesa, sin atinar a articular ni una palabra. No comprendía nada de lo que había pasado en los últimos dos minutos. Hikaru se quedó mirándola fijamente y su boca volvió a curvarse en una abierta sonrisa.

- Entonces, ¿quieres que te lleve a casa?

Y ella por fin reaccionó, enrojeciendo otra vez.

- ¡Te he dicho que no! –soltó abruptamente, y se enfadó consigo misma al darse cuenta de que había vuelto a escapársele ese áspero acento de pueblo que tanto intentaba reprimir estando en Tokyo.

Hikaru se echó a reír con aire siniestro, levantando una mano para señalar algo a la espalda de Tsukue.

- No lo digo por mí, sino porque el metro se larga.

Tsukue brincó, girándose con brusquedad. Las puertas del vagón más cercano se estaban cerrando. Sin despedirse siquiera ni mirar atrás, se apartó de Hikaru y echó a correr hacia el metro. Tuvo que estampar la mano contra el botón de apertura manual un par de veces para que la dejaran entrar. Y de fondo le llegó un potente:

- ¡Oyasumi, Tsukue-chan! ¡Ya nos veremos!

Entró al vagón casi tropezándose y volvió la vista justo a tiempo de ver la figura de Hikaru al otro lado de los cristales, agitando una mano en son de despedida, sonriendo aún. El metro arrancó, adentrándose en los túneles, y el pelirrojo y el andén desaparecieron. Sólo entonces dejó escapar el aire, dándose cuenta de que había estado reteniendo la respiración.

¿Qué pasaba con aquella gente? Eran tan raros que daban miedo…

Torciendo la boca en una mueca y arrugando la frente con gesto confuso, bajó la mirada hacia la rosa que todavía conservaba en la mano. Él debía haber estado riéndose de ella todo el tiempo, no tenía otra explicación. La apocadita muchacha de pueblo era la víctima perfecta. ¿Y si no lo hubiese rechazado cuando se había acercado a ella tan peligrosamente? Ahora sí que estaría partiéndose de risa con ganas en su cara…

Tsukue dejó escapar un resoplido de cansancio, incapaz de reprimir un estremecimiento al acordarse de lo cerca que había estado aquel tío de ella hacía apenas unos minutos. Qué impertinente… ¿Qué se había creído? Y sintió calor en las mejillas otra vez, aunque prefirió no preguntarse si era por indignación o vergüenza. Apretando los labios con fuerza, se guardó la rosa sin muchos miramientos en un bolsillo y metió la mano en el otro para sacar el móvil y ponerse los cascos. No quería pensar en nada de lo que acababa de suceder. De hecho, ahora que estaba de camino a casa, no quería pensar en nada de lo que había sucedido en toda la noche. Su encuentro con la gente del Host Club parecía tan surrealista y lejano como una escena de un libro viejo que hace mucho que no lees. Para una vez estaba bien. No habría una segunda.

Y, cuando los acordes de guitarra inundaron sus oídos y la potente voz de Olivia Lufkin entonó el estribillo de una de sus canciones favoritas, cerró los ojos con un suspiro y se permitió una sonrisa, recostándose en una de las barras del metro.

Mitsumete!

I'm here waiting for you

kaze ni fukare hitori mayottemo

Esperaba no tener que volver a ver al Host Club nunca más.

I'm here waiting for you

sora wo miagete

Y Hikaru, mientras se metía en el coche y arrancaba, manejando con la mano libre la radio para sintonizar la emisora, pensó que no estaría mal volver a ver a Tsukue algún día. Porque se parecía a ella… En muchas cosas se parecía a ella…

Zutto kokoro wa

te wo hirogete mamotteru

El aire que entraba por la ventanilla cuando salió del parking y empezó a conducir por las calles de Tokyo le agitó el pelo rojizo y consiguió arrancarle otra sonrisa de la que no fue consciente.

Ano koro no kimi ga furikaeru made…

Tal vez… tal vez…

No need… to cry

Se palpó la nariz con una mano, manteniendo la otra sobre el volante. Y, contagiado por la brisa nocturna, se echó a reír una vez más.

--Fin del capítulo 1--

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Notas de Autora: Buff… En fin, supongo que habrá muchas cosas por explicar, pero tampoco quiero enrollarme eternamente en el capítulo 1, que bastante habéis debido sufrir ya su longitud inhumana. Con respecto a eso, debo decir que este cap ha sido más largo porque tenía que incluir muchas cosas en él, pero prometo controlarme en los próximos capítulos y no sobrepasar las 40 páginas de Word (sí, 40, lo siento, pero no le pidáis peras al olmo, que yo me enrollo mucho hablando y no puedo bajar de ahí xD) De cualquier modo, divido siempre los caps en escenas que tienen la longitud de un capítulo corriente, así que podéis dosificar la lectura si queréis para no indigestaros, jeje.

Toda la gente de este fic tiene más de un año, porque ése es el tiempo que llevo estructurando esta historia y escribiendo cosas sueltas de capítulos futuros, organizando la vida de cada personaje hasta detalles surrealistas. No tenía intención de publicarlo, en realidad, pero ahora que he terminado por fin el capítulo 1 oficial, Charlie me ha convencido para subirlo a FFnet a ver qué pasa. En realidad no me preocupa mucho que tenga o no aceptación. Sé que es duro meterse de golpe en una historia como ésta, porque mi fic no empieza en un principio, sino en pleno desarrollo de la vida de todos los miembros del Host. Es como caer de golpe en una dimensión desconocida y sé que es muy chocante. Pero, si le dais una oportunidad a este fic, prometo esforzarme para haceros pasar los mejores ratos posibles. Todos los aspectos del pasado de esta gente se irán esclareciendo conforme pasen los capítulos, aunque ya he dejado caer detalles por ahí. Y ya iré explicando cosas yo si os interesa saberlo. Pero de momento… así empieza Mil y una noches.

Este fic es importante para mí por dos motivos: es la primera cosa gorda y seria que escribo fuera de la sección de Harry Potter y tengo puesta en ella mucha ilusión. También es la primera vez que escribo un fic únicamente basado en el romance y en las relaciones entre personajes, sin maquiavélicas tramas de fondo ni guerras sangrientas de marco. Por eso me he permitido el lujo de escribir de una forma más ligera. También es un experimento para mí, porque no estoy acostumbrada a esto, y espero manejarlo lo mejor posible para que os entretenga esta historia.

En cuanto a tecnicismos… estoy muy acostumbrada a usar palabras en japonés en los diálogos, porque me gusta más cómo suenan las cosas en su idioma original que en español, pero sé que puede ser un rasgo cargante en un fic, así que os pido por favor que si os ralla demasiado me lo digáis y dejaré de hacerlo, que no me supone ningún trauma. Además, quizá debería habérmelo ahorrado desde un primer momento, porque no soy estudiante de japonés y no sé hasta dónde puedo fiarme de mi diccionario cutrecillo, juasjuas.

Mmm, no sé si me dejo algo en el tintero. Estoy tan nerviosa por esta actualización que se me enredan las ideas. Pero ya lo revisaré con más calma otro día, por si tengo que actualizar algo. Cualquier duda que os haya surgido, consultadme en un r/r, que os contestaré a la brevedad posible.

Y, sin más, ¡me largo! Espero que os haya conseguido picar la curiosidad con este primer capítulo. Yo seguiré actualizando, seguramente, aunque sólo tenga un lector. No sé a qué ritmo, porque depende del espacio que me deje la universidad. ¡Pero volveré, eso dadlo por hecho! xD

Muchas gracias por leeros esto, y por darme una oportunidad.

¡Nos leemos! Cuidaos mucho, queridos lectores. ¡Y carpe diem!

Dik ;)