Disclaimer: Esta historia fue inspirada en la película "A walk to remember". Los personajes pertenecen a Rumiko y solo he utilizado algunos con el fin de entretener.

•El crédito de la imagen corresponde a strin0126 en Twitter.


°•°•°

Corazón secreto

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—Ya es hora, Rin.

Levantó la cabeza y asintió a la mujer de hábito frente a ella. Sus ojos la veían con mucha tristeza.

—Sí, madre superiora.

La jovencita se despidió en el aeropuerto de las monjas y sus amigos que le desearon mucha suerte en su nueva travesía. Le habían acogido en aquella casa hogar desde que tenía ocho años, luego que sus padres fallecieran en un accidente automovilístico.

Pese a que le causaba mucha pena no volverlas a ver, Rin entendía que era lo mejor para independizarse y no seguir siendo una carga.

Había recibido apoyo de un tío por un tiempo hasta que este falleció, así estuvo ahorrando dinero por años de modo que al cumplir los dieciséis pudiera cubrir parte de sus gastos al trasladarse. Tenía costeada su estadía de ese año en Japón, aunque tendría que trabajar al finalizar la escuela.

Al llegar a su asiento, Rin intentó abstraerse de su mundo de recuerdos para disfrutar de la nueva experiencia. Cerró los ojos al sentir un particular vacío en el estómago y dejó que el sonido del avión despegando la envolviera.

Pasaron diez horas con treinta minutos hasta que aterrizaron en el aeropuerto Narita. Rin revisó su folleto con detenimiento para ver la siguiente parada. Se hospedaría en el hotel Mitsui Garden ya que había perdido contacto con la familia de su madre japonesa cuando se mudaron a Seattle.

Se encargó de instalar sus pertenencias y descansar por unas horas antes de dirigirse al centro académico donde estudiaría a partir de la semana entrante. Sakura International School & College era una prestigiosa institución a la que había soñado postular por mucho tiempo, y cuando se ganó la beca estuvo una semana emocionadísima, celebrando su logro junto a todos en el albergue.

—Nuestros estudiantes no usan uniforme. —Le había dicho la secretaria con voz amable. —Será lo mismo en la universidad.

—Bien —le respondió con un asentamiento.

—Este es su horario, comienza el lunes. Habrá una movilidad que la recoja y lleve a su hogar. Es así con todos los estudiantes de último año. —Agregó ello último al notar la sorpresa de Rin. —Entonces, ¿dónde está residiendo?

—Por ahora me estoy quedando en un hotel.

—Comprendo. Anote aquí la dirección, por favor. Pasarán por usted a las siete en punto.

La muchacha así lo hizo.

—Eso es todo, señorita Collins. Bienvenida a "S.I.S.U". —La secretaria realizó una leve inclinación hacia ella y Rin la imitó con entusiasmo.

— ¡Muchas gracias!

Los días posteriores pasaron con rapidez entre salidas para conocer la ciudad y llamadas de larga distancia. Cuando menos se había dado cuenta ya era el primer día de clases, y tal como le comunicaron previamente en la dirección la fueron a recoger.

Rin tomó su mochila y caminó hacia el gran autobús cubierto con el logo de la institución. Apenas se subió pudo percatarse de la expresión no tan amigable que la mayoría le dirigía.

¿Será porque soy nueva?

Ella era de estatura media, contextura delgada y tenía facciones pequeñas, casi infantiles. Su piel blanquecina y los ojos castaños la hacían verse muy semejante a ellos, pero su nariz más respingada y su figura poco más acentuada que el promedio de japonesas hacía notar sus rasgos extranjeros.

Sin embargo, lejos de lo que ella suponía, las personas a su alrededor la veían así debido a su vestimenta. La institución a la que asistía no solo era una de las más prestigiosas, sino también de las más costosas de la ciudad.

Ella había podido acceder gracias a una beca completa que le ayudaba por mucho a su economía, y la ropa que traía puesta lo dejaba en claro.

La mayoría de los jóvenes que estaban ahí vestían abrigos de piel y de cuero para el invierno, por demás costosos. Otros usaban ropa de diseñador con accesorios brillantes, haciendo alarde de su porte regio.

No podía ser más diferente del pantalón caqui verde y el colorido suéter de punto con rayas que Rin estaba usando. Los mocasines café complementaban su atuendo junto a un simple broche de flor en el cabello.

Al haberse criado con religiosas, Rin se acostumbró a vestir con sencillez; no tenía un sentido estricto de la moda. Por lo contrario, le gustaba los suéteres, los estampados y los pantalones de lino. Casi nunca usaba vestidos y tampoco le gustaba la ropa muy reveladora.

Tenía un aspecto algo retro que para muchos era anticuado e incluso descuidado.

— ¿Qué acaso la vistió su abuela? —Susurraron por el fondo unos chicos.

—Me daría vergüenza que me vean así.

—Seguro es ropa usada —comentó una chica cruelmente, provocando unas risas socarronas.

Rin hizo caso omiso a los cuchicheos, solo concentrada en buscar un asiento.

El vehículo era enorme. Estaba recubierto con felpudo en los asientos dobles y el suelo, además contaba con luces LED en el techo que le daba el aspecto de ser más el transporte de alguna celebridad.

Pero la suerte no estaba de su lado, pues había un solo asiento disponible. En realidad, ocupado por una mochila negra.

En ese momento fue que el bus dio un giro brusco y Rin a duras penas alcanzó a sostenerse de un asiento.

— ¡Estudiante, siéntese! —Le gritó el conductor. —Nadie se queda de pie en mi autobús.

— ¡Oye, nueva! No vayas a caerte sobre nosotros. —Habló la muchacha que antes se burlara de su ropa.

Rin la ignoró y avanzó hasta el fondo, del lado izquierdo del vehículo, donde estaba sentado un chico de parka gris marengo con la mochila al costado.

—Disculpa, ¿puedo sentarme aquí?

El muchacho tenía su atención puesta en la ventana y ella solo alcanzaba a ver su perfil. Lo observó con mucha curiosidad. Era el primer chico con cabello largo que había visto en su vida, y además de aquel extraño color platinado.

Aunque su rostro no estaba visible, Rin distinguió un cable blanco sobresaliente. Así que eso era, no la escuchaba porque estaba con audífonos.

Levantó una mano para tocarle el hombro.

—No deberías sentarte ahí. —Se escuchó una voz femenina antes que pudiera tocarlo.

— ¿Ah? —Rin se volteó, confundida. — ¿Por qué?

—Acércate. —Le habló la otra joven de abrigo rosa. Estaba al lado de la anterior, haciéndole una seña.

Dio unos pasos hacia su derecha con cierta desconfianza.

—Él es Sesshomaru Taisho. El ser más antipático que puedas conocer —casi susurró la joven pelinegra que le habló primero.

—No habla con nadie —agregó la muchacha que la había invitado a acercarse. —Sacarle dos palabras ya es toda una proeza.

—Ser hijo del director le sube mucho los humos, ni que fuese un Lord o algo así. —Dijo la primera chica, negando. —Es tan diferente a Inuyasha. —Suspiró—. Lástima que él está en el otro bus...

— ¿Inu... Yasha? —Rin las observó más que desconcertada.

— ¡Cierto! —Exclamó con sorpresa como si hubiera recordado algo importante. —Perdona, no me he presentado. Me llamo Kagome Higurashi, mucho gusto. –Finalizó con una sonrisa.

—Igualmente, Rin Collins. —Asintió.

—Con razón se notaba un acento americano en tu voz, y aun así tu japonés es muy bueno. Yo soy Sango Taijiya.

Rin sonrió.

—Gracias, Sango. Mi madre me enseñó cuando era niña.

— ¡Qué suerte ser bilingüe! A mí el inglés no se me da muy bien. —Confesó Kagome. —Siéntate con nosotras, Rin.

—No quisiera molestar...

—Cómo crees, para nada es molestia. —Negó Sango con gracia. — ¿Has visto el autobús? Es muy espacioso y los asientos también. Sobrado entramos aquí las tres.

—No pensarás quedarte parada todo el rato. —Agregó Kagome. —Ven, siéntate —palmeó a su lado.

Rin soltó una risita y agradeció.

De esa forma hizo sus primeras amigas en la secundaria. Solo que no le duró mucho sentarse con ellas en la movilidad pues había un grupo de detractores. Eran cuatro jóvenes, tan bellas como malas: Abi, Yura, Kaguya y Tsubaki. No soportaron verse indirectamente "humilladas" por Rin luego que esta demostrara en una clase que era mucho más lista que ellas.

A la segunda semana, las cínicas mujeres pregonaron entre ellas fingiendo no saberse escuchadas por el resto:

—Kaguya, ¿no estaba prohibido ocupar más de dos asientos?

—Exacto, Tsubaki. —Respondió la joven de cabello verde esmeralda, teñido. – ¡Hmph, qué se cree!

—Pues nadie puede ser una excepción. —Concluyó Yura, sus lentillas rojizas estaban fijas en la nuca de Rin, dos asientos más adelante.

— ¿A quién se refieren? —Interrumpió el conductor con molestia.

Yura le sonrió a las demás al ver que el plan había funcionado. Su amiga Abi, sentada al extremo derecho, fue quien gritó señalándola.

— ¡Collins!

—Alumna, escoja un asiento vacío.

— ¡Pero no hay ninguno! Es por eso que se sienta con nosotras —se apresuró a explicar Kagome con la indignación brotando de cara poro.

—Yo veo uno libre desde aquí, Higurashi. —El conductor levantó la vista hacia el retrovisor. —Siéntese al lado de Taisho.

—Pero es que... —Intentó decir Rin y fue interrumpida.

—No me haga bajarla.

Kagome viró con cólera hacia el cuarteto sentado al fondo.

—Son unas víboras.

—Nos halagas. —Respondió Yura, arreglándose su corte bob.

—Olvídalo, Kagome. —Rin la tomó del hombro.

— ¿Y qué esperas para moverte? —Le gritó Abi, quien también usaba lentillas de color rojo.

Sango volteó sin poder contenerse.

—Nadie pidió tu opinión.

—Entonces que cumpla las reglas. —Refunfuñó Kaguya.

—Ya cállense. —Espetó Kagome. —Y dejen a Rin en paz.

— ¿O sino qué? —Desafió Tsubaki, sus lentillas azules se enfrentaron con los ojos cafés de Kagome.

—Basta. —Pronunció Rin, harta. — ¿Por qué están haciendo esto? No les he hecho nada, ni siquiera las conozco.

Ellas se miraron entre sí y se echaron a reír.

— ¿No es obvio? —Yura todavía se reía.

—No encajas en este entorno. —Prosiguió Abi, sonriendo con saña.

— ¿Por qué no solo te largas? —Finalizó Tsubaki con maldad.

Rin se estremeció, afectada por sus palabras crueles y el odio infundado en sus ojos. Jamás nadie la había tratado ni hablado de esa forma y ciertamente era muy injusto.

Nadie alcanzó a decir más pues el conductor alzó la voz entre todo el bullicio, ordenándoles que guardaran silencio o todos se irían caminando.

La jovencita suspiró con resignación, y sin mirar atrás, se acercó al asiento que seguía ocupado por la mochila como la otra vez, ajeno al alboroto.

— ¿Podrías quitarla? —Pidió con voz cansina.

El muchacho llamado Sesshomaru tenía los ojos cerrados y ni siquiera reparó en ella.

Rin frunció el ceño, preguntándose por qué estaba siendo tratada tan mal sin razón aparente. Ya habia tenido suficiente de aquello y eso que apenas comenzaba el año.

—Lo lamento, pero tengo que sentarme aquí. —Sin más agarró la mochila y se la arrojó.

Entonces un silencio sepulcral se instaló en el autobús. Los estudiantes la miraban sin poder creerse su osadía. A nadie, jamás, se le ocurriría meterse con Sesshomaru Taisho. Ni se lo cruzaban. Por si no fuera razón suficiente su carácter endemoniado, además pertenecía a una familia lo suficientemente poderosa para hacerlo intocable.

Sesshomaru apartó la mochila con una mano y se quitó los audífonos con la otra. Rin se sintió un poco culpable porque había asumido que la ignoraba adrede cuando, de hecho, no podía escucharla.

Abrió la boca para explicarse, pero cuando el chico volteó a verla; sintió un escalofrío recorrerla entera y se quedó muda unos segundos. No pudo evitar sentirse intimidada al toparse por primera vez con esos ojos gélidos y de un singular color dorado que le exigían una explicación.

—Yo... —Titubeó. —Creí que no querías escucharme.

Sesshomaru tenía el ceño muy fruncido y los labios comprimidos en una fina línea.

—No quise fastidiarte. Solo quería sentarme. —Señaló el asiento vacío y suspiró.

Aun así, estaba resuelta a tomar el asiento que le correspondía. Sin embargo, cuando iba a hacerlo él la tomó del brazo de repente, haciéndole soltar su morral.

—Aléjate. —Advirtió con voz profunda y autoritaria.

Rin abrió los ojos de asombro.

—No hay otro sitio.

—No me interesa.

Eso la molestó.

— ¿Por qué estás siendo grosero? —Increpó mientras trataba de zafarse. —Me estás lastimando...

Su rostro volvió a una ecuanimidad escalofriante.

— ¡Sesshomaru, ya déjala! —Gritó Kagome, asustada, aumentando el tumulto entre el resto.

Rin iba a utilizar su otro brazo, entonces Sesshomaru también lo retuvo firmemente.

— ¡Ya suéltame!

Pero él seguía estudiándola, en silencio, con el rostro aterradoramente impasible y los ojos calculadores; provocando que Rin contuviera la respiración y dejara de forcejear por un instante.

Parecieron horas en lugar de varios minutos hasta que Sesshomaru finalmente se dignó a soltarla y se reincorporó en su asiento, colocándose los audífonos.

Rin quedó atontada por un momento. Echando una mirada a sus preocupadas amigas, detrás de ella, trató de sonreírles para demostrar que estaba bien; aunque no consiguió más que le temblara el labio. Recogió su morral y se sentó, apegándose al borde del pasillo.

En ese momento consideró distraerse con un libro para olvidar el mal rato.

La muchacha releyó las mismas líneas varias veces, pero no podía concentrarse. Solo podía pensar en lo difícil que sería ese año, y no lo sería solo por las materias o el nuevo ambiente (que de por sí era pesado), sino que ya se había ganado unos cuantos enemigos sin saber muy bien el por qué.

Resopló, mirando de soslayo al muchacho a su derecha.

Ese había sido su buen comienzo.

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°•°•°

Pasaron varios días en los que no se hablaron a pesar de sentarse juntos. A veces se miraban a hurtadillas y un par de veces sus miradas coincidieron, pero rápidamente la desviaban. Aquellos días Sesshomaru seguía sin sacar su mochila y Rin pacientemente le insistía hasta que se aburría y se la tiraba sin mucha fuerza. No fue sino hasta la tercera semana sentándose juntos que él dejó de colocar su bolso en el asiento de ella.

Como a Sesshomaru lo recogían primero siempre se sentaba del lado de la ventana, de modo que Rin quedaba para el pasillo. Fuera de sentarse juntos, y aunque no pertenecían a la misma sección, sí compartían varias clases.

Rin era muy buena con todos los cursos, además era miembro del club de ciencias que le encantaba. Por otra parte, Sesshomaru, pese a ser tan brillante; no le tomaba importancia a ninguna materia en específico y solo formaba parte del club de karate como cinta negra.

Fue en una clase de Robótica que se eligieron parejas al azar para un proyecto a mitad de año y ambos fueron asignados juntos.

—Escucha, no tenemos que reunirnos —había sugerido Rin. —Cada uno puede traer un prototipo y vemos el avance, ¿qué dices?

—No tengo inconveniente.

En unas semanas, Rin ya había avanzado buena parte mientras que Sesshomaru ni siquiera había empezado.

Dentro del autobús ella decidió romper el hielo y hablarle por cuarta vez.

— ¿Avanzaste el proyecto?

Sesshomaru se tardó en contestarle, aún sin verla.

—No.

— ¿Todavía? Deberías empezarlo porque después vienen más trabajos y...

—No interfieras.

—No lo haría si no me afectara. –Le respondió sin inmutarse por su falta de tacto. —Somos equipo, ¿recuerdas?

Él la miró con los ojos entornados.

—Si tienes alguna duda yo puedo ayudarte.

—No será necesario.

—Insisto.

El albino se concentró en su móvil y Rin sonrió con tranquilidad, prosiguiendo con su lectura.

Sesshomaru la vio por el rabillo del ojo unos instantes, cuando sabía que ella no lo miraba, antes de regresar su vista a la ventana. Sería más sencillo contratar a alguien que se encargue del trabajo, pero él era demasiado orgulloso para hacerlo. Sí, se creía lo suficientemente capaz de resolver sus problemas por él mismo.

Un par de días pasaron, el ambiente entre ellos se sentía un poco más tenso. Esta vez en el autobús Sesshomaru se dirigió a ella sin mirarla directamente.

— ¿Qué lees?

Rin volteó a verlo, sorprendida.

—Ah, es «Persuasión».

No le respondió.

— ¿Lo has leído? —Preguntó casualmente, tratando de seguir con la conversación.

—Por un trabajo. —Explicó Sesshomaru, arrugando ligeramente la nariz.

—Veo que te gustó.

Sesshomaru relajó un poco su expresión y al cabo de un rato, agregó:

—Ella fue demasiado tonta.

Rin negó.

—Se equivocó. Pero pasaron suficientes años para que ella y él madurasen. —Se encogió de hombros. —Por eso pudieron darse otra oportunidad.

Su acompañante frunció el ceño.

—¿Acaso no das segundas oportunidades?

—No.

—Vaya, eso fue muy franco. —Soltó una risita.

Sesshomaru enarcó una ceja.

— ¿Esperabas que mintiera?

—Para nada. Veo que eres del tipo sin pelos en la lengua. —Apuntó con naturalidad. — ¿O me equivoco? —Ante su silencio, continuó, sonriente. —Incluso si casi no te conozco... ¿Pero qué me dices tú?

Él cerró los ojos.

—Anda, no te quedes callado. Dime, ¿cuál es tu impresión de mí?

La respuesta tardó en llegar.

—Eres ingenua.

—Tal vez. —Concedió con una sonrisa. —Si lo dices por lo que mencioné, te diré que hay casos que lo ameritan. Si están sinceramente arrepentidos, ¿no estaría bien darles otra oportunidad?

—No lo merecen. —Respondió, sin verla todavía.

—Eso es lo difícil de perdonar.

Entonces Sesshomaru volteó a verla fijamente, sin rastro de fastidio ni desdén en él.

— ¿Qué sucede? ¿Tengo algo en el rostro? —Quiso saber con una sonrisa divertida, luego de que él se quedara viéndola por un rato.

El apuesto hombre apenas negó con la cabeza.

—Ya. —Volvió su rostro a la lectura.

Los demás estaban muy asombrados, murmuraban el porqué le habría hablado a la que consideraban la rara. Jamás creyeron posible que Sesshomaru le dirigiera la palabra a alguien por voluntad propia, y mucho menos que esa sea Rin.

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°•°•°

Ni tres semanas más de progreso fueron suficiente para que el gran orgullo de Sesshomaru le permitiera pedirle ayuda a esa chiquilla. Él simplemente no pedía ayuda a nadie. No obstante, había algo en Sesshomaru que se sentía atraído por Rin. No lograba identificar qué era lo que tenía ella, pero tuvo que admitir -con cierto disgusto- que estaba tolerando más su compañía.

— ¿Tu oferta sigue en pie? —Le había hablado de repente. Eso era lo más cercano a pedirle ayuda.

Rin dejó de atender a la clase y volteó hacia atrás para verlo.

— ¿Mi oferta...? ¡Ohh! —Lo recordó. —Te refieres a eso. Sí, si así lo quieres.

—Correcto. —Finalizó él, cerrando los ojos.

Rin revoloteó las pestañas.

—Entonces quieres mi ayuda.

Sesshomaru no respondió, pero ella supo interpretar su silencio como una afirmación.

—De acuerdo. Primero respóndeme algunas preguntas.

De pronto, el hombre abrió sus orbes amarillas y frías, observándola con intensidad.

—No mencionaste condiciones.

—Será solo para que sea menos incómodo y no parezcamos dos desconocidos.

Él la observó seriamente. ¿No era justamente eso lo que eran?

—Tampoco preguntaré nada muy personal. —Agregó, entusiasmada con la idea. —Tú harás lo mismo, ¿qué dices?

Sesshomaru gruñó. Pensaba cumplir con ese trabajo por la única razón que su padre ya lo había advertido sobre sus calificaciones. Necesitaba una sola cosa de ella y no se involucraría más de lo necesario.

—Sin preguntas.

Acordaron hacer el trabajo en la casa de él, puesto que Rin se sentía incómoda con que se vieran en su hotel. No hubo objeciones por su parte y así se embarcaron en el proyecto.

Las primeras semanas resultó extraño tratarse o intercambiar ideas, pero poco a poco los muros entre ellos fueron cayendo. Debido a la naturaleza locuaz de Rin se encontraron conversando en la movilidad y entre clases, por así decirlo, pues ella hablaba demás y Sesshomaru de vez en cuando contestaba una que otra cosa.

Así Rin supo que Sesshomaru tenía problemas familiares. Sus padres tuvieron un divorcio tormentoso y la relación con su medio hermano era pésima. Ahora estaba viviendo con la nueva esposa de su padre e Inuyasha, lo cual explicaba de cierta forma su actitud tan hosca y amargada con el resto.

Fue curioso, porque él se había negado a responder preguntas en primera instancia, pero finalmente lo permitió cuando Rin siguió sonsacándole información, muy sutilmente, cada vez que se veían.

Con aquellas singulares conversaciones descubrieron algunas similitudes en sus carácteres. Los dos eran prácticos, directos, y también tenían cierta preferencia por la vida al aire libre: en contacto con la naturaleza y sin el bullicio de la ciudad.

— ¡Vaya, eres muy bueno! —Rin veía cómo Sesshomaru ensamblaba las últimas piezas sobre la mesa. — ¿Has pensado en estudiar robótica?

—No lo creo.

—Bueno, puedes elegir lo que tú quieras. Estoy segura que serás muy exitoso.

El albino enarcó una ceja, curioso.

— ¿Por qué lo dices?

Rin se dio cuenta que había pensado en voz alta.

—Si te esfuerzas, quiero decir... Eres muy listo, solo necesitas más motivación. —Sonrió dulcemente y decidió cambiar de tema al ver que seguía observándola. — ¡Ya quedó! ¿Qué crees?

—Es presentable. —Asintió.

—Eso no es muy halagador. —Hizo una mueca graciosa. —Podrías decir algo como, ¡es brillante!

Él se mantuvo cruzado de brazos a su lado, en la sala de estudio, examinando el trabajo frente a ellos. Era bastante alto, le llevaba más de una cabeza y su contextura musculosa le hacía ver más grande incluso para sus dieciocho años.

—Si tu novia pregunta cómo se ve no le dirías «presentable». —Continuó riendo entretanto comenzaba a ordenar la mesa.

—No tengo novia.

Rin levantó la cabeza, sin poder ocultar su sorpresa.

—Oh, ¿algún novio? —Bromeó para compensar los segundos de silencio.

Pero la mirada que recibió fue dura.

—No seas ridícula.

—Es broma, es broma. —Añadió, sonriente. —Olvidaba que eres bastante serio.

Sesshomaru la observó mientras ella recogía las piezas sobrantes en el escritorio.

— ¿Qué hay de ti?

Rin se puso nerviosa de repente. El adolescente se acercó para ayudarle a guardar todo.

— ¿Yo? Bueno... —Sesshomaru la miró expectante, lo que la puso más nerviosa. —Tampoco tengo novio. Eso no está en mis planes. —Se encogió de hombros y desvío la mirada.

Viendo que se hacía silencio, agregó:

—Pero seguro tú has tenido muchas novias. Quiero decir, no como un mujeriego, sino... —La mirada que le dedicó le hizo sonrojarse. —Debes sentirte halagado. Tienes como un club de fans en la escuela.

Sesshomaru permaneció inmutable.

—Eso me tiene sin cuidado.

— ¿Tus admiradoras?

—Las relaciones.

La sonrisa de Rin fue forzada.

—Entiendo.

Los dos terminaron de ordenar y se sentaron en el mueble de tres cuerpos en la sala principal.

—Sesshomaru. —Lo llamó al cabo de unos minutos silenciosos.

—Hmph.

—Quiero preguntarte algo.

Él asintió dandole a entender que la escuchaba, pero miraba al frente.

— ¿Tú...? ¿No has temido que alguna vez...? —Suspiró.

Fue su tono melancólico que le hizo voltear a verla.

— ¿Qué?

—No, es... Es tonto, ignóralo.

—Dime. —Exigió.

Rin lo miró a los ojos.

—Es solo que, últimamente he pensado mucho en el pasado. —Se veía afligida. —Y temo que me alcance.

Sesshomaru frunció el ceño ante el extraño comentario.

— ¿Qué quieres decir?

En ese momento se abrió la puerta principal con mucho ruido e ingresó Inuyasha.

—Keh. —Los dos lo observaron. — ¿Siguen aquí? Van a llegar unos amigos.

Rin se puso en pie.

—No... Ya me iba, Inu.

El mayor lanzó una mirada asesina a su medio hermano.

—Cuídate, Rin. —Inuyasha revisaba su celular.

Al pasar lo golpeó a propósito con su hombro, haciéndole tambalear.

— ¡Carajo, Sesshomaru!

Cerró la puerta y junto a ella se dirigieron a la estación. Cada uno pensando en cosas parecidas.

—Puedes continuar. —Le habló cuando llegaron.

Rin sacudió la cabeza.

—Mejor en otra ocasión. —Y miró hacia la vía. —Oh, ahí viene atrás. ¡Nos vemos mañana!

—Aguarda. —Rin dejó de avanzar y volteó. —Olvidaste esto ayer.

—Mi broche. —Dijo cuando lo vio sacarlo del bolsillo de la campera negra.

Quedó frente a él para recibirlo, pero Sesshomaru la sorprendió al levantar la mano directo a su cabello. Recogió un mechón lateral con el broche de flor y su mano fue descendiendo despacio desde la coronilla, delineando el contorno derecho de su rostro hasta el mentón.

El gesto fue íntimo y la hizo contener el aliento. Era lo más cerca que habían estado.

Sin poder soportar más el peso de sus abrasadores ojos, se dio la vuelta deprisa hacia el vehículo estacionado.

— ¡Adiós!

El muchacho se quedó unos instantes ahí, viéndola de lejos.

Finalizaron el trabajo antes de la fecha de presentación y como por meses estuvieron viéndose en las tardes, llegaron a un punto en el que se habían acostumbrado mucho a la presencia del otro. Incluso la joven había dejado de sentarse a comer con sus amigas para sentarse a su lado, y él no se había negado.

Lo que Sesshomaru había sentido al poco tiempo de conocerla parecía haberse acrecentado. Mucho más de lo que se atrevía a admitir.

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°•°•°

Aquella semana ella había faltado. Sesshomaru se extrañó porque Rin era muy cumplida y nunca se salteaba las clases. Pero no tenía forma de saber que habría sucedido a menos que ella se lo contara.

La semana entrante Rin subió al autobús como si nada y le preguntó por las clases. Sonreía, pero él la sintió distinta. Aun así, no fue capaz de preguntarle el por qué de su ausencia. Rin tampoco lo mencionó.

En un par de días más volvió a faltar y esta vez Sesshomaru se inquietó. Algo estaba mal. Entonces la conversación que no retomaron aquella vez apareció en su mente. Cuando ella regresó, se pasó de frente hasta sentarse a su lado. No lo saludó, ni siquiera saludó a sus amigas que también se extrañaron de su comportamiento.

Él no dijo nada. Preguntarle implicaba demostrar su preocupación y era demasiado orgulloso para aceptarlo todavía.

A la salida, Kagome y Sango hablaron con Rin debido a su ausencia y su extraña actitud. Ella no quiso dar explicaciones, aunque ante tanta insistencia les tuvo que confesar su más grande secreto. Las mujeres quedaron conmocionadas y pronto sus ojos se llenaron de lágrimas. Rin las abrazó fuertemente, haciéndoles prometer que no le dirían a nadie.

Ninguna se percató de la presencia de una chica de orbes carmesí, muy sorprendida, escondida tras los muros.

El día en que Rin volvió a faltar, la profesora anunció que pronto dejaría de asistir a la escuela.

Sesshomaru no podía creerlo. Desde hacía un tiempo había empezado a ver a Rin de otra forma; se acostumbró a tenerla cerca y no le disgustaba... Sino empezaba a ser lo contrario. Necesitaba hablar con Rin.

Se comunicó por primera vez con Kagome y Sango para saber en cuál hotel se hospedaba. Sus amigas se extrañaron y mintieron diciendo que no la sabían, pero que le preguntarían a su profesora porque también querían visitarla. Cuando Sesshomaru les preguntó por qué estaba faltando, las dos se hicieron de la vista gorda y negaron saberlo.

Él se enojó. Estaba seguro que lo sabían y fue por eso que las amenazó.

Ya dentro del autobús las dos se bajaron en otra calle, excusándose con dirigirse a una biblioteca cercana. Sesshomaru bajó dos calles después. Claro que el conductor también se opuso porque tenía que dejarlos en sus casas, aunque fue suficiente una mortal mirada de su parte para que no siguiera objetando nada.

Después de varias cuadras entraron al hotel Mitsui Garden. Apresuró el paso para alcanzarlas y entrecerró los ojos al escuchar que preguntaban por Rin Collins. El recepcionista llamó a su cuarto y luego de la confirmación les permitió el ingreso.

Sesshomaru esperó que Kagome y Sango se retirasen para poder ingresar, porque no podía hablar con Rin si ellas estaban ahí en medio.

Cerca de cuarenta y dos minutos después en los que estuvo sentado en las bancas del parque al frente, finalmente las vio salir y tomar un taxi. Así pudo ingresar al hotel.

—Buenas tardes. ¿En qué le puedo servir?

—Rin Collins. —Espetó a modo de respuesta.

—Oh. Espere un momento mientras le...

—No. —Interrumpió bruscamente antes que el joven alzara el intercomunicador. —Dime el número de habitación.

—Señor. —Habló en voz baja el hombre, intimidado. —Es política del hotel primero avisar a...

—No lo repetiré. —Gruñó entre dientes.

—N-No sabemos si quiera recibirlo y no puede ingresar así. —Fue lo más valiente que dijo. —Será mejor que se vaya o llamaré a seguridad.

Sesshomaru respiró hondo, obligándose a controlar su mal temperamento. Estaba acostumbrado a dar órdenes a los demás y hacer lo que quisiera, pero reconoció que este caso era diferente y siendo tan brusco no conseguiría nada.

Miró al recepcionista.

—Es mi novia.

Al escucharlo se sorprendió.

— ¿Por qué no quiere...?

—Discutimos, pero es vital que hable con ella.

—No lo había visto antes. Tampoco a sus amigas que vinieron hoy. —Dijo, no tan convencido.

—Te aseguro que no habrá problema. —Pronunció seriamente.

— ¿T-Tiene identificación?

Sesshomaru se la tendió.

—Ehh, la retendré hasta que salga.

El adolescente lo vio con superioridad.

—La habitación es la 611. ¡Piso trece! —Gritó cuando él no esperó que terminara para ponerse en marcha.

Al llegar a la puerta se encontró vacilando un poco, algo inaudito en él. En realidad había preferido no avisarle para que no pudiera rechazar su visita. Avizoró el pasillo despejado y golpeó dos veces la puerta. Cualquier inquietud que pudo tener antes fue desechada al instante de su mente.

Rin salió en bata, pensando que era una de las empleadas de servicio. Pero soltó una exclamación, abriendo los ojos al máximo al verlo.

—Sesshomaru...

—Rin.


Aquí viene la continuación.

¡Gracias por leer! c: