Disclaimer: Digimon ni sus personajes me pertenecen.
Colección para la actividad "Escribe a partir de una palabra" del Foro Proyecto 1-8.
Palabra: Viraha - Descubrimiento del amor a través de la separación. A veces alejarnos de alguien es lo más doloroso, pero a su vez necesario para descubrir lo que previamente no podíamos nombrar: nuestro amor por esa persona.
Mimi & Koushiro
I.
Se sentó sobre el césped con cuidado, agarrando su falda y evitando que la brisa incipiente la levantara. Una de sus manos la dejó sobre sus piernas y la otra la movió con suavidad sobre el suelo, desde el césped hasta el mármol y de vuelta.
Sintió como otra vez su mirada se volvía vidriosa y como el nudo en la garganta se volvía denso, sin dejarla tragar.
—Hoy es 9 de mayo.
Levantó la vista y sonrió. Una sonrisa rota, llena de dolor y ansiedad.
—Ya ha pasado 1 mes — pasó la lengua sobre sus labios secos —. Sora creyó que ya era tiempo.
Apretó con fuerza la mano sobre su falda, arrugando la tela de color purpura y levantó la vista al cielo, evitando que una lágrima escapara de su ojo izquierdo.
—Ayer pasé por la pastelería de la calle Quinta, había una tarta de tres pisos de color rosa con negro. Se veía deliciosa, quizás más que la que comimos esa vez, creo que era de fresa con chocolate, mi favorita.
Desvió la mirada hacia el paisaje, tan verde y colorido por las flores. Tan vivo, en todo su esplendor. Te llamaba a quedarte ahí, a disfrutar y vivir el momento.
—Fue el mismo día que te dije que quería salir con Michael. El chico americano. Fue el mismo día que comimos de ese pastel y tú me sonreíste como siempre. Como si nada pasara, como si todo estuviera bien.
Estiró su mano derecha y tomó su cartera, que se encontraba unos centímetros más allá. La abrió y buscó con sigilo entre las miles de cosas que traía, pero entre todas había una libreta, no demasiado grande ni tampoco tan pequeña, de color amarillo.
Abrió sus páginas y entre ellos sacó una fotografía, la observo unos segundos y sonrió.
—Siempre fui egoísta, siempre ignoré muchas de las cosas que pasaban a mi rededor y me preocupé solo de mí. Hoy, otra vez lo estoy siendo y por eso estoy aquí.
Dejó con cuidado la fotografía a un lado de las flores que también había traído, lirios y amapolas que dejó con perfecta prolijidad en los maceteros que habían.
En el papel brillante se podían ver dos personas, felices y sonrientes. Dos mejores amigos que habían pasado por mucho y que habían forjado su relación, en la que un momento nadie pagó un solo peso, pero que con el tiempo fue más sincera que otras amistades.
—Es mi fotografía preferida, sales muy guapo, creo que te lo dije alguna vez.
Esta vez sus ojos se quedaron estáticos en la leyenda grabada en el mármol, con letra perfecta y cursiva, con el emblema tallado con suavidad a un lado.
Koushiro Izumi.
Las lágrimas se agolparon en sus ojos y sin querer (o poder) salieron sin control. Mojando sus mejillas y llevándose con ellas todo el maquillaje que tanto demoró en poner sobre su piel aquella mañana.
—Ya no puedo más Kou, es todo tan difícil sin ti aquí. ¡Estoy tan sola sin ti!
Los sollozos se abrieron pasos sin piedad, el temblor en su cuerpo se volvió incontrolable y el torrente no hacía más que avanzar.
Llevaba un mes destruida, 30 días donde su cuerpo se había vuelto un fantasma a la deriva, dando bote por todos lados y llorando en cada momento que estuviera a solas.
—Soy una cobarde, y nunca pude darme cuenta de todo… de todo lo que significas para mí. De todo lo que siempre fuiste, y de lo que siempre serás para mí — ahogó un gemido cuando sintió su boca temblar —. Fui tan egoísta y nunca lo vi, tú siempre estuviste ahí y yo no te vi.
Apretó con fuerza sus puños y cerró sus ojos intentando así detener sus lágrimas, sentía como el agujero en su corazón crecía y como todo se volvía más real que nunca.
—¿Me querías dar una lección? ¡Ya está, ya aprendí! ¡Ya me di cuenta que sin ti no soy nada!
Gritaba, había elevado el volumen de su voz y entre cortada salía a trompicones, llevando con ella toda la desolación que llevaba queriendo dejar salir desde hace tanto tiempo.
Se mantuvo unos segundos en silencio, intentando recomponerse, intentando armarse en base a todas las piezas rotas que era en ese momento. Como un rompecabezas, necesitaba volver a ser ella misma.
—¿Ves? — sonrió amargamente, mientras pasaba una de sus manos limpiando las lágrimas de sus mejillas —, siempre hago que todo gire en torno a mí. Fui yo la que nunca te merecí y nunca lo haré.
Pasó su otra mano por el mármol con cuidado, acariciando suavemente las letras grabadas y deteniéndose en cada letra más de lo suficiente, como si cuando sacara sus dedos estas desaparecieran y nunca pudiera encontrarlo.
—Te extraño, todos te extrañamos. Y aún no lo entendemos.
Suspiró y volvió a mirar el cielo, notando como un haz de luz se metía entre las negras nubes y alumbraba el lugar. Cerró los ojos con suavidad mientras más lágrimas bajaban por su tersa piel.
—Siempre vas a serlo todo, y quizás por eso nunca lo pude ver, porque sabía que estaba ahí pero no lo quería aceptar. Es difícil, ¿lo sabes? No podía estar enamorada de mi perfecto mejor amigo y arriesgarme a que conozca todos mis oscuros defectos y secretos. Pero… pero me equivoqué, para variar, ya lo sabías todo.
Se recostó con cuidado a un lado de la fría lapida, sobre el césped. Aun con los ojos cerrados, se abrazó a sí misma y apoyó su cabeza sobre el mármol grabado. Una lágrima negra y solitaria bajó por su blanquecina mejilla, sumándose a las otras que dejaron marcas en aquel lienzo.
—Perdón por dejarte solo, pero aquí estoy. Y aquí voy a estar siempre — se acomodó de mejor manera y susurró —. Y sé que tú estarás conmigo.
Dedicado a Japishira. Porque fue una pulenta michelada y se tiene que repetir. Y por ser la más mejor embajadora Mishinazi.
Godnat.
