Rapid Eye Movement
Unos labios rodaron por su cuello rozando cada trozo de piel que encontraban a su paso. A la misma vez, agarraban sus pechos unas manos, los estrujaban y apretaban despertándole gemidos de placer. Sus pezones, duros y firmes, sensibles al roce al que se encontraban sometidos.
Una quemazón rodeaba sus muñecas. Alzó la vista y miró hacia ellas, se encontraban fuertemente atadas con una gruesa cuerda anclada al techo. Lo mismo sucedía con sus tobillos, un resquemor los dominaba y también se encontraban atados, por separado y unidos al suelo.
No sabía cómo había llegado a esa oscura y misteriosa sala, quién había quitado su ropa y quién se encontraba tocándola, de buenas a primeras se encontró absorta en esa situación. Las misteriosas manos seguían centradas en sus senos, amasando y estirando su carne. Aunque tenía miedo, esa acción le despertaba una sensación de placer a la que a toda costa intentaba acallar. Su corazón latía tan fuerte que iba a salir de su pecho, era capaz de escuchar su pulso en cada gran arteria de su cuerpo. Por más que intentaba descubrir la identidad del desconocido, las sombras a su alrededor se lo impedían. Sólo podía ver aquellas manos masculinas, de piel bronceada, grandes, jóvenes y arduamente trabajadas. De nuevo, esa lengua comenzó a recorrer su cuello y esos labios a besar su piel. Seguía luchando contra esa sensación que comenzaba a dominarla, no podía excitarse ante las acciones de alguien de quien no sabía siquiera su identidad.
Gimió levemente un sonido mitad miedo mitad excitación. El misterioso cuerpo se acercaba cada vez más a ella, pegándose al suyo propio. Era un cuerpo grande, ancho, fibroso y excitado. Podía notar los desarrollados músculos del torso pegarse contra su espalda, al igual que podía notar la tamaña erección del sujeto contra su trasero. Una de las manos rodó por su vientre y se situó sobre su pubis, lindando juguetonamente con su sexo. La cercanía pudo bridarle parte del olor de aquella persona, un olor que inexplicablemente le resultaba familiar. Era uno de esos olores que no había olido con frecuencia, pero que había calado fuerte en su memoria, un olor a sudor y acero.
Cada vez se encontraba más cercana espiritualmente al extraño hombre, tanto que su miedo y control ante aquello comenzó a desaparecer a una velocidad alarmante, sustituyéndose por sumisión y placer. De repente, el cuerpo se alejó de ella cesando el tocamiento para perderse en la oscuridad. Aquello confundió a la chica, que intentó girarse sobre sí misma, mas sin éxito. Se movía de un lado a otro impaciente, inquieta, intentando averiguar el paradero de la figura. Escuchó un tintineo metálico, e inmediatamente supo que se trataba del sonido de una katana. Justo delante de ella, volvió a aparecer aquella figura. Mostraba todo su cuerpo desnudo, excepto su cabeza. Había estado correcta en todas sus suposiciones, era un hombre joven, de piel bronceada, atlético, musculoso y con una gran cicatriz en su torso que lo atravesaba desde su hombro hasta su cadera.
Esa cicatriz también le era tremendamente familiar, pero por alguna razón, su mente era incapaz de recordar nada, ni siquiera quién era ella o qué solía hacer. El chico, en su mano izquierda portaba una espada de funda blanca y empuñadura dorada, yerriblemente familiar. Se asustó al ver la escena y comenzó a forcejear. Había bajado la guardia y ahora iba a suceder aquello que más había temido en ese momento, ver su muerte a manos de aquel desconocido que la estaba despojando de todo.
Desenvainó la espada y caminó lentamente hacia ella. Aún seguía forcejeando, tiraba de las cuerdas para intentar soltarse, pero lo único que hacía era intensificar el roce contra sus muñecas y tobillos, que comenzaron a sangrar. El joven se encontraba a un palmo de su rostro y la intimidó tanto que apenas podía levantar la vista. Sin esperárselo, sus labios entreabiertos fueron atacados por la misteriosa figura, que introdujo su lengua para recorrer cada rincón de su boca. Ella respondió al beso con ansias, sin saber qué la movía a hacerlo. Abrió sus labios correspondiéndole e introdujo su lengua en la boca de él. Un larguísimo beso atemporal era lo único que vivían en esos momentos, fundidos el uno con el otro.
El sonido del acero la alertó, pero cuando se dio cuenta sus manos ya no se encontraban suspendidas en el aire, la misteriosa figura había cortado la cuerda. Esperó a que cortase también la cuerda alrededor de las muñecas, pero no fue así. El hombre tiró de ella con fuerza con una de sus manos desestabilizando a la chica, que cayó de rodillas al suelo frente a él. Envainó la katana y la tiró a un lado. Frente a ella, se encontraba la erección más grande que nunca había observado y nunca observaría. El miembro de aquel joven se encontraba completamente erecto, palpitante, húmedo y a escasos centímetros de su rostro. Volvió a tirar de la cuerda, llamando su atención. Unos dedos se aproximaron hasta sus labios de manera repentina, comenzaron a tocarlos y pellizcarlos, a entreabrirlos e introducirse en su boca, humedeciéndose. Juguetearon con su lengua, animándola a seguir su juego. Sacó su lengua y lamió por separado cada uno de ellos, los introdujo en su boca y los succionó suciamente. Aquello la excitaba, aquel juego en el que se estaba viendo la encendía tanto que ya casi dejó de temer a nada. Los dedos se alejaron de ella hasta situarse sobre la erección. El chico comenzó a masturbarse con su mojada mano justo delante de ella, frotaba su miembro ansiosamente de arriba hacia abajo, apretándolo, despertando en su garganta profundos gemidos. Su voz era grave, aterradoramente caliente y familiar. Sabía que la había escuchado en otra parte, pero de nuevo seguía sin recodar nada.
Un nuevo tirón de la cuerda, excesivamente brusco la inclinó sobre él. El chico agarró su pelo rudamente y la obligó a introducirse su miembro en la boca. Lo empujó con brusquedad contra la pequeña boca de la chica, que se encontraba desbordada ante el tamaño. Debía sentirse abrumada, asustada y asqueada, pero no era así, en su lugar sentía una creciente excitación y unas irrefrenables ganas de seguir lamiendo y succionando el miembro que tenía ante ella. Por alguna razón desconocida en aquel momento para ella, se entregaba enteramente a ese desconocido que tan familiar le resultaba.
Pasaba su lengua por toda la longitud del miembro, centrándose en el sensible glande. Lo lamía de manera circular con abundante saliva, lo introducía en su boca, jugueteaba con él y volvía a sacarlo para seguir lamiéndolo de arriba hacia abajo, todo acompañado de los fogosos gemidos del misterioso espadachín. Su cuerpo respondía a aquello, se encontraba sudorosa, su piel ardía como el fuego y sus pechos botaban al mismo ritmo que succionaba. A ese paso, ella también necesitaría una buena dosis de atención, pues se encontraba tan excitada que sus piernas comenzarían a fallarle en cualquier momento. Sus pensamientos parecieron ser escuchados, pues la figura misteriosa dejó de agarrar su pelo y la obligó a levantarse tirando de nuevo de la cuerda. Tomó distancia de nuevo para tomar la katana del suelo y con dos rápidos movimientos la dejó completamente libre de manos y piernas. En cierto modo se sintió un poco decepcionada, pues pensó que ese juego de ser dominada y obligada cesaba, pero se encontraba un poco equivocada.
La semioculta figura la tomó entre sus brazos y la tumbó contra el suelo, fuera quien fuese, parecía que leía su mente. Abrió sus piernas sin ninguna delicadeza y hundió su rostro contra su húmedo sexo dispuesto a beber todo el líquido que se derramaba. De repente, un sonido seco los alertó a ambos. Todo alrededor empezó a empañarse, sus recuerdos se hicieron más pesados y comenzaron a mezclarse unos con otros. Confundida, miró al chico que levantaba su cabeza de entre sus piernas, pudiendo contemplar su rostro por primera vez.
-Ro-¿¡Roronoa!?-
El rostro del espadachín de pelo verde le dedicó una media sonrisa. Se levantó y dio media vuelta mientras se alejaba de ella, que por todos los medios intentaba retenerle, alzando en última instancia su brazo de manera desesperada.
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La oscuridad envolvía toda la habitación, excepto por un rayo de luna que atravesaba el ojo de buey que se encontraba en la pared de su camarote. Iluminaba su rostro, su cuerpo agitado con su mano aún alzada. La capitana del G5, Tashigi, respiraba entrecortadamente intentando buscar una lógica a todo aquello. Miró hacia sus sábanas y las encontró empapadas, al igual que su ropa interior. Se avergonzó de sí misma y se tapó completamente bajo ellas. ¿Qué había sido todo eso? Definitivamente aquel con el que practicaba todo ese sexo en sus sueños era uno de sus mayores enemigos, el cazador de piratas Roronoa Zoro. O mejor dicho, con el que intentaba practicar. Quitó las sábanas, miró hacia una de las paredes y pudo ver que el soporte donde colocaba a Kirishigure se había desprendido, cayendo ambos al suelo.
-Así que… ese es el ruido que me ha despertado…-
Se sintió frustrada y avergonzada a partes iguales. Había soñado que se encontraba atada, sumisa, sucia, desvergonzada, atrevida y caliente, todo al máximo exponente, pero lo peor de todo, es que ese maldito ruido había evitado que consumara nada y ahora se encontraba igual de excitada que en sus sueños. Nerviosa, echó hacia atrás todas las sábanas de su cama y se sentó al borde de ella. Tanto su ropa como la ropa de cama estaban bañadas en sudor. Dormía con una fina camiseta semitransparente de tirantes puesta que en aquellos momentos señalaban al completo sus senos y unas braguitas completamente empapadas por culpa de su imaginación. Su larga melena azulada caía alborotada por delante de su rostro, tapando su expresión.
Los recuerdos estaban tan nítidos en su mente que le era imposible sacarlos, las manos del espadachín cogiendo sus pechos de esa manera tan ruda y apasionada la hacía estremecerse de nuevo. Sin saber por qué, se dejó llevar y comenzó a tocárselos ella misma de la misma manera que recordaba. Primero por encima de su camiseta, amasándolos y estirándolos, rozando sus pezones con la fina tela. Se dejó caer en la cama de la sensación que comenzó a invadirla. Mientras seguía tocándolos, sólo podía ver en su mente al espadachín, de tal manera que era él quien la tocaba de nuevo. Decidió que si no había consumado aquello en sus sueños, lo iba a hacer en su propia imaginación, pues con tal calentón le iba a ser imposible dormir en días.
Se subió su camisa y dejó sus pechos al descubierto, los agarró con más fuerza y pellizcó sus pezones entre sus dedos, retorciéndolos y apresándolos. Intentaba no gemir para no llamar la atención del G5, pero estaba tan excitada que le era casi imposible. Continuó con el despliegue de su imaginación, y esta vez se encontraba de rodillas y de espaldas al espadachín, que tiraba lujurioso de sus braguitas hasta quitárselas por completo. Ponía sus manos sobre sus caderas y tiraba de su ropa interior de manera ruda, abrió su boca y mordió fuertemente una de las nalgas de la chica, haciéndola estremecer. Ella en la realidad hizo lo mismo y las deslizó hasta dejarlas junto a la cama, quedándose desnuda, al menos en su parte inferior. Abrió sus piernas tumbada en la cama y de frotó su sexo de arriba hacia abajo con sus dedos mientras imaginaba que era el miembro del espadachín.
-A-h…Roro… Roronoa-
Gemía al imaginarse atrapada por él mientras se dedicaba a hacerla gozar. Frotaba sus dedos con intensidad y en busca de más y más placer se paró sobre su clítoris. Lo frotó en círculos con velocidad creciente mientras de nuevo se tocaba sus pechos ansiosamente. Lo imaginó embistiéndola con fuerza mientras le susurraba sucias cosas al oído, lamiendo su cuello y frotando su cuerpo con sus rudas manos. Giró sobre sí misma en el colchón y se colocó boca abajo, apoyando su cabeza contra la almohada. Alineó dos de sus dedos y los introdujo en su interior con lentos movimientos. Esta vez se imaginó sobre el chico, que la agarraba de su trasero para que ni una pizca de su erección la abandonase, a la misma vez que la acompañaba con acompasados y rápidos movimientos que la llenaban por completo.
Movió sus dedos con rapidez, a la vez que pensaba que era el miembro del espadachín. Sumó uno más a la cuenta y siguió masturbándose. Con su otra mano se dedicó a frotar su clítoris de nuevo, provocándose doble placer. Sabía que su orgasmo estaba cerca, así que decidió que era hora de provocárselo al espadachín en su imaginación. Esta vez se encontraba de rodillas, a la altura del grueso y erecto miembro del chico. Se lo llevó a la boca y comenzó a succionar con fuerza de arriba hacia abajo a la misma vez que acompañaba los movimientos de su boca con los de su mano derecha, que lo masturbaba hasta hacerle perder el sentido.
Si alguna situación la ponía especialmente caliente, era esa misma que estaba imaginando. Nada podía excitarla más que imaginarse a sí misma devorando la mejor parte del espadachín, y así lo demostraba con sus fuertes jadeos. De sus entreabiertos labios caía un grueso hilo de baba que formaba un cerco sobre la sábana. Los ficticios gemidos graves del espadachín la animaban a seguir masturbándose con rapidez y a seguir imaginando su propia escena.
El chico la frenó de su acción y comenzó a masturbarse a sí mismo. Rozó con sus dedos los labios de la capitana, los abrió y con su lengua humedeció sus dedos a la misma vez que seguía frotando su miembro. Abrió la boca de la capitana y en un último gemido de placer eyaculó sobre ella. Su polución cayó sobre su cara, sobre sus pechos y sobre sus labios. Lo lamió con gusto hasta tragarse todo y acto seguido se fundió en un último y apasionado beso con el espadachín.
No lo soportaba más, sobre todo después de haber imaginado aquello. En ese momento su propio orgasmo la invadió. Gimió de auténtico placer, su piel sudaba más que en sus sueños, sus mejillas se encontraban completamente rojas y su propio líquido se deslizaba por sus dedos. Una descarga eléctrica sacudió su cuerpo durante largos segundos, para después esfumarse y dejar su cuerpo entumecido y agotado caer pesadamente sobre el colchón.
Una vez relajada, volvió a cubrirse de nuevo con sus sábanas, completamente avergonzada. En su cabeza había consumado sus más sucios y profundos deseos sexuales con ese espadachín. Algo le tenía que gustar para llegar hasta tal punto, y disgustada tuvo que admitir que no era sólo algo, que era mucho más que eso. El aire se acababa allí debajo, así que terminó por asomar su cabeza al exterior de nuevo. Se encontraba cansada, profundamente agotada después del ejercicio nocturno que se había dedicado a sí misma. Somnolienta, frotó sus ojos y dio un bostezo.
-Algún día… te aseguro Roronoa… que… todo será más que… simples sueños…-
Bueno pues una historia se acaba y otra empieza, como algunos ya sabéis. Aquí os dejo mi nueva historia, un One Shot un poco peculiar, la verdad es que nunca antes había escrito algo así, porque es un lemon... donde no hay lemon XD es pura imaginación y masturbación dentro de la imaginación, pero creo que el resultado es lo suficiente presentable como para postearlo :D aún así, como todo experimento, será una catástrofe comparada con futuras historias, y por supuesto tiene que tener mil y una cosas mal, así que a ver qué os parece, de esta manera me plantearé seguir haciendo historias un poco fuera de lo normal, no puramente lineales como las anteriores, así que reviews reviews ^^
PD: El título, no es más que lo que acrónimamente se conoce como "REM", esa fase del sueño en la que todos desarrollamos actividad onírica, y una de sus características es esa, la de movimientos oculares de la misma manera que si estuviéramos despiertos, curioso, ¿verdad?
Un saludo :P
