Ultima llamada

Kuroo abrió los ojos para volver a encontrarse con el mismo panorama, una pared desgastada con dos ventanas cuyas persianas se encontraban entreabiertas. Cada parte de su cuerpo dolía; huesos, músculos, incluso la conciencia. El recuerdo de aquella persona que podía haber socorrido le carcomía la mente e imaginaba a cada segundo la crueldad a la cual lo condenó. En aquel instante el miedo venció al coraje y simplemente se ocultó mientras oía los gritos desgarradores, que rápido cesaron, dándole la afirmación que el desconocido estaba muerto. En la otra esquina de la habitación, las tripas de Akaashi gruñeron con violencia logrando que se preocupara, ambos tenían los labios resquebrajados y las cuerdas vocales tan secas que habían decidido limitar el uso de palabras y referirse por momentos con señas.

Treinta días transcurrieron desde que los canales televisivos emitieron un extraño comunicado.

"Cierren puertas y ventanas, no abandonen sus casas y eviten el contacto con desconocidos. Los muertos están regresando a la vida."

Cuando Kuroo escuchó aquello creyó que era broma, pero el rostro de Akaashi expresaba duda y curiosidad. Una hora más tarde, los medios de comunicación abandonaron actividades, las televisoras expusieron un logotipo extraño y las emisoras de radio un pitido molesto, ensordecedor. Los días siguientes las calles se colmaron de pedidos de auxilio; disparos, el mundo en el que habían crecido se estaba desmoronando y si continuaban quedándose en el mismo sitio ellos correrían la misma suerte.

—Sólo queda media botella de agua.

Akaashi cerró los ojos con pesadez. Comprendía lo que estaba a punto de oír, la misma idea a la que se negaba y a la que nuevamente lo haría.

—El autoservicio al que íbamos al terminar las prácticas —mencionó Kuroo, luego realizó una pausa—, creo que no hay nadie allí y seguramente la comida abunda.

—No.

—Estaremos juntos, no voy a dejarte —arrastró el cuerpo hasta quedar a su lado—. Vas a morir y yo también lo haré.

—No hables.

Akaashi tenía el miedo pintado en el rostro. La última vez que sintió la tibieza del sol, la muerte acarició su vida ansiando apropiarse de ella. Si no abandonaba el lugar, era por experiencia, porque prefería morir de hambre y sed a ser despedazado por alguno de los llamados: Zombie.

Kuroo apoyó la cabeza en el hombro ajeno, tenía el cabello sucio y la transpiración le brindaba un aroma poco agradable. Aunque trataba de mantenerse con esperanza, la resignación lo golpeaba constantemente con la negativa de su amigo.

—Si quieres irte puedes hacerlo.

No respondió. Huir y dejar a Akaashi no era una opción, tampoco una posibilidad contemplada. Aguardaría el fin, de forma alguna; el resultado siempre sería el mismo para todos los seres vivos, nadie puede escapar de la muerte.

…...

Hubo un tiempo en el que habían sido parte de equipos diferentes, pero, con una misma convicción: Ganar. Cuando ambos volvieron a encontrarse en la Universidad, la competencia se transformó en compañerismo y las dos personalidades tan dispares que poseían acabaron amoldándose la una a la otra. Bokuto proyectaba en Kenma la neutralidad de su ex armador, Akaashi Keiji. Por otra parte Kenma percibía las molestas incoherencias de Bokuto, similares en cierto aspecto a las de su amigo de la infancia, Kuroo Tetsuro.

Cuando la hecatombe ocurrió, la sociedad no estaba preparada. Existían simulacros de incendios, inundaciones, terremotos, pero no, un ataque zombie.

Kenma pulsó los botones de su juego móvil aguardando ver la pantalla encenderse, sabía que no funcionaria, pero, la ansiedad acumulada lo obligaba a mover los pulgares como lo hacía antes. Un vicio. Una necesidad que tenía que ser saciada.

—¿Sabes qué es lo único bueno de esto?—Bokuto cuestionó entre risas—.Que ocurrió el día que tenía examen y no había estudiado.

Sin emitir palabra, Kenma se encogió de hombros y contó hasta diez. Últimamente perdía la calma rápido, pero aquello era consecuencia de todo lo vivido. El nudo en su estómago ya no era causado por las ansias de avanzar un nivel, vencer un oponente o al máximo rival, sus preocupaciones ahora tenían nombres y apellidos, rostros desconocidos deambulando sin conciencia por las aceras que un día también caminó.

—¿Crees que estén bien? —La voz de Bokuto sonó entrecortada. Estaba haciendo todo lo posible por mantenerse fuerte y no pensar en lo peor.

Eran afortunados, muy a pesar del infierno en el que se convirtieron las calles, lograron hallar dónde refugiarse. No era el mejor sitio, no tenían electricidad, pero estaba colmado de elementos esenciales. La comida enlatada no era muy apetecible, mas de hambre no morirían. Por iniciativa de Bokuto y el historial de películas post apocalípticas que había visto desde su niñez, lograron superar los primeros obstáculos para llegar a la vieja tienda de productos de camping.

—No lo sé. Mi móvil sólo tiene una línea de batería —Kenma observó la pantalla—. Aquí dentro no hay señal.

Los dos se lamentaron por ese hecho. Sin saber de sus familias, sin conocer de sus amigos, las posibilidades de que los más cercanos hubiesen sobrevivido a tal golpe eran nulas.

—Necesito escuchar la voz de Akaashi. Hay cosas que debo decirle.

—También yo.

—¿De Akaashi?, ¿por qué?, ¿para qué? —preguntó con la curiosidad a tope—. ¿Qué quieres hablar con mi Akaashi?

Kenma confirmó que Bokuto seguía siendo él. Cubrió su rostro con la mano derecha y luego mover negativamente la cabeza se desplomó sobre un almohadón inflable que estaba en el piso.

—Necesito escuchar la voz de Kuroo, a eso me refería.

—¡Podemos ir al exterior! —Un entusiasta Bokuto tironeó del brazo a su compañero, quién se opuso rápido a tal idea—. Buscamos señal, marcas y yo te protejo.

—Corremos riesgo de morir.

—¿Quieres hablar con mi Bro? —Bokuto estaba iniciando un melodrama—. No quiero morir sin decirle a Akaashi que quiero casarme con él. Me niego —Sus ojos comenzaron a aguarse, pero, no eran simples palabras vacías, novelescas. Estaba siendo sincero y lo reflejaba.

—No podrás casarte —Kenma arrojó un balde de agua fría con simplemente vocablos —.Tampoco ansío dejar este mundo sin darle las gracias a Kuroo. —bajó la mirada, hasta sus agujetas. Millones de momento pasaron por su cabeza, casi como si el instante final de sus días estuviera cerca.

Kuroo enseñándole volleybal.

Kuroo explicándole conceptos de ciencia que poco le interesaban.

Kuroo confesándole sus sentimientos, a los cuales, jamás respondió por simple inseguridad.

El remordimiento lo abofeteó con fuerza y con una simple mirada consintió la petición de Bokuto. Por primera vez, Kenma tomó la ruta difícil, la de mayor complejidad y peligro.

…...

Akaashi despertó abrupto, obligando a Kuroo a moverse de la comodidad en la que estaba. Algo deambulaba en el corredor del edificio, el gruñido proveniente a pocos metros le erizó la piel. Debían mantener silencio y calma, cualquier ruido captaría la atención de lo que llevaría a un cruel desenlace. Sigiloso caminó hasta la puerta, pudo observar a través de la mirilla como la anciana con la que siempre fue amable no era más que un trozo de carne podrida, renqueante, buscando hallar alimento.

Gotas de sudor comenzaron a perlarle la frente, aún se encontraban a salvo. Dio un respingo cuando se percató de la existencia de cuatro muertos más. Tenía el corazón a punto de detenerse, sus piernas temblaron y antes que se derrumbara sobre la alfombra los brazos de Kuroo lo contuvieron. El miedo se respiraba en el ambiente, estaban inmóviles, sosteniendo además de sus cuerpos, el imperioso afán de tener una nueva oportunidad.

Cinco minutos transcurrieron. Los muertos que deambulaban por el pasillo parecían haberse marchado.

—Ya pasó. —pronunció Kuroo tratando de calmar a su compañero.

Aquel ya no poseía la mirada solemne y apacible que siempre lo caracterizó. La coraza que lo ayudaba a plasmar tranquilidad ya no existía, había sido testigo de la experiencia más terrible en la historia de la humanidad. Personas devorándose unas a otras, sin noticias sobre cura alguna, refugiados, sus ojos ya no tenían brillo, estaban revestidos por un manto de oscuridad y tristeza.

Algo vibró a pocos metros. La pantalla del teléfono se encendió y con ello nuevamente la desesperación. Kuroo se apartó de Akaashi abalanzándose rápidamente pues sabía que luego de dos segundos un molesto timbre acabaría sonando.

—¡Diablos! —exclamó eufórico. Estaba a punto de apagar el móvil, pero reconoció el nombre del emisario de la llamada.

—¡¿Qué haces?! —gritó Akaashi. Sus nervios aumentaron cuando las sombras comenzaron a proyectarse por debajo de la puerta.

Los gruñidos se acumularon poco a poco, uñas rasquetearon la madera intentando derribar lo único que los separaba. Dos, cuatro, ocho. Kuroo se sintió un completo idiota por sumirse en su pensamiento. Observó a Akaashi con lágrimas en los ojos, disculpándose por el egoísmo con el que se estaba guiando sus acciones. Contestó. La interferencia era demasiada, pero el saber que aquel que amaba aún seguía con vida le otorgó felicidad.

—¡Kuroo, Kuroo!—la voz del otro lado era agitada—. No tengo mucho tiempo, sólo quiero que sepas que…

—¡AKAASHI TE AMO! —Bokuto se oía en el fondo. Y Akaashi logró sonreír luego de tanto tiempo.

Los golpes comenzaron a ser más fuertes, ya no habría tiempo.

—Siempre te quise, Kuroo, no sólo como un amigo.

Los muertos lograron traspasar la puerta. Ambos aferraron sus manos y cerraron los ojos, ya no tenían fuerzas para luchar. Kenma no tuvo respuesta, pronto se oyó aquel tonó que marcaba el final de la llamada.

Su estómago se revolvió imaginando lo peor, permitió que los fornidos brazos de Bokuto lo resguardaran y sin decir una sola palabra, entendió la magnitud de lo ocurrido.

Quizás no fue en esta oportunidad, pero, en otra vida se cobrarían la revancha de estar al lado de las personas que amaban.


Nota de autora.

Esto fue parte de una actividad el grupo Haikyuu! Yaoi de facebook. Lo escribí como regalo de amigo secreto y al momento de la entrega me di cuenta que necesitaba cambiar unas cuantas palabras.

¡Quiero escribir otra parte de esto! Quizás más adelante.