¡Feliz día, papá!
Intentaba moverse lo más silenciosamente que sus pequeñas piernas le permitían. Su objetivo estaba dormido y lo que menos quería era que se despertara por algún descuido.
Como pudo se montó en la mesa que había detrás del sillón donde yacía plácidamente dormida su presa. Sí tan sólo él supiera lo que le esperaba. Ya montado, se volteó a la puerta de la cocina, donde su hermanita esperaba pacientemente con un vaso lleno de agua fría en manos. El niño agitó su manita, comunicándole así a la menor que podía acercarse.
—Dame el vaso —susurró el niño de aproximadamente unos cinco años a su hermana, que para ese momento ya se encontraba al lado de la mesa.
Con toda la delicadeza que puede tener una niña a los cuatro años de edad, se alzó de cuquillas, extendiéndole a su hermano el vaso con agua. El varón lo agarró y rápidamente se dirigió al lugar que se ubicaba justo detrás de la cabeza del hombre, o como preferían llamarlo los niños, el "lugar de ataque".
Conteniendo la risa, alzó poco a poco el vaso sobre la cabeza del mayor en la sala, hasta dejarlo a una distancia prudencial, examinó por última vez la tranquila expresión del hombre para luego verter el contenido del vaso sobre su cara.
Shikamaru, se levantó rápidamente desorientado, al momento en que sus dos hijos estallaban a carcajadas. Miró su reloj; domingo - 10:30 a.m. Bufó entre fastidiado y molesto mientras se secaba la cara con la manga de su camisa.
—¡Feliz día, papi! —exclamaron alegremente los niños. El niño le tendía una pequeña caja envuelta con papel verde, y la niña le tendía una hoja.
Agradeciéndole a los dos se sentó y examinó los dos regalos. El primero, el que le había dado su hijo era una pulsera tejida que supuso habrá hecho en clases de arte con ayuda de su maestra. El segundo, el regalo que le había dado su hija era un dibujo familiar. En el centro se encontraba él, tomado de la mano con Temari, su mujer, y a los lados se encontraban ella, una pequeña niña de cabello color mostaza con ojos marrones, y al otro lado, un niño un poco más alto que ella de cabello negro y ojos color aguamarina.
Se encontraba tan concentrado viendo los regalos que le habían dado sus hijos, que no notó cuando su mujer entró a la sala y lo abrazó por detrás.
—Feliz día, bebé llorón —dijo Temari, llamándolo con el mismo apodo con el cual solía molestarlo cuando eran jóvenes después de aquella misión. —Tu regaló te lo doy esta noche —susurró en su oído para que sólo él pudiera escuchar.
—Problemática —dijo él mientras ensanchaba su sonrisa. Sí, definitivamente ese día sería un gran día del padre.
Fin~
Espero les haya gustado. Gracias por leer.
