Este fanfiction fue escrito por el autor Scuttlest, a quién le agradezco darme el permiso para traducirla.
Origen del Príncipe de la Luz
Resumen: Todas las historias tienen sus inicios, todos los legados tienen sus raices. Esta es una de ellas, el origen de Marth, el Príncipe de la Luz. FE11/Dragon de la Oscuridad. Serie Completa
Era realmente un hermoso día. Soleado, parcialmente nublado en las exuberantes tierras fértiles de Altea, con el sol brillando, sus dorados hilos de luz iluminando el paisaje. Los granjeros practicaban la agricultura, los caballeros atendían sus caballos. Altea no tenía ningún problema real con bandidos o buscapleitos, el país siempre parecía fluir con paz y buena voluntad, algunos lo llamaban la bendición de Anri, el antiguo héroe que fundó el país. Otros dirían que solo había sido por la buena fortuna que Altea se salvó de los problemas que otras naciones habían tenido que pasar. Cualquiera que fuera el caso, Altea siempre había sido una nación pacifica, consigo misma y con sus naciones vecinas. Incluso tenía una larga amistad con las naciones de Gra y Talys. Toda esta paz contribuyó a que la repentina desaparición de la milicia no despertara ninguna alarma.
Esto no significa que Altea fuera complaciente con su ejército, su milicia era una de las más finamente trabajadas del mundo. Gra no podía igualarla, pero ¿por qué Gra pelearía contra Altea? Macedon, el hogar de los famosos caballeros Wyverns*, no podría compararse. Talys, la mayor fuerza naval del mundo, tampoco se podrían comparar, Khadein, la nación de magos, sería similarmente abrumada. A lo mejor Archanea y Grust fueran las únicas naciones que podrían enfrentarse a Altea de frente y no verse como tontos corriendo a las puertas de la muerte.
A pesar de su fuerza militar, Altea era un país relativamente pequeño, comparado con naciones gigantescas como Archanea y Macedon*. Sin embargo, Altea tenía por mucho el mayor legado, era el país de Anri, el héroe.
Siglos atrás, Anri fue el nombre del héroe que derrotó al Dragón de la Oscuridad, Medeus. Se cuenta que Anri empuño una espada divina conocida como "Falchion", tallada de un colmillo de un Dragón Divino, y con ella, destruyó a Medeus y el Imperio de Dolhr. Esa espada divina, desde los tiempos de Anri, se localizaba en el Castillo de Altea.
Claro que existían escépticos que no creían en la historia de Anri. Dolhr no era nada más que un campo donde habitaban los Manaketes*, dragones que se escondían en cuevas y castillos abandonados. Parecía mera insensatez pensar que los Manaketes habían mantenido un imperio. Al mismo tiempo, había otros que creían la historia con todo su corazón, aunque aun ellos tenían que admitir que la leyenda había sido… un poquito exagerada.
Seguramente Anri no había asesinado a diez mil Manaketes usando solamente sus manos, tampoco se había enfrentado a todo el Imperio de Dolhr sin ayuda, y mucho menos había derrotado a Medeus, bien descansado, cuando el mismo estaba a punto de morir de cansancio. Pero si era cierto que Anri había convertido batallas casi perdidas en exitosas victorias, había encendido el fuego en los corazones de los humanos de su era y condujo a la humanidad de las profundidades de la esclavitud hasta la libertad.
La prueba de su existencia yacía en la Falchion que por tanto tiempo estuvo resguardada en el Castillo de Altea. Un simple vistazo y cualquier herrero diría que la hoja fue forjada de algún material que jamás habían conocido. Que haya sido forjada del colmillo de un Dragon Divino… ese era un hecho debatible.
En estos momentos, el ejército de Altea no estaba presente en el país. Hacía un mes Cornelius, el rey de Altea, había partido con las mejores tropas que la nación tenía, la Falchion en sus manos.
Este hecho pareció perturbar a algunos ancianos, que sabían que cuando la milicia desaparecía podría ser señal de conflicto. A pesar de que persistían rumores de alguna guerra con Archanea o Macedon y había platicas de que las relaciones con Gra se habían vuelto amargas, nadie sabía realmente que estaba pasando.
Y aquel último rumor era simplemente había sido fuente de risas. Dolhr solo era una colección de Manaketes amargados pobremente unidos, y Medeus, estaba muerto. No era más que una historia para contar a los niños. "Debes comportarte, o Medeus vendrá y te llevará consigo." Solo algo para tratar de hacer que los pequeños se comportaran. No, lo que fuera aquello que el ejército de Altea se disponía a luchar, si es que era cierto que había guerra, era otra nación humana, no contra Dolhr o contra un grupo de Manaketes sumidos en el resentimiento.
Sin embargo, durante las próximas semanas, las personas se darían cuenta de que los chismes de Dolhr y la posibilidad de ser traicionados por Gra eran, probablemente, mucho más que meras suposiciones.
En el presente, Altea era gobernada por la Reina Liza, la amada esposa de Cornelius, y con ella estaban los hijos reales. La mayor, la princesa Elice y el menor, el príncipe Marth.
Marth, príncipe de Altea, caminaba ansioso a traves de los pasillos del Castillo que el consideraba su hogar. Su padre, junto con la gran mayoría de los caballeros de Altea, habían marchado en cuanto determinaron que Medeus, conocido como el Dragón de la Oscuridad, se había alzado nuevamente. El padre de Marth, Cornelius, a diferencia de otros nobles, estaba interesado en las historias del antiguo conflicto entre Medeus y Anri, el héroe legendario. Cornelius no las ridiculizaba como simple fantasía como otros, y creía firmemente que el Manakete de Tierra estaba por ahí, planeando una fría venganza por haber sido desterrado a cualquier reino, donde fuera que sea.
Cuando Cornelius llamó a las armas, no hubo objeciones, aunque muchos, Marth sabía, estaban escépticos acerca de la existencia de Medeus, y ni que hablar de su "resurrección". Cornelius incluso le había pedido ayuda al aliado de Altea, Gra. Esta ayuda fue concedida y la fuerza combinada de las dos naciones con más fuerza militar del mundo ahora marchaba contra Dolhr y sus recientes aliados, Grust y Khadein.
¿Y que hay acerca de las otras naciones? Seguramente habrán oído de la guerra que se aproximaba, aunque no habían hecho movimiento alguno, tal vez ocupando su tiempo viendo cómo podrían aprovechar cualquier ventaja, o esperando a ver a cual lado favorecía la suerte.
Marth continuó con su paso, llevando brevemente una mano a la empuñadura de su estoque. "Si tienes tanta energía para ir y venir por ahí, seguramente tienes energía para continuar con tu entrenamiento", su padre le habría dicho. Si, a lo mejor pasar un poco de tiempo con Frey y Jagen le haría algo de bien.
–Princesa Elice. – Un soldado habló, la princesa de Altea, la Hermana mayor de Marth levantó su cabeza del libro que leía. Sonrió y asintió, reconociendo al hombre. Él no le diría que ella había estado tan atenta en su lectura que necesitó llamarla tres veces.
–¿Hay algo que debería saber? – Preguntó ella, cerrando el libro, no antes de ponerle un pedazo de tela en la página donde se había quedado para regresar a ella después.
–Tenemos un mensaje del frente. No tengo permitido leerlo pero…– el soldado revelo una carta en su mano, avanzando un paso para dársela a la princesa, quien la aceptó. El hombre se quedó de pie, silencioso, mientras la princesa Elice abría la carta. Ella sabía que las noticias ofrecidas podrían ser horribles o muy buenas noticias, pero permaneció calmada y en total control. Sostuvo la carta frente a ella y comenzó a leer.
Por varios segundos ella pareció absorta en las palabras del papel, tal vez con tal atención como estuvo con el libro que anteriormente leía. De pronto jadeó, su mano libre llegó a sus labios, su otra mano apretando el papel mientras continuaba leyendo, su respiración ahora congelada y sus ojos brillaban con horror. Tan pronto termino la lectura saltó de su silla.
–¡T… Trae a Marth enseguida! – Exclamó de pronto, con un tono que no permitía ninguna duda. –El trono, dile que me vea en la sala del trono. – El soldado salió apresurado de la habitación, ella se desplomó sobre la silla, su cabeza colgó y su rostro tomo una expresión de derrota total.
–Padre… - Dijo con voz apenas audible. –Padre… dime… tu no…–
Marth siempre sudaba copiosamente después de un buen entrenamiento con sus muchos entrenadores, un signo de que las sesiones iban bien, como le habían comentado. Muchos entrenadores iban y venían, pero Jagen había estado ayudándolo a desarrollar sus habilidades durante todo el tiempo que él podía recordar. Jagen había sido su entrenador durante tanto tiempo que solo él sabía con exactitud el verdadero potencial de Marth y que tan pequeñas eran sus fallas en su manejo de la espada. Después de la sesión de entrenamiento un buen baño había sido preparado y ahora, con un nuevo cambio de ropa, se sintió mucho mejor y más refrescado, pero sin nada más que hacer, regresó a su paso nervioso, ahora en su habitación. No tenía el interés de leer libros y pergaminos, como su hermana, él quería estar siempre moviéndose, haciendo algo. Así que su paso continuó, pensando que podría hacer, hasta que escuchó un toque en la puerta.
–Entre, por favor. – Marth respondió. Su puerta se abrió con un crujido y un soldado entró. Uno de los pocos guardias que aún estaban en el país.
–Príncipe Marth, su hermana desea verlo. – Dijo doblando sus manos detrás de la espalda. –Dijo que la viera en la sala del trono, desea hablar con usted acerca de la guerra. –
–Ya veo. – Marth respondió, sintiendo una mezcla de alivio y terror acerca de lo que tuviera que decirle.
–No fui confiado con los detalles, pero sospecho que es urgente. – Dijo el soldado, tomando una bocanada de aire –considerando el tono de voz que usó cuando pidió verlo.
–Entiendo. Gracias. – Marth asintió y caminó alejándose del soldado.
–A su servicio, señor. – El soldado respondió pese a que sus palabras fueron pronunciadas con tal suavidad que Marth no pudo oírlo. Sin sentir la necesidad de escoltarlo, el soldado continuó su camino, empezando su patrulla por el castillo. Unos pocos minutos fueron suficientes para asegurarse de que el interior del castillo estaba seguro, pese a la falta de soldados. Era el tiempo ideal para que los bandidos hicieran su trabajo, tal vez era también el tiempo ideas para que algunos nobles altenses tramaran algún golpe, pero nada había pasado. El castillo estaba…
De pronto algo tomó su brazo y lo jaló contra la pared. El soldado altense quedo desorientado por el movimiento repentino, pero recuperó su equilibrio con una rapidez profesional. Se encontró cara a cara con la persona que lo agarró. Usaba un casco de un soldado de Gra.
–¿Qué…?– Comenzó a decir. –¿Gra…? ¿Qué están…?
–Hm– El soldado de Gra suspiró. –Tenía la esperanza de que el príncipe estuviera contigo. Que mal. –Al escuchar esas palabras, el altense sintió un dolor agudo en su vientre, lo suficientemente fuerte para hacer un verdadero esfuerzo y no terminar gritando. Bajo su cabeza para ver una espada con diseño de Gra clavado en su abdomen.
–Gra…– el altense dijo con voz ahogada, –¿Qué esta…? –
La única respuesta del soldado de Gra fue tomar al altense por el hombro y empujarlo lejos. El altense cayó sobre su espalda, la sangre escapando libremente por su herida. El soldado de Gra se arrodillo para tomar la empuñadura de su espada y la arrancó rápidamente.
–Desangrate. – Fue todo lo que le dijo al altense. El soldado de Gra levantó la mano e hizo unas señas con sus dedos, en respuesta, una cantidad de soldados de Gra apareció desde pilares, esquinas y otros escondites. Tomando órdenes del soldado que había cometido el asesinato, acecharon el pasillo, su presencia pasando desapercibida para los otros habitantes del castillo. Todos los que los habían visto habían sido silenciados.
No había necesidad de esconder ni un cadáver, era temprano en la mañana, Altea seguramente estaría llena de cadáveres para cuando el sol llegué al cielo.
Marth comenzó a dirigirse a la sala del trono, sin darse cuenta de los soldados de Gra que lo seguían. Nadie atacó, tenían órdenes de llevarlo vivo. El rey Jiol de Gra quería al príncipe vivo, la princesa era irrelevante. El líder de los soldados de Gra hizo más gestos con sus manos para detener los movimientos de Gra. El soldado examinó al príncipe, por el momento.
–Se dirige al trono. – Dijo el soldado, haciendo otra serie de gestos. Dos miembros del grupo rompieron su formación para dirigirse a otro camino al trono, solo en caso de que tuvieran que acorralar al príncipe para aprenderlo. Con aquella orden dada, el soldado hizo un gesto final para que el resto lo siguiera. Se movían rápidos y silenciosos al principio, luego hubo más y más ruido mientras más se acercaban a su objetivo. El sigilo ya no era necesario y que el príncipe los notara ya no era un problema.
Como esperaban, Marth se dio cuenta de que había alguien detrás de él. Continuó caminando y volteó la cabeza, probablemente esperando ver otro soldado altense, en lugar de eso vio soldados claramente de otra tierra. Se detuvo, y giró sobre sus pies. Los soldados de Gra, en respuesta, se detuvieron un poco alejados del príncipe.
–¿Quiénes son ustedes? – Preguntó sin levantar la voz, aún no había razón para creer que estaba en peligro.
–Somos soldados de Gra, príncipe Marth. – El líder le contestó. Sus ojos localizaron rápidamente el estoque que Marth tenía. No tenía importancia. Un príncipe que había enfrentado batallas contra instructores que debían perder no podría darle batalla. –Si sabes lo que te conviene, príncipe, te rendirás ante nosotros. –
–¿Rendirme? – Marth levantó una ceja. –Pero… Gra es una nación aliada. ¿Por qué me piden que me rinda?
El líder ladeo su cabeza en confusión y desconcierto, luego rio con ganas. –Oh, me imagino que las noticias no han llegado aún. – Dejó de reír y sacó su espada. –Príncipe, Altea perdió un amigo en Gra hoy, y si no coopera, perderá un príncipe en usted también. – los otros soldados comenzaron a sacar sus armas, dos usaban lanzas, otros dos tenían hachas, pero el líder, el que hablaba con Marth, era el único que usaba una espada. –No voy a repetir las cosas de nuevo príncipe Marth, ríndase. –
–No lo haré. – Marth respondió desafiante, su mano instintivamente se dirigió hacia su estoque. –¡Nunca me rendiré en mi nación, bajo mi propio techo! –
–Humph. El ratoncito cree que puede pelear con los grandes. Ese orgullo solo te obtendrá una muerte lenta príncipe de Altea. – El soldado de Gra frunció el ceño, mirando a Marth atentamente, como midiendo sus posibilidades y luego suspiró. –Se supone que debemos entregarte vivo, sin lugar a dudas eso significa que en buenas condiciones, pero tal vez un poco de daño se pueda perdonar. – El soldado apuntó a Marth con su mano libre y dos soldados armados con hachas se adelantaron. Cambiaron su posición del hacha para un agarre ligeramente más ineficaz. No eran muy buenos para mantener su posición, así que lo único que hicieron fue cambiar su método de ataque a uno menos letal.
Corrieron hacia Marth mientras el sacó su estoque, el príncipe retrocedió unos pasos y se libró de un movimiento que le hubiera dañado su brazo, y después se inclinó a un lado para esquivar un ataque que le llegó horizontalmente. Con el estoque en mano, Marth cortó justo en el codo del soldado de Gra. Éste respondió con un gruñido y retrocedió mientras su compañero avanzó contra el príncipe. El segundo soldado falló y la puñalada de Marth le dio directo en el vientre.
Marth dudó. Enemigo o no, sintió como el soldado cayó cuando el príncipe retiró el estoque. A menos que un clérigo lo atendiera, Marth probablemente, indiscutiblemente, había dañado algún órgano vital, tal vez dos. Apenas se recobró del hecho de que había herido de gravedad a un hombre para responder al ataque del otro soldado, quien trató de cortar el hombro del príncipe con su hacha. Marth saltó hacia atrás, dejando que el hacha cortara no más que el aire, Marth saltó de nuevo y acuchilló el pecho del hombre. El soldado cayó agarrándose el pecho, pero Marth atacó de nuevo. Esta vez corto la garganta, el soldado cayó al piso y dejo de moverse.
–Hmm. Parece que ratón sabe morder. – El líder reflexionó. Se volteó mirando a los guerreros con lanzas. – Peleen contra él, pero recuerden, debe quedar vivo. O si no serán nuestras cabezas las que rodarán. –
Los portadores de lanzas se arremetieron contra él, sin lograr nada. Pese a que el largo alcance de sus armas les daba cierta ventaja, logrando herirlo un poco, fueron derrotados.
Marth se detuvo, respirando con dificultad, se arrodilló, con una mano sobre una de sus rodillas, la otra aun sujetaba su estoque. Con su mano libre se secó la frente que estaba empapada en sudor. Por reflejos e instinto, solo por ese momento, no escuchó la voz de la culpa y el arrepentimiento por matar a los soldados. No podía pensar en eso, no ahora.
El líder gruñó y caminó hacia enfrente, su espada en mano. –Supongo que mis hombres bajaron la guardia, pero yo no cometeré ese error. Verás tú mismo cual es la diferencia entre frenar tus ataques y darle oportunidades a tus enemigos. – El soldado atacó, fiel a su palabra, no le concedió ni una sola ventaja, aunque no estaba dando todo de sí. Pivoteó su espada, apuñaló y rechazó sus ataques, claramente había estado entrenando desde muy chico y justo ahora estaba en la cúspide de su vida. El príncipe aún tenía 14 años, tenía mucho que crecer todavía.
El príncipe no era ningún novato, el soldado tuvo que reconocer. La forma de pelear de Marth tenía muy pocas fallas, pero el soldado siguió presionando, buscando puntos débiles hasta que sospechó que ya tenía la mejor manera para derrotarlo. Marth, pensó, no tenía experiencia en batallas prolongadas, y seguramente entraría en pánico si no lograba herir al soldado rápidamente. Con ese pensamiento, el soldado decidió esperar y ponerse a la defensiva, para que Marth se frustrara.
No lo hizo. Ni por un momento Marth perdió la compostura. El soldado trató de prolongar la batalla, pasó un minuto, pasaron dos, pasaron cinco, y si algo molestaba a Marth, fue el no estar acostumbrado a matar. Cuando el soldado se frustró, cambio su forma de ataque a la ofensiva, y se dio cuenta de su error demasiado tarde. Atacó a Marth de frente, en una posición muy abierta, que Marth aprovechó para acuchillarlo en la parte superior de su pecho, justo bajo su cuello.
–N… no…– Dijo el soldado mientras comenzaba a escupir sangre. –Si… si te hubiese capturado, hubiera… podido comprar una nación… con la… re…compensa. –Exhaló sus últimas palabras y cayó inerte. Marth jadeó con horror, viendo los cinco cadáveres que lo rodeaban, no había habido otra opción pero él no sabía, ni entendía, de matar. Podía pelear, pero solo para entrenar y divertirse, no sabía nada… nada de pelear a muerte, pero lo había hecho. Tragó saliva y se alejó, tratando de esconder esa sensación muy dentro de sí. El salón del trono estaba justo frente a él.
Los dos soldados que se encontraban en la sala de trono voltearon a la puerta, esperaban ver a sus aliados caminando con Marth completamente sometido. Se sorprendieron al ver a Marth caminar hacia ellos, armado.
–Humph. ¿No lo han atacado? – Uno de ellos preguntó frustrado. Examinó al príncipe, la expresión en los ojos de Marth le dijo que el príncipe se había topado con sus aliados, luego el soldado notó la sangre que chorreaba del estoque de Marth. –Espera, el… ¡los mató! –
–Oh, ¿en serio? – El segundo soldado, sentado en el trono, examinó al príncipe que estaba frente a él. –Mejor, menos personas con las que compartir la recompensa. – Sonrió. –Somételo de la forma que creas conveniente, pero debe estar vivo, de otra manera… sabes como él recompensa el fracaso, ¿cierto? –
–Cla… claro.– El primer soldado contestó, armado con una lanza, se movió hacia Marth. –Suelta tu arma, príncipe Marth. Es tu única opción si quieres sobrevivir. –
–¿Se han vuelto locos? – Esta es Altea, y ustedes serán exiliados de la nación.
–¿Oh? Dime Marth, ¿quién será quien nos eche? – El soldado del trono preguntó. –La nación entera ya fue invadida, la toma del castillo será dentro de muy poco.
–¿Qué…?– Marth balbuceó, sin creerlo. –¡Están… están mintiendo! –
–Me temo que no. –El soldado que estaba de pie contestó. –Pero tú no lo verás, estas a punto de caer inconsciente y cuando despiertes estarás en presencia de… bueno, ya lo sabrás. – El soldado atacó, manteniendo su lanza cerca del suelo, esperando acabar rápido con la lucha paralizando a Marth, lastimando sus piernas. Marth saltó a la izquierda esquivando el intento, luego giró para mantener su orientación y clavó el estoque contra el soldado, pero éste ya estaba preparado. Giró y el estoque cortó el aire a un lado de su cabeza, su codo golpeó fuertemente en el costado de Marth.
Con un gruñido, Marth se hizo a un lado. El soldado trató de seguir su ataque tratando de machacarlo con su lanza, pero Marth se agachó para evitarlo y cortó los muslos de su atacante. El soldado gritó y se alejó. Marth vio una oportunidad y atacó, acuchillándolo mortalmente en el abdomen. El soldado tropezó, agarrándose la herida mientras la vida se le escapaba.
El último soldado que miraba la escena comenzó a reír. –Ha-ha. Si te derroto sin ayuda y tomo la recompensa para mí, me convertiré en el hombre más rico del continente. –
–¡Tu! – Marth gritó. –¡Quítate del trono de mi padre!
El soldado comenzó a reírse aún más fuerte. –¿No querrás decir tu trono? Porque si lo que oí es correcto, el viejo rey esta…–
–¡Cállate! –
El último soldado, sorprendido por la ferocidad de Marth, se paró del trono y lentamente descendió de los escalones. –Bueno, en unos días realmente no importará a quién le pertenezca el trono, ¿o sí? –
–Altea prevalecerá. Siempre lo ha hecho. –
–Me pregunto si podrá sobrevivir una ocupación…– El soldado tomó su lanza y sin más atacó. Este era mucho más hábil que el anterior, pero no tenía tanto control de sí mismo, como el espadachín que lo había atacado en el pasillo. Era entusiasta e implacable, sin dudar de que recibiría la recompensa al entregar a Marth a sus superiores. Dejó que sus emociones lo traicionaran y descuido sus defensas y ataques, haciendo oscilaciones con la lanza tan innecesariamente largas que Marth consiguió estar a su alcance y proporcionarle una cortada en el cuello.
El soldado, en lugar de caer, tomó su cuello y rio. –Lo siento, a diferencia de mis compañeros, me gusta tomar precauciones. – señaló su garganta, tenía una guardia a su alrededor, un pedazo de metal lista para ese tipo de situaciones. –¡Se más creativo que eso si me quieres matar! – Continuó su ataque, avanzando con su lanza en un obvio intento de clavar la punta del arma en algún punto no vital del cuerpo de Marth. Él se hizo a un lado y el soldado corrió a través de la habitación antes de poder detenerse. Giró y atacó de nuevo, de nuevo pasando a un lado de Marth, solo que esta vez, el estoque de Marth cortó dolorosamente justo en el punto donde el brazo se unía a su hombro.
–Ungh…– El soldado retrocedió. –Tal vez, te reconozca tu habilidad. Tal vez no pueda sobrevivir si sigo peleando de esta forma. – Miro su lanza y suspiró, un pequeño debate mental ocupando sus pensamientos. –Muy bien, pelearé con todo lo que tengo, incluso si eso signifique que tenga que entregarte con uno o más miembros faltantes. –
El soldado atacó de nuevo, pero no pasó a un lado de Marth esta vez, si no que se detuvo un poco antes. Ahora peleaba más a la defensiva, usando la longitud de la lanza como una ventaja, previniendo que Marth se acercara a atacarlo. Nunca podrías luchar a la defensiva en un campo de batalla, concentrándote en una sola persona, pero en una confrontación de dos, eso siempre es efectivo. El soldado esperó, rechazando los ataques de Marth, hasta que finalmente vio lo que parecía ser una buena oportunidad. Marth dio un traspié, quedando sin equilibrio y el soldado tomó esa oportunidad avanzando sobre el esperando desarmarlo con un ataque intencionado a cortar su mano y su pierna de un solo golpe.
Fue un error. El soldado se detuvo a medio ataque, dándose cuenta de algo. Sintió un agudo dolor en su pecho, bajó la mirada para ver el estoque de Marth clavado en su pecho.
–Ah… no puedo creer…–retrocedió cuando Marth sacó el arma de golpe. –Aun así… supongo que… esto es… mejor que… el castigo del Emperador…–
–¿Emperador? – Marth arqueó una ceja. –Eres de Gra, sirves a un rey. El rey Jiol. No a un Emperador. –
El soldado tropezó sobre sus manos y rodillas, su última risa transformándose en una fuerte tos.
–Si… si tan solo… supieras. – Hizo un último esfuerzo para levantarse, pero solo logró caer sobre su espalda. Soltó una última tos antes de que su cuerpo empezara a convulsionar y luego detenerse.
Marth respiró hondo, el príncipe nunca había matado antes… estos últimos minutos siete personas habían muerto por su mano. Sus brazos temblaron y estaba sudando más por su estado mental que por su cansancio físico. No había tenido tiempo de pensar en eso durante la pelea, pero ¿ahora? Cerró sus ojos y todo lo que pudo pensar fue si esos soldados tenían familia que los estuviera esperando, o personas que dependían de ellos. Su cabeza se llenó de culpa, incluso si fue una situación de "matar o morir", aún no podía aceptar sus acciones.
No era una sensación placentera. Sospechar que pudo no haber hecho lo correcto, mentalmente se imaginó los rostros de las familias de los soldados al recibir las noticias, y…
–¡Marth!– Su atención de pronto se centró en una voz femenina familiar. Giró sobre sus pies y miró a su Hermana entrar a la sala.
–¡Elice! – La sombra de la culpa dejó de atormentarlo por un momento. –¿Estás bien? ¿Te han…?
–Cálmate Marth. – Respondió tranquila. De pronto, su andar se detuvo al ver a los dos soldados muertos. Aceleró su paso y puso una de sus manos sobre el hombro de Marth. –¿Tú estas bien Marth? ¿Te hirieron? – Su mirada se posó en los cadáveres.
–No, estoy bien. Solo me lastimé una costilla. – Contestó casi con tono malhumorado. – ¿Tu… querías verme?
–Si Marth. – Buscó con su mano la herida en el tórax que su hermano le había mencionado. Encontró un punto en el que Marth se quejó al sentir su tacto. Suspiró, sin tener un báculo para tratar la herida. –Hubiera pensado en otro lugar para verte si hubiera sospechado que el castillo había sido infiltrado. –
–No podrías saberlo Elice. –Le respondió, –Pero, estos tipos, dijeron que eran de Gra, pero Gra es…–
–Gra. – El color se le escapó del rostro al oír esa palabra. –Así que, el contenido de la carta era real después de todo. –Suspiró con un rostro lleno de preocupación y miedo. –Marth, por favor, lee esta carta. –Le entregó un pedazo de papel.
Tomó el papel y comenzó a leerlo. El contenido era simple y directo al grano, pero era crítico. Su padre, el Rey Cornelius, fue derrotado por las fuerzas combinadas de Dolhr y Grust. La derrota sucedió por Gra. Gra había traicionado a Altea y atacó al ejército de Altea a traición. Sin poder adaptarse a la situación, la milicia altense fue diezmada por sus tres enemigos.
Marth releyó la carta y sintió como si le escapaba el aire. Jadeó en total horror. –No…– Susurró. Bajó la cabeza en señal de miseria, su visión se tornó borrosa mientras las lágrimas amenazaban con escapar de sus ojos, sin éxito. La culpa que sentía por las muertes anteriores era casi piadosa en comparación con el shock que estaba sintiendo ahora. Ahora solo tenía una pregunta.
–¡P…padre! –Dijo. –¿E-está bien? –
Los ojos de Elice se tornaron más llorosos de lo que estaban. –No… no lo sé. La carta solo contenía lo que yo ya sé. No creo que este muerto, pero ahora nosotros tenemos algo más de lo que preocuparnos. –
Marth la miró miserablemente, sin estar seguro de querer oír lo que sea que quería decirle, pero no podía hacer más que escucharlo.
–Después de que los caballeros de Altea fueran derrotados, Gra dio la vuelta y marchó contra Altea. Con el ejército de Altea devastado, es más un asesinato en masa que una invasión, y justo ahora están marchando contra el castillo. –
–¿Oh? Dime Marth, ¿quién será quien nos eche? –
–La nación entera ya fue invadida, la toma del castillo será dentro de muy poco.
–Me pregunto si podrá sobrevivir una ocupación…–
Dijeron la verdad. Simple y sencillamente.
–No podemos quedarnos aquí Marth. Las fuerzas de Gra están marchando contra el castillo y la Orden Ópalo de Grust* estará aquí en una hora como su refuerzo. Altea está perdida, y tenemos que aceptarlo. Si queremos que la nación persista, entonces nosotros, los príncipes, debemos escapar ahora. –
Marth regresó su mirada a la carta que puso fin a su pacífica vida en Altea. –Está bien… ¿Hacía… hacía donde vamos? –
–Un grupo de nuestros mejores caballeros aún están aquí. Dirígete a la puerta oeste, Abel y Frey estarán ahí. Confía en ellos. –
–¿Huh? Elice, ¿Qué hay contigo? –
–Huiré también Marth. Pero, hay cosas de las que debo encargarme antes. – Elice respondió, sin hacer contacto visual con Marth. –Ve, Marth. –
Marth sintió un leve disgusto. –Tu… me vas a seguir, cuando termines con lo que vayas a hacer, ¿verdad? –
Elice miró el rostro de su hermano, su preocupación era tan evidente que lastimaba su corazón. –Sí, escaparemos juntos. –
–Okay…– Marth respondió sintiendo un alivio instantáneo. Elice le dió un abrazo, sujetandolo como si fuese la última vez que lo vería, que bien podría ser verdad y luego lo mandó alejarse. Él se fue apresuradamente. Justo cuando salió del campo visual de Elice, la puerta del trono se abrió. Ella se tensó ante la posibilidad de que fuera un soldado de Gra, pero se relajó al ver al anciano Malledus entrar.
–Princesa. Gra ha irrumpido en el palacio por la fuerta frontal. – Malledus habló tranquilo, alejando cualquier forma de pánico de su voz.
–Ya lo había asumido. – Elice se sentó en el trono. –He enviado a Marth a escapar por la puerta oeste, si quiere sobrevivir, tendrá que confiar en los caballeros que ahí se encuentran. –
–Esta bien. Tengo todo lo necesario en mi persona, sigamoslo. –
–No Malledus. – Elice habló calmada. Malledus abrió los ojos en shock. –Me quedaré aquí, en el castillo. –
–¿Qué? Elice, ¿Pero qué estás diciendo? Gra nos está invadiendo y llegarán a la sala del trono en cualquier minuto. Los caballeros que aún nos quedan están siendo asesinados y…–
–Padre podría estar muerto, no sé dónde este madre y pronto mi hermano se habrá ido del país. Solo yo podré guiar a nuestra gente. No puedo irme. –
–Elice, eso… es pura idiotez. –Suspiró. –Desde que eras una niña, siempre fuiste razonable, siempre has sido razonable, seguramente puedes ser razonable en esta situación. Simplemente toma tus cosas, síguenos a Marth y a mí y…–
–Malledus. – Su tono era serio, no estaba interesada en discutir sobre este asunto, no mientras las espadas traicioneras de Gra se acercaban a ellos a cada minuto que pasaba. –No es un pedido, ni una sugerencia, es una orden. Ve con mi hermano y váyanse sin mí. –
–E-Elice, yo…–Trató de protestar, pero ella le dirigió una mirada para silenciarlo y supo que había perdido el argumento. –Yo… asistiré a su hermano lo mejor que pueda. –
–Sé que lo harás Malledus. Has probado ser de confianza muchas veces en el pasado, sé que no me fallarás ahora. – Juntó sus manos sobre sus muslos, recargó la cabeza en el trono y cerró sus ojos. –Si mi padre está realmente muerto, entonces Marth es el único hombre en el mundo capaz de usar la espada Divina, Falchion. –
Malledus se detuvo un momento hasta que entendió su razonamiento y asintió. –Rezaré para que sobrevivas, si este es el camino que debes seguir ahora. –Dijo solemnemente. –Espero… que este no sea el último día que veas a tu hermano. –
–Eso espero, pero es ingenuo esperar menos de lo peor. –Asintió y agitó su mano. Malledus obedeció el gesto para irse y escapó por la salida que Marth había usado.
No mucho después, algo pesado golpeo contra las puertas de la sala del trono. Vio como las cadenas que cerraban las puertas se tensaban. El objeto golpeó de nuevo, y de nuevo, hasta que finalmente en el cuarto intento, éstas se rompieron. Vio lo que parecía ser un ariete en el pasillo, mientras los soldados de Gra se introducían en el salón. Usaban espadas, lanzas, hachas, tomos de magia… era bueno el hecho de que Marth y Malledus hubieran escapado antes.
Un soldado, que parecía ser el comandante, avanzó hacia ella.
–¿Es… la princesa? – Su voz reveló desilusión. –Maldición, necesitamos al príncipe, no a su puta hermana. –
Elice se permitió sonreír maliciosamente al ver que estos soldados gastaban su tiempo con ella, tiempo que su hermano usaba en su escape.
–Princesa inservible. Para lo único que sirves es para usarte de tiro al blanco. –El comandante la amenazó con una lanza. Ella no se movió, dispuesta a aceptarlo, si Marth podía escapar para regresar algún día, ella aceptaría todo el dolor y la agonía que le fuera infringida.
–Alto–
El comandante se detuvo, escaneando el área a su alrededor, preguntándose si lo que oyó fue solamente su imaginación. Luego se giró para ver a sus tropas sumidas en la confusión, incluso Elice buscó la fuente de la voz.
–No será el príncipe, pero algún día podría serme útil. –
Un halo de energía mágica apareció en la habitación, para luego desaparecer tan rápido como había aparecido. Elice reconoció el efecto de la magia Transporte. No pudo reconocer al hombre que acababa de materializarse, pero el comandante de Gra aparentemente lo hizo.
–¡G-Garnef! – El comandante inmediatamente se arrodilló. –Usted… ¿usted desea mantener a esta con vida?
Este hombre tomó el control de Khadein muy recientemente. –Una mujer de sangre real… podría tener muchos usos. – Gharnef respondió. –Enciérrenla.
–Sí, mi señor. ¡De inmediato! – El comandante señaló a dos soldados, quienes subieron hasta el trono y ataron a la princesa y la "escoltaron" fuera.
–Continúen su búsqueda hasta dar con el príncipe. Su muerte, fue el único motivo para marchar contra Altea. Si escapa, esta invasión habrá sido en vano. – Gharnef comenzó a retirarse.
–Sí, lord Gharnef. – El comandante respondió, pero luego se detuvo a preguntar, –Gharnef, ¿Cuál será mi recompensa?
Gharnef volteó a verlo. –¿Buscas una recompensa? –
–Mi lord, se nos fue dicho que la captura de cualquier individuo de importancia será recompensada. – Asintió nervioso. –La princesa, aunque no fue el objetivo primario, parece ser uno de esos individuos, y de acuerdo con el sistema, merezco una…–
Los ojos de Gharnef se abrieron a mas no poder y cambiaron de color a ser totalmente negros. El comandante gritó de terror cuando un geiser de la magia oscura de Gharnef se alzaba bajo el. La magia negra consumió su cuerpo y en segundos, el comandante murió, pero la magia continuó descomponiendo el cuerpo varios segundos hasta que al fin se detuvo, depositando el esqueleto en el suelo.
El hechicero volteó a ver a las tropas de Gra. –¿Alguien más me quiere pedir alguna recompensa? – Nadie se atrevió a moverse, temerosos de la reacción que Gharnef tuviera. –Bien, ¿capitán?
–¿Sí, mi señor? – Uno de los soldados de Gra, segundo al mando del recién fallecido comandante, caminó hacia Gharnef. Sabía que Gharnef despreciaba cualquier señal de miedo y trató de no temblar.
–Busquen al príncipe por el castillo. Encuentrenlo y tráiganlo ante mí. – Gharnef volteó la cabeza para dirigirse no solo al capitán, sino a toda la armada presente. –Si osan fallar, se lo pueden decir ustedes mismos a Medeus. –Con esa declaración final, se teletransportó.
Macedon* Según el fireemblemwod net , la traducción es Medonia, aunque a mí me gusta más como se oye si fuera Macedonia, mejor lo dejé en inglés.
Orden Ópalo*: para quien jugó el juego en inglés, esta es la famosa Sable Order. La misma página me pasó la traducción.
Wyverns*: para quien no haya jugado el juego, los wyverns son reptiles alados.
Manaketes*: para quien no haya jugado el juego, los manaketes son dragones que pueden asumir forma humana e interactuar con las personas.
Hola estimados lectores, vengo con la traducción de esta historia, buenísima por cierto. Cualquier review déjensela al autor original o a mí y yo me encargaré de dársela :D
Gracias por leer.
