Prólogo

Oscuridad. Oscuridad. Oscuridad. Por todos lados solo existía esa densa negrura que le oprimía el corazón impidiéndole el camino del aire a sus exhaustos pulmones. Si tan solo pudiera saber como demonios había llegado allí; pese a que su mente no cooperaba intento descubrir las últimas imágenes que captó antes de apreciar un desagradable olor que cubrió sus fosas nasales y boca dejando escapar su conciencia.

Lo último que recordaba era haber visto su reloj pulsera. –Vamos Kagome- se dijo la chica mientras estrujaba aquella imagen congelada en su cerebro. Eran las 2 de la mañana, estaba sentada en un banco del parque ya que sufría de insomnio, no podía ni quería dormir si cuando cerraba los ojos lo único que veía era a esa figura acechándola, devorándola con la mirada, tocándola...¡Por dios!, ¿acaso nunca iba a terminar la pesadilla?.

A su mente vino el sentimiento de ira y frustración, no tenía escapatoria, a donde quiera que fuera él la seguiría, destruyendo todo lo que ella había conseguido con tanto esfuerzo con una simple acción.

Jamás podría olvidar, cuando creía que todo había acabo él aparecía para hacerle acordar de que no la iba a dejar vivir en paz, no mientras viviera y tuviera sed de venganza. Y no se iba descuidar, apenas un segundo le bastaba a aquel desgraciado para proporcionar un golpe y darle directamente a su desdichado corazón.

Sentía las lágrimas mojar descontroladamente sus facciones al igual que cuando se encontraba en el parque, tratando de escapar de su destino y que se levantó a duras penas, sus piernas no le respondían, se sentía cansada, muy cansada por no haber dormido últimamente.

De pronto se encontraba cerca de su pequeño departamento, observando el tranquilo paisaje primaveral, las hojas que danzaban al ritmo del viento que golpeaba sin piedad...como lo hacía su acosador, se acomodó más en su abrigo de lana verde al sentir ese conocido escalofrío que se apoderaba de su cuerpo al pensar en él y apuro el paso.

No pudo describir el alivio que sintió cuando dobló la esquina y vio ese edificio gris que en su época tanto odió pero que en ese momento le parecía el lugar más hermoso del mundo.

Con cierta premura busco las llaves en sus bolsillos, desesperada por encontrar el calor y comodidad que su casa le proporcionaba. Miro hacia los costados...no hay nadie, nadie Kag...es lo que se había dicho pero se corto al ver su reflejo en la puerta de vidrio y una sombra detrás suyo antes de que le pusieran el trapo mojado de cloroformo en sus vías respiratorias para luego de unos momentos inútiles de lucha cerrar los ojos y rendirse ante el sueño.

Abrió los ojos desesperada al sentir sus pasos retumbar en las paredes, no había escapatoria, ¿Qué podía hacer ella contra él?; vio la luz que entraba por los resquicios de la puerta acompañada de la sombra y de pronto entendió, escucho la llave moverse en la cerradura mientras aceptaba que ese era su destino, no iba a escapar nunca y él jamás se lo permitiría, se arrodilló al sentir que la sangre abandonaba sus extremidades inferiores y dirigirse a su cabeza.

-Ay Dios,- rezó con cierto tono de histeria en su voz...y gimoteó, dándole paso a un llanto desconsolador.

La puerta se abrió y dejo entrar una luz tan fuerte y perturbadora como el hombre que se encontraba en el marco, sonriéndole de una forma extraña. Se encogió al ver ese gesto tan despreciable y retrocedió hasta sentir la humedad de la deteriorada pared fundirse con su camisa cuando su profunda voz hizo eco en la habitación.

-Kagome Higurashi...nos volvemos a ver.

Capítulo 1

-Kagome Higurashi, es su turno.- La aludida se sobresaltó al escuchar a su profesor de historia y se levanto para dirigirse hacia el frente del sofocante salón en el que se encontraba.

-Bueno- empezó cuidadosamente- Elegí Japón para tratar el desarrollo capitalista ya que es no solo rige el "orden asiático", y con esto me refiero a que su expansión económica luego de la II Guerra Mundial le dio el status de "dragón asiático" junto a Corea del Sur permitiéndole ser el líder en cuanto a relaciones económicas y políticas en el extremo oriente, sino que es una de las mayores potencias industriales y económicas en el mundo como consecuencia de la distensión internacional y de la apertura económica de China hacia Occidente...- siguió hablando durante unos minutos sintiendo el sudor bajarle desde la nuca hasta la espalda mientras respondía las preguntas que el profesor le hacia aunque más bien que estuviera esquivando bombas.

Termino de desarrollar el tema y miró al profesor cuyas arrugas se veían claramente al fruncir el ceño.

-Excelente, muy bien hecho- Felicitó el hombre, inspiró profundamente, sintiendo sus músculos faciales relajarse tras la tensión.- Ojala algunos de ustedes fueran tan estudiosos como la señorita Higurashi, quizá llegarían a algún lado que no fuera su cama...o la de alguien más.

-Shhh, se suponía que era un secreto profesor- comento un chico de pelo negro y brillantes ojos azules causando algunos silbidos y aplausos.

-Gracias señor Kouga por compartir eso con la clase pero claramente debe aprender a distinguir la realidad del sueño- comentó distraídamente el anciano fingiendo no escuchar las carcajadas y burlas suscitadas.

-Mañana continuamos con usted, señor soñador. Faltan algunos minutos para que toque el timbre así que salgan de mi vista y vayan a disfrutar del sol, consíganse una vida o en el caso del joven Kouga una mujer y para las chicas un vale de comida o de ropa.

Kagome festejó el consejo del profesor Myoga y se dirigió rápidamente a recoger sus cosas y palmarle la espalda a Kouga.

-Ese viejo pervertido me las va a pagar- expresó el joven dejando fluir la irritación que sentía.

-No te enojes, si es muy divertido, vamos al patio a adquirir un poco de energía solar, ya vas a ver que te vas a sentir mucho más feliz- Kagome sonrió para afirmar su idea.

-Esta bien, pero solo porque no me puedo resistir a esa hermosa sonrisa- Aceptó y sonrió arrogantemente cuando vio las mejillas de la chica encenderse.

Entrelazaron sus dedos y salieron a la luz del día cubriéndose los ojos. Tomaron asiento con sus amigos quienes al verlos acercarse empezaron a gritar sus nombres.

Kagome sintió su mano ser apretada y se rio disimuladamente por las bromas que escuchaba.

-No es cierto Miroku, no digas estupideces- gruñó hoscamente Kouga.

-Es verdad, hasta Kagome sabe que es verdad, ¿que no ves que esta aguantando para no reírse en tu espantosa cara?- Miro a la mencionada que giró la cara para no ser vista por ciertos escrutadores ojos azules.

-Lo que pasa es que tienes celos, yo me consigo a las chicas bonitas como Kagome y tú no consigues nada por ser mujeriego- Contraataco.

-Au contraire my love, yo como el joven hombre hecho y derecho de 21 años que soy, consigo muchas chicas hermosas que no tienen problemas en que sea de esta forma, sino no estarían conmigo.

-Si claro, ya quisieras Miroku- dijo maliciosamente una chica de pelo naranja y ojos verdes- los dos son un par de inmaduros que no consiguen nada, además, yo soy más hombre de lo que ustedes van a ser jamás...ni siquiera juntos.

-Ayame- advirtieron ambos jóvenes, clavando sus ojos marinos en ella.

Las bromas a expensas de los pelinegros continuaron, y todos se estaban divirtiendo, ajenos a cierta silueta que se encontraba cerca, vigilando a cierta pelinegra de atrayentes ojos marrones.

-Así que ahora te haces llamar Kagome, ¿verdad?, te encontré...Kikyo.

Continuara...