Disclaimer: Hellsing y tal y cual no me pertenecen... y no, no voy a decir "que lástima", que está en todas partes.

Beta-Reader: Elena-Unduli

PITCH BLACK

CAPÍTULO 1: SCARY MOVIE

Para la gente normal y corriente su pesadilla empezó el 30 de abril de 2020. Para mí empezó años antes, pese a que en aquel entonces no lo sabía.

Yo era una chica corriente de 19 años. Hacía lo que todos los adolescentes hacían: estudiar, salir con los amigos, trabajar algún verano, ir al cine... Era joven y pensaba que tenía toda la vida por delante, así que no le daba muchas vueltas a que ocurriría en el futuro o que haría.

Vivía en Londres solo con mi madre y mi hermano pequeño de un año, ya que mi padre murió en un accidente de coche hace unos meses yendo al trabajo. No estaba mucho en casa y cuando venía no nos hacía mucho caso, pero obviamente a mi madre le afectó muchísimo. No es que yo le odie ni nada por el estilo, pero tampoco lo voy a echar de menos.

Aquel día empezó como cualquier otro, yo salía de la Universidad y...

― ¡Erine! ―me giré y vi a Ann viniendo hacia mí junto con Robert y Victor.

Ann Matthews desbordaba alegría por los poros, siempre estaba radiante y tenía una de esas risas contagiosas. Nos conocíamos desde pequeñas e increíblemente seguíamos juntas, incluso íbamos a la misma Universidad, aunque no compartíamos carrera. En cambio, a Robert Weis y Victor Cullen los conocí en la facultad. Robert era bastante callado pero cada vez que abría la boca hablaba de sus relatos y ensayos, a los que siempre acababa encontrándoles fallos y más fallos. El tío era demasiado perfeccionista. Victor era más extrovertido y siempre encontraba algo que contar o con lo que bromear.

― Buenaaas. Eh, Rob, ¿Qué tal te ha ido el examen?

― Pues de puta madre, como siempre. Ya te digo que Periodismo es fácil... para mí. ―un segundo después, puso su sonrisa de "soy-el-mejor"― No sé para qué preguntas, si ya lo sabes. Oh, y ¿a que no sabéis qué tengo?

― Oh, no...

― Vamos, no me jodas...

― Vámonos antes que... ―Robert sacó de su mochila una carpeta.

― ¡Un nuevo relato!

―¡Lo sabía, si es que lo sabía! ―dijo Victor.

― Dios, no me digas que tenemos que leerlo... ―el relato casi parecía más un libro y ninguno de nosotros tenía tiempo ni ganas.

― Hombre, eso se daba por supuesto.

― Si es que el día en que Rob deje de escribir será el del Juicio final y con éste llegará el fin del mundo. Por cierto, me debes un millón de libras. ―Victor volvió a hacer una de sus bromas.

― Jajaja, sí, es ver... ¿Perdona? ¿Y se puede saber por qué coño te debo un millón de libras?

― Joder, ¿es que no era la pregunta del millón? ¡Hemos acertado todos! ―dijo con fingida indignación.

Lo sé, las bromas de Victor pueden no ser graciosas -algunas- pero siguen siendo bromas. Continuaron hablando y Ann y yo los dejamos a su aire.

― ¡Ay, es verdad! Ya se me había olvidado a lo que venía con esos dos. ¿Quieres venirte mañana por la tarde al cine, a ver Sleepy Hollow?

La película me encantó. Era una de esas películas que te dicen que es de terror pero no dan miedo -o no mucho-, y que tienen muchos misterios y tratan de temas paranormales, fantásticos o supersticiosos. Además, tenía un factor importantísimo para toda mujer: Johnny Depp.

En cuanto se acabó la película, quisieron ir a tomar algo pero mi madre me dijo que volviera cuanto antes, que tenía que ayudarla a hacer la compra. Era sábado, por lo que teníamos que hacer la compra para toda la semana y ella no podía con todo. Mi madre había dejado al pequeño Charlie con una vecina y faltaba poco para que los supermercados cerrasen, así que cogimos el coche para ir más rápido. Además podríamos meterlo todo en el maletero.

Antes de llegar, paró el coche. No tenía mucho efectivo y decidió buscar un cajero automático.

― Bueno, voy a sacar algo de dinero. Hace frío, no hace falta que vengas. -Abrió la puerta y salió, mientras yo me quedaba bien calentita y escuchando un cd de HIM que compré hace dos años. La gente no los conocía mucho pero, claro, era su primer cd. Y a mi me encantaban.

De repente, se oyó una especie de explosión a lo lejos. Como todo el mundo que estaba allí, me pregunté que habría sido eso. Tan intrigada como estaba en lo que podía haber pasado, apenas me dí cuenta de que alguien abría la puerta del coche. Al girarme, vi a un hombre que se sentó rápidamente en el asiento del conductor. Era un tipo alto, tenía el pelo algo corto y de un color muy claro. Llevaba un abrigo largo atado con un cinturón y una gorra que parecía militar. Pero en aquel momento me fijé más en otra cosa: un par de pistolas muy extrañas colgaban del cinturón. Quieras o no, eso te da respeto.

Entonces me dí cuenta de otra cosa. Las llaves del coche estaban puestas. Antes de que pudiese reaccionar, aquel hombre encendió el motor y apretó el acelerador a fondo.

"Mierda" pensé "...estoy siendo secuestrada."