¿Por qué estaba aquí? Se preguntó.

En aquel edificio habían compartido noches de risas, galletas, queso, historias y lágrimas; allí habían compartido demasiado. Y ella se había prometido no volver allí porque había demasiados recuerdos en ese tejado, una risa en la esquina, un abrazo en la otra; había demasiado allí como para soportarlo. Y el dolor en su corazón no desaparecía.

Se encogió de hombros. Su corazón siempre volvía a él, reconoció, su corazón era algo masoquista.

(...)

Marinette tenía trece años cuando conoció a Tikki.

Se había quedado hasta tarde con unos diseños y como de costumbre había despertado cuando faltaban cinco minutos para que iniciarán las clases. Sus padres ya le esperaban abajo con una sonrisa cariñosa y burlona en sus labios, ya acostumbrados a verla salir tarde.

Ella también estaba acostumbrada a salir con prisa. La verdad, ella trataba de cambiarlo.

Sin embargo, se encontró con un anciano y lo ayudó a cruzar la calle. Al llegar la profesora le dio detención por llegar tarde por tercera vez.

Ella vio la pequeña caja al llegar a su casa en su tocador, pensando que era un regalo de sus padre la abrió para encontrarse con unos bonitos pendientes. Emocionada se los puso y entonces apareció una pequeña cosita roja con motas negras.

Cuando la sorpresa y el miedo pasaron, se presentó como Tikki y le dijo que ella iba a ayudarla a salvar a París.

En ese momento pensó que se había vuelto loca.

(...)

La primera vez que conoció a Chat Noir fue solo dos horas después de conocer a Tikki, el muchacho que parecía dos años mayor que ella o algo así, con ojos negros y sonrisa burlona. Él la llamó enana. Ella lo llamó idiota.

Ladybug vacilo unos segundos antes de lanzarse a la lucha, con los nervios a flor de piel entremezclado con la adrenalina de la lucha juntos lograron vencer al primer Akuma. Chat Noir no se quedó a festejar su victoria. Ladybug pensó que su compañero era un amargado.

—Enana, no esperaba verte por aquí —le dijo él cuando se la encontró en el tejado de un edificio. — ¿No es demasiado tarde para que una niña ande sola por las calles de París a esta hora? ¿Acaso no te advirtieron tus padres sobre el peligro de la noche?

— ¿No es demasiado tarde para que estés comportándote como un idiota? —le respondió ella.

Él soltó una risa y luego se dejó caer a su lado. Se quedaron en silencio viendo la ciudad que tenían que proteger, pocas luces quedaban encendidas y la luna se ocultaba tras unas nubes negras.

—Nos fue bien hoy.

—Fue algo más que bien.

—Ya. Fue genial…pero ¿no te da miedo el peligro que viene con esta responsabilidad?

El único murmullo que se escuchó fue el del viento. La respuesta no era necesaria, estaba allí flotando entre ellos.

Una semana después él se interpuso entre un golpe dirigido a ella.

(...)

Tenia trece años, llevaba cuatro meses siendo Ladybug cuando dieron a conocer sus identidades secretas. Sus cejas de unieron en confusión.

— ¡¿Viste a esa niña?! Ese Akuma de hoy fue culpa suya, estoy segura. —se quejaba paseándose de un lado al otro sobre el techo del ayuntamiento. —y la forma en que nos trató fue todavía peor.

—Tú no te comportaste muy madura allí tampoco, enana —sonrió él desde su sitio.

— ¡Tengo trece! ¡¿Cuál es su excusa?!

—En el fondo es buena persona, su padre se ha ido y lo único que le queda es su madre.

—…espera, ¿la conoces?

—Va en mi clase. —lo dejó salir en un suspiro.

Ella se alejó, mientras miraba la ciudad dormir tranquila gracias a ellos y sentía su pecho llenarse de orgullo. Se había preguntado un sinfín de veces quién era el chico bajo la máscara, cuáles eran sus pasatiempos y si tenía historias felices y tristes por contar, qué hacía para divertirse y si le costaba tanto como a ella manejar su vida civil ahora que era un superhéroe.

Todo parecía tan irreal a veces, tan descabellado y casi una locura. No tenía idea del chico bajo la máscara y con orejas de gato, pero confiaba en él ciegamente y sin dudarlo. Y ella sabía que él también confiaba en ella.

—Yo también lo hago, también me preguntó quién eres bajo la máscara —él la sacó de sus pensamientos. —Es nuestra decisión. Podemos saberlo si queremos.

Siempre le había sorprendido la capacidad de Chat Noir de adivinar sus pensamientos. Eso, ciertamente, era de mucha ayuda a la hora de enfrentarse a los villanos. Tikki ya le había hablado sobre la relación que la unía al héroe con traje de gato y una parte de ella tenía miedo de quitarse la mascara, pero la otra parte de ella tenía muchísimas ganas de conocer el rostro y el nombre de su compañero.

—Quiero. —sonrió cuando lo vio entre las sombras sonreír como él sabía hacerlo.

Entonces él dejó ir la transformación dejando ver un muchacho con aire confundido y cabello desordenado. Su sonrisa todavía era burlona. Ella hizo lo mismo y él sonrió.

—Félix

—Marinette

Se dieron un apretón de mano, entonces ella supo que él iba a ser su mejor amigo.

(...)

La habitación olía a desinfectante cuando Marinette aprendió como era que olía la muerte. Su abuelo se había ido y las lágrimas no dejaban de correr por su rostro, Félix estaba a su lado con una mano apoyada en su hombro tratando de decirle que lo sentía. No había llegado a despedirse por culpa de un ataque Akuma.

Oyó el rumor de la lluvia golpear la ventana y pensó que París estaba de luto con ella. Un Akuma se presentó el día del velorio, y entonces tuvo que correr a transformarse. Ese día se dio cuenta de que tendría que hacer ciertos sacrificios con tal de proteger París. Ese día entendió lo que era ser un héroe de verdad, pero el dolor en su corazón no desapareció. Marinette dudaba que algún día lo haría.

Félix no entendió. Y ella no se molesto en explicarle

Se ha ido.

Se ha ido.

Se ha ido.

Y no va a volver.

Eso era lo único que podía pensar mientras se deshacía en lágrimas en los brazos de Félix en el tejado del ayuntamiento.

(...)

Se encontró con muchos cambios después de convertirse en Ladybug. Todo a su alrededor parecía desencajar, no lograba equilibrar su vida como heroína y su vida como civil. Estaba constantemente mintiendo y esquivando a sus compañeros. Se sentía tan amargo mentirles a sus amigos.

Félix lo llevaba mejor que ella, casi nunca se retrasaba en sus clases y no se veía en la incómoda situación de mentirle a sus amigos. Llevar adelante dos vidas era fácil para él.

—Ya vas a encontrar el equilibrio, enana.

—O tal vez no.

La primera vez que su vida civil se mezcló con la de Félix, él parecía encontrarlo divertido. Sus padres rápidamente fueron arrastrados por el encanto de Félix y sus buenos modales. Los padres de Félix eran cálidos y divertidos, todo sonrisas, abrazos y besos. Sus madres se juntaron a hornear la torta para el cumpleaños de Félix, ellos robaron dos rebanadas y las comieron cuando se encontraron donde siempre.

Seguía siendo difícil equilibrar ambas vidas, pero se le hizo más fácil cuando Félix empezó a recogerla a la salida del colegio cada día. Era bueno tenerlo en su vida civil.

(...)

Acababa de cumplir catorce cuando la abuela de Félix murió.

Fue de sorpresa, un día estaba sentada en su sofá y al otro se había ido. La noticia envío a Félix a encerrarse en su habitación, a no responder el llamado de su madre y a ignorarla.

Recordó como él la había consolado y quiso estar a su lado para devolverle el gesto. Llamó durante horas a su puerta rogando porque la dejará entrar para que pudiera calmar el dolor en su corazón, estaba pensando seriamente en entrar a la fuerza cuando los gritos de un ataque Akuma retumbaron en sus oídos y ella sabía que iba a lamentarlo por el resto de su vida.

— ¡Vamos, Félix esas personas dependen de nosotros! —susurró en un pequeño grito. Nada. —Vamos Chat Noir —susurró dolida, esperando a que abriera.

Realmente quería estar allí para él. Porque perder a alguien dolía, pero el dolor desaparecía con el tiempo y ella realmente entendía lo que era perder a alguien, y si no hubiera un ataque ocurriendo en ese momento se hubiera quedado todo el día (y toda la vida) esperando por él, pero tenía una ciudad que salvar.

Era el momento de que Félix entendiera lo que significaba ser un héroe. Y su corazón se sentía pesado, la culpa se arrastraba por todo su cuerpo mientras se alejaba lista para luchar con el Akuma sola.

Y espero.

Espero.

Espero.

Había tratado con todas sus fuerzas, pero nada parecía convencerlo de salir.

—Vamos Chat

Él ya no podía escucharla, pero esperaba que su voz le llegará igual. Se volvió a la puerta otra vez golpeándola con fuerza, desesperada. Había lágrimas en sus ojos.

—Por favor, Chat Noir te necesito. Ladybug y París te necesitan —desde la ventana llegaba el rumor de los gritos enloquecidos de los ciudadanos pidiendo por los héroes. —No puedo hacer esto sin ti —apoyó la espalda contra la puerta y se deslizó hasta quedar sentada en el suelo.

Dos minutos después se levantó. París no podía esperar más, a mitad del pasillo escuchó su voz rota.

—No puedo hacer esto

Se detuvo insegura de qué hacer a continuación, pero él ya no siguió hablando. Y ella vacilo.

No lo hagas, no te vayas.

Te necesita.

Esta sufriendo.

No te vayas.

Llamó a Tikki y se transformó en la seguridad del pasillo oscuro.

Ladybug se lanzó a la lucha, y cuando ésta termino ignoró las preguntas del paradero de Chat Noir.

(...)

Él tenía dieciséis y ella catorce cuando se besaron por primera vez.

Había cierta distancia entre ellos imposible de ignorar, había sido así desde que su abuela se fue y él no pudo encontrar fuerzas para ir y salvar París. Y el corazón de Marinette se sentía pesado, con la culpa y el remordimiento expandiéndose en su cuerpo. Félix se había vuelto retraído y casi solitario, bueno todavía más, en las patrullas estaba siempre más callado y ya no compartía sus pensamientos con ella. Era como si algo entre ellos se hubiera roto aquel día.

Fue una noche mientras las luces de la ciudad todavía estaban encendidas, había una feria en honor a Chat Noir y Ladybug a la que iban a llegar por sorpresa.

—No entiendo por qué estamos haciendo esto. —puso los ojos en blanco.

—Como una forma de agradecerles la fe que tienen en nosotros —explicó ella como por quinta vez. —Tikki pensó que era una buena cosa, seguro podemos recoger galletas y queso para Plagg luego

—Preferiría que no, el queso favorito de Plagg huele a medias sucias

—Es por unos minutos

—Pues entonces deberías ir sola, no estoy de humor hoy

—Últimamente nunca estas de humor, Chat Noir.

Y entonces él se alejó y ella lo siguió. Estaba cansada de verlo escaparse, quería que supiera que ella todavía era a donde podía huir y no de quien huir, y que sentía muchísimo por no haberse quedado aquel día. Quería desesperadamente que todo volviera a ser lo mismo.

Las cosas se salieron de control cuando él la atacó y ella se defendió. En uno de sus ataques lo desarmo y mientras él se resistía lo envolvió en un abrazo fuerte tratando de transmitirle todo. Y Félix lloró hasta quedarse sin lágrimas.

Y luego la besó. Y ella lo besó de vuelta.

Ese día empezaron a fingir que nada se había roto entre ellos, pero todo se había roto.

(...)

Él tenía diecisiete cuando entendió lo qué era ser un héroe de verdad, cuando entendió los sacrificios que debían hacerse y no podía vivir con ello. Félix ni siquiera quería ser Char Noir en primer lugar, se había negado y discutido con Plagg, incluso había tratado de darle el anillo a otro, pero una noche conoció a Labybug y todo se había ido por la borda.

Ocurrió durante un ataque Akuma, en la búsqueda de un lugar donde transformarse dejó atrás sus cosas. El Akuma ponía a dormir a las personas y el beso de amor verdadero podía sacarlos del sueño eterno.

Todo empezó porque un chico negó ser el amor verdadero de una chica. Porque rompió su corazón negándose a besarla. Siempre era por temas del corazón.

Fue una lucha difícil, la chica era inalcanzable y él había tenido que dejar sola a Ladybug en varias oportunidades para darle de comer a Plagg. Y entonces él había visto el coche de su padre que iba a estrellarse contra un camión. Iba a correr a su rescate cuando vio por el rabillo del ojo un rayo dirigirse a Marinette en su forma civil, dividido entre ambos escogió en el último segundo ir a salvar a Marinette.

Sabiendo que no iba a concentrarse en la lucha no miro en ningún momento al lugar donde había ocurrido el accidente.

Una vez derrotado al Akuma salió de su transformación y corrió a ver a su padre. Marinette corrió a su lado, pero cuando llegaron no había nada que pudieran hacer. El accidente no había sido provocado por el Akuma, y la cura milagrosa no podía traer a los muertos de vuelta. Plagg se lo explicó mientras Félix destrozaba la habitación de Marinette, y Tikki sollozaba situada en el hombro de la chica. Ambas parecían derrotadas. Ambas parecían destrozadas. Esa era la palabra correcta: destrozadas.

Él entendió. Ser un héroe era sacrificar cosas, poner por delante París y él no podía, nunca había sido capaz de hacerlo.

Cuando salió de la habitación dejando atrás el anillo Marinette entendió que Félix había sido elegido por las razones correctas, pero que él ya no podía hacerle frente a la máscara y que se había quedado por ella. Una parte de ella esperaba que todavía se quedara.

(...)

Unas semanas después de la muerte del padre de Félix ocurre otro ataque, Chat Noir no se presenta a la pelea.

Félix está esperándola en su balcón.

—Saldremos de París, no vamos a volver —le dijo.

— ¿Por qué? —le preguntó fijando su mirada en el anillo con el que jugueteaba.

Él no respondió, pero la miró y tiró de ella hasta que sus labios tocaron los suyos. Era el segundo beso que compartían y se sentía igual de amargo que el primero.

—No es justo.

No lo era, pero no se suponía que tenía que serlo.

—No puedo ver a mi madre a los ojos, enana.

—Yo tampoco puedo y mucho menos puedo verte a ti a los ojos. En realidad, te sorprendería la cantidad de gente a la que ya no puedo ver a los ojos

—Nunca estuve listo para ser un héroe, no quise serlo desde un principio…

— ¡¿Por qué lo hiciste entonces?! —gritó sobre sus labios. Ella ya lo sabía. — ¡Te quedaste! ¿Por qué?

—Por ti. Y no quiero dejarte, pero tengo que hacerlo…ahora tengo que vivir con la decisión que tome

Ella no lo dice, pero ella tiene que vivir con ser "la decisión". Y duele. Y siente que se está ahogando y se le hace difícil respirar. El dolor lo consume todo, empieza en sus pendientes y se expande por todo su cuerpo.

Félix no le dice cuándo es que se va y ella no quiere saberlo, Plagg la deja una hora después diciéndole que un nuevo Chat Noir debe ser elegido rápidamente.

Ella no quiere un nuevo Chat Noir. Ella no necesita un nuevo Chat Noir.

(...)

Félix se va un jueves. Marinette va a despedirlo al aeropuerto de París y lo besa por última vez.

Félix lo llamó sanar. Ella lo llamó olvidar (más tarde en la soledad de su habitación se quitó los pendientes) Tikki le había sonreído antes de desaparecer.

(...)

Marinette acababa de cumplir quince cuando conoció al nuevo Chat Noir. Él era diferente a Félix, con una sonrisa gatuna y ojos verdes, y sus juegos de palabras eran horribles.

Y él parecía adorarla. Ella rechazó todos sus coqueteos descarados.

Había tratado de olvidarse de Ladybug, pero Alya estaba en peligro e Ivan era el Akuma y tenía que ayudarlos.

Deberíamos conocer nuestras identidades civiles, dijo una noche cuando se reunieron en la Torre Eiffel.

Ella se negó.

(...)

Cuando llegó el momento, Marinette no estaba preparada para un nuevo Chat Noir y todo lo que eso significaba. En aquel momento supo que, por mucho que le agradara su nuevo compañero, por mucho que se esforzara éste por agradarle, por mucho que la adorase, no podía mirarlo sin ver a Félix junto a él, como una sombra pegada a su espalda.

(…)

Alya solo contaba con catorce años cuando decidió que quería ser periodista en un futuro.

Iba a mudarse a París el próximo año y había oído rumores de que contaban con dos héroes, no había fotos y los vídeos estaban tomados desde lejos así que apenas y podían distinguirse.

En su búsqueda encontró que eran llamados Ladybug y Chat Noir.

Ella quería saberlo todo. Su padre le dijo que su curiosidad era la de un periodista en busca de la verdad, entonces Alya decidió que a eso quería dedicarse.

(...)

Todo empezó un año después, cuando tenía quince y en París había aparecido un nuevo Chat Noir. Las diferencias entre ellos eran muy notorias. Mientras que el primer Chat era todo sonrisas educadas y suaves apretones con Ladybug, el nuevo Chat era más de sonrisas coquetas y toques más descarados. Había una chispa entre el nuevo Chat Noir y Ladybug que había desaparecido entre el viejo Chat y Ladybug. Ella era la misma, pero más retraída y centrada y mucho menos cercana al nuevo héroe.

Nino le dio la razón. Marinette le dijo que estaba loca y que nada parecía estar mal con Ladybug.

Alya siempre había odiado los misterios, estaban destinados a ser descubiertos tarde o temprano. Y estaba segura de qué algo había sucedido entre Ladybug y su antiguo compañero. E iba a descubrirlo.

(...)

Félix se fue un jueves. Y Nino se ofreció a llevarle los apuntes a Marinette al otro día. Sus padres le dijeron que no se sentía del todo bien, pero Nino sabia bien de que se trataba y subió las escaleras para encontrársela fuera en su balcón envuelta en una manta. Con los ojos rojos y el cabello hecho un desastre se veía hermosa, pero Nino había frenado sus pensamientos cuando la vio alzar la cabeza y mirarlo. Era dolorosamente bonita y triste.

—Se fue —le dijo.

—Lo sé, y lo siento —la abrazó. Hundió su rostro en el hueco de su cuello y la dejó llorar.

Trató de ser un buen amigo, pero sabía que nada iba a ayudarla a sentirse mejor. Y una parte de él sabía que lo único que le haría bien era que Félix volviera, pero era terriblemente obvio que no iba a volver.

—Podría ser algo temporal, Mari, y cuando todo sane él va a volver

Y ella sonrió. Y Nino no pudo evitar pensar que Félix era el tipo más afortunado del planeta, fue ese día cuando se enamoró de Marinette y sus ojos tristes. O, más bien fue ese día que se permitió admitir su enamoramiento: era una lástima que no era correspondido.

Félix se fue un jueves. Y una parte de Marinette lo hizo también.

(...)

Adrien hace su primera amiga bajo la lluvia un martes. Ella es bonita y de ojos tristes, Plagg dice que necesita queso y Nino se hace el desentendido. Y Alya al igual que él sólo la ha conocido por unos días.

Chloe dice algo que hace reaccionar mal a Marinette un viernes. Él se dio cuenta de que no eras tan fantástica y se fue. Pero lo superaras, él no era más que un inútil. Y Marinette reaccionó, dio un paso hasta invadir el espacio personal de Chloe y gruño en su cara.

—No vayas allí, Chloe porque podría irte mal. Lo que sucede es que él se dio cuenta de que no eres más que una niña rica mimada con aires de grandeza y nunca te miro dos veces, y entonces todo aquel que no agacha la cabeza ante tus caprichos se convierte en un inútil…pero aquí a la única inútil que veo es a ti, que necesitas imponerte para conseguir amigos

Y luego se alejó dejando a la hija del alcalde hecha una furia y sin palabras. Alya y él se miraron confundidos, pero cuando trataron de averiguar quién era "él" todos les dijeron que era mejor no saberlo.

Ese día Marinette evitó cualquier contacto visual.

(...)

La primera vez que ve el cuarto de Marinette es un viernes después de clases. Fueron emparejados para un trabajo grupal junto a Nino y Adrien.

Nino se mueve por la habitación como si hubiera estado allí muchas veces y una punzada de celos pincha su corazón. A Alya le gusta Nino porque con él es fácil hablar y reír, porque es agradable, leal y cuando la mira su estómago burbujea. Pero cuando lo ve tan cómodo en la habitación de su amiga algo no se siente bien, ella y Adrien toman asiento algo incómodos y cuando los padres de Marinette suben con galletas y chocolate Nino salta emocionado. La incomodidad no se va hasta que los padres de la chica sonríen.

Hay algunas fotografías adornando las paredes, pero la que más de destaca es la fotografía donde salen Marinette, Nino y un chico rubio con aire confundido. Él es especial, Alya puede sentirlo por la forma en la que la mirada de su amiga se detiene sobre la fotografía y sonríe nostálgica, lo ve en los ojos nublados por el dolor de Marinette y la mirada desviada de Nino. Y entonces quiere saberlo todo sobre ese chico.

—Se trata de Felix. —fue todo lo que dijo Marinette como si eso lo dijera todo.

Adrien y ella trataron de sonsacarle más información a Nino, pero él no quiso decirles nada y les dijo que era mejor que no supieran nada.


Dos años y medio después.

Marinette estaba lista para tenerlo todo, para llenar sus noches con risas, con chistes malos, juegos de palabras sobre gatos, queso y galletas; estaba lista para decirle a Chat Noir quien estaba bajo la máscara, para darle su corazón otra vez a un Chat Noir. Y su corazón se sentía más liviano y la máscara ya no le pesaba como en el pasado.

Cuando había comenzado a enamorarse de Chat Noir todavía era un misterio para ella, pero sospechaba que había ocurrido unas semanas después de que Adrien la rechazará y mientras ambos héroes miraban la ciudad en silencio Chat Noir había dejado caer una estúpida broma sobre gatos y la había hecho reír con todas sus fuerzas. Y entonces su corazón se sentía menos pesado, más caliente y el frío de la noche ya no le calaba los huesos. Así que sí, estaba preparada para tenerlo todo.

Pero no estaba preparada para el regreso de Félix.

Para volverlo a ver.

Y todo volvió a ella. Las risas en los tejados, las sonrisas burlonas en el techo del ayuntamiento, las pequeñas caricias cuando el sol se escondía, la sonrisa que él le daba después de una victoria, el olor a queso en sus camisas y a galletas horneadas en su bolso, su primer, segundo y tercer (y último) beso; todo volvió a ella y dolía. Todo dolía otra vez. Así que corrió a casa de Nino que no lo sabía todo, pero la entendería.

Era una noche tranquila y desde la ventana había divisado a Chat Noir balanceándose por los techos. Y, mientras una parte de ella quería echarse a correr junto a él, no podía pensar en otra cosa que no fuera la sonrisa de Félix parpadear en la oscuridad dos semanas antes de que todo hubiera cambiado.

—Marinette, háblame. —pidió Nino. La música que se escapaba de sus auriculares rompía el silencio y, aunque no podía verla desde su sitio, sabía que su amiga estaba llorando. —por favor…

—Es Félix.

Oh.

Oh.

Por supuesto que se trataba de Félix. Y de Chat Noir, pero Nino no podía saberlo. Había visto a Félix colgar un cartel de "se vende" en la que era su casa unos años atrás y entonces había sentido una punzada en su corazón. Culpa. Dolor. Miedo. Felicidad. Alegría. Tristeza. Culpa. Culpa. Y más culpa, esa era constante. Y entonces empezó a preguntarse por qué no había ido a verla, por qué no le hizo saber que estaba de paso por la ciudad, por qué, por qué, por qué…y la única persona a la que podía hablarle de Félix era a Nino.

—Está en la ciudad. —se movió desde su lugar para verle, pero Nino no parecía sorprendido. — ¿Lo sabías? —preguntó sintiendo un nudo en el estómago. Nino había sido tan amigo de Félix como ella, pero en el fondo lo que ella tenía con Félix era más especial. Al parecer todo había cambiado. — ¡Lo sabías! ¡Y no me dijiste nada, Nino! ¡¿Cómo pudiste?!— lo acusó y casi no pudo detener el sentimiento. La ira y la tristeza mezcladas eran peligroso, eran las principales causas de Akumas y ella no podía permitirse eso. —¿Cómo está? ¿Qué hace en París?... ¿Por qué no me dijiste, Nino? —le preguntó tratando de ignorar todas emociones negativas.

Nino suspiró. —Todavía no quiere verte, Mari, dice que necesita unos días. Félix va a buscarte cuando esté listo, lo sé. —pero en realidad no lo hacía y Marinette lo sabía.

En honor a la verdad, Nino había tratado de que lo primero que hiciera Félix al llegar fuera ver a Marinette, pero su viejo amigo era terco y se había negado reiteradas veces, había también intentado tenderles una trampa y Félix siempre había sido más astuto. Otra cosa que estaba haciendo era pasar menos tiempo con Alya y Adrien porque estaba decidido a encontrar la forma de hacer que sus viejos amigos se reunieran, pero todo había fracasado.

Y Alya estaba molesta porque no había querido decirle que lo tenía tan desconcentrado, y había tenido que cancelar un par de salidas con Adrien porque había preferido gastar ese tiempo en tratar de convencer a Félix en que sería bueno que le hiciera una visita a Marinette antes de irse (otra vez) de París. Ambos estaban molestos con él, pero Nino no podía poner sus energías en ellos por el momento.

Nino tomo una respiración profunda, dejando el aire que entraba por su ventana llenar sus pulmones.