Hola querida comunidad. Les traigo esta nueva historia. Mi tercera en lo que va de fanfiction y la primera en el mundo de Zelda.
Ambientada en un mundo actual, como mi retorcida mente lo imaginó hace solo dos semanas jajaja. Y en fin, espero que les agrade... dejen su comentario y bla bla bla.
A leer se ha dicho!
Nintendo es una marca registrada. No me adjudico los personajes aqui utilizados, solo los tomo prestados sin fines de lucro.
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¡Humano, me has vencido! Tu fuerza es increíble... Te felicito... Pero te lo advierto... Esto no acaba aquí. Yo... te condeno... La maldición de los demonios... te perseguirá para siempre en un círculo sin fin. ¡No lo olvides! ¡La nuestra será una lucha eterna! Ustedes, los poseedores de la sangre de la Diosa y el alma del Héroe... nunca escaparán a este ciclo interminable al que yo los condeno. Mi odio resurgirá y los perseguirá una y otra vez. ¡Esta batalla seguirá por toda la eternidad!"
- La maldición de "El Heraldo de la Muerte".
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Introducción
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Si alguien le hubiese dicho que iba a estar frente a un monstruo del triple de su tamaño,
sosteniendo una antigua espada que parecía llamarle de la nada
y vestido como un duende... quizá se habría partido de la risa.
Pero esto no era cosa de juego. Esto era real.
La bestia frente a él era real,
así como la hermosa princesa que peleaba a su lado...
y el triángulo dorado brillando en su mano...
¡Ah! y el hecho de que tenía que salvar el mundo...
Esto era real... muy real...
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Capítulo 1: Inevitable
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Desde la ventana de su casita del árbol un pequeño rubio levantó sus ojos color zafiro al oscuro manto estrellado que parecía ceñirse sobre él. Por algún momento se sintió observado, como si algo en el cielo le mirara y…
¿Eso era un pájaro rojo?
Talló sus ojos, confundido, y al dirigir la mirada al cielo este volvía a estar como antes. Esta quizá era la tercera vez que veía a ese extraño pájaro rojo... al menos estando despierto.
Entonces Link suspiró pesadamente.
Su vida siempre había sido complicada, al menos para su edad. Era un niño tímido y callado. Tenía solo unos pocos buenos amigos pero siempre sufría de abusos en la escuela y todo por una razón: había sido adoptado cuando él tenía solo unos días de nacido. Sus padres adoptivos no se habían molestado en ocultarle la verdad, de cualquier manera las diferencias entre él y su familia saltaban a la vista.
El señor Maku Woods era un hombre amable y sencillo. De castaños bigotes poblados y cejas prominentes aquél profesor de universidad solía ser la persona más sabia y justa que Link había conocido en su corta vida. Gustaba de pasar la tarde en el enorme jardín que colindaba con su propiedad, cuidando de los árboles y los animales y de leer en la estancia de la casa, frente a la chimenea.
Su única hija biológica era Saria, la copia exacta de su madre. Era una dulce chica de gran corazón y la extraña apariencia de una niña aunque fuese casi una mujer.
Farore, en cambio, era diferente.
Era una mujer de largos cabellos negros y penetrantes ojos verdes enmarcados con enormes ojeras violáceas. Vivía en su propio mundo, casi ajena a todo, pintando si no al aire libre en la sala de la enorme casa. A veces, en las noches, se levantaba de la cama silenciosamente y caminaba hacia la ventana mirando al cielo como esperando un llamado. Sus ojos casi siempre estaban tristes y su mirada reflejaba nostalgia. Pero a pesar de su extraña forma de ser amaba con todo su corazón a su familia.
Pero su salud inexplicablemente se iba deteriorando conforme pasaba el tiempo. Llegó a pasar de ser una hermosa y enérgica jovencita a una mujer débil y delicada.
Una mujer que había visto esa noche desde la terraza del tercer piso, al igual que su hijo adoptivo, un animal extraño en el cielo. Sin embargo ella no se alarmó, sabía dentro de sí lo que eso significaba...
– Madre… – murmuró Saria, colocando una frazada en los hombros de la mujer,captando su atención. – Es tarde. Deberías entrar o cogerás un resfriado. - Farore sonrió complacida. Su hija era tan buena... le dolería despedirse de ella.
La chica observó a su progenitora sentada en el pequeño taburete con un lienzo terminado. Un cuadro poco común, mas sin embargo Farore tenía un extraño gusto para pintar que a la familia no le inquietaba.
– No te preocupes cielo, en un momento voy. Casi puedo oler la deliciosa comida de tu padre... – dijo, antes de toser con brusquedad. Saria acarició su espalda suavemente hasta que el ataque de tos disminuyó poco a poco. – Estoy bien, no tienes que preocuparte. Busca a tu hermano. Está en la casa del árbol, asegúrate de traerlo de vuelta.
Dicho esto se levantó lentamente de la silla con ayuda de su hija, tomó su cuadro bajo el brazo y entró a paso tranquilo en el calor de su hogar.
…
– ¿Link? Sé que estás ahí, no me hagas subir por ti…
El niño se asomó desde lo alto de su casa del árbol y vio al pié de esta a su hermana mayor que le observaba con una sonrisa cálida.
– Sube – gritó el rubio. – ¿O es que acaso ya estas grande para jugar conmigo?
Saria enrojeció por un momento. Tenía ya quince años y a estas alturas ya debía de comportarse como una señorita, mas sin embargo aún tenía el espíritu de una niña dentro de sí. Por lo que no dudó en trepar por la escalera hasta la guarida de su hermano.
Link sonrió divertido.
Su lugar especial era su casa del árbol que su padre adoptivo le había construyó con sus propias manos cuando el tenía cinco años. Frente a la azotea de la propiedad de la familia, a casi siete metros sobre el suelo y sentada sobre el árbol más grande y firme, esa casita era lo suficientemente espaciosa para sus pocos amigos. Con dos ventanas, una puerta, una pequeña cama y algunos estantes para colocar sus tesoros mas preciados aquel lugar era su santuario personal.
– Quizá tú estés muy pequeño para jugar conmigo, ¿no crees? – preguntó ella terminando de subir las escaleras y entrando a la casita, sentándose a su lado junto a la ventana.
– Tengo once, no eres mucho más grande que yo. Además, tengo tu estatura – dijo con aires de grandeza. Saria rió con ganas sacudiendo su largo cabello negro.
– En fin, madre ha dicho que entres a la casa. La cena está lista y… ¿me estás poniendo atención? – exclamó, agitando la mano frente a los ojos de Link que veía fijamente a través de la ventana.
– Disculpa, estaba viendo… – dejó la frase inconclusa, pensando en el gran ave que había visto hacía solo unos minutos. Pero algo le decía que era un secreto que solo él debía saber. Su hermana levantó una ceja, esperando a que él hablase – No me hagas caso, es mejor que vayamos a comer… ¿tu crees que papá haya preparado su platillo…?
Sin embargo un estruendoso sonido no dejó concluir su frase. El ruido de platos rompiéndose provenientes de la casa alertaron a ambos niños que salieron de la casita y bajaron presurosos la escalera.
Link se adelantó y deteniéndose en el umbral observó con sorpresa la escena frente a él.
Su adorable madre yacía tendida en el suelo en brazos de su padre junto a una pila de platos rotos. Ella había querido ayudar a preparar la mesa mas sin embargo la fuerza la abandonó repentinamente. Saria entró unos segundos después casi sin aliento. El rostro de Maku estaba contraído en una mueca de preocupación.
– Hija toma las llaves del auto y mi cartera. Link, ve por las medicinas de tu madre a la recámara y…
– No – murmuró Farore. Ambos niños se quedaron estáticos. – No más hospitales…
Maku observó a su mujer suplicante. Su aspecto daba mucho a que desear, desde las ojeras marcadas hasta los huesos que de empezaban a dejar entrever a través de su blanca bata corta que hacía tiempo habían comenzado a calzarle grande.
– Querida, no te encuentras bien. Tenemos que llevarte de inmediato a un hospital – rogó su marido, acariciando sus negros cabellos.
– Tengo que irme – murmuró ella. El hombre negó con lágrimas en los ojos, sabía lo que eso significaba. – Tengo que hacerlo…
Saria comenzó a sollozar despacio junto a su padre. Link por su parte observaba anonadado la escena desde la puerta del patio trasero.
Y lloró como nunca lo había hecho.
– Llévame al bosque… llévame a la fuente…
…
El hombre, con lágrimas en los ojos, llevaba en brazos a su frágil esposa por el bosque en medio de la noche con sus dos hijos detrás de él. Ella iba recargada sobre el pecho de su marido con una leve sonrisa en el rostro. Todos iban en silencio, además, la fuente no estaba tan lejos…
En el patio trasero, detrás de esos viejos y enormes arboles estaba la entrada al bosque de la ciudad.
Divisaron minutos después una vieja puerta de hierro oxidado. Habían llegado a la fuente de Ordon, un lugar prácticamente desconocido por las personas de los alrededores. Un lugar, que solo esa familia conocía…
Farore abrió los ojos con pesadez y sonrió. Su esposo caminó lentamente hacia el agua y la bajó delicadamente hasta que su cuerpo hizo contacto con el agua. Ella sonrió satisfecha y extendió ambos brazos a cada lado de su cuerpo, haciendo como que flotaba.
El bosque comenzó a mostrar vida. El viento aullaba silenciosamente y los árboles y se mecían con él.
Link y Saria observaban callados desde la orilla. En silencio, se tomaron de las manos y entraron al agua.
– Con su rica alma, produjo las formas de vida que mantendrían la ley(1) … – murmuró el señor Woods.
– Lo sabes entonces… – dijo ella sin sorprenderse. Sus cabellos se extendieron libres por el manantial.
– Siempre lo supe…
Hubo un breve momento entre ambos donde sus miradas se conectaron. Su marido siempre lo había sabido. Ahora ella estaría tranquila, sabiendo que el cuidaría en un futuro de que todo se cumpliera como había sido ordenado...
Ambos niños se acercaron a la pareja. Saria derramando lágrimas en silencio, y Link sollozando desconsoladamente.
Soltando la mano de su hermana él corrió torpemente en el agua hasta llegar a sus padres. Maku lo miró con ojos tristes.
– No te vayas… no nos dejes solos porfavor… – murmuró el pequeño acercándose cada vez más a su madre. El agua le llegaba casi al pecho. Su pequeña y temblorosa mano tomó la de ella. Farore sonrió dulcemente y alzó la otra mano hacia él, acariciando su rostro. No podía decirle a su pequeño que no llorara, el sólo tenía once años…
– El tiempo humano termina rápido querido niño. El ciclo de la vida, como todo, llega a su fin y el mío ha terminado ya. –cerró los ojos, inhalando con devoción el olor del bosque. Su esposo cerró los ojos con resignación, acercándola más a si. – Solo puedo dar gracias por haberme permitido vivir esta vida… por poder haber amado a tu padre como jamás había amado, por engendrar la vida más pura y noble…– Saria sonrió brevemente antes de acercarse y acariciar el cabello de su madre – y sobre todo por haber sido parte de mi existencia, cielo mío… Los amo, a los tres… y nunca duden que siempre estaré cuidándolos. Mi espíritu permanecerá para siempre en este bosque… como siempre ha pertenecido al mismo…
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Farore falleció esa noche en medio del agua, rodeada de su amado bosque y de su familia… la familia que se le había permitido tener a pesar de todo y todos…
Pero como dicen, los dioses toman siempre decisiones de lo más poco comunes…
Pero siempre con un propósito…
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Después de todo… no todos los días reencarnas, engendras a una sabia del bosque y crías a un legendario héroe del tiempo…
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(1) En OoT El Gran Árbol Deku pronuncia estas palabras cuando habla de las Diosas con Link.
Y bueno, como han notado es una historia un tanto extraña...
Ni Farore ni Saria tienen cabello verde... al menos por ahora jajaja.
En fin, es corto pero solamente viene siendo una ligera introducción.
Espero que lo hayan disfrutado.
Hasta el próximo cap!
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