Descargo: Nada me pertenece ni hoy ni nunca, todo es de sus respectivos dueños, solo lo hago por diversión sin fines de lucro.
El peso del alma
La estancia es fría, la habitación pequeña y compartida, tan conocida.
Otra vez. Para su consuelo puede decir que no recuerda nada, que esta vez los golpes fueron segadores, potentes anestésicos.
Tres camas a un lado, todas iguales, todas ocupadas, con un pequeño buro del lado izquierdo separadas por una cortina plástica opaca.
El olor a antiséptico le es tan familiar, que le da pena.
Espera paciente que alguien se acerque a ocupar la silla de metal que está a su lado derecho. Piensa que él se está tardando demasiado, por lo general le acompaña y le da una ridícula coartada para sus golpes, provocados por él mismo o manda a su asistente, por lo general Adam tiene historias un poco más creíbles que el propio responsable.
Recuerda, la ilusión con la que dejó su hogar, para marcharse con él, la perfección de los primeros meses. El terror que fue empañando lentamente su vida, con cada escena de celos que Sebastian formaba. Y el cómo comenzó, no fue en el noviazgo como a todos se les ocurre decir.
Él fue el novio perfecto: cariñoso, servicial, romántico, amable, considerado, casi perfecto. A la muerte de su padre, el joven Smythe se hizo de nuevas responsabilidades, necesidades y formas de expresarse, quizá cada vez más fuertes.
La primera vez que ocurrió, fue una cachetada. A Kurt no le pareció que Sebastian no le permitiera salir a tomar un café con un amigo que anteriormente había sido su pretendiente. Kurt alzó la voz, pero fue cayado por el contacto no delicado de su pareja en su rostro, lágrimas y una marca roja, contundente quedaron en su mejilla. Varias docenas de rosas rojas a cada hora, una temporada completa de ropa de diseñador, una semana de disculpa con desayuno en la cama y Kurt le perdonó. De eso más de diez años han pasado, sus visitas lentamente se convirtieron a ser comunes, a la sala de urgencias de los hospitales cercanos; una o dos veces al mes, por lo menos.
Cada vez, controla más lo que dice, y Rachel afirma que también lo que piensa o puede hacer.
Ahora tendrá que esperar, a la llegada de Sebastian, que éste resuelva las cosas en el hospital y sea trasladado a una habitación privada, en el mejor hospital del estado o sea dado de alta, dependiendo de las heridas o el humor del empresario.
El delgado colchón con cubierta de plástico comienza a pegarse a su espalda, con incomodidad se mueve a un lado. El dolor punzante le inunda.
—Te has fracturado una costilla. — Un médico se acerca a él anotando algo en la hoja sujeta a una tableta metálica.
—Bueno, es normal cuando ruedas algunos pisos escaleras abajo ¿no? — El joven de ojos avellana se detiene en su escritura.
—Claro que es normal, sobre todo porque las barandas tienen manos y tratan de detener tú caída con ellas, un ejemplo de ello es la marca amoratada hecha por una gentil protección en tu pierna izquierda. —Humillado tapa de forma brusca su pierna descubierta.
—Entonces, Sherlock... —El medico toma asiento en la silla contigua.
—Tú me vas a decir por qué continúas con él y yo no le hablaré a servicio social. — Su voz es segura, Kurt sabe que por lo menos le lleva una década al otro.
—Debes de estar bromeando.
—No, no lo hago, ahora hazlo.
Kurt suspira con pesadez y comienza.
Muy posiblemente no debería de estar haciendo esto, tengo varias historias comenzadas y bueno, hay cosas irresistibles en la vida...
Espero sus comentarios, gracias por leer :D
Besos "3"
