Los personajes de Naruto le pertenecen a Masashi Kishimoto.
ENJOY IT!
-Entrecroiser Vies: Vidas entrelazadas -
-Chapitre 1: Souvenirs-
(Capítulo 1: Recuerdos)
Se encontraba sentado en una banca de aquél parque. Veía a las personas pasar delante de él, sin tomarles ni la más mínima importancia. El único que le importaba ver aún no se dignaba a recorrer aquél parque, como solía hacerlo casi todas las tardes, por lo menos hasta hacia unos dos años.
Una brisa de verano hizo que sus rojos cabellos se agitaran con el viento, desordenándose. No le dio importancia a ése detalle, pues a él su apariencia no le inquietaba. De no haber sido así, jamás se hubiera convertido en una marioneta humana. Sus cansados e indiferentes ojos castaños recorrieron a todos los presentes. No, ninguno de ellos era el que él buscaba. No era precisamente una acción romántica lo que estaba haciendo; era, más bien, por razones de trabajo por las que él se encontraba allí, buscando a aquél joven de… ¿cuántos¿Veinte años? Algo así era.
Pero, mira que todo era una gran casualidad, obra del destino o, simplemente, el mundo era demasiado pequeño, pues él había conocido hacia unos cuatro o cinco años a aquél joven al que estaba buscando para unirse a la organización de criminales más temida. Hacia apenas unos siete días, el Líder de la organización le había mandado a él y a otros dos compañeros a ésa misión de reclutamiento. Debían ir por aquél joven de cabellos rubios y ojos azules y llevarlo a la guarida, para que se uniera a la Organización Akatsuki, a la que pertenecían por haber realizado crímenes atroces en sus aldeas o, en dado caso, en otras.
Al saber el nombre del chico al que irían a "convencer" de que entrara a Akatsuki, se había quedado anonadado. ¿Cómo era posible que aquél muchacho tan animado, tierno y hasta de apariencia afeminada, frágil y dulce al que había conocido tiempo atrás, se hubiese convertido en un criminal rango S en tan poco tiempo? Aún recordaba su primer encuentro, cuando, junto con su antiguo compañero de equipo, había ido a Iwa, debido a una misión que tenían de infiltración.
-FLASH BACK-
El pelirrojo y su compañero, de cabello negro y largo y ojos de serpiente, de nombre Orochimaru, llegaron a la aldea de Iwa.
El de cabello negro y rostro pálido iba delante, mientras que el ojicastaño, quien para viajar o luchar utilizaba una marioneta más aterradora de nombre Hiruko, iba detrás, con el sombrero y la capa de Akatsuki puestos. Debido a que no eran conocidos por ésos rumbos, no había de qué preocuparse, por lo que no escondieron sus uniformes ni nada.
Entraron a la aldea, como si nada. Orochimaru tan sólo miraba y señalaba lugares, cual turista en país extranjero. Y, tal vez era cierto, pero era bastante penoso ver a un tipo con pinta de serpiente y vestimenta que para nada le iba, señalando de una manera muy explícita, además de que solía hablarle a él para mostrarle lo que veía.
-¡Míra, Sasori!-señalaba un edificio, al parecer la torre del gobernante de la aldea, lo cual no era de mucho interés, puesto que el edificio no era la gran cosa, además de que para su misión, no ocuparían saber dónde quedaba el mencionado edificio, puesto que la infiltración sería en otro lugar de la aldea de Iwa.- ¿Ya lo viste?-inquirió el pelinegro, emocionado, como si nunca en su vida hubiese visto un edificio.
Sasori era el nombre del pelirrojo. O, más bien era: Akasuna no Sasori. El ojicastaño ya mencionado pasó de largo, sin brindarle atención a su molesto compañero de equipo. A veces deseaba que le cambiaran a Orochimaru inclusive por una roca. Prefería ir a misiones con un objeto inanimado o con un bebé llorón que con aquél tipo de facciones tan peculiares y muchas veces, escalofriantes. O, mejor aún, que el pelinegro muriera en alguna misión. Sin embargo, nomás no pasaba nada de lo que deseaba.
Sin darse cuenta, llegó a una posada. La miró, con indiferencia, y entró, sin esperar a su compañero, quien iba corriendo tras él, para alcanzarlo. Justo cuando el otro iba a entrar, Sasori le estampó la puerta principal de la posada en la cara de serpiente. Dentro de su marioneta, sonrió, complacido.
Después de recibir una habitación para él y otra para Orochimaru, el pelirrojo salió de Hiruko, estirando sus brazos y piernas artificiales, puesto que la mayoría de su cuerpo era ya de madera. Claro que había ciertas cosas importantes que aún conservaba de su cuerpo original, como el corazón, entre otras.
La habitación barata que había rentado, tenía vista a un parque de la aldea, muy bello, a su criterio. Se colocó en la ventana, sintiendo el aire otoñal que llegaba allí. Miró el cuarto en que se encontraba. Era un tanto aburrido. No tenía nada que hacer, puesto que todo lo tenía preparado, siempre. Decidió salir a tomar aire y, tal vez encontrar algo que les facilitara la misión.
En su recorrido, llegó al parque, donde había niños jugando por todas partes, ancianos sentados en bancas, platicando entre ellos, animadamente, y parejas comiéndose a besos, mientras caminaban, tranquilamente. No les hizo caso. Él no creía en cosas tan cursis como el amor. Bah, eso no era para él. Él jamás podría sentirse de ésa forma tan absurda por nadie.
Se sentó en una rama alta y gruesa de un árbol frondoso, dispuesto a disfrutar del ambiente y la tranquilidad, sin ser molestado por falsas sonrisas que iban acompañadas de saludos brindados por desconocidos. Prefería la soledad. Ya estaba acostumbrado a ella. Pero siempre pensaba que había algo faltante. Sin embargo, prefería seguir así, como estaba, a tratar de comprender qué era lo que le causaba un vacío en su interior.
Sin notar cuándo había comenzado, su mirada ya estaba clavada en una joven rubia, de cabellos largos y piel pálida. Parecía una muñeca de porcelana. Aquella muchacha no aparentaba más de quince años y, por la ropa que portaba, ya era una jounin. No supo el por qué, pero algo en su interior se removió al verla. El tiempo se detuvo unos instantes, mientras la veía caminar cerca de donde él se encontraba. Saltó del árbol, quedando a dos escasos metros de la joven, quien ya había notado su presencia.
-Buenas tardes, hum.-saludó, al pasar por su lado, con una sonrisa radiante, bella, tierna. El estómago del pelirrojo se estrujó al ver su sonrisa y escuchar su voz angelical.
-Buenas tardes.-saludó él, con voz un poco menos fría que la de siempre. Al notar que ella se iba, decidió buscar alguna excusa para pasar más tiempo con ella. Y la encontró.-Disculpa.-la llamó, haciéndola voltear.-Tú eres de aquí¿cierto?-ella asintió.-Bueno, es que no soy de aquí y me preguntaba si tú…
-Se preguntaba si yo sería tan amable como para enseñarle la ciudad¿no?-él asintió.-Claro que puedo, señor…?
-Akasuna no Sasori.-se presentó.- ¿Y el suyo?
-Deidara. Mucho gusto, Sasori-sama.-giró, dándole la espalda.-Comencemos con el recorrido.
Iniciaron el recorrido de la aldea de Iwa casi en silencio, de no ser por los comentarios de la ojiazul cada que pasaban frente a algún edificio o local interesante. El pelirrojo quería entablar conversación con aquella chica, sin embargo, debido a su carácter frío y reservado, no sabía cómo hacerlo. Se mantuvo callado, pero muy atento a los movimientos de su rubia acompañante y a las indicaciones de los lugares que ella le daba. Notó ciertas cosas extrañas en Deidara, que una joven debería tener, pero que en ella faltaban. Además, no se movía con la gracia con la que cualquier mujer se suele mover al caminar. Fue entonces que se le ocurrió una posibilidad en la que no había pensado, pero, antes que nada, debía asegurarse. Pero¿cómo lo haría?
-Y... ¿de dónde viene usted, Sasori-sama?-inquirió, volteándolo a ver con ésos ojos rasgados tan azules como el mar.
-¿Eh? Pues, vengo de la aldea de Suna. Bueno, allí nací y viví hasta hacía ya varios años.-dijo, pensando otra cosa-Por no decir unos quince años.
-Y… ¿cómo es que llegó aquí, hum?-le preguntó, mientras Sasori notaba que su voz era un poco más grave de lo que había creído al principio.
-Pues, como me la paso viajando, decidí venir a ésta aldea, ya que nunca la había visitado.-mintió, temiendo que si le decía los verdaderos motivos de su visita, la joven lo atacaría o delataría, provocando que, lamentablemente, él tuviera que asesinarla, como a cientos de shinobis a los que ya había matado en el pasado.
-¿A qué se dedica usted, Sasori-sama?
-Era un shinobi de la aldea de Suna, pero como me fui de allí, me uní a una Organización de ninjas que, por así decirlo, lo único que hacemos es viajar por el mundo.-explicó, omitiendo varios detalles, como las extracciones de bijuus, asesinatos de aldeas enteras, etc.
-Vaya. Es muy interesante, hum.-se volteó, de nuevo, hacia el frente, para seguirle enseñando la ciudad.-Allí está la torre de nuestro gobernante.-señaló el edificio de enfrente.
-Oye, Deidara¿a qué te dedicas, en especial? Quiero decir que cuál es tu habilidad especial.-le miró, interrogante.
-Pues, mi habilidad especial es que puedo crear figuras de arcilla y explotarlas a mi antojo, hum.-dijo, orgullosa u orgulloso.
-Y… ¿cómo las creas, Deidara?-preguntó, interesado; cómo le gustaba decir su nombre.
-Ah, pues, etto…yo…-se sonrojó un poco, se veía tan linda.-Las hago con…las bocas de mis manos…-se las enseñó, tímidamente.
Sasori se quedó completamente asombrado. Jamás había visto nada como eso. Era algo sumamente peculiar. Sus ojos castaños se abrieron de par en par, como si de platos se tratase, mientras miraba los labios que se encontraban en ambas manos de la rubia o, en dado caso, rubio.
-Vaya…son…interesantes.-dijo, sonriéndole, algo que nunca hacía, pero que, sin embargo, ésta vez le nació hacer.-Háblame de ti, Deidara.-le propuso, con mucho interés.
-¿De mí, hum¿Cómo qué podría yo decirle, Sasori-sama?-no recibió una respuesta por parte del pelirrojo, por lo que mejor siguió hablando.-Está bien, hum.-terminó por aceptar.
-Pero, hay que sentarnos primero.-se dirigió hacia una banca, justo debajo de un gran roble, seguido por la joven, quien se sentó justo a un lado de él, lo cual le causó una extraña sensación en el estómago que jamás había tenido.
-Bueno, pues…yo nací hace quince años aquí, en la aldea de Iwa. Mis padres, ambos shinobis respetados de ésta aldea se encargaron de cuidarme hasta hacia unos meses, ya que fueron enviados a una misión muy larga y complicada, de suma importancia para la aldea, de la que no me hablaron mucho. Bueno, cuando yo nací, muchos, por no decir todos, creyeron que era niña, por mi apariencia bastante femenina. Pero, soy un hombre, aunque muchos no lo crean. Durante mi infancia, aprendí a amar el arte en cualquiera de sus formas. Me gradué de la Academia y me convertí en genin. Al poco tiempo, subí de rango a Chuunin, gracias a mis habilidades para moldear la arcilla explosiva y realizar explosiones de una manera controlada y segura. Y hace unos tres años fui ascendido a jounin. Y…creo que no hay mucho más que contar de mi vida. Porque es como la de cualquier chico normal de mi edad.
-Vaya, pues a mí sí me pareció interesante tu vida, Deidara.-le sonrió.-Por cierto, mencionaste que el arte te gusta. Eso es algo que tenemos en común tú y yo.
-¿En serio¿A usted también le gusta el arte, Sasori-sama?-inquirió, bastante interesado en la respuesta del mayor.
-Por supuesto. Yo soy un maestro marionetista. Y creo que el arte es eterno, como todo debería ser¿no crees?-le miró a los ojos, notando cómo su expresión cambiaba un poco cuando terminó de dar su opinión acerca del arte.
-La verdad, Sasori-sama, yo difiero con usted en ése punto, hum. Yo creo que el arte es, más bien, efímero. Y es mejor así. Yo pienso que el arte es una explosión. Es más bello cuando sólo dura unos escasos segundos. Más apreciable que tenerlo allí, por años, sin darle tanta importancia ya porque se ha vuelto tan común. Creo que el arte es mejor cuando menos dura. El arte es efímero.-concluyó el rubio.
-Pues yo lo prefiero eterno, porque… ¿para qué querrías que algo tan bello tan sólo dure unos escasos momentos, sin poder ser apreciado como es debido? Y sin poder ser preservado para futuras generaciones de artistas.-comentó el pelirrojo, tratando de cambiar la forma de pensar del ojiazul.
-Por eso mismo es que pienso que el arte es más bello cuando es efímero, porque, si es preservado por siglos, es cada vez más ordinario para las personas, por eso no llegan a apreciar correctamente algunas de las obras más bellas que existen en el mundo. Son tomadas a la ligera, pues siempre están allí, presentes. Sin embargo, se aprecian mejor las obras de arte que tan sólo duran un tiempo mínimo. El arte es como la vida. Efímero.-terminó de decir, intentando hacerle entender a Sasori que el arte era tan efímero como una explosión.
-Mhmj…-rió el pelirrojo.-Apenas y nos conocemos y ya nos estamos peleando.-le miró, sonriendo aún.
-Hehe…Creo que sí. Será mejor que sigamos con el recorrido¿no cree, Sasori-sama?-propuso, mientras se levantaba de su asiento.
-Supongo que sí, Deidara.
&….&
Ya varios días habían pasado desde su último encuentro con el rubio de ojos azules. Habían logrado hacer una relación bastante cercana a la amistad. Aunque aún tenían sus diferencias.
Sasori no lo entendía, pero no podía dejar de pensar en aquél joven de quince años, tan sólo. Y, lo peor del caso, es que, mientras dormía, solía soñar con él y hablar en sueños. Por lo menos eso era lo que, en una ocasión le había mencionado Orochimaru, quien había ido a la habitación de su compañero en busca de su katana, la cual el pelirrojo le había escondido, a modo de broma o, simplemente por malicia. Tal parece que era la segunda opción. Pero, debido a ello, el pelinegro había descubierto que a Sasori le gustaba un chico mucho más joven que él. Por ello le decía: pedófilo. Claro que él no se quedaba atrás. De hecho, era peor en él que en el maestro marionetista, debido a que Orochimaru tenía, por lo menos, unos cuarenta y tantos años, casi cincuenta, si no es que ya los tenía, y se interesaba en niños que podrían ser hasta sus nietos. Eso sí que era pedofilia. Sin embargo, a pesar de la vergüenza que le daba al ojicastaño admitir que su compañero estaba en lo cierto, lo había dicho. El pelinegro había dicho la verdad. A Sasori le interesaba Deidara mucho más de lo que él mismo creía.
Ahora se encontraba en el mismo parque donde se habían estado viendo durante todos sus encuentros. Debido a su misión, Sasori le había pedido Deidara que durante unos escasos días no se vieran, debido a que él estaría muy ocupado tan sólo en ése corto periodo de tiempo. Por ello, ahora, se encontraba esperando a que su rubio amigo apareciera. Una mirada a su alrededor. Nada. No había rastro del ojiazul por ninguna parte.
De repente, unos brazos se posaron alrededor de su cuello, por detrás, y una rubia cabellera con olor a vainilla se asomó al lado de su cabeza. Sonrió, pues ya sabía de quién se trataba.
-Hola, Deidara.-saludó, sonriente.-Llegas tarde.-le replicó, sin enojarse.
-Lo sé, Sasori-sama.-soltó al pelirrojo y se sentó a su lado.-Es que acabo de llegar de una misión.-se excusó, sonriéndole un poco, a modo de disculpa.
-No importa.-dijo el ojicastaño.-Y… ¿cómo has estado?-inquirió.
-Aahh…-suspiró.-Bien.-contestó, inseguro.
-¿Bien? Algo me dice que no. Si quieres, puedes contármelo.-le propuso.
-Está bien. Pero, es una tontería, hum.-miró el suelo.-Descubrí que mi novia me engaña.-le miró, con los ojos dolidos.
-¿Tienes…novia?-preguntó Sasori, mientras sentía cómo todo lo que había soñado con el rubio, todas aquellas fantasías en las que terminaban juntos, se iban directo a la basura. ¿Cómo no pudo haberse imaginado que un joven con tanta belleza debía de tener novia? Tal vez sólo se engañaba a sí mismo, con la falsa esperanza de que, algún día, el rubio fuera suyo. Pero, ahora, todo eso había cambiado.
-Tenía, porque ya terminé con ella. Pero, lo peor no fue que me engañara, sino que fuera con una persona a quien yo conozco desde hace mucho tiempo, hum.-exclamó, un tanto enojado.
Pasaron así, hablando de eso durante varios minutos más, hasta que Deidara declaró que necesitaba un trago, cosa que sorprendió de sobremanera al Akatsuki, pues el joven no tenía pinta de que ya tomara. Por ello, se dirigieron a un bar cercano, uno en el que, al parecer, dejaban entrar a menores de edad, como el rubio.
Cabe mencionar que ambos bebieron varias botellas de sake que, de por sí, es fuerte. Estuvieron hablando de cosas coherentes, al principio, pues, cuando ya hubieron llevado varias horas allí, tomando aquella bebida alcohólica y de otras más de las cuales no recuerdan, la plática que tenían, terminó siendo de lo más incoherente e irrelevante posible.
-Yo pago…-se ofreció Sasori, mientras se levantaba, tambaleándose, dejando el dinero sobre la barra.-Vámonos, Dei…-ni siquiera podía terminar de decir su nombre, de lo ebrio que se encontraba.-¿Dei…? Vamos…-le ayudó a levantarse, pues se encontraba en iguales o, tal vez, peores condiciones que él, debido a la poca costumbre que tenía de tomar alcohol en cantidades grandes, aunque no tanto como lo que se habían bebido aquella noche.
Salieron del bar, juntos, tambaleándose y riendo de cosas sin sentido. Caminaron así, por las calles desiertas, debido a que ya era de madrugada cuando salieron del bar. Llegaron al parque donde se habían visto aquella misma tarde, donde todo había comenzado. Se sentaron un rato en la banca donde siempre se reunían. La cabeza del rubio se recargó en el hombro izquierdo de su acompañante. La dejó reposar allí durante la media hora que estuvieron sentados.
-Creo que ya debemos irnos.-sentenció Sasori, estando aún en estado de ebriedad.-Vámonos…-se levantó y se llevó al rubio de allí.
Sin saber exactamente el por qué, se dirigieron juntos a la posada donde se hospedaba el pelirrojo. Entraron. Estaba vacío el vestíbulo, y oscuro, pues ya era tarde. Con ayuda de las paredes, se dirigieron a la habitación del criminal de rango S, la cual abrió luego de varios minutos intentando en vano. Entraron juntos allí.
-Si quieres, te puedes quedar, Deidara…-le propuso.-No estás en estado de irte sólo a tu casa. Ya mañana le explicas a tus padres lo que tú quieras.-le aconsejó.
-Ellos no están. Andan de misión.-le recordó.-Creo que sí me quedaré aquí contigo, Sasori…-se acercó a él, para darle las buenas noches, quizá. Pero por culpa del alcohol, su cuerpo ya no respondía tan bien como lo hace cuando está sobrio, por ello se tambaleo y terminó cayéndole encima al pelirrojo, quien apenas y logró sostenerlo.-G-gomen…
-¿Estás bien, Dei…?-inquirió, ayudándolo a levantarse.
-S-sí…Estoy…bien…-habían quedado demasiado cerca cuando el rubio se logró levantar. Los ojos rasgados y azules del menor se encontraban clavados en los del Akatsuki, quien, simplemente, por impulso, tomó a Deidara de la cintura y lo acercó a su cuerpo. Sin avisar, si quiera, le besó, apasionadamente, mientras el otro tan sólo se dejaba hacer, sin replicar, en lo absoluto. La lengua del marionetista se abrió paso entre los labios del de la aldea de Iwa. Exploró a diestra y siniestra la cavidad bucal del rubio, mientras sus lenguas comenzaban con una danza frenética.
Las manos del más joven se colocaron en la cabeza del mayor, acariciándole los cabellos rojizos. Al separarse de aquél inesperado beso, Sasori tumbó al chico en la cama y le comenzó a desvestir, mientras el otro simplemente disfrutaba.
La ropa que portaba el rubio, terminó tirada en el suelo, un poco lejos de donde estaban. Las manos del menor se fueron directamente a la camisa que vestía el pelirrojo y, con un poco de desesperación, mientras el otro le besaba el cuello, se la quitó. Al haberlo hecho, le comenzó a besar el pecho de madera, sin importarle, en lo más mínimo ése detalle. El mayor decidió quitarse él mismo los pantalones y lo demás que le quedaba, pues estaba bastante ansioso por lo que iba a suceder a continuación.
Las piernas largas y delgadas del ojiazul se colocaron alrededor de la cintura del marionetista, aumentando, así, el contacto físico entre ambos. Sasori siguió con su labor en el cuello de su rubio "amigo".
-Aaaaaaahhh...-gemía Deidara, disfrutando de los lengüetazos que, en aquellos momentos, el pelirrojo le daba a su cuello.
Las manos del marionetista se encontraban bajando cada vez más por el pecho del menor, llegando hasta su abdómen, donde paró, para, simplemente, acariciarle aquella parte del cuerpo, antes de seguir con su recorrido hacia su parte más sensible. Comenzaron a masajearle dicha parte, logrando que empezara a excitarse.
-Sasori...-gemía, con una gran sonrisa en su rostro, con los ojos cerrados, mientras el otro le comenzaba a lamer el pecho, bajando con cierta lentitud, debido a que planeaba disfrutar de cada parte del cuerpo del menor, sin apresurarse, a pesar de que él odiaba esperar.
Por fín, luego de haberlo excitado lo suficiente, bajó su rostro hasta quedar a la altura del miembro del rubio, el cual se encontraba ya bastante erecto. Sonrió, antes de abrir la boca y sacar su lengua, la cual se dirigió, peligrosamente, hacia el pene del muchacho. Con suma satisfacción, comenzó a lamerselo de arriba a abajo, logrando sacarle aún más gemidos al chico, quien deseaba más. Luego de jugar unos minutos con dicha parte del cuerpo del menor, Sasori, por fin, decidió abrir su boca lo máximo que pudo y se lo metió, lentamente, a la boca, para seguir saboreándolo teniéndolo ya dentro de sí.
-¡Ah!-Deidara comenzó a mover sus caderas, adentrando más su miembro a la garganta del pelirrojo, quien, aún sonriendo, ésta vez con picardía, lamía cada parte del pene de su koi.
Pronto, el rubio derramó su semen en la cavidad bucal del otro, quien se lo tragó todo, sin protestar, además de que hasta se relamió los labios, segundos después de haber sacado, con lentitud, el miembro del menor.
Con movimientos sensuales, se acercó, de nuevo, al rostro del joven, quien ya tenía la frente sudorosa y jadeaba, debido al cansancio que había sentido. Los duros labios del marionetista se presionaron contra los suaves del rubio. Se besaron así, durante unos segundos, hasta que el menor entreabrió la boca, dejándole paso a la juguetona lengua del mayor, la cual exploró a sus anchas en la cavidad bucal del ojiazul. Sus brazos se ciñeron en la delgada cintura del shinobi de la aldea de Iwa, quien los posó alrededor del cuello del maestro de las marionetas proveniente de la aldea de Suna. Así permanecieron durante unos minutos, mientras la pasión se desbordaba en aquél simple beso, que se volvía cada vez más apasionado y, en cierto modo, salvaje.
Se separaron, lentamente, tras lo cual Sasori tomó las piernas del menor y se las colocó alrededor de las caderas, abriéndolas lo suficiente para realizar la operación que pronto llevarían a cabo. Se llevó dos dedos a la boca, lamiéndolos completamente. Luego, tras enviarle una pícara mirada al que tendido en la cama se encontraba, introdujo un dedo en la entrada del otro, con cuidado de no hacerle demasiado daño. El rubio gimió de sumo dolor, al cual se comenzaba a acostumbrar cuando un segundo dedo llegó a unírsele al primero. Su entrada estaba ya lo suficientemete dilatada como para que pudiera pasar por ella el pene del pelirrojo, que era una de las pocas partes humanas que aún conservaba, debido a su GRAN importancia.
Con cuidado, introdujo su virilidad en la estrecha entrada del ojiazul, quien gimió de dolor, mientras se acostumbraba, llegando, poco después, el placer. Gimió, sonriente ya, debido a que estaba comenzando a disfrutar de aquello. Sasori sonrió. Las caderas del rubio comenzaron a moverse, dirigiéndose hacia el cuerpo del pelirrojo, una vez más.
Estuvieron así un tiempo, gimiendo, disfrutando...Hasta que el marionetista se dejó correr dentro del menor, quien, dejó de moverse al haber terminado. Se separaron un poco para, después, acostarse juntos, abrazados y sudorosos, debajo de las mantas de la cama de la posada. Inmediatamente se quedaron dormidos.
&...&
Abrió sus ojos al sentir un movimiento a su lado. Fijó la vista en el rubio que se estaba sentando en la cama en aquellos momentos. Al principio, se encontraba bastante confundido, pero, luego de unos segundos, los recuerdos de la noche anterior le llegaron a la cabeza como un cubo de agua helada. ¡Se había acostado con Deidara! Sus ojos castaños se abrieron como platos al comprobar que su mente no le estaba engañando, pues notó que, al igual que el menor, se encontraba desnudo en aquella cama.
Una mirada azul cielo se clavó en él. Era lo más hermoso que había visto en toda su vida. El rostro de aquél joven era muy bello tal y como estaba en aquellos momentos. Se le secó la garganta y no supo qué decir.
-Buenos días, Sasori.-le saludó el muchacho, con un gran sonrojo en sus mejillas, pues, al parecer, ya había recordado lo que durante la noche pasada realizaron justo en aquella misma cama en la que se encontraban.
-Buenos días, Dei.-contestó, al final, bajando la mirada, pues éso era bastante incómodo. El hecho de que se hubieran acostado la noche anterior, luego de haberse tomado muchas copas y haber terminado lo suficientemente ebrios como para olvidarse de absolutamente todo y dejarse llevar por el momento. Ésto es lo que a Sasori le preocupaba, pues para él, el rubio era muy importante en su vida. Desde que le conoció, sintió cierta atracción hacia él de la cual no se podía olvidar cuando se encontraba a su lado. Sería muy doloroso saber que, para el ojiazul, lo que había sucedido la noche anterior no había sido más que un error provocado por el abuso del alcohol.
Se levantaron de la cama, procurando no mirarse, por la vergüenza que sentían. Tomaron sus prendas, las cuales se encontraban regadas por todas partes y que, además, olían o, mejor dicho, apestaban a alcohol. Luego de colocarse la ropa, hicieron un intento de peinarse, sin embargo, no lo lograron con buenos resultados. Decidieron salir de la habitación, para buscar algo con lo que quitarse la horrible resaca que les aquejaba en aquellos momentos.
Salieron a buscar un pequeño sitio donde pudieran desayunar o, mejor dicho, comer, pues ya era poco más del mediodía cuando se fueron de la posada. Entraron a un local donde vendían ramen, además de otras cosas. Se sentaron juntos, pero no se miraron en ningún momento a los ojos. Pidieron, cada quien, un gran tazón de ramen y algo de tomar que les pudiera quitar la resaca, consecuencia de una noche de tomar alcohol de manera desenfrenada.
En silencio, comenzaron a almorzar. Tan sólo se escuchaba el sonido proveniente de los tazones al ser movidos de su lugar original y de los palillos al golpearse contra el plato. Bebieron un líquido espeso que fue especialmente preparado para que se les quitaran las horribles consecuencias de las bebidas alcohólicas. Finalmente, tras un rato de demasiado silencio, Sasori decidió hablar.
-Deidara, tenemos que aclarar ciertas cosas sobre lo que sucedió anoche.-le soltó, un tanto incómodo, pues no era el tipo de plática que él esperaba mantener con el rubio. Pero, debido a las inusuales circunstancias en las que se encontraban, era necesario tener dicha conversación.
-Lo sé, Sasori-sama. Sé que...lo de anoche sólo fue un error.-susurró, con voz dolida, lo cual el pelirrojo logró captar. Sin embargo, al meditar lo que había dicho el menor, sintió cómo su corazón se estrujaba. ¿Había sido lo de anoche un error simplemente causado por beber en exceso? Al parecer éso era lo que pensaba el rubio, pero...Entonces¿por qué lo había dicho de aquella forma tan lastimosa?
-¿Éso...éso es lo que piensas, Deidara?-inquirió, intentando sonar indiferente.
La mirada azul cielo del menor fue clavada en su plato de ramen, para no tener que ser fijada con la castaña del Akatsuki. El silencio que los envolvió fue lo suficientemente incómodo como para que ninguno de los dos se atreviera a romperlo. Sin embargo, tras un minuto, o más, sin que un sólo ruido, que no fuera el de sus respiraciones, se escuchara, el rubio decidió contestar.
-No.-respondió, débilmente.-Para mí, no. Pero...yo sé que para tí, sí, Sasori-sama.-concluyó, sin mirarlo aún, logrando que, con su comentario, los ojos del pelirrojo se abrieran como platos debido a la sorpresa que en él causaba. ¿Cómo era posible que Deidara lo considerara de aquella forma¿Es que acaso no se daba cuenta de lo que él sentía¿Acaso aquél sentimiento que su corazón guardaba celosamente no era lo suficientemente obvio para el menor¿Tan distraído era? No podía dejar las cosas así. Debía hacer algo. Ésta era su oportunidad.
-Deidara.-le llamó, con suavidad, en un susurro, lo suficientemente alto como para que sólo él lo oyera. Cuando el rubio giró su rostro hacia él y le miró directamente a los ojos, decidió que era el momento más adecuado para hacer lo que estaba planeando. Colocó sus manos en las mejillas del ojiazul, para que no se fuera a alejar de él, antes de lograr su cometido. Con rapidez, incluso antes de que el otro lograra poner una cara de incredulidad en su rostro, los labios del pelirrojo se encontraban presionando contra los suaves y delgados del menor, quien tenía los ojos como platos debido a la gran sorpresa que todo ésto le provocaba. Pero, poco a poco, la mirada azul del menor se fue cerrando, pues, era más que obvio que le estaba gustando aquél beso, mientras se encontraban en sus cinco sentidos. Aquella muestra de afecto y otras cosas se terminó más rápido de lo que hubesen deseado, debido a unas miradas indiscretas que sintieron. Se dieron cuenta, entonces, que no debieron haber hecho éso en público, pues era mal visto por la sociedad.
Pagaron la cuenta y se fueron a un lugar más solitario e íntimo, donde pudieran hablar sin ser escuchados accidentalmente por algún transeúnte. Llegaron al pequeño bosque que había en la aldea de Iwa. Se adentraron unos cien metros hasta que la espesura de las ramas de los árboles los separaran de la sociedad y sus reglas anticuadas.
Deidara se recargó en un árbol, mientras el pelirrojo se cersioraba de que estuvieran completamente solos en aquél oscuro y espeso bosque.
-¿Qué fue...lo de hace rato, hum?-inquirió el rubio, aún sorprendido por el comportamiento del ojicastaño en el puesto de ramen hacia él.
-Dedara, no quiero que te hagas una idea equivocada de mí. Hace un rato me dijiste que creías que yo pensaba que lo de anoche no había sido más que un error. Y, quiero que sepas, que lo de anoche, para mí, no fue un error. Tal vez sucedió por razones completamente distintas a como me hubiese gustado que fuera, pero,a pesar de ello, yo lo deseaba. Y no me arrepiento de haberlo hecho.-le explicó, mirandolo a los ojos, acercándose más a él. -¿Sabes algo, Dei?-colocó sus manos una a cada lado del rostro del chico, apoyadas en el árbol, para que no se le escapara por una u otra razón. –Te quiero.-le confesó, con una tierna sonrisa, haciendo sonrojar de sobremanera al menor, quien le miró, incrédulo.
-¿Q-qué?-preguntó, tal vez para asegurarse de que había escuchado bien. -¿Qué es lo que...dijiste, hum?-lo miró, sorprendido. De verdad, no se la creía.
-Dije: T-E Q-U-I-E-R-O.-con lentitud fue pronunciando cada sílaba, para que entendiera que no había entendido mal. Su rostro terminó por acercarse lo suficiente al del menor, provocando que sintieran la respiración del otro.
-¿E-en serio?-parecía que prefería asegurarse primero antes de dejarse guiar por sus sentimientos. Tal vez era un modo de defensa.
-Sí. Te quiero, Dei. Como no te lo puedes imaginar.-sus labios de madera se unieron a los del rubio, quien, ésta vez, cerró los ojos y colocó sus brazos alrededor del cuello del pelirrojo, uniéndose más a él. El beso, por ésta ocasión, se tornó más apasionado y relajado que el anterior, pues ya no había miradas de reprobación que los cohibieran.
Las manos del marionetista bajaron por la espalda del shinobi de Iwa, acariciándosela con suavidad, a la vez que lo pegaba más a su cuerpo de madera. Se acercaron más al árbol, donde recargó la espalda del chico, para que sus manos pudieran andar libremente por partes más bajas del delgado y bien formado cuerpo del adolescente.
Sus labios se entreabrieron, esperando que lo mismo sucediera con los de Deidara, quien, terminó por darle acceso completo a su boca. La lengua del maestro de las marionetas se adentró a la cavidad bucal de su ahora koi, explorando cada centímetro de ésta, sin cansarse de hacerlo. Cuando hubo terminado con su boca, separó, levemente sus labios de los de rubio, para besarle la barbilla y seguir bajando hasta su cuello, donde se detuvo.
Las manos del menor estaban acariciando los rojizos cabellos del mayor. Se sentían tan bien de aquella forma, que no deseaban que terminase, pero sabían que se encontraban en un lugar al que facilmente podría llegar alguien bastante inoportuno.
Se separaron, finalmente, mirándose directamente a los ojos y sonriendo, pues por fin habían pasado de aquella relación de sólo amigos a una mucho más...interesante.
-Te quiero, Sasori.-le confesó el rubio, sonriéndole aún más de lo que ya le sonreía. Le abrazó, con fuerza, sin lastimarle, obviamente, debido a que su cuerpo era artificial.
-Deidara, quiero que me digas una cosa.-le dijo el pelirrojo, luego de un largo abrazo. El rubio le miró, interrogante.-¿De verdad me quieres o sólo estás conmigo por despecho?
-Sasori...Te voy a explicar todo ésto. La razón por la que me puse mal por el engaño de mi novia, no es por el hecho de que yo la amara, es porque fue con un gran amigo de mi infancia y, en lugar de decírmelo, decidió engañarme. Pero, desde hace un tiempo...yo me había enamorado de alguien más.-le miró, sonrojado.
-¿Te enamoraste de alguien más?-inquirió el ojicastaño.-¿De quién?
-Pues de tí, Sasori.-le sonrió.-Me enamoré de tí.-le abrazó de nuevo, pegando su rostro al duro pecho de madera del mayor.
&...&
Estaba sentado en la misma banca de aquél parque donde solían verse desde hacia casi dos años. Gracias a que su misión era demasiado larga, había podido consolidar su relación amorosa con el rubio de ojos azules de la aldea de Iwa. Eran felices, aunque a veces tenían una que otra discusión, como cualquier otra pareja. Sin embargo, siempre solían reconciliarse al poco tiempo. Máximo duraban enojados unas tres horas.
Por la posición del sol, se dio cuenta de que ya estaba por anochecer. Y su koi aún no llegaba. Tal vez la misión se había alargado un poco, no había razón por la cual preocuparse. Deidara estaba bien. ¿Cierto? La verdad, ya ni lo sabía. Se estaba demorando bastante, y éso no era muy común en el joven, quien solamente solía llegar tarde una media hora, máximo. Nunca había pasado de allí. Pero, ahora eran dos horas las que le llevaba esperando. ¿Acaso le habría pasado algo malo? Se levantó de la banca, dispuesto a ir a buscarle, cuando sintió que unos delgados brazos le rodeaban por la espalda y una cabeza se recargaba en su hombro.
-Hola, Sasori, hum.-le susurró al oído.-Perdona mi tardanza. La misión se alargó demasiado.-le dio un beso en la mejilla, a manera de saludo y, a la vez, de disculpa.
-No hay problema, Dei. Lo que importa es que estés bien.-se volteó, para verle el rostro, con algunos cortes que hacía poco habían dejado de sangrar, y suciedad, debido al polvo y la tierra por la que había andado.-¿Estás bien?-inquirió, notando su semblante agotado.
-Sí, sólo necesito descansar un poco, hum.-respondió, sentándose en la banca, seguido por el pelirrojo, quien le pasó un brazo por la espalda y lo atrajo a su cuerpo para permanecer abrazados de aquella forma durante un buen rato, en lo que el rubio descansaba un poco, antes de que tuviera que irse a su casa.
-¿Cómo te fue sin mí, Sasori, hum?-le preguntó, con una mirada pícara, dándole doble sentido a su pregunta, lo cual hizo sonrojar un poco al mayor.
-Debo decir que si sigo aquí, es un milagro. No creo poder aguantar demasiado tiempo alejado de tí, Dei.-le besó, con suavidad, pues el menor tenía el labio partido.-Te extrañé mucho.-le sonrió, como a nadie le sonreía.
-Y yo a tí, Sasori. Lo único que quería era volver aquí, para estar contigo.-le confesó, sonrosándose un poco ante aquella declaración.
La noche llegó a la aldea de Iwa, junto con la hora en la que Deidara debía irse a su casa, para descansar luego de una larga y exhaustiva misión.
-Vamos, Dei. Ya es hora de que vayas a tu casa, para que descanses. Además, tus padres deben estar preocupados por tí¿no crees?-le sonrió, aunque él no deseaba separarse del menor. Sin embargo, sabía que era lo mejor para el rubio.
-Está bien.-respondió, con un puchero, pues no quería irse aún a su casa. Prefería quedarse un rato más con su novio, sentados en aquella banca, sin ser molestados por nadie. Pero sabía que era mejor no discutir con Sasori, pues siempre terminaba ganándole.
-Vamos, yo te acompaño.-le dijo, tomándole de la mano, mientras se levantaba, para ayudarlo a pararse.
-¿E-en serio, hum?-inquirió el otro, sin creérselo. No era nada común que el pelirrojo lo acompañase a su hogar, debido a que sus padres podrían atraparlos juntos, lo cual luego desencadenaría un grandísimo sermón sobre sus preferencias sexuales erróneas, además de la prohibición de volver a ver a Sasori. Debido a todo ello, ambos tenían muchas precauciones en lo que a su relación se refería. Solían hacer el amor en la habitación de el maestro de las marionetas cuando los padres del menor se encontraban fuera de la aldea. Así, no sospecharían nada por sus horas de llegada a la casa.
-Claro. Creo que no sería lo más apropiado que te fueras sólo estando en éstas condiciones. Si quieres, puedo acompañarte solamente hasta la puerta e irme antes de que tus padres noten tu llegada.-le sonrió, acercando su rostro al del menor, para besarle, tiernamente.
-Gracias, Sasori, hum.-le abrazó, ligeramente.
Comenzaron a caminar hacia la casa del rubo, la cual se encontraba algo lejos del parque en el que se encontraban. Las luces provenientes de los locales de comida alumbraban las calles de la aldea de Iwa, bastante transitadas por los aldeanos y shinobis del lugar, quienes se dirigían a sus hogares o a comer algo fuera de ellos. Siguieron caminando, abriéndose paso entre multitudes y chocando, de vez en cuando, con alguna persona que con prisa transitaba las calles de la villa.
Luego de unos quince minutos, o más, llegaron a la zona en la que se encontraba el hogar del ojiazul. Casi no había gente pasando por allí, ni luces que alumbraran las solitarias y sombrías calles. Las casas eran de tamaños grandes, lo que daba a entender que las familias que allí habitaban eran de buena posición económica. Lo más seguro es que fueran ninjas reconocidos en muchas villas por sus logros o descendientes de clanes muy importantes.
Se pararon frente a una gran casa de madera de color blanco, con una gran puerta de roble y ventanas de tamaño considerable. Tenía dos pisos, y un tejado de tono rojizo. Era muy bella, no había duda de ello. Sasori miró a su koi, interrogante, preguntándole, con los ojos, si aquél era su hogar.
-Hemos llegado, hum.-es todo lo que le respondió el menor.-Gracias por traerme, Sasori.-le sonrió, mientras hablaba en susurros, debido a que había luz dentro de la casa, lo cual indicaba que sus padres se encontraban allí, esperando su llegada.
-Por nada, Dei. Nos veremos luego.-le dijo el pelirrojo, tomando su rostro entre sus manos, dispuesto a despedirse con un beso. Sin embargo, la puerta de roble se abrió, revelando a los padres del rubio, quien los miró, sorprendido y sonrojado.
-Hola, hijo. Que bueno que regresaras.-le dijo la madre, abrazándolo, sin darse cuenta de que, al momento en que abrieron la puerta, una figura alta y de cabellos rojizos se escondió entre las sombras, desapareciendo de la vista de todos.
Sasori prefirió no arriesgarse, por lo que, rápidamente, se fue del lugar, dejando sólos a su uke con sus padres.
-Te veré luego, Dei.-susurró, mientras se iba.
&...&
El sol le dio de lleno en la cara, haciéndolo reaccionar. Se levantó, con pesadez. Era muy temprano, lo sabía. Se dirigió al baño de su habitación, en aquella posada. La noche anterior no se había podido despedir con un beso de su koi, debido a la interrupción de sus padres.
Miró su reflejo. De verdad necesitaba de aquél joven de cabellos dorados. Se veía fatal, simplemente por no haber pasado el tiempo suficiente con el de ojos azules. Sí, estaba completamente enamorado del shinobi de la aldea de Iwa. Ja. Y él siempre dijo que nunca estaría babeando por alguien, como una colegiala. Si le hubieran dicho cuán equivocado estaba, no se lo hubiera creído. Pero así era. Lo que le preocupaba era que su misión ya había terminado la noche anterior.
Había recibido un mensaje del Líder de la Organización Akatsuki, diciéndole que ya era tiempo de actuar. Por lo que Orochimaru y él realizaron su misión. Debían haberse infiltrado en una Organización de gran renombre en la aldea y matar al Líder de ella. Luego de haberlo investigado por dos años, así como desarmar sus defensas poco a poco, lograron su cometido durante la madrugada. Ahora sólo estaban esperando las nuevas órdenes que les daría el Líder. Sin embargo, Sasori no quería irse de allí. Por fin había encontrado su razón para vivir y no deseaba dejarlo allí, para que alguien más llegara y se quedara con él. No podía dejar a Deidara. Sabía que a ambos les dolería mucho la separación. Además¿cómo le explicaría la razón por la que debía marcharse? No podía llevárselo consigo, pues era un criminal de rango S, buscado en muchas partes por sus crímenes atroces. No se atrevía a confesarle aquella aterradora verdad. Tampoco quería que desperdiciara su vida huyendo con él. Tendría que separarse de su koi. Tal vez una relación a distancia no sería tan mala. Podría ir a vistarle cada mes, si era posible.
No estaba seguro de que el menor accediera a su petición, pero debía intentarlo.
Se bañó, con calma, para, después, cambiarse y tratar de cepillarse el cabello, para que se le viera más aplacado. Sin embargo, como siempre, no funcionó. Salió del cuarto de baño, para encontrarse a su pelinegro compañero, sentado en el suelo de su habitación, mirando por la ventana.
-¿Qué haces aquí?-preguntó el pelirrojo, secamente y con cara de pocos amigos.
-Esperándote.-respondió el otro, volteandose a verlo.-El Líder nos ha contactado. Pero como te estabas bañando, me dejó a mí el mensaje.-El ojicastaño le miró, con el terror en sus ojos. La hora había llegado.
-¿Qué dijo?-inquirió, tratando de sonar lo menos afectado posible, sin lograrlo del todo.
-Que debemos regresar a la guarida cuanto antes, para que nos de la próxima misión. Creo que quiere que vayamos por alguien. No estoy seguro.-respondió, para, después, sonreír.-Tendrás que despedirte de tu NOVIO.-hizo énfasis en la última palabra.
-Cállate.-le respondió, furioso.
-Como quieras. Yo me voy.-salió de la habitación, para irse a quién sabe dónde.
-Mierda.-exclamó Sasori, por lo bajo.-Tenía que ser justo hoy. Sus padre se íban ésta mañana. Teníamos todo el día para nosotros dos.-salió de la habitación, cerrándo de un portazo. Se encontraba realmente cabreado. No quería despedirse tan pronto de su Dei. Pero si no lo hacía, las consecuencias podrían ser fatales. El Líder podría enviar por él para que se lo llevasen de regreso a la fuerza. Y alguien podría decírle toda la verdad al menor sobre él. Le podrían decir que era un Criminal de rango S, que había traicionado a su aldea, que asesinaba despiadadamente, sin tener remordimiento alguno. Todo éso sería lo suficientemente malo como para que Deidara llegara a odiarle por haberle mentido y omitido tantas cosas.
Por fin, luego de un gran recorrido, puesto que el camino hacia su koi era bastante largo desde su posada, llegó al hogar de la familia de Deidara. Haciendo uso de sus habilidades como shinobi, entró a la casa, sin hacer ruido alguno, y buscó al rubio. Dio con él cuando entró a una habitación de gran tamaño, con un balcón, que daba a la parte trasera de la residencia. Era el cuarto del ojiazul, quien se encontraba bañándose en aquellos momentos. Lo único que se escuchaba en el lugar era el agua de la regadera. Al parecer, los padres del menor ya se habían marchado.
Con mucho sigilo, entró al baño, notando la gran cantidad de vapor que llenaba el lugar, impidiéndole ver con claridad. Logró avistar una cabellera rubia, detrás de unas puertas corredizas transparentes, que, sin embargo, pese a ser transparentes, eran de un material que hacía que las cosas no se notaran con claridad. Alargó su brazo hasta que dio con la puerta corrediza, la cual abrió, lentamente. Escuchó la reacción asustada de su koi, por lo que decidió revelarle su identidad, para que no fuera a atacarle o a gritar de desesperación.
-Calma, Dei. Soy Sasori.-le sonrió, al haberse acercado lo suficiente para ver su rostro con claridad, a pesar del vapor que seguía saliendo.
-Sasori, me asustaste, hum.-le recriminó, aliviado de que fuera él y no algún maniático.-¿Qué haces aquí?-inquirió, sonrojándose de sobremanera, debido al estado en que se encontraba.
-Vine a visitarte, Dei.-respondió.-Y a despedirme.-la última frase no logró salir de sus labios, pues no quería entristecer, aún, al más joven.
-¿E-en serio, hum?-lo abrazó. Pero, tras unos segundos, se alejó, completamente rojo.-Go-gomen ne, Sasori. Te mojé todo.-se disculpó, aunque el ojicastaño sospechaba que ése no era el motivo de su sonrojo.
Se acercó más a él, sin importarle que el agua de la regadera le estuviese empapando la ropa, además del cuerpo. Colocó sus manos a cada lado de su koi, apresándolo contra la pared. Lentamente, acortó la distancia entre sus rostros, hasta besarlo, apasionadamente. Con rapidez, los brazos del rubio se colocaron alrededor del cuello del mayor, acercándo sus cuerpos hasta quedar pegados.
Fue así como su despedida inició, en aquél baño, sin importarles el agua gastada. El pelirrojo le hizo el amor a su lindo y tierno rubio. Le besó cada centímetro de piel, hasta hartarse, puesto que tal vez fuera la última vez que lo harían, en varios meses. Posiblemente, no habría una próxima vez hasta dentro de dos meses o más. Por ello, quería grabarse cada sensación, cada momento. No podían desaprovechar aquella oportunidad que se les era ofrecida.
Al terminar, el pelirrojo se llevó al rubio a la cama, para que descansara allí. Se abrazaron durante un buen rato, hasta que el menor comenzó a dormitar en el pecho del marionetista. Era el momento perfecto para despedirse.
-Deidara.-susurró el ojicastaño.
-¿Sí?-inquirió el otro, con la voz y la mirada adormilada.-¿Qué sucede, Sasori, hum?
-Me tengo que ir, Dei. De Iwa. Y no sé cuándo pueda volver.-le soltó, de la manera más dulce que pudo.
-¿Por qué?-preguntó el menor. Su voz sonaba muy bajo, debido a que el sueño le estaba ganando.
-Tengo una misión, Dei. Debo irme hoy.-respondió.-¿Me esperarás?
-Por supuesto, Sasori...-cayó en los brazos de Morfeo. El pelirrojo le dio un beso en los labios, antes de levantarse de la cama. Cogió una manta y arropó a su uke. Buscó sus ropas, las cuales se encontraban empapadas en el piso del baño. Las recogió y se las puso. Al fin y al cabo, no se podía enfermar. Le echó una última mirada a su koi y salió por el balcón.
-FIN FLASH BACK-
-Ésa fue la última vez que ví a Deidara.-pensó el pelirrojo, mientras buscaba a su antiguo amor en aquél parque, con la mirada.-Te amo, Dei. Aún te amo. La pregunta es¿me seguirás amando a pesar de que no pude regresar en éstos tres años?
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OWARI
¡Hasta el próximo capítulo!
