El viento mecía suavemente sus cabellos, mientras que el automóvil avanzaba rápidamente por esa hermosa carretera que conducía a las afueras de la ciudad, rodeada de árboles y naturaleza. Llevaban ya seis horas de camino, pero para Kagome, solo había sido muy poco tiempo. Estaba feliz de poder escapar de los estereotipos de la ciudad, de las personas analizadoras y entrometidas, de su trabajo tan tedioso y aburrido, del cual la habían despedido solo días antes, y viajar con su mejor amiga de la infancia, la dulce y extrovertida Sango, una joven con un carácter fuerte que le permitía ponerse a la altura de un hombre en una pelea, que no le tenia miedo a nada y odiaba pensar que en algún momento pudiera ser el reflejo de su madre: una mujer sumisa, pulcra, que creía que el lugar de una mujer era estar en la casa sin decir una palabra, obediente.
Esta era el ejemplo de Kagome. Siempre la había defendido, reprochándole su poca fuerza de voluntad, confianza en si misma y su complejo de inferioridad y fealdad.
Se dirigían a una pequeña posada en medio del bosque, que parecía olvidado por el resto de la civilización. Sus anchos campos lo convertían en un lugar increíble, donde se podía ser diferente, escapar a la realidad.
Sango había visitado la casa una vez, cuando, fugada con su novio, se habían perdido y llegaron ahí.
Tardaron casi 2 horas más en llegar, pero el viaje valió la pena. Era un lugar que solo en nuestros sueños podríamos imaginarlo: los verdes prados, teñidos de colores por las pequeñas flores silvestres, se mecían lentamente con la brisa calida de la tarde. Al fondo, los grandes pinos contrarrestaban con un monte cubierto en su punta de nieve, y el cielo azul violeta de la tarde que cae, con reflejos naranja de un increíble ocaso. Y en medio de todo eso, la casa, grande y fuerte, con sus ventanales adornados con contraventanas color café, y su pequeña chimenea emitiendo un débil humo….
Kagome estaba sumida en una paz interior que había brotado de pronto en ella. De repente, todo lo que le había preocupado hasta ahora, le pareció sin sentido, y se dejo llevar…
En ese momento, apareció en el horizonte un joven a caballo. Venia a paso lento, con su cabellera movido ligeramente por el viento, su piel bronceada brillaba con los últimos destellos del día, y esos ojos ámbar… combinados con ese cabello plateado que traviesamente le ocultaba por momentos ese rostro serio y orgulloso que tenía. Las miro fijamente, y sin decir una palabra, entro en la casa, dejándoles a las chicas, una sensación de asombro absoluto… les tomo unos segundos recuperarse, y luego de compartir unas cuantas impresiones, se acercaron al vestíbulo, donde una anciana con cara amable les sonrió detrás de sus gafas gruesas.
bienvenidas a la posada de Kaede!- les dijo alegremente- me complace mucho tenerlas aquí… en que les puedo ayudar?
-quisiéramos 2 habitaciones por favor-le dijo Sango con alegría, la anciana era muy amigable.
Disculpe la pregunta señora…- le dijo Kagome entonces, roja como un tomate- quien era el joven que acaba de entrar?
Ah…- le respondió con una cara picara- ese es mi sobrino Shesshoumaru, el mayor de los que habitan aquí. Es muy serio, no le gusta hablar mucho. Porque?
No por nada!- respondió esta mas roja aun.
Puede decirnos donde están nuestras habitaciones?- tercio Sango, al ver que Kagome casi se desmayaba de la vergüenza.
Claro, síganme.-
Y diciendo esto, las llevo por el pasillo que se dirigía a las habitaciones de la planta alta. Las paredes, de roble barnizado, estaban adornadas con retratos familiares. En uno de ellos, una hermosa mujer, junto a un hombre de cabellos plateados, sostenía a un bebe y a un niño enfadado que habían heredado los rasgos de su padre.
-es mi hija, con su esposo Inutashio- le dijo Kaede, que había notado como le llamaba la atención el retrato a la chica- ellos son shesshoumaru, el mayor, e Inuyasha, el pequeño.
-viven con usted?- le pregunto Sango fijándose en el retrato
-OH, no!- respondió con ligereza-ellos murieron en un accidente hace mucho tiempo, cuando Inuyasha y Shesshoumaru eran solo unos niños. Ellos viven conmigo, así como el hijo del mejor amigo de Inutashio, el cual también quedo huérfano por ese accidente, sus padres acompañaban a mi hija.- se notaba como le costaba hablar de eso a pesar que había pasado mucho tiempo, por la edad que podían calcularle a Shesshoumaru.
Les enseño a cada una su habitación, y luego de que les hubo informado el horario de comidas, y deseado una feliz estancia, se quedaron solas.
Luego de instalarse, Kagome decidió ir a ver como era la habitación de Sango.
Su habitación estaba al final del pasillo, ya que era el ático, y debía bajar las escaleras para poder llegar al rellano donde estaba la habitación de su amiga.
En el momento en que llegaba al final de la escalera, su tacón resbalo y solamente pudo dar un grito al ver como el suelo se le aproximaba, mas en ese momento, unos brazos fuertes la sostuvieron por la cintura, y ágilmente le dieron vuelta, quedando frente a frente con unos abrazantes ojos ámbar, y paralizada por el contacto de esos fuertes brazos que la acunaban como a una niña, haciéndola sentir realmente indefensa….
-deberías tener mas cuidado- le dijo suavemente, pero con voz potente el joven
-s..si- fue lo único que logro decir Kagome
En ese momento, la voz de otro joven le llamo la atención
-Inuyasha, aquí estas! Al fin te encuentro- en ese momento, apareció un joven que venia del vestíbulo. Era muy guapo, su cabello negro, recogido en una pequeña cola, sus ojos cafés que destellaban de picardía, su sonrisa hechizante y su cara perfilada y fina lo hacían ver muy bien- quien es esta joven?
-no tengo la menor idea- respondió este mirándola fijamente- es una huésped nueva.
-permítame presentarme- le dijo entonces tomándola de la mano y besándosela suavemente mientras le sonreía- mi nombre es Miroku, vivo en esta humilde casa. Puedo preguntar tu nombre bella dama?
-eh… Mi nombre es Kagome- respondió ella mirándolo sorprendida, ya que nunca la habían tratado así.
-este es mi amigo Inuyasha- le dijo entonces señalando a su salvador- lo que pasa es que no le gusta presentarse el mismo, es tímido- le dijo cerrando un ojo.
-Inuyasha-repitió ella mirándolo fijamente.
En ese momento, apareció Sango detrás de ella. Miro a Inuyasha, que estaba cerca de Kagome, y a Miroku, que sostenía todavía su mano.
-Kagome que ocurre?
-Sango! No vas a creerlo, soy tan torpe!- le dijo, contándole lo que había pasado, para agregar al final:
-si no hubiera sido por el joven Inuyasha, no se que me habría pasado- y le sonrió agradecida.
El la miro fijamente, y luego de un momento dijo:
vamonos Miroku- y se perdió por la escalera.
Discúlpenlo señoritas, ese es su carácter. Por cierto- dijo tomándole la mano a Sango- mi nombre es Miroku, si algún día se les ofrece algo, con gusto estaré para servirles. Señorita Sango, señorita Kagome….
Les dijo cerrándoles un ojo y siguió los pasos de Inuyasha.
Las chicas solo pudieron mirarse, para luego irse apresuradamente a la habitación de Sango, emocionadas.
Esa mujer lo había dejado impresionado. Esa sonrisa, surgida de la inocencia, le había parecido la cosa más hermosa que había visto en su vida. Su perfume le pareció exquisito, su piel lechosa le provoco antojo de probarla, y esos ojos asustados le produjeron un sentimiento de protección que solo había sentido una vez. Eran muy parecidas físicamente, tal vez por eso lo había inquietado tanto.
Nada lo hacia sentir mejor que caminar por los solitarios prados de noche, la paz que emanaba siempre.
Miroku se sentó junto ha el, mirándolo de reojo, y suspirando le dijo:
-notaste su parecido verdad?
-si…-respondió este cerrando los ojos y apoyando la cabeza al árbol en el que se había sentado.
Había pasado tanto tiempo y todavía sentía que era ayer cuando, en el instituto, conoció a esa joven. Su largo cabello azabache, sus ojos tristes y misteriosos, ocultos bajo esa mirada de indiferencia, su piel blanca como la nieve… era una de las chicas más populares, aunque no hablara con nadie.
Como olvidar la tarde en que se conocieron? Estaban en el rellano el y Miroku, cuando la vieron venir. Era hermosa, pero muy tímida. No miraba a nadie a los ojos, y rehuia de la gente. Paso velozmente al lado de los jóvenes, pero al pisar el segundo escalón, su cuerpo involuntariamente fallo, y estuvo a punto de rodar por ellas, de no ser por la rápida acción de Inuyasha, quien la sostuvo en el aire, quedando sus rostros a escasos centímetros. Desde ese momento, el se convirtió en su amigo y protector, y tiempo después, en su pareja. Misteriosamente, un día la joven desapareció, dejándolo sumido en una desesperación profunda. Poco tiempo después, le informaron que Kikyo, su joven prometida, había muerto de un extraño padecimiento, y que le dejaba dicho que buscara la felicidad que ella no podía darle.
-Kikyo…- suspiro involuntariamente. Que coincidencias de la vida. Una mujer realmente parecida ala que fue una vez su amor, con un encuentro exactamente igual al que tuvo esa vez, y ese perfume, el mismo que había aspirado una vez entre las sabanas de su cama, habían aparecido en su vida, volteándola esta de cabeza.
-No es Kikyo, Inuyasha- redijo Miroku, e Inuyasha se percato que este lo había oído.
-ya lo se… - en ese momento escucharon risas, y al voltear al prado, pudieron ver, como dos angeles juguetones, a las chicas que corrían como pequeñas niñas por entre las flores. La luz de la luna llena de reflejaba en sus ojos, y por un momento, los dos jóvenes quedaron deslumbrados con su belleza.
Las chicas se percataron que eran observadas, y decidieron unirse, por cuenta propia, a los chicos, entablar amistad, con ellos, y porque no, divertirse un poco.
-hola!- dijo Sango con las mejillas enrojecidas. Kagome miro a Inuyasha, pero cuando este le devolvió la mirada, aparto la suya con rapidez, divirtiendo al muchacho. No eran tan parecidas como el pensaba.
-gustan sentarse con nosotros?- pregunto Miroku mirando fijamente a Sango. Por algún motivo, le había llamado increíblemente la atención esa independencia suya. Inuyasha se movió un poco para que las chicas se sentaran, y luego de diez minutos, se entendían perfectamente. Miradas iban y miradas venían, por parte de Miruku hacia Sango, por parte de Inuyasha hacia Kagome, y las chicas se miraban entre ellas, encantadas de esto. De repente, Una sombra detrás de ellos les dijo en tono de burla:
-así que mi hermanito y su amigo encontraron nuevos juguetes no?
Al voltear, se percataron de que Shesshoumaru los miraba, y que, con toda intención, había pronunciado esas palabras.
Sango y Kagome se miraron. Otra diversión había dicho?
-a que aspiran ahora? Una semana? Cuanto apostaron? A quien enredaran entre sus sabanas primero?
Miroku e Inuyasha no dijeron nada. Las chicas no podían creer lo que oían. Se levantaron deprisa, y luego de dirigirles una mirada de odio a ellos, se dirigieron a la casa, al refugio de sus habitaciones. La magia de la noche se había esfumado.
Hola, aqui estoy yo con mi primer fic en este foro, espero les guste, y me dejen reviews, ya que con eso me ayudaran a motivarme para seguirlo, y las sugerencias seran bien recibidas, espero les guste
Besos y abrazos... Chii Tomoyo
