Itachi y Naruto son hermanos. Aunque no lo crean, Sasuke es el pequeño hijo de Sakura. Si pensaron que era una historia alterna, estuvieron en lo correcto.

Naruto no me pertenece y la historia es una mera adaptación de "La conspiración del amor" de Jude Deveraux.

Tengo baja autoestima, por lo cual no acepto comentarios negativos, si no les gusto cierren la página o entren a otro lado. Gracias.


- Capítulo 1 -

–Debería matarte, ¿sabes? Directamente, asesinarte –le dijo Itachi Uchiha a su hermano, mirándolo por debajo de un par de cejas negras y rectas.

–Vaya novedad –replicó Naruto y miró a su hermano mayor con esa sonrisa tan llena de encanto que hacia que las personas le confiaran su vida. Naruto Uchiha, o el doctor Naruto, como lo conocía la gente de Konoha, un pequeño pueblo perdido en Kentucky, tomó su vaso de cerveza y comenzó a beber con lentitud, mientras Itachi hacia lo mismo con su medida de whisky de malta.

–Bueno, ¿Qué quieres? –preguntó Itachi y arqueó una ceja. La suya era una mirada que había hecho que a muchos hombres de negocios les temblaran las piernas.

– ¿Qué te hace pensar que quiero algo?

–Años de experiencia. Tal vez la gente de este pueblo de morondanga te crea un santo, pero yo te conozco bien. Estás metido en un lío y quieres pedirme algo.

–A lo mejor sólo tenía ganas de ver a mi ilustre hermano mayor y la única forma de conseguir que vinieras a casa para Navidad era decirte que papá agonizaba dattebayo.

–Una treta de mal gusto –afirmó Itachi con los labios apretados. Comenzó a buscar un cigarrillo en los bolsillos del saco, pero de pronto recordó que hacía más de dos años que había dejado de fumar. Lo cierto era que el hecho de estar en el bar del pueblo donde había pasado su infancia hizo salir a la superficie su parte de "muchacho bueno".

–Fue lo único que se me ocurrió –dijo Naruto para justificar lo que había hecho. Le había cablegrafiado a su hermano rico y muy ocupado que vivía en Nueva York diciéndole que el padre de ambos había sufrido un ataque cardíaco y probablemente sólo le quedaban unos días de vida. Horas después, el jet privado de Itachi aterrizaba en una pista aérea ubicada a setenta y cinco kilómetros de Konoha y una hora más tarde él estaba en la sala de la casa de la familia. Cuando Itachi vio a su padre bebiendo cerveza y jugando al póquer con sus amigotes, por un instante Naruto temió por su vida. Pero, como bien lo sabia, los ladridos de Itachi eran peores que sus mordidas.

–No pienso quedarme aquí –dijo Itachi–, así que ya puedes sacarte esa idea de la cabeza.

– ¿Y por qué no? –preguntó Naruto con tono inocente. La broma familiar era que Naruto siempre podía salirse con la suya, mientras que Itachi cargaba con la culpa de todo. En este sentido, algo tenía que ver el aspecto de cada uno. Naruto era rubio, de ojos azules y piel rosada. Incluso a los treinta y siete años, tenía la apariencia de un ángel. Y cuando llevaba puesto el guardapolvo de médico y un estetoscopio alrededor del cuello, quienes lo veían dejaban escapar un suspiro de alivio, pues un hombre con ese aspecto seguramente era capaz de salvar vidas.

Itachi, en cambio, era tan moreno como Naruto era rubio. Su padre solía decirle con frecuencia: "Aunque no hayas hecho nada, tu cara seria de póquer me hace pensar que eres culpable", pues Itachi había nacido con expresión ceñuda y amenazadora.

–Déjame adivinar –dijo Naruto–. Tienes una reserva para pasar cuatro semanas en Tahití, donde te acostarás con tres mujeres a la vez.

Itachi se limitó a beber un sorbo de whisky y mirar a su hermano con expresión socarrona.

–No, no me lo digas –continuó Naruto–. Esta vez sí daré en el clavo. Tal vez se trata de París y tienes una aventura con una modelo de alta costura. Una de esas criaturas esbeltas y heladas con pechos de plástico.

Itachi consultó su reloj.

–Tengo que irme, Asuma me espera.

Naruto sabía que Asuma era el piloto del avión privado de su hermano y que, en algunos casos como en el de ese viaje, también hacía de chofer. Naruto también sabía que el personal doméstico de Itachi hacía las veces de su familia, puesto que él nunca se molestaba en regresar a su casa y siempre había estado demasiado ocupado como para formar una familia propia.

Itachi miró a su hermano y, después, terminó su whisky y se puso de pie.

–Mira, sabes bien cuánto me gustaría quedarme y ver cómo te burlas de mí, pero tengo…

–Deja que yo termine la frase –interrumpió Naruto–. Tienes mucho trabajo.

–Correcto, así es. Y supongo que sólo porque es Navidad la gente no deja de enfermarse, ni siquiera en el encantador pueblito de Konoha.

–En efecto, y tampoco dejan de necesitar ayuda, incluso en Konoha.

Al oír eso, Itachi volvió a sentarse. Naruto sólo pedía ayuda si realmente la necesitaba.

– ¿Qué es? ¿Dinero? –Preguntó Itachi–. Lo que necesites, lo mío es tuyo.

–Ojala eso fuera cierto –dijo Naruto, la vista fija en su cerveza.

Itachi le hizo señas al camarero de que le sirviera otro whisky y Naruto lo miró, un poco sorprendido. Itachi no solía beber mucho. Decía que le embotaba el cerebro y que cuando trabajaba debía tener la cabeza bien despejada. Y, desde luego, el trabajo era el principio y el fin de la vida de su hermano.

–Estoy enamorado –confesó Naruto en voz baja. Al notar que su hermano permanecía en silencio, levantó la vista y vio que, cosa rara, Itachi le sonreía aunque a su manera.

– ¿Y qué mas? –Preguntó Itachi–. ¿Es alguien socialmente indeseable? ¿Las viejas chismosas de Konoha se sublevaron porque su precioso doctor Naruto ya no está disponible?

–Desearía que no odiaras tanto este pueblo. En realidad es un lugar fantástico.

–Si a uno le gusta la gente de mente estrecha –refutó Itachi con tono jovial.

–Mira… lo que le pasó a mamá… No, no pienso entrar ahora en eso. A mí me gusta este pueblo y planeo quedarme aquí.

–Con tu nueva enamorada. ¿Qué problema tienes con esta chica que crees necesitarme a mí? ¿Qué puedo saber yo sobre estar enamorado?

–Sabes acerca de salir con chicas. Veo tu nombre en todas las columnas de sociales.

–Hmp. Necesito que salgan en Internet todas esas funciones de beneficencia… y me viene bien llevar a una mujer del brazo –aclaró Itachi sin mucha vehemencia.

–Es curioso que las mujeres que escoltas sean algunas de las más hermosas del mundo.

–Y también las más codiciosas –acotó Itachi, esta vez con más entusiasmo–. ¿Tienes idea de lo mucho que cuesta el combustible para un jet? Si lo supieras, me contarías de una vez lo que te pasa y te llevó a mentir para conseguir que yo viniera.

–Bueno, supongo que un viaje cuesta menos que un electroencefalógrafo.

A Itachi no se le pasó por alto la indirecta.

–Lo tienes, así que continúa. ¿De quién estás enamorado y cuál es el problema? ¿Quieres que yo pague la boda?

–Aunque no lo creas –dijo Naruto con furia–, algunas personas quieren de ti algo que no es el dinero que parece ser el centro de tu vida.

Enseguida Itachi se retractó:

–Me disculpo, entonces. Háblame de esa mujer y de la forma en que puedo ayudarte.

Naruto respiró hondo.

–Bueno, ella es viuda. Es… –Miró a su hermano. –Es la viuda de Rock Lee.

Itachi lanzó un silbido.

–Ella no es así. Sé que Lee tenía problemas, pero…

–Sí: drogas, alcohol y conducción de vehículos.

–No lo conociste en sus últimos años. Al final se calmó. Fue a hacer algunos trabajos del otro lado del río y volvió dos años después con Sakura, que estaba embarazada de cuatro meses. Todo parecía indicar que había empezado una nueva vida. Hasta compró la vieja casa de Sarutobi.

Itachi enarcó una ceja.

– ¿Esa ruina sigue en pie?

–A gatas. Sea como fuere, él la compró con la ayuda de su madre. Ella firmó con él la hipoteca.

–Me lo imagino. ¿Quién en Konoha estaría dispuesto a prestarle dinero a Lee?

–Exactamente. Pero al final no importó, porque él murió cuatro meses más tarde. Estrelló el auto contra un árbol cuando avanzaba a cerca de ciento treinta kilómetros por hora.

– ¿Borracho?

–Sí, borracho perdido, y su esposa quedó sola, salvo por Tsunade. ¿Te acuerdas de ella? ¿De la madre de Lee?

–Siempre me cayó bien –dijo Itachi–. Se merecía un mejor hijo que Lee.

–Bueno, lo tiene en Sakura. Es la persona más dulce que te puedas imaginar.

–Entonces, ¿cuál es tu problema? Me cuesta imaginar que Tsunade se interponga en tu camino. No me digas que papá…

–Él ama a Sakura casi tanto como yo –dijo Naruto sin dejar de mirar su vaso de cerveza, que ahora estaba por la mitad.

–Si no vas al grano de una vez, me iré –lo amenazó Itachi.

–Es el hijo de Sakura. Ya te conté que Sakura estaba embarazada cuando se vino con Lee. Bueno, era un varón.

– ¿Tú lo trajiste al mundo? –preguntó Itachi con una ceja levantada.

–No, y no empieces de nuevo con eso. Es diferente cuando uno es ginecólogo o un obstetra.

–Hmp. ¿Qué me dices de su hijo? ¿Se parece a su padre?

–Lee tenía sentido del humor. En cambio este chico… Tendrías que conocerlo para entender lo que quiero decir. Es implacable y carece de conciencia moral. Es el pequeño monstruo más manipulador que he conocido jamás. Decir que es celoso no se acerca siquiera a describirlo. Controla por completo a Sakura.

–Y ella no tiene idea de lo que el chico está haciendo. ¿Es así? –dijo Itachi con los labios apretados. Él había estado en una situación semejante a la de Naruto. Años antes había conocido a una mujer por la que sentía algo más que mera atracción física. Después de la primera salida comenzó a pensar que podía haber una relación fuerte entre ambos. Pero entonces conoció al hijo de trece años de la mujer. El chico era un verdadero delincuente en potencia. Solía revisarle a Itachi los bolsillos del saco y robarle todo lo que encontraba. En una oportunidad se llevó las llaves del auto y esa noche Itachi tuvo que irse sin su Jaguar. Una semana después el auto apareció en el fondo del río East. Desde luego, la madre del chico se negó a creer que su hijo fuera capaz de hacer una cosa semejante, así que Itachi y ella rompieron. Lo último que Itachi había sabido del chico era que ahora trabajaba en Wall Street y era multimillonario.

– ¿Tú has tenido alguna experiencia por el estilo? –Preguntó Naruto.

–Sí. No puedes estar con ella a menos que el chico lo permita, ¿verdad? Y la madre lo idolatra. –En la voz de Itachi había un dejo de amargura.

–No te imaginas cuánto. No va a ningún lado sin él. He tratado de persuadirla de que tomemos una niñera, pero ella es demasiado orgullosa para aceptar mi ayuda, así que el chico sale con nosotros o no vamos a ninguna parte. Y es imposible quedarse en esa casa. –Naruto se inclinó un poco sobre la mesa. –Ese chico no duerme. Y lo digo en serio. Jamás. Es un monstruo o un engendro en que él está despierto.

–Déjala –le aconsejó Itachi–. Confía en mí en esto. Aléjate de ella a toda velocidad. Si lograras conquistarla, tendrías que vivir con ese chico. Y una mañana te despertarías con una cobra en la cama.

–Ese animal tendría que luchar primero con Sasuke para conseguir espacio.

– ¡No me digas que el chico todavía duerme con su madre! –exclamó Itachi, fastidiado.

–Cuando a él se le antoja.

–Huye.

–Es fácil decirlo. Tú nunca estuviste enamorado. Mira, creo que si logro conquistar a la madre podría manejar al chico. Pero lo cierto es que nunca puedo estar a solas con ella. –Dicho lo cual, Naruto levantó la vista y miró a Itachi tal como lo había hecho mil veces antes.

–Nada de eso. Ni se te ocurra meterme es esto. Yo tengo compromisos.

–No te creo. ¿Cuántas veces te he oído quejarte porque tus empleados quieren tomarse un tiempo libre en Navidad? Así que este año puedes quedarte aquí, ayudarme y darle vacaciones a tu secretaria. A propósito, ¿Cómo esta esa muchacha encantadora?

–Muy bien –contestó Itachi, tenso–. Concretamente, ¿Qué es lo que quieres? ¿Qué yo secuestre al chico? ¿O quizás seria mejor terminar de una vez por todas con el asunto y hacerlo matar?

–El chico necesita un padre dattebayo –dijo Naruto con una mueca.

–Te agarró fuerte, ¿eh?

–Sí, muy fuerte. Nunca sentí nada igual por una mujer, y tengo muchos rivales. Todos los hombres del pueblo andan tras ella.

– ¿Cuántos serian? ¿Alrededor de diez hombres? ¿O el viejo Danzo ya murió?

–Neji Hyuga quiere conquistarla.

– ¿Ah, si? –Preguntó Itachi y le dedico a su hermano una media sonrisa–. ¿Es el muchacho que solía ser capitán del equipo de fútbol y del de natación y que también gano los campeonatos de debates del Estado? ¿No se casó con Karin, la capitana del equipo de bastoneras, la que tenía mas pelo que cerebro?

–Se divorciaron. Él esta de vuelta en el pueblo y tiene a su cargo la venta de Cadillacs.

–Entonces debe de estar ganando mucho dinero –acotó Itachi con ironía. En Konoha no había mucha demanda de Cadillacs.

–Además, les vende Mercedes a los árabes.

–Ah –exclamó Itachi–. Parece que tienes problemas.

–Lo único que necesito es estar un tiempo a solas con Sakura. Si lo tuviera, sé que conseguiría…

– ¿Qué ella te amara? Las cosas no funcionan así.

–Está bien –dijo Naruto–, pero al menos me gustaría tener esa oportunidad.

–Todo lo que Hyuga tiene que hacer para conquistarla es enviarle un Mercedes convertible rojo. Tal vez tú podrías darle gratis…

– ¡Sakura no es así, dattebayo! –saltó Naruto, casi a los gritos. Pero cuando la mitad de las personas que había en el bar lo miraron, bajó la voz. –Te pido que no sigas hablando en broma. No estoy seguro de querer vivir sin ella –aclaró Naruto con ternura.

Por un momento Itachi se quedó observando a su hermano. No era frecuente que Naruto pidiera ayuda, y jamás pedía ayuda para sí. Había cursado toda la facultad de medicina negándose a recibir el ofrecimiento de su hermano en el sentido de hacerlo gratis. "No lo aceptaría aunque me lo entregaras en bandeja de plata", había dicho Naruto. De modo que, ahora, Itachi estaba seguro de que Naruto seguía endeudado hasta las orejas por esos estudios, a pesar de lo cual seguía sin querer aceptar ayuda económica.

Pero en esta ocasión lo que Naruto sí le pedía era algo personal, algo que no tenia nada que ver con la gran fortuna de Itachi. Hacia mucho, mucho tiempo que nadie le pedía algo que no estaba relacionado con dinero.

–Haré lo que pueda –dijo Itachi en voz baja.

Naruto levantó la cabeza.

– ¿En serio? No, no, ¿Qué digo? Tú no querrás hacer lo que yo tengo en mente.

Itachi era cauteloso por naturaleza, así que preguntó:

– ¿Qué es exactamente lo que tienes en mente?

–Que vivas con ella.

– ¡¿Qué?! –saltó Itachi, lo cual una vez más hizo que los asistentes lo miraran. Se inclinó entonces hacia su hermano. – ¿Quieres que yo me vaya a vivir con tu novia?

–No es mi novia. Al menos, no todavía. Pero tengo que hacer que en esa casa haya alguien que pueda mantener al chico alejado de ella. Y ese alguien tiene que ser una persona en la que ella confíe; de lo contrario no le permitirá que cuide a su hijo.

–Y, además, tienes que competir con ese tal Hyuga.

–Sí, y con todos los otros hombres que quieren conquistarla.

–Muy bien. Llamaré a Hinata y ella podrá…

– ¡No! ¡Tienes que ser tú! No tu secretaria ni tu chef, tu piloto o la mujer que limpia tu casa. Tú. –Cuando Itachi miró a su hermano, consternado por su vehemencia, Naruto se serenó. –Ese chico necesita la mano firme de un hombre. Tú siempre supiste cómo manejar a los niños. Mira lo que hiciste conmigo.

Itachi no pudo evitar sentirse halagado, y era cierto que prácticamente había sido un padre para su hermano mucho menor. La madre de ambos había fallecido y el padre de ambos trabajaba sesenta horas por semana, así que cada uno sólo tenía al otro.

–Por favor –dijo Naruto.

–Está bien –contestó Itachi de mala gana. En Nueva York tenía fama de no ceder nunca en los negocios; pero bueno, sólo Naruto tenía la facultad de persuadirlo.

Y, además, una parte de Itachi quería tener la oportunidad de librar de nuevo una de las escasas batallas que había perdido en su vida. Un pequeño monstruo malcriado lo había alejado de una de las pocas mujeres que Itachi creyó que podía amar, y en los muchos años transcurridos desde entonces lamentó no haberse quedado y luchado por ella. Hacía apenas un año había vuelto a ver a esa mujer. Estaba felizmente casada con un hombre con el que Itachi hacía negocios y lucía fantástica. El matrimonio tenia un par de hijos y una casa grande en Suna. Ahora, a los cuarenta y cinco años, Itachi se preguntó cómo habría sido su vida si no se hubiera dado por vencido y hubiera luchado por esa mujer, si no hubiera permitido que un mocoso de trece años lo derrotara.

–Lo haré –dijo en voz baja–. Me quedaré y me ocuparé de entretener al niño mientras tú sales con Sakura.

–No será fácil.

–Supongo que crees que el resto de mi vida lo es.

–Todavía no conoces a ese chico ni has visto lo apegada que está Sakura a él.

–No te preocupes por nada. Yo soy capaz de manejar lo que quieras. Me ocuparé de ese malcriado durante una semana y si en ese tiempo no logras conquistar a esa mujer, será que no te la mereces.

En lugar de mostrar gratitud, como Itachi supuso que haría su hermano, Naruto volvió a fijar la vista en su cerveza.

– ¿Ahora qué pasa? –Preguntó Itachi–. ¿Una semana no es suficiente tiempo? –Se puso a pensar a toda velocidad. ¿A cuantos partidos infantiles de béisbol podía asistir un hombre sin volverse loco? Gracias a dios que existían los teléfonos celulares; así él podía trabajar mientras estaba sentado en las gradas. Y, si se presentaba algún problema, siempre podía llamar a Hinata. Ella era capaz de manejar cualquier cosa, a cualquier hora y en cualquier lugar.

–Quiero que me lo jures.

Al oír esas palabras, la cara de Itachi se encendió.

– ¿Me crees capaz de violar una promesa?

–Lo que creo es que eres capaz de pasarle el problema a otra persona.

– ¡De ninguna manera! –saltó Itachi, pero tuvo que bajar la vista para que su hermano no le viera los ojos. Si los hombres con los que hacia negocio en Nueva York lo conocieran tan bien como su hermano, jamás podría cerrar un trato con ellos. –Yo cuidaré a ese chico durante una semana –dijo, ya más sereno–. Haré todas las cosas que les gustan a los chicos. Hasta le daré las llaves de mi auto.

–Vamos, Itachi. Tú no tienes un auto, ¿recuerdas?

–Entonces me compraré uno y se lo daré. ¿Está bien? –Naruto estaba logrando que se sintiera muy incompetente. –Mira, empecemos con esto de una buena vez. Cuanto antes terminemos, antes podré irme de aquí. ¿Cunado conoceré a ese dechado de belleza?

–Primero júramelo –dijo Naruto, con mirada muy seria pero con una voz que parecía que una vez más tuviera cuatro años y le exigiera a su hermano mayor que le prometiera que no lo dejaría solo.

Itachi lanzó un gran suspiro.

–Te lo juro –murmuró, y no pudo evitar pasear la vista por el bar para ver si alguien lo había oído. En apenas treinta minutos había pasado de ser un magnate de los negocios a convertirse en un chiquillo de cara sucia que hacia un juramento sagrado. – ¿Alguna vez te dije que detesto la Navidad?

– ¿Cómo puedes odiar algo en lo que nunca participaste? –Preguntó Naruto con una sonrisa sobradora–. Vamos, acompáñame. Tal vez tengamos la suerte de que el chico esté dormido.

– ¿Puedo recordarte que son las dos de la madrugada? No creo que a tu pequeño ángel le haga mucha gracia que aparezcamos a esta hora.

–Te diré lo que haremos. Pasaremos frente a la casa y, si vemos que todas las luces están apagadas, seguiremos de largo. Pero si están encendidas, sabremos que ella está levantada y le haremos una visita. ¿De acuerdo?

Itachi asintió y apuró el contenido de su vaso, pero no le gustó nada lo que estaba pensando. ¿Qué clase de mujer se casaría con un hombre como Rock Lee? Y, ¿qué clase de mujer se quedaba levantada toda la noche? La única respuesta parecía ser que también ella era alcohólica.

Al salir del bar y enfilar hacia el coche en el que su chofer aguardaba, Itachi se puso a pensar en esa mujer que había atraído tanto a su hermano que deseaba casarse con ella. Una serie de hechos negativos comenzaban a acumularse contra ella con rapidez: un marido borracho, un hijo incorregible, un estilo de vida nocturno.

Una vez dentro del auto, Itachi observó a su hermano menor e hizo votos de protegerlo contra esa buena pieza.

Y, mientras avanzaban hacia las afueras del pueblo, comenzó a formarse un cuadro mental de esa mujer. Le parecía ver su pelo teñido y su boca de la que colgaba un cigarrillo. ¿Sería mayor que Naruto? Su hermano era tan joven e ingenuo. Casi nunca había salido de Konoha y no tenia ninguna experiencia. A cualquier mujer embaucadora y astuta le resultaría fácil aprovecharse de él.

Giró la cabeza y miró muy serio a su hermano menor.

–Te lo juro –dijo en voz baja, y Naruto le sonrió. A pesar de que con frecuencia era un verdadero estorbo, Naruto podía hacerlo sentirse tan importante y valioso como su propio contador le aseguraba que era.


Resubiendo caps.