¿Sabes lo que es amar a una persona, amarla más que tu propia vida?

Esa persona que se convirtió en tu todo, que a su lado conociste el significado de la palabra Hogar, con quien te abriste por completo, en cuerpo y alma, a quien le entregaste todo.

Alguna vez has amado así, con esa intensidad, a ese nivel. Si has amado a ese nivel sabes lo feliz que puede hacerte estar a su lado, sin hablar, sin tocarse, simplemente sintiendo su presencia, esa paz que te trasmite. Cuan bien se siente ver su sonrisa, que para ti llega a ser lo mejor del mundo, ver como alcanza sus metas, como se supera a sí mismo, compartir sus logros, tristezas y alegrías.

Poder llamarlo mejor amigo, tener ese grado de confianza y conocimiento el uno del otro.

Ahora dime, ¿sabes lo que se siente que un día esa persona te diga que se enamoró de alguien más?

El dolor en el pecho que sientes te llegara a matar, ese vacío que crece en tu interior, el nudo en la garganta que no te deja respirar, las lágrimas que se acumulan en tus ojos, sentir que ya no hay suelo que te detenga, nada que evite la caída, esperas el golpe y no llega, solo sientes como caes y caes. Y aun así todo esto no se compara a lo que realmente sientes ya que no hay palabas que describan ese sentimiento por completo.

Y después, te sientes solo, completamente solo, abandonado, sin fuerzas, perdido, y tan fuera de lugar. Todo tu mundo se desborona, y por más que intentas sujetarlo, estiras tus brazos, todas tus fuerzas se ven en atrapar vestigios de ese mundo entre tus manos, cuando las abres solo encuentras… Nada.

Así me sentí yo, cuando te perdí.

Esta es nuestra historia, una historia de amor, de un amor que no tiene un final feliz.