Disclaimer: Los personajes de Harry Potter siguen perteneciendo a J.K. Rowling y a Warner Studios (por el momento). Este solo es un trabajo de ficción que no tiene ningún otro fin más que hacer llorar a la mayor cantidad de gente posible (incluyéndome) y... No, eso es todo .-.
Les diré un pequeño secreto... tiene un final relativamente feliz. Espero que les guste.
A MATTER OF TIME
Voy a cerrar los ojos en voz baja
voy a meterme a tientas en el sueño.
En este instante el odio no trabaja
para la muerte (…)
¿Por qué el mundo soñado no es el
mismo que este mundo de muerte
a manos llenas?
-Mario Benedetti, Hasta mañana.
.
El cuarto estaba sumido en penumbra, como escondiendo los cuerpos: siluetas escondidas entre las sombras. Era una noche como las demás; una de esas noches frías de otoño en las que tenían que usar pantalones para dormir y acostarse aún más cerca. Era una de esas noches en las que el viento se queda callado sólo un instante, y deja escuchar los murmullos de las gentes hasta la alcoba. Era una noche perfecta para llorar de alegría o quizá para gritar de pena.
Era una noche como las demás… pero no como todas las noches.
-Háblame de nuestra casa.
-Bueno,- contestó en voz baja -vivimos en una casa grande… pero no tanto como Grimmauld o como tu mansión. Tenemos… cuatro habitaciones: tres para los niños y una para nosotros- continuó. -La sala de estar es bastante espaciosa, y los muebles que hay ahí fueron un regalo de bodas de parte de tus padres.
-De Madre, querrás decir,- lo corrigió con una sonrisa cansada.
-Seeep. Son bastante hogareños, considerando los gustos refinados que ella tiene- dijo con una pequeña sonrisa. -Nos encantan. La cocina no es tan grande como la sala, así que siempre estamos algo apretados cuando hay que hacer el desayuno… o cuando yo trato de hacer el desayuno contigo pegado a mi espalda, más bien.
-¿Es eso una queja?
-Para nada, pero me gusta presumir.
-Anda, sigue- rió suavemente.
-Tenemos un jardín en la parte trasera de la casa, con un manzano que nosotros mismos plantamos… a los niños les encanta jugar con él. Aún falta mucho para que comience a dar frutos, pero a todos nos emociona secretamente el momento en que lo haga, y siempre hay alguien que lo mira de reojo para comprobar que no esté en flor.
-Me gustan las manzanas…-murmuró, somnoliento.
-Lo sé.
-¿Harry?
-¿Sí, Draco?
-¿Qué… qué hay del perro? ¿Tenemos un perro?
-Por supuesto: un enorme y feroz Yorkie llamado Agustine.
-¿Un Yorkie? ¿Es lo mejor que se te pudo ocurrir, Potter?- se burló, acomodándose sobre el pecho de Harry, abrazándolo mientras Harry le acariciaba el cabello. Era como un acto reflejo para él: estirar la mano y tocarle el cabello, enredar los dedos en un mechón suelto.
-Ey, no me culpes a mí, tú fuiste el que lo escogió.
-¿Ah, sí?
-Por supuesto- aseguró. -Yo quería un pastor alemán, pero apenas viste al torpe, gordo y diminuto perro, quedaste completamente enamorado de él y te negaste a ponerle cualquier otro nombre que no fuera Agustine. No me preguntes por qué, yo tampoco lo entiendo.
-Agustine Beirut fue uno de los magos más poderosos de Irlanda en el siglo XVII.
-¿De verdad?- preguntó sorprendido. Draco dejó escapar una risa divertida, pero terriblemente corta. Aterradoramente cansada.
-¿Y yo cómo voy a saberlo?, pero los dos podemos jugar este juego,- dijo con un suspiro. -Dime más.
-Bueno, el baño es digno de la realeza. En realidad es muy sencillo, pero tenemos una tina bastante espaciosa, y cada viernes nos gusta entrar ahí, juntos… hablar de nuestro día.- por un momento, la voz de Harry flaqueó, pero se aclaró la garganta y continuó. -Tú te sientas frente a mí y me cuentas cómo te fue en la compañía mientras yo te enjuago el cabello. Luego te recuestas sobre mí y yo comienzo a contarte cómo me fue en el ministerio.
-¿Sigues siendo auror?- preguntó Draco, frunciendo el ceño.
-Es lo que sé hacer,- contestó Harry encogiéndose de hombros, acariciando la espalda de Draco. –Además, te encanta verme con el uniforme.
-Me gusta más verte sin él.
-Pervertido.
-Y para qué te digo que no…- rió un poco antes de que un ataque de toz lo interrumpiera. Soltando su agarre de la camisa del moreno, tomó el pañuelo que Harry le ofreció. –Tengo sueño.
-Yo también,- asintió tomando el pañuelo para tirarlo a la basura. - Anda, duerme, cariño.
-Hasta mañana, Harry.
-Hasta mañana…
Para cuando el sol salió, Harry ya llevaba varios minutos despierto, contento con mirar a Draco aún apretado contra él. Le gustaban esta clase de mañanas; estas en las que Draco dormía tranquilo toda la noche y despertaba acostado sobre él, tal y como lo había estado al dormir. Le gustaba sentir el calor de su cuerpo junto al suyo, le gustaba ver las sombras de sus pestañas acariciándole las mejillas y le gustaba la paz que parecía sentir mientras soñaba quién sabe qué misterios.
Repartiéndole besos por el rostro, lo fue despertando poco a poco.
-Mhhh…- se quejó Draco frotándose la cara contra el pijama de Harry.
-Buenos días, Dragón…- murmuró contra su oído, antes de besarle la mejilla.
-Buenos días, Harry,- dijo por fin, abriendo los ojos. -¿Qué hora es?
-Casi las nueve. Recuerda que tenemos que estar en la Madriguera a las once y tú te tardas horas en bañarte.
-No es mi culpa que me distraigas todo el tiempo.
-No puedo evitarlo,- dijo guiñándole un ojo- así que levántate antes de que se nos haga tarde.
-Uhg… tienes suerte de ser bonito, Potter, o ya te habría sacado de aquí a hechizos.
-Lo sé, pero eso tampoco puedo evitarlo,- rió, dándole un beso rápido antes de salir de la cama.
Ir a casa de los Weasley siempre era todo un evento, pero por ahora todo iba en orden. Molly había preparado la comida con ayuda de Hermione y todo sabía delicioso, incluso habían tenido tiempo de hornear pastelillos de calabaza. Draco se había terminado todo lo que había en su plato, para sorpresa de Harry, y había estado conversando con George animadamente. Ver a Draco convivir de esa forma, con las personas a las que él consideraba su familia, le hacía sentir cálido y un poco roto en iguales medidas. Sabía que los Weasley habían hecho un esfuerzo por aceptar a Draco, pero el rubio no se los había dificultado mucho; después de todo, él comprendía lo mucho que todo esto significaba para Harry, y podía ser verdaderamente encantador cuando se lo proponía. Incluso Ron parecía disfrutar su compañía cuando no estaban demasiado ocupados discutiendo. No todo podía ser perfecto, por supuesto, pero Hermione decía que esa era su forma de mostrarse afecto.
Luego de conversar un par de horas en la sala, bebiendo té, Draco se quedó dormido sobre el hombro de Harry. Nadie se atrevió a comentar nada al respecto. Hermione le acercó su chaqueta a Harry para que pudiera cubrirle las piernas al rubio y el resto siguió hablando. Ginny, Ron y él hablaban de quidditch mientras Hermione ayudaba a Molly a levantar las tazas. George conversaba con su padre y Angelina en el otro lado de la habitación sobre cómo estaba llevando Sortilegios Weasley. Todos charlaban animadamente, pero ninguno se atrevía a hablar más fuerte de lo necesario.
-Tenemos cuatro hijos en total…
-Creí que habías dicho que sólo teníamos tres habitaciones para ellos.
-Sí, bueno, pero a los mellizos les gusta compartir.
-Ah, ¿con que mellizos?
-Así es… ¿no te agrada la idea?
-No, no es eso, es sólo… bueno, es raro ver familias grandes entre los sangre pura, ¿sabes?
-Bueno, pues tú tienes bastante familia.
-Eso suena bien. Sigue.
-Como te decía, tenemos cuatro hijos: James, el mayor, Albus y los mellizos, Sirius y Lily… ¿De qué te ríes?
-Debes de estar loco si crees que te voy a dejar elegir los nombres de todos nuestros hijos, Potter.
-Tú nombraste al perro,- se quejó
-¡Y lo hice mucho mejor que tú, por lo visto!- se burló, acomodándose la almohada.
-Bien, se aceptan sugerencias.
-James me agrada. Es curioso que nunca lo uses, tu padre también se llamaba así, ¿no?
-Estoy acostumbrado a que me digan Harry,- dijo encogiéndose de hombros.
-Casi todos los nombres suenan bien, en realidad, pero ¿Albus? Tienes que estar bromeando.
-Dumbledore fue un hombre al que respeté mucho… no defiendo todo lo que hizo, por supuesto, pero comprendo por qué lo hizo.
-Ya… me gusta Severus.
-Ahora tú eres el que bromea.
-Nop, en lo absoluto. Él era mi padrino, ¿sabías? Claro que era un dolor en el trasero cuando se lo proponía, pero no era una mala persona.
-¿Albus Severus, entonces?
-No suena mal,- asintió, dejando escapar un suspiro. –Lily me gusta mucho, eso te lo concedo, pero me niego a sólo haber nombrado a medias a uno de nuestros hijos.
-¿Qué propones entonces, Dragón?
-Bueno, podríamos dejarle el "Sirius" a James también, ya que estamos en eso de ponerles más de un nombre.
-¿Y el nombre que falta?
-Siempre me gustó Scorpius.
-¿De verdad?
-Sí. La familia de mi madre tiene la curiosa costumbre de poner nombres de estrellas a sus hijos…
-Lo he notado, -asintió-. Scorpius será, entonces.
-Así me gusta… ¿Harry?
-¿Sí, Draco?
-Perdona por quedarme dormido hoy con los Weasley.
-Descuida, cariño, la comida de Molly siempre nos deja molidos a todos, estoy seguro de que no les importó.
-Parece una tontería, pero a veces me cuesta trabajo estar despier-to,- dijo bostezando.
-Lo sé,- murmuró Harry apretando los ojos mientras le besaba la frente y lo estrechaba un poco más entre sus brazos. –Quizá será mejor dejarlo por hoy, debemos dormir.
-Sí, mejor… Hasta mañana, Harry.
-Hasta mañana, Draco.
A mitad de la noche, Draco se despertó con un sobresalto. Alguien estaba gritando, pero el cuarto estaba tan oscuro que no podía ver quién. Era como si alguien estuviese siendo asesinado en su propia habitación, y una parte de él pensó en que tenía que despertar a Harry para que ayudara a ese pobre diablo agonizante, pero la cabeza de dolía demasiado como para poder moverse. No fue sino hasta después de un par de minutos que se dio cuenta de que era él mismo quien estaba gritando.
-Draco, aguanta, por favor.
Harry corría a un lado y otro de la habitación, desesperado por encontrar… algo. A penas y podía concentrarse en lo que Harry hacía en ese momento. Se llevó una mano a la frente, tratando de aplacar el dolor, como si temiese que le fuese a explotar la cabeza en cualquier instante y tratara de retenerla un poco más. Por favor. Por un instante creyó que estaba muriendo y pensó: "es el día, llegó la hora", e incluso lo ansió si eso paraba el dolor, si eso lo solucionaba. Por favor. Sólo quería que parara. Por favor. Harry, has que se detenga. Por favor. Harry…
Entonces tomó una profunda bocanada de aire y trató de abrir los ojos, pero frente a él sólo apareció la penumbra. Parpadeó varias veces, pero ni siquiera era capaz de ver el reloj digital que tenían en la pared. No veía nada. Nada. Sólo estaba rodeado por la oscuridad y el susurro de los pasos apresurados de Harry. Fue entonces que el miedo se sobrepuso al dolor y, con un murmullo entre cortado y estirando una mano temblorosa, dijo:
-Harry… Harry, no puedo… ver.
Entonces el dolor desapareció.
Harry aguardaba de pie en la sala de espera, en San Mungo.
Odiaba ese lugar. Todas las paredes estaban pintadas de blanco y todos siempre corrían de un lado a otro. A lo lejos, las chimenas (las mismas por las que él había llegado con Draco, inconsciente, en sus brazos) chispeaban y explotaban ligeramente cuando alguien más llegaba. A pesar de que eran casi las dos de la mañana, siempre estaba lleno de movimiento y de murmullos preocupados, de olor a antiséptico y pociones para el dolor.
No importaba que ya hubiese visitado esa misma sala de espera en ocasiones anteriores, igual no podía acostumbrarse y lo odiaba. Quizá era debido a la frecuencia con la que tenía que estar ahí la verdadera razón por la que detestaba San Mungo con todas sus fuerzas. Porque estar ahí significaba que Draco se había puesto mal de nuevo o que había tenido un ataque como el de esta noche y que necesitaba ser atendido. Y, cuando eso sucedía, Harry sólo podía esperar.
Odiaba ese sentimiento de impotencia: esa necesidad de hacer algo que vibraba en todo su cuerpo, como cientos de hormigas caminando sobre su piel desnuda, pero sin poder hacer nada para calmar sus ansias. Sólo esperar. Esperar y caminar de un lado a otro. Esperar y cerrar los puños para evitar hechizar a alguien con tal de que le diera noticias. Esperar y apretar la mandíbula para no gritar. Esperar y cerrar los ojos para no llorar.
Cualquiera diría que para estas alturas, Harry ya se habría acostumbrado a todo esto; a los médicos y las pociones y a esperar; pero lo cierto es que cada vez era igual de mala que la primera. Quizá peor. Porque era una señal de que el reloj seguía corriendo y que Draco seguía empeorando.
-¿Señor Potter?
De inmediato, Harry volteó a ver al medimago, asintiendo.
-El Señor Malfoy se encuentra estable. Justo ahora está algo cansado, pero podrá pasar a verlo.
-Se está poniendo peor, ¿no es así?- preguntó por fin, con las palabras atorándosele en la garganta.
-Me temo que esta clase de incidentes podrán repetirse con más frecuencia que antes, sí.- asintió el medimago. -El sistema nervioso del Señor Malfoy se vio gravemente alterado, como usted recuerda. Es una suerte que siga llevándolo tan bien como hasta ahora, pero sabíamos que era una cuestión de tiempo. De ahora en adelante habrá días en los que el Señor Malfoy pierda algunas capacidades motoras, pero las pociones deberían ayudarle con eso. Se sentirá cansado con más frecuencia y puede que migrañas como esta se repitan y se agudicen. La pérdida parcial o total de la visión también es una posibilidad, pero no debería de llegar a ese estado a menos de que el dolor se prolongue demasiado…
-¿Cuánto tiempo?-le interrumpió secamente, mirando el suelo. Ambos sabían a qué se refería.
Esperar y aguantar el aliento.
-Un mes. Quizá menos, con forme avancen los síntomas…
Un mes.
30 días.
Un mes. Quizá menos.
-…no hay mucho más que podamos hacer…
Esperar y apretar los puños.
-…puede regresar mañana a recogerlo o…
Apretar los dientes y los ojos y las manos. Tratar de no gritar.
-No, me quedaré con él.
Apretar el alma, también, para no morir de dolor.
Pálido y agotado, Draco aguardaba en su cama de hospital. Al principio, Harry creyó que estaba dormido, pero apenas se acercó se dio cuenta de que tenía los ojos entrecerrados por el cansancio, no por el sueño.
-Hola, Dragón- saludó Harry en voz muy baja, presionando un beso sobre su frente. -¿Cómo te sientes?
-Como si pudiera correr un maratón…- contestó arrastrando las palabras, con una pequeña sonrisa. Harry suspiró, tratando de sonreírle también mientras se sentaba a un lado de la cama.
-Vaya maratón que corriste en la casa, sí- asintió tomándole la mano.
-Oh, vamos, sólo fue una pequeña migraña, no te preocupes por eso,- murmuró. Draco siempre hacía eso. Desde el momento en el que les habían dicho por primera vez lo que sucedía, hace casi medio año, Draco insistía en actuar como si nada sucediera. No era como si negara el hecho de que… bueno, estaba muriendo.
En realidad, Draco parecía tomar eso mucho mejor que Harry; el rubio se había empeñado en seguir su vida con la mayor normalidad posible, y regañaba a Harry cada vez que le tomaba la mano por más tiempo del necesario o le decía "te amo" más de dos veces en media hora, porque Draco decía que le hacía sentir como si se estuviera despidiendo de él, y no tengo intenciones de irme a ninguna parte, Potty, así que deja de inventar excusas y termina de tender la cama.
-El doctor dice que mañana podemos regresar a casa,- le informó, tratando de cambiar el tema.
-¡Excelente! Detesto que las camas aquí sean tan pequeñas.
-¿Quieres dormir un poco más? ¿Te sientes muy cansado?- preguntó acariciándole la mejilla con el pulgar.
-No… me acaban de dar un par de pociones, así que me siento algo despierto.
-Aun así deberías intentar descansar, Draco.
-Eso suena aburrido. Mejor háblame sobre James…- pidió alargando la pálida sonrisa que con trabajos sostenía. Harry sabía que Draco se comportaba así para aligerar el peso de verlo en una camilla de hospital y, en realidad, se lo agradecía; así que decidió poner de su parte para aligerarle el peso de ser visto en una camilla de hospital.
-Él tiene el cabello negro y rizado como el mío, pero definitivamente tiene tus ojos. Lo cual es muy inconveniente porque aprendió muy bien a mirar como tú y siempre consigue desarmarme y salirse con la suya. Es bastante inquieto y siempre está metiéndose en problemas, pero no es un mal chico.
-¿A quién se parecerá?- bromeó.
-Ciertamente a mí no. Los problemas siempre me encontraban, es diferente.
-Sí, lo que tú digas… ¿Es más alto que tú?
-Desde que cumplió dieciséis mide lo mismo que yo, pero estoy seguro de que me rebasará cuando sea mayor. Es todo un rompecorazones, eso sí…
-Parece que le hace honor a su nombre.
-¿Tú crees?
-Oh, sí. Habrá sido una pesadilla criarlo…
-No en realidad. Por lo menos no hasta que cumplió los doce, antes de eso no era más que un niño sano y feliz.
-Dime, Harry… ¿soy un buen padre?- preguntó arrastrando la voz cada vez más.
-El mejor de todos,- dijo suavemente, besándole la frente de nuevo.
-¿Y esposo?
-El único que podría desear.- susurró con un nudo en la garganta, y luego de un momento agregó: -Eres lo mejor que nos pudo haber pasado.
-Me alegra,- murmuró comenzando a cerrar los ojos, pero sin descomponer su pequeña sonrisa.
Esa noche Harry no pudo dormir. Tenía la detestable sensación de que Draco desaparecería frente a él sin darse cuenta. Tenía ansias de tiempo, de cinco minutos más.
Draco detestaba que Harry lo tratara como si en cualquier momento pudiera esfumarse en el aire, pero Harry no pudo evitar sostenerle la mano toda la noche. Ya le pediría disculpas por la mañana.
A Harry siempre le había gustado el jardín de Wiltshire. Al terminar la guerra, los Malfoy se habían encargado de regresarle su antiguo esplendor a la mansión. Ahora el jardín estaba lleno de rosas blancas, narcisos, jazmines y un sinfín de flores que Harry no podía nombrar, pero que le daban un aspecto edénico. Los pavorreales seguían ahí, por supuesto; eran un capricho al que Lucius no podía resistirse.
Había pasado casi una semana desde que Draco fue dado de alta en San Mungo, y todo se había sumergido en una relativa calma. Ahora había más pociones que antes en la alacena y el constante cansancio de Draco seguía ahí, pero Harry se conformaba con no tener que llevarlo al hospital de nuevo.
Era precisamente por ese pequeño lapso de estabilidad por lo que Draco se había decidido a ir a casa de sus padres. Los visitaban sólo de vez en cuando porque las apariciones mareaban a Draco y, además, no le gustaba que sus padres vieran el lento deterioro en el que estaba cayendo. El día de hoy había insistido, sin embargo, pero sus razones no fueron ningún motivo de alegría para Harry.
-No entiendo por qué tiene que insistir en hacer esto ahora,- le decía Harry a Narcissa mientras dejaba su taza de té en la mesita frente a ellos, mirando el jardín. –Sé que detesta dejar cosas inconclusas, pero no entiendo por qué tiene que apresurarse tanto con todo esto…- se quejó.
A veces hacía eso. Mientras Draco subía al estudio de su padre a atender asuntos importantes, él y Narcissa permanecían en el jardín o en la sala, conversando y bebiendo té. En esta ocasión, el "asunto importante" no era algo tan sencillo como un contrato o una charla de negocios. No, esta vez Draco había insistido en ir a casa de sus padres para redactar su acto de últimas voluntades.
Ambos sabían que era algo inevitable, que para antes de que terminara el año (antes de que llegara noviembre, maldita sea), Draco habría muerto, y no había nada que pudieran hacer para evitarlo. Era un hecho. Una cuestión de tiempo. Pero luego de pasar los días de la manera más cotidiana que podían, esta clase de cosas siempre abrumaba a Harry.
Era como si de pronto la muerte de Draco se hiciera más y más inminente.
-…Todavía tenemos algo de tiempo.
-Ya sabes cómo es Draco, querido- dijo Narcissa, sin mirarlo. –Le gusta hacer las cosas bien o prefiere no hacerlas. Imagina que sólo está escribiendo una carta, si te hace sentir mejor.
-Una de despedida,- murmuró para sí, cubriéndose la cara con las manos. –Es todo tan injusto…- terminó tratando de reprimir un sollozo, inútilmente.
Todo había sucedido en vísperas de su fiesta de compromiso. Algo demasiado estúpido, demasiado simple… Draco había estado comprando algunas cosas, nada importante, cuando un grupo de magos de la Legión Anti-mortígafos se había mostrado con el único propósito de asesinar a Draco Malfoy. Habían estado siguiéndolo desde hacía algún tiempo, pero no lo notó hasta ese día. Pronto comenzaron el ataque, y varios civiles respondieron al fuego repentino. Fue algo muy rápido, hubo hechizos cruzados y algunos heridos, pero nada demasiado grave, unas cuantas narices sangrantes, quemaduras superficiales o golpes dolorosos. Para cuando los aurores llegaron, la situación estaba relativamente controlada. Draco permanecía sentado tras un mostrador, sosteniéndose el costado y regresando los hechizos cuando Harry lo encontró. Fue un alivio encontrarlo a salvo y, luego de vendar sus heridas superficiales, fueron a casa y trataron de olvidarse del asunto. Ninguno de los dos sospechaba que pronto no podrían olvidar nada al respecto.
Comenzó con pequeños mareos, olvidos insignificantes, temblores repentinos…
No fue sino hasta el primer desmayo de Draco cuando decidieron ir a San Mungo. Resultó que uno de los hechizos había alcanzado a Draco y había afectado gravemente su sistema nervioso. El medimago les había explicado lo afortunados que eran porque Draco no había muerto en el instante, que su caso era uno en un millón… pero aún así, no había mucho que se pudiera hacer para reparar el daño que el hechizo había hecho, sólo controlarlo con pociones y tratamientos.
Poco a poco, el cuerpo de Draco se iría deteriorando hasta que, un buen día –uno terrible, más bien-, sufriera un ataque al corazón o un paro respiratorio o alguna especie de derrame que lo hiciera caer a mitad de la calle, de la habitación o la oficina. No era un diagnóstico muy preciso, pero se les había advertido de lo que podía pasar en un futuro. El medimago les explicó que Draco sufriría de mareos y de agotamiento, que podría sentir fuertes migrañas, ceguera completa o parcial, de movimientos involuntarios, pérdida de memoria… Y la lista seguía y seguiría hasta el día en que el cuerpo de Draco no pudiera resistirlo más.
Eso había sido hace cinco meses.
-Me habría gustado no tener que cancelar la ceremonia,- dijo Narcissa, trayéndolo de vuelta a la realidad.
-Lo sé, a mí también me hubiera gustado que las cosas no fueran de esta manera,- suspiró. –Todo pudo haber sido muy diferente.
-Draco tiene mucha suerte de tenerte.
-No,- dijo él, con una sonrisa triste- soy yo el que tiene suerte.
-Cásate conmigo.
La propuesta sorprendió a Draco. Tras regresar de Malfoy Manor, ambos habían preparado la cena juntos: un poco de pasta y vino tinto, nada del otro mundo. Comieron sentados en la alfombra, frente a la chimenea. La sala estaba iluminada sólo por el fuego que ardía frente a ellos y un par de velas. Ambos habían terminado de comer hace un tiempo, pero siguieron charlando tranquilamente hasta que Harry lo miró fijamente y le dijo:
-Cásate conmigo.
Draco rió por la sorpresa… y porque pensó que era una broma, hasta que vio la seriedad en la expresión de Harry, así que calló.
-Escucha, Harry- comenzó. –Ya hemos hablado sobre esto…
-Lo sé, lo sé- dijo apenas, -pero no te pido una ceremonia ni invitados. Te pido que aquí y ahora,- dijo tomando su mano –te cases conmigo.
-¿Por qué ahora, Harry?- preguntó apretando la mano del moreno con fuerza. -¿Por qué es tan importante?
-¿No es obvio?- dijo Harry, sonriéndole. -Me importa porque se trata de ti.
-¿Aún si es por un par de semanas?
-Aunque sólo fueran un par de horas,- asintió.
-Te amo tanto, Harry…
-¿Eso es un sí?
-Sí,- asintió con la voz entre cortada, -por supuesto que es un sí. Siempre será un sí.
Harry levantó la mano de Draco y se la llevó a los labios, besándole los dedos, la muñeca… hasta que Draco le acunó el rostro con ella y lo hizo cerrar los ojos.
Harry llevó a Draco a cuestas hasta la habitación. No era la primera vez que Harry lo cargaba hasta la recámara, pero esta vez había algo mucho más íntimo en ello, algo diferente, casi solemne, que Draco no sabía definir. Harry lo dejó con cuidado sobre la cama, arrodillándose en el suelo para quitarle los zapatos, las calcetas, uno por uno, sin prisa. Draco lo miró en todo momento: cuando se levantó del suelo y se sentó a su lado para desabrocharle la camisa, cuando comenzó a besarlo sin prisa, tomándose el tiempo para hacerlo suspirar y obligarlo a cerrar los ojos. Entonces Draco sólo pudo sentir, y sintió como nunca antes cuando los labios de Harry comenzaron a adorarle el cuello y sus manos comenzaron a acariciarlo. Sintió cómo su propio corazón comenzaba a acelerarse a medida que Harry lo tocaba, lo adoraba con las manos y los labios, como si se tratara de un ser divino o como si tuvieran todo el tiempo del mundo. Cinco minutos más.
Draco alzó las manos para librar a Harry de su camisa, tomándose un momento para mirar su pecho desnudo, lleno de marcas que jamás desaparecerían, huellas de batallas y de triunfos. Draco las acarició, sintiendo la piel más lisa y lampiña, recordando que él mismo no conservaba su pecho intacto, que cargaba con casi tantas cicatrices como Harry, -varias que el mismo Harry le había dejado durante su juventud-. Pero nada de eso les importaba. Para ninguno de los dos importaban las marcas en este momento; sólo ellos importaban ahora, sin un tiempo que amenazara con devorarlos, sin marcas pasadas, sin la constante presencia de la muerte. Sólo estaban ellos y la oscuridad. La oscuridad y las caricias, las respiraciones agitadas acalladas contra los labios… y el placer. La deliciosa y gratificante sensación de sentir las manos de Harry recorrerlo, prepararlo suavemente con los dedos empapados de saliva y lubricante… Y las palabras.
-Draco… Draco eres maravilloso.
-Harry…
-Quisiera tenerte así por siempre: suspirando mi nombre hasta el cansancio.
-Harry…
Y el dolor. La inusual sensación de tener dentro a alguien y, por lo menos hasta que termine la noche, ser los dos uno solo en cuerpo y alma. Entonces los movimientos lentos, como probando que esté todo en orden hasta que uno de los dos –Draco- comienza a desesperarse y mueve las caderas, incitándolo, exigiéndole… y más suspiros, palabras entre cortadas mientras los cuerpos se empapan de sudor.
-Draco, te amo tanto…
-Sí, Harry…
-Te amo.
-Sí.
Porque Harry sabe perfectamente bien lo que Draco trata de decirle. Porque le dice sí a todo: a su vida juntos, a su vida real y la ficticia, a su "matrimonio" frente a la chimenea y a las escasas dos semanas que les quedan juntos, a la eternidad que los aguarda y la felicidad pasada. Es un sí que equivale a un "te amo" para toda la vida, y Harry lo sabe. Por eso lo besa como si fuera la última vez, sin saber que esa será la última vez que besará a Draco de esa manera. Pero él no lo sabe y lo hace de todas formas, lo besa hasta que les falta el aire y tiene que recargar la frente contra el hombro de Draco, mientras los dos se mueven, y siente las piernas de Draco rodearle la cadera y sus manos tomarle del cabello.
Por un momento no se escuchó nada más en el cuarto que el húmedo choque de sus cuerpos. La noche era tan silenciosa que casi se podía escuchar cómo las uñas de Draco se encajaban contra su espalda. Sólo un poco más… un poco más rápido, un poco más fuerte, un poco más dulce…
Y luego el silencio después del climax, el segundo en el que la respiración se detiene por completo… antes de comenzar a recuperar su ritmo de nuevo.
-¿Cómo está?
Una semana.
-Descansando,- contestó Harry en voz baja. Los ojos detrás de los anteojos estaban oscurecidos por la falta de sueño y su voz… Su voz estaba oscurecida por la falta de esperanza, y eso era peor. –Perdona por haberte hecho venir tan tarde, pero no sabía a quién más acudir.
-¿Qué ha dicho el medimago?- preguntó ella quitándose el abrigo a toda prisa.
-Que necesita descansar,- repitió, inexpresivo. Ginny había llegado un par de horas atrás, luego de recibir la preocupante llamada de Harry a la oficina.
-¿Le ha dado algo para el dolor?
-Le ha dado algo para dormir,- dijo. Ginevra sabía lo que Harry trataba de decir. Eran las dos de la mañana y, después de llamar al medimago, Harry pidió a Ginny que viniera. El uno para que ayudara a Draco, la otra para que sostuviera a Harry. Había pasado una semana desde que Harry y Draco habían cenado frente a la chimenea. Todo parecía estar saliendo bien, Draco estaba comiendo con apetito y se le veía tranquilo… pero esa noche un ataque de dolor los levantó a media noche. Los gritos los habían levantado. Así que Harry, por temor a moverlo y hacerle más daño, prefirió llamar a un medimago para que fuera directamente a su casa.
Siete días.
No tardó mucho en calmar a Draco. El medimago hizo varios conjuros y le dio de beber varias pócimas antes de irse y de decirle a Harry que llamara si algo más sucedía.
No había mucho qué decir en realidad, porque lo demás ya todos lo sabían: Draco estaba empeorando. Estaba muriendo, y no había nada que pudieran hacer.
-Si lo hubieras escuchado, Gyn… Hacía años que no escuchaba a nadie gritar de esa manera.
Su amiga lo abrazó con fuerza al escuchar cómo se le quebraba la voz. Todo esto era injusto, todo este dolor era injusto. El tiempo les estaba pisando los talones, y no había lugar a donde correr. Ginny condujo a Harry hasta la sala, convenciéndolo de tomar algo de té y de calmarse antes de entrar a la habitación para cuidar de Draco.
-Ya verás que mañana Draco estará mejor. Es un hombre fuerte y, sobre todo, es muy obstinado. Cuando despierte se sentirá bien de nuevo, ya lo verás.
Harry no dijo nada, pero agradeció en silencio por la presencia de su amiga. Desde pequeños, ella siempre podía comprender cómo se sentía aun cuando no lo decía en voz alta: por eso la había llamado, y estaba aliviado por haberlo hecho.
-Scorpius es el más callado de todos. Casi nunca dice nada pero cuando lo hace, da muy buenos consejos. Es una persona que sabe escuchar, ¿sabes? Que conoce a los demás solo con mirarlos.
Draco se sentía mejor. Ginny tenía razón: Draco necesitaba más que un dolor de cabeza para detenerlo. Aun así, había despertado agotado y no dejó la cama en ningún momento. Harry había cuidado de él en todo momento, sin dejar de pensar en el plazo que le habían dado los médicos, en lo pálido que Draco se veía, en el día fatídico en el que el lado contrario de la cama estaría vacío.
Esa noche, como todas las demás, Harry se recostó a su lado y comenzó a contarle todas esas historias, fragmentos de una vida imposible. Cada noche le dolía más pensar en todas esas posibilidades perdidas, pero a Draco parecían gustarle.
-Siempre está siguiéndote por toda la casa, y cuando no estás siempre pregunta: "¿En dónde está papá?". Y siempre desaparece antes de recibir una respuesta. Es el único que usa anteojos, y es un poco alto para su edad.
-Me agrada…- murmuró Draco, con los ojos cerrados y una sonrisa cansada.
-No me sorprende, por cómo lo conscientes. Siempre le traes algo del trabajo y lo recibe como si fuera el tesoro más valioso del mundo. A James y a Severus dejaron de interesarles los pergaminos en blanco y las plumas nuevas cuando cumplieron once, pero Scorpius siempre las guarda con cuidado. A veces me pregunto si lo hace porque de verdad le gustan o porque son algo que viene de ti, y desea conservar ese instante a toda costa…
Acariciándole el cabello, Harry siguió hablando y hablando, sin darse cuenta de que Draco se había quedado dormido. Tenía la esperanza de que, si seguía hablando sin parar, la noche no acabaría nunca, y el tiempo dejaría de correr.
N.A: FELIZ AÑO NUEVO! ¿Cómo están? :DD los extrañé mucho mucho muchooooooo! Ya llevaba un tiempo escribiendo esto y me moría por subirlo. Este es el susodicho angst xD van a ser 3 partes y un epílogo.
Espero que estén muy bien, ¿qué tal se la pasaron? ¿Comieron mucho?
¿Qué tal el nuevo fic?
Hace mucho me enamoré de "Let's do the things we normally do", de Dido. Es una canción muy buena y, después de escucharla las primeras 10 veces, me dio la impresión de que trataba sobre alguien que sabía que iba a morir pero que quería vivir con la mayor normalidad posible... Sé que el subtexto de la canción es otro, pero a mí me dio esa impresión y... bueno, esto es el resultado.
Nos leemos pronto, chanee~
