Esta historia es para ti, por alumbrar mi vida haciendo que siempre encuentre el camino correcto. No imaginas lo que me alegra que ese camino siempre sea junto a ti.

Te quiero.

Prólogo

¿Estás segura de lo que estamos haciendo? – Susurró acercándose a mis labios. – Sabes que aquí corremos peligro.

Ignoré las palabras de mi chica. Mis labios deseaban saborear los suyos y eso hicieron.

Besaba, mordía y devoraba su boca con deseo mientras ella recorría parte de mi cuerpo con sutiles caricias por debajo de mi camiseta. Era una sensación increíble, sentía que sus labios eran capaces de llevarme al mismo paraíso pero, desgraciadamente, un inesperado grito me hizo volver a la tierra.

¡Mamá! - Gritó el pequeño Matty.

Cuando escuché ese grito rápidamente me aparté de ella y pude ver como mi hermano acababa de abrir la puerta de mi habitación y permanecía en la entrada con los ojos muy abiertos.

No digas nada, por favor – Susurré nerviosa.

Matty volvió a gritar llamando a nuestra madre y yo cada vez estaba más nerviosa. No sabía que hacer, tenía miedo. Mi madre caminó hasta llegar a Matty y quedar frente a nosotras.

¿Qué ocurre, cariño? – Le preguntó con ternura.

¿Las mujeres pueden besarse como papá y tú? – Preguntó algo incrédulo – ¡No lo sabía!

Leslie, mi madre, alzó una ceja y nos miró.

¿Qué estabais haciendo en la habitación? - Nos preguntó enfadada.

Ni ella ni yo respondimos. Mi chica miraba al suelo y yo miraba a mi madre a los ojos pero tenía miedo, demasiado miedo. El rostro de mi madre reflejaba un gran enfado que iba aumentando a la vez que el silencio que había en nuestra habitación que ella cesó.

¡He hecho una pregunta! - Nos gritó cada vez más enfadada.

Nunca había visto a mi madre así. No sé de donde saqué las fuerzas para hablar, pero lo hice.

¡Es mi novia! ¡Voy a besarla si quiero! - Admití con un tono brusco.

Mi madre parecía algo más tranquila. Le pidió a mi novia que se fuera con amabilidad, pero cuando ella se fue Leslie volvió a mi habitación.

Danielle, ¿Cómo te atreves? – Preguntó enfadada – Las mujeres no besamos a otras mujeres. ¡Dios no quiere eso!

Dios no, pero mi corazón ama a una mujer – Dije mientras me acercaba a mi madre – ¿Sabes? Por muy enfadada que estés voy a seguir siendo lesbiana.

¿Lesbi... qué? – Gritó – No quiero invertidas en esta casa.

Supongo que entonces tendré que irme – Dije seria.

Mi madre salió de mi habitación sin decir nada más y yo preparé una mochila con algo de ropa y los pocos ahorros que tenía. Me colgué la mochila, cogí mi guitarra y nunca más volví a mirar a atrás.