Summary: "Soy Ichigo Kurosaki, 17 años, cabello naranja, estudiante, con novia y en mis planes para el futuro no entraba ser obligado a casarse con una fea, caprichosa e histérica princesa...aunque retiro lo de fea..."

Konichiwa! Como habia dicho en mi otro fic, les dejo esta nueva historia que espero que lo disfruten!

Simbologia:

-dialogos

Recuerdos

pensamientos


CAPÍTULO 1

"La princesa y la fresa I"

Seguro que más de una habrá soñado alguna vez que pasaría si fuesen princesas y los beneficios que tendrían como vivir en un lugar lleno de lujos, súbditos que te atienden a todas horas y por supuesto no nos olvidemos del príncipe azul…

Para mi mala suerte, yo tengo todo eso, bueno a excepción del príncipe azul creo… ¡y déjenme decirles que apesta!

¡Sí, soy una princesa! Y desde que tengo uso de razón he pedido todas las noches despertar al día siguiente como una persona normal.

Ustedes pensaran que estoy loca pero es que… ¡Ya no puedo más! Acabo de cumplir 17 años y en vez de princesa ¡me siento una prisionera!

A pesar de que estamos en el siglo XXI, la isla de Corea sigue siendo una monarquía y de las pocas que quedan. La familia Kuchiki, a la cual pertenezco, es la que siempre ha reinado, y a través de muchas generaciones se caracterizaron por buscar el bienestar del pueblo pero con la diferencia que no teníamos relaciones con los demás países ya que según mis antepasados no querían que modificáramos nuestras costumbres

Pero desde que mi padre, Byakuya Kuchiki, asumió el trono trató de modificar algunos de estos reglamentos diciendo que para que el país progresara necesitábamos relacionarnos con los demás

Finalmente, desde hace 5 años, Corea abrió sus puertas a los ojos del mundo, por lo que algunas personas ni sabrán que existimos en el mapa.

-Princesa – Tocaron a la puerta de mi habitación. Suspiré fastidiada ya que no me agradaba que me llamaran por mi título. Lo único que pedía era que me nombraran por mi nombre aunque sabía que eso era imposible por los benditos protocolos.

-Pase – La puerta se abrió dejando ver a una de las criadas quien me hizo una reverencia y sin despegar la mirada del piso, me dijo:

-Princesa, Su majestad ordena que vaya al despacho real

Abrí los ojos como plato.

¿Mi padre estaba aquí? Qué extraño. Pensé que la conferencia internacional a la que él había asistido iba durar hasta mañana o eso es lo que me había dicho Zangetsu y Sode no Shirayuki, mis tutores.

- Puedes retirarte – Le ordené a la muchacha quien de nuevo volvió a inclinar la cabeza exageradamente mientras salía.

-Ah – Suspiré –Muy bien, no hagamos esperar al rey – Susurré de mala gana mientras me levantaba de mi cama.

La relación entre mi padre y yo era prácticamente de dos desconocidos. Esto se debía a que él tenía una actitud fría y no expresaba ningún sentimientos hacia los demás. No lo culpaba, era el rey y desde pequeño le enseñaron a poner la razón antes que las emociones. Lo único que hasta ahora no he podido comprender es el hecho de que nunca me ha permitido salir del palacio a tal punto que era todo un misterio para el pueblo de Corea….

Antes de salir me di una ojeada en el hermoso y grande espejo Victoriano que mi padrino Jushiro me había regalado cuando nací.

Con resignación, sabía lo que vería.

-No voy a cambiar.

Debería ser alta, rubia, ojos celeste y con pechos grandes, según las tontas películas americanas de Disney que disfrutaban meter porquería en las mentes de las niñas.

Por el contrario, soy muy baja para mi edad a pesar que desde pequeña me habían obligado a ingerir un sinfín de vitaminas que apenas lograba mantener en mi boca ya que luego, sin que nadie se percatase, las botaba en las tantas macetas que había en el palacio.

No te preocupes damita, muy pronto pegarás el estirón Es lo que siempre me decía Zangetsu tratando de animarme, sin embargo ese consuelo había dejado de funcionar cuando cumplí 15 años.

Mi piel es tan blanca como el marfil que incluso había llegado a la conclusión que los Kuchiki éramos descendientes de los albinos.

Resultaba innecesario añadir que mis pechos no eran de mi agrado. Muy pequeños para una adolescente delgada y que era impuesta a usar vestidos.

Puede que el único atractivo que tenga sean mis ojos. Enormes y que resaltaban a primera vista. Tenían una extraña tonalidad entre azul y violeta, lo cual los hacía más misteriosos.

- Aunque quizás también mi cabello – Agregué mientras pasaba mi mano por mis largos tirabuzones. Eran de color azabache y caían en cascada hasta mi cintura. Procuraba tener mi cabello sujeto en una coleta, algo que le molestaba a Sode No Shirayuki quien disfrutaba peinarme todas las mañanas. Lo único que dejaba suelto era un pequeño mechón que caía cómodamente entre mis ojos.

¡Oh, no!

Entonces me di cuenta que había gastado más de 5 minutos contemplando mi patético aspecto y mi padre no era una persona muy paciente que digamos…

- Pase – Se escuchó al otro lado de la puerta del despacho real. Todavía tenía la respiración entrecortada ya que había hecho una carrera contra el tiempo para llegar donde mi padre en unos minutos. Felizmente conocía el palacio como la palma de mi mano.

Claro, si este es el único lugar que has conocido en toda tu vida

Giré el pesado pomo tirando lentamente la puerta hacia atrás. Apenas había entrado y mis ojos se ensancharon a más no poder.

El hecho de que el despacho de mi padre era digno de la realeza no era lo que me sorprendió sino las dos personas que se encontraban ahí, exactamente en el rincón más alejado del lugar.

-Buenos días, padre – Saludé al percatarme de la imponente figura de un hombre de unos 35 años, cabello azabache como el mío, ojos plomos y que vestía, como siempre, un elegante smokin negro.

- Buenos días, Rukia – Su voz sonó más severa de lo normal. Sentado detrás de su escritorio me mandó una mirada de reproche – Se puede saber ¿Por qué te has demorado tanto en bajar? Mandé a la criada a llamarte hace más de 15 minutos

¿15 minutos? ¡Ja! ¡Fueron solo 10! ¿Quieres un consejo? ¡Cómprate otro reloj!

-Lo siento –Fue lo único que dije bajando la cabeza sumisa. Si él no fuese el rey de Corea, hace rato le hubiese contestado de una forma grosera tal y como lo haría cualquier adolescente de mi edad. Pero la realidad era otra, y si yo hacía esto mi padre era capaz de enviarme a un convento.

Lo bueno es que conocerías un lugar más.

-Si me permite su Alteza, creo que no debería ser tan duro con la dami…digo con la princesa. Recién acaba de cumplir 17 años. – No pude evitar soltar una pequeña risita al escuchar el tono despreocupado de Zangetsu.

Alcé la cabeza y compartí una mirada de complicidad con aquel hombre delgado, alto, que tenía el cabello largo y despeinado de un color marrón oscuro. No podía olvidar de mencionar sus estrechas gafas de cristal ahumada las cuales cubrían sus ojos.

Nunca vas a cambiar.

-Idiota, cállate – Le susurró Sode No Shirayuki, a su costado, dándole un pequeño codazo en las costillas y ordenándome con la mirada que dejara de sonreír.

Pero yo hice todo lo contrario y esbocé una sonrisa pícara. Sabía que frente a mi padre, su personalidad cambiaba por completo.

Y eso lo hace ver más fea Me había dicho una vez Zangetsu mientras me enseñaba economía, y para su desgracia ella lo oyó. A la mañana siguiente él apareció en el palacio con varios vendajes en la cabeza y una de las lunas de sus lentes rota.

Igual, siempre ha sido bonita. Pensé. Mi tutora tenía el cabello largo de una combinación entre azul pálido y blanco, su piel era tan blanca como la nieve. Le encantaba usar vestidos como el que ahora mismo usaba y que la hacían ver como un miembro más de la nobleza.

No los cambiaría por nada del mundo Agregué. Prácticamente el único cariño que había conocido en este lugar había sido el de ellos dos, quienes me conocían desde que estaba en pañales. Me querían sin condiciones, me consolaban, se reían cuando me reía, eran mis mejores amigos y confidentes

-Rukia – La voz de mi padre me obligó a prestarle atención.

Qué extraño. ¿Por qué me está mirando de pies a cabeza? ¿Y por qué Zangetsu está haciendo esas extrañas señas?

-Rukia ¿Se puede saber porque estás vestida así?

-Demonios – Maldije sin pensarlo. Había olvidado cambiarme mis vaqueros y mi camiseta por aquellos anticuados vestidos. Cada vez que mi padre se ausentaba del palacio osea siempre, yo aprovechaba para ponerme la ropa que usaban los hijos de los criados quienes ya se habían acostumbrado a mis extraños caprichos.

-¿Qué clase vocabulario es ese? – Exigió saber.

-Yo… - Mi mente se había quedado en blanco. ¿Qué excusa le diría?

-Su Majestad, la princesa tiene una extraña fascinación por la ropa del pueblo –Intervino Sode No Shirauki.

-¿No cree que se le ve más bonita? – Soltó Zangetsu recibiendo esta vez un pisotón en los pies.

Mi padre ignoró los comentarios de mis tutores.

- Si tu madre te viera en estos momentos, estaría muy decepcionada – Y entonces sentí una fuerte punzada en lo más profundo de mi corazón. Odiaba que mencionaran a esa persona en mi presencia. El solo escuchar su nombre me deprimía por completo…

Mi madre, la Reina Hisana, había fallecido luego de que diera a luz a la princesa de Corea…a mí.

Otra de las razones de que mi padre me tratara con frialdad. Era lógico ¿Cómo podría darle afecto a la persona que le había arrebatado al único amor de su vida?

Al no escuchar respuesta alguna, mi padre ordenó que me sentara en uno de los sofás. Acaté sin protestar.

- Rukia, hay algo que debo informarte– Por su tono de voz deduje que esa noticia no iba a ser de mi agrado.

Aquí huele raro Pensé al notar como el rostro de mis amigos se tornaba nervioso

- ¿Qué es padre? – Pregunté con temor.

Me va a mandar a un convento.

- Hace años, tu abuelo y…

¡Oh por Dios! ¡No puede ser! ¡El momento había llegado!

-¿Sucede algo? – Inquirió mi padre al ver que había pegado un respingo de mi asiento

- N-no, prosiga por favor –Logré decir. Mi progenitor siguió hablando y hablando mientras yo recordaba el día en que, sin querer, había descubierto el giro que iba a dar mi vida...

- Damita. ¿Dónde está?- La voz de Zangetsu se hacía cada vez más lejana al mismo tiempo que yo me escondía debajo del enorme escritorio de mi padre. Seguro que ellos pensaban que no me atrevería a entrar al despacho del Rey pero lo hice!

Sabía que iba a recibir un tremendo castigo luego de que me encontraran pero eso era mejor a que estuviese en aquella aburrida fiesta de adultos que lo único que les importaba era tener el favor del Rey.

A pesar que tenía recién 8 años, ya sabía reconocer cuando una persona era sincera o hipócrita.

Me quedé en ese sitio por más de 15 minutos hasta que decidí salir. Seguro que Zangetsu y Sode no Shirayuki me estaban buscando por el jardín. Era mejor regresar a mi habitación y fingir que había estado todo el tiempo en el baño.

Y cuando estaba a punto de abrir la puerta, escuché varios pasos acercándose. Mi corazón dejó de latir por unos segundos.

¡Si mi padre me descubría ahorita, me mandaba con aquellas mujeres que vestían como pingüino!

Si pensarlo dos veces, volví a esconderme justo unos instantes antes que la puerta se abriera.

-Es mejor que hablemos aquí – ¡Era mi padre!

-tienes razón – Sentí un alivio al escuchar el suave tono de voz de mi padrino. Si el Rey intentaba mandarme a un convento, Jushiro me defendería.

La puerta se cerró. Se produjo un silencio que se prolongó por varios minutos

-Entonces, ¿Qué va a hacer Su majestad? – Preguntó mi padrino. – ¿Va a dejar que ese pacto se cumpla?

¿Pacto? ¿Qué pacto se iba a cumplir?

-No me queda más remedio –Fue la cortante respuesta de mi progenitor – Esa fue la última voluntad de mi padre y lo tengo que cumplir.

- No pensé que tu padre haría tal cosa.

-Yo tampoco – Siseó. No era necesario verlo para saber que estaba furioso

¿Qué había hecho mi abuelo? ¿Acaso había vendido el palacio? ¡Eso sería genial!

- Pobre de mí ahijada, no quiero estar presente el día en que se entere que está destinada a casarse con un plebeyo.

Las palabras de mi padrino me cayeron como un balde de agua fría y apenas podía procesar el término casarse

¿Me iba a casar? Entonces, eso significaba el porqué del enojo de mi padre. Si yo me casaba…

- Jushiro te pido que no comentes esto con nadie. – El tono de voz del Rey sonó más áspero- Ni siquiera el senado está enterado de esto. No quiero apresurar las cosas, por el momento

-No te preocupes amigo mío. Mis labios están sellados

-Gracias

-Y dime ¿Cuándo se lo dirás a Rukia?

-No quiero pensar en eso ahora. Pero supongo que será un año antes cumpla los 18.

-Me pregunto cómo reaccionará. Aunque el día que se case se cumplirá su sueño

-¿Sueño?

-Salir de esta prisión jajaja . No me mires así, a pesar de que es pequeña considera su propio hogar como una cárcel

Me puse colorada. Nunca más le contaría mis secretos a mi padrino.

Mi padre no dio respuesta alguna y más bien cambió de tema.

-Tenemos que salir. Los invitados ya se habrán dado cuenta de nuestra ausencia.

-Como usted diga, Su Majestad – La puerta se volvió a abrir. Sus pasos fueron poco a poco desapareciendo.

Se habían ido

Salí de mi escondite y lo primero que hice, naturalmente, fue brincar como un conejo

-¡VOY A SER LIBRE! ¡LIBRE!- Gritaba presa de la locura. Si me casaba ya nunca más viviría en este feo lugar.

-Pero debo fingir que no sé nada – Agregué para luego soltar un suspiro. De pronto una cosa me empezó a preocupar – Espero que mi príncipe sea guapo

No sé en qué momento sucedió pero yo ya consideraba a ese desconocido como mi príncipe que vendría a rescatarme en su hermoso corcel blanco. Tal y como los cuentos de hadas lo describían...

-Rukia ¿Entendiste no? –Las frías palabras de papá me devolvieron al presente

-¿ah? – Parpadeé varias veces tratando de recordar lo último que había dicho.

- Dentro de dos semanas viajarás a Japón a conocer a tu prometido –Me lo repitió con un ligero tic en el ojo.

¿Japón? ¿ Mi príncipe vivía en el país del sol naciente? Y yo que había pensado todo este tiempo que él vivía en esta ciudad.

Estábamos tan lejos

Pero muy pronto tan cerca

-Como usted ordene – Creo que mi voz sonó demasiado emocionada ya que Zangetsu y Sode No Shirayuki no daban crédito a lo que escuchaban .Esos dos seguro habían pensado que iba a armar un tremendo berrinche para impedir mi matrimonio.

Que poco me conocen

Por su parte, el Rey no estaba sorprendido ante mi reacción. Sabía que lo que más anhelaba era salir de aquí y que no me importaba si tendría que unir mi vida con la de un extraño

-Acabo de mandarle una carta a tu hermano contándole la situación

Sonreí ante la mención de Ulquiorra. Mi hermano tenía 19 años y estaba estudiando en Inglaterra desde hace 5. Todos los veranos venía a visitarme y a contarme como eran las costumbres de la gente de Europa. Incluso me traía prendas vestir de allá sin que papá se diese cuenta.

¡Lo extrañaba tanto! Cuando era pequeña, el me decía que algún día iba a sacarme de aquí y que ambos viajaríamos por todo el mundo como personas normales sin que nadie nos vigilase

No te preocupes hermano. Muy pronto realizaremos aquel sueño.

-Tus tutores viajaran contigo. Tu estancia en Japón será de 6 meses

¿6 meses? ¿Tanto tiempo?

- Durante ese tiempo, tú y Kurosaki Ichigo se conocerán mejor. – Me dijo adivinando mis pensamientos.

Mi corazón dio un vuelco al escuchar su nombre. Mi príncipe se llamaba Ichigo y…

De repente el pánico me invadió al preguntarme si él sabría que existo.

-Padre, Ichi…digo mi prometido ¿Sabe lo del pacto? – pregunté aterrada. Un terrible presentimiento se estaba formando en una parte muy profunda de mí.

-Naturalmente – Su respuesta me tranquilizó. – Luego de la muerte de tu abuelo, la familia Kurosaki fue informada de su último deseo.

-Entiendo – Mis mejillas se habían teñido de un color carmín. Seguro que Ichigo estaba igual de ansioso que yo por conocernos.

-Dentro del transcurso de la semana, te informaré sobre los detalles de tu viaje. Por el momento, puedes retirarte – Finalizó.

Sin pensarlo dos veces, me acerque hacia él y le di un fugaz beso en la mejilla. Nunca había hecho semejante muestra de afecto hacia él pero en estos momentos sentía la necesidad de mostrarle mi agradecimiento por no haber impedido mi pase hacia la libertad

-Gracias – Sin darles tiempo a que los que estaban en la habitación reaccionaran, salí corriendo como alma que lleva el diablo.

Luego de algunas horas me encontraba en el cuarto exclusivo para mis estudios. Estaba traduciendo algunos libros de inglés a coreano. No entendía por qué mi progenitor estaba empeñado en que aprendiera otro tedioso idioma.

Suficiente tenía con el francés, italiano, alemán, chino, polaco y por supuesto el japonés que desde niña me habían impuesto en la cabeza.

-Esto es extraño – Fue lo primero que dijeron Zangetsu y Sode no Shirayuki al entrar a la habitación. No dejaban de observarme.

Yo simplemente me encogí de hombros y sin despegar la mirada del libro, les respondí:

-No hay nada extraño. Si la voluntad de mi abuelo fue casarme, yo solo debo de resignarme a cumplirlo – Lo ultimo trate de decirlo en un tono entristecido pero sonó demasiado fingido.

-No – Repuso mi tutora cruzándose de brazos y lanzándome una mirada llena de suspicacia – Sabemos que eres capaz hasta de cambiarte el rostro solo por ser libre…

-De lo que nos extrañamos –Continuó Zangetsu –…es que no mostraste sorpresa alguna cuando el Rey te lo contó

Me mordí el labio inferior tratando de no formar una traviesa sonrisa en mis labios. Pero al notar aquel extraño brillo en mis ojos cuando hacia alguna travesura, mis tutores se llevaron la mano a la frente en señal de lamento y dijeron al unísono:

-Tú ya lo sabías.

-Pues…- A continuación procedí a contarles como debajo del escritorio me entere de la existencia de mi príncipe azul.

-Ahora entiendo –Mi tutora fue la primera en hablar –…porque de niña hacías garabatos de dos osos siempre juntos.

-Eran conejos – Le corregí.

-Osos o conejos es lo mismo. Lo que aun no creo es que Su Majestad te haya permitido viajar a un lugar totalmente desconocido.

-Todos los lugares, menos este, son desconocidos para mí –Le recordé

-Me pregunto que dirá mi sobrino Ichigo – El comentario de Zangetsu me dejo en shock

¿Zangetsu era familiar de mi príncipe?

-¿Qué? – Logre apenas articular esa palabra. Sode no Shirayuki estaba igual de conmocionada que yo

-Pensé que lo sabían. – Refutó– Mi apellido es Kurosaki

Ambas negamos con la cabeza. En todos estos años habíamos olvidado preguntar por aquel minúsculo detalle.

-¿Cómo iba a saber que eras tío de Ichigo? – Pregunté exasperada.

-Tienes razón. En fin, damita ¿Quiere saber cómo es su prometido?

-¡NO! – La forma violenta y repentina en que me levante de mi asiento hizo que mis tutores retrocedieran presas del miedo. Durante algunos minutos nos quedamos viendo fijamente manteniendo la misma posición.

- A…Arruinaría la sorpresa –Añadí sentándome de nuevo y escondiendo mi avergonzado rostro dentro de mi libro.

Así las dos semanas pasaron en un abrir y cerrar de ojos.

-Mañana es el gran día – Echada sobre mis almohadas con un semblante soñoliento observaba el techo de mi enorme habitación.

Era la última noche que pasaría en mi cuarto.

Estaba convencida que esta era mi última noche como princesa. Al día siguiente seria solo Rukia Kuchiki, una chica común y corriente. Incluso me había hecho un cambio de look y ahora mi cabello era corto y las puntas caían dispersas en mis hombros. Esto no le hizo ninguna gracia a Sode No Shirayuki.

Di un largo bostezo para luego dejar que el sueño me arrastrara con él. Mañana iba a ser un día muy pero muy largo.

Mis últimos pensamientos fueron dirigidos hacia Ichigo Kurosaki, mi príncipe azul.


Que tal les parecio? Se que la actitud de Rukia esta un poco distinta pero no se preocupen conforme vaya avanzando la historia, su actitud sera igual que la del manga.

En el siguiente capitulo se vera como es la vida del prometido de nuestra princesa que como han leido en el summary parece que no esta enterado de su compromiso.

Dejen reviews, porfis, para saber si les gustó

Bye