Capítulo 1: "Perseguida. ¿Quién eres tú?"
Se encontraban en una habitación blanca, no tenía ventanas ni puertas. A simple vista parecía que se encontraban en la nada, parados sobre un suelo que no se veía, y rodeados de cuatro paredes que no existían.
Simplemente era un fondo blanco, pero el extraño ambiente era normal para ambos, y ellos solo se concentraban en su conversación.
—Lo has hecho muy bien todos estos años, ángel. —habló una voz grave y potente.
—Gracias señor.
—Y por eso te he encomendado una nueva misión.
El joven que se encontraba frente a él sonrió con deleite. Ya llevaba mucho tiempo de vacaciones, y comenzaba a aburrirse. Nada era mejor que hacer el trabajo para el que fuiste especialmente creado.
—Aceptaré con gusto.
—Cuento contigo para cumplir el destino de estas personas. —dos fotos aparecieron frente a los ojos del chico.
—¿Eh? ¡Pero si son muy jóvenes! Será divertido. —agregó ampliando su sonrisa. Con tanto tiempo libre se le habían ocurrido varias ideas y planes para su trabajo que él tanto adoraba. Y estaba ansioso por ponerlos en práctica con sus nuevas víctimas.
—Muy bien. Enseguida te daré toda la información que necesites para conocer a los destinados.
—¡Pues entonces comencemos! No puedo esperar.
Las flores de los árboles anunciaban que era la primavera, la ciudad anunciaba su época más próspera. La felicidad simplemente andaba en el aire, contagiando a todos los habitantes de Tokio; al menos a la mayoría.
Por suerte, Sakuno Ryuzaki era una de las contagiadas. Le encantaba esta época del año, y que mejor forma de disfrutar que saliendo un día domingo por la mañana a tomar aire fresco.
Con una falda mezclilla, una blusa de color blanco invierno, una delicada y pequeña cartera colgada al hombro y sus características trenzas; Sakuno caminaba radiante por las calles de Tokio.
Tenía 18 años, por lo que su cuerpo ya estaba bien formado, pero su infantil peinado no le favorecía mucho.
Había llegado a la academia Seigaku hace dos años, y al ver a Ryoma Echizen jugar un partido de tenis se enamoró perdidamente de él. Pero este nunca mostraba ningún interés en ella, cada vez que trataba de hablarle el tenista le respondía con monosílabos y no se limitaba a verle a los ojos. Y lo más deprimente era que este era su último año, pronto se acabarían las clases y nunca más se volverían a ver. Cada uno iría a la Universidad y haría su propia vida. Eso le frustraba aún más, porque ella quería hacer su vida precisamente con Ryoma.
Suspiró al volver a pensar en ese futuro. Pero no dejó que eso le deprimiera ahora. Borró aquellas tristes imágenes de su cabeza y siguió caminando a buen ritmo, sonriente.
Hoy era un día especial, no sabía por qué, pero se sentía más feliz que en otros días. Estaba con ánimos, ansiosa, como si algo emocionante fuera a pasar.
Y como no, si desde hace unos cuantos minutos un extraño sujeto le estaba siguiendo.
Vio unos jeans en la vitrina de una tienda que le llamó la atención, y decidió entrar. Adentro observó mejor el pantalón que el maniquí llevaba puesto.
Pero su atención se fijó en otro cosa. Afuera de la tienda había un chico, más o menos de su edad, parado al frente del vidrio de la vitrina, mirándola inexpresivo.
El joven le pareció un poco extraño puesto que tenía el cabello blanco y unos potentes ojos amarillos que no dejaban de mirarla. Sin mencionar que estaba vestido con una camisa y pantalón, ambos de color blanco. Al parecer no se había dado cuenta de que ella lo miraba también.
Decidió salir a paso rápido de la tienda. No estaba acostumbrada a que los chicos se le quedaran viendo, puesto que nunca había llamado la atención entre sus compañeros.
Se compró una bebida por el calor y siguió con su paseo. Este era un día solo para ella, por lo que tenía pensado hacerse unos cuantos regalitos.
Pasaron solo unos diez minutos y ya comenzaba a cansarse. Ya se había tomado toda la bebida y quería más.
Fue a botar la lata vacía al basurero más cercano. Cuando se detuvo para desecharla divisó no muy lejos al mismo chico extraño. Observándola entre la multitud.
Nerviosa, le dio la espalda y tomo rumbo en otra dirección.
Pasó menos de un minuto y miró para sus espaldas. Y allí estaba él, siguiéndola.
Era aterrador. Cada vez que mirada hacia atrás le veía. Caminando hacia ella, y sin quitarle los ojos de encima. Definitivamente se estaba desesperando. Tenía que hacer algo.
Aunque sentía miedo tenía que enfrentarlo, debía enfrentarlo, saber quién era y por que la estaba siguiendo. Lo que no sabía era que al descubrir a su acosador su vida cambiaría por completo y jamás volvería a ser la misma.
Los nervios recorrían todo su cuerpo. Su corazón se aceleró a tal punto que sentía que se le saldría por la garganta.
Hace un buen rato que se había cuenta de que era seguida por un joven. Y por más que intentaba disuadirlo, no lo conseguía.
Optó por tratar de mezclarse con la gente varias veces, y aún así no lograba perderle de vista.
No quería que le siguiera hasta su casa, no podría dormir con la idea de que ese extraño supiera donde vivía. Tendría que enfrentarlo.
Comenzó a caminar más lento para que el perseguidor estuviera un poco más cerca. Todavía no sabía que es lo que iba a hacer.
Siguió con su andar lento por unos minutos. La gente pasaba a su lado murmurando insultos que ella no alcanzaba a entender. De seguro que su lentitud molestaba a los que iban detrás suyo. Poco le importaba.
Poco a poco disminuyó el paso aún más, hasta llegar al punto de ni siquiera moverse. Se quedó totalmente inmóvil, entre la multitud.
Sus ojos observaban el suelo y las manos le temblaban. ¿Dónde estaría el chico ahora? ¿Se habría ido? O quizás estaba justo ahora detrás suyo. O tal vez se había detenido también, esperando a que ella volviera a caminar.
Tomó una gran bocanada de aire y se dio vuelta bruscamente. Bueno, al menos no estaba justo tras su espalda. De hecho, se encontraba a unos diez metros. Guardando distancia, como siempre; y al igual que ella se había detenido.
¿Cómo era posible que no se diera cuenta de que ya lo había descubierto? ¿O es que ese era parte de su plan? ¿Y si él quería que ella se le enfrentara?
—Supongo que solo hay una forma de averiguarlo. —susurró débilmente.
Con cuidado, comenzó a caminar. Al principio apenas avanzaba, pero luego fue apresurando el paso poco a poco. Iba directo hacia él y este ni siquiera se movía. Seguía observándola con una mirada serena.
No fue hasta que estuvo a unos cinco metros de distancia cuando el extraño se dio cuenta de la situación. La castaña pudo notarlo al ver la expresión horrorizada del joven.
La castaña siguió caminando a paso apresurado mientras que el de cabellos blancos observaba con horror como ella se dirigía directo hacia él.
Había parecido una eternidad para ambos, pero al fin se encontraban frente a frente. Y ninguno decía una palabra.
Sakuno no había pensado en eso, ¿qué le diría? En un momento así solo se le ocurrió preguntar lo obvio.
—¿Estás siguiéndome? —habló tratando de subir el tono para parecer más ruda, pero el temblor en su voz le delató.
—Eh… —los amarillos ojos de él iban y venían nerviosos. Mirando en todas direcciones, hasta que al final se posaron en los carmín de ella—. No.
Esa respuesta molestó a Sakuno.
—¿Cómo dices que no? Te he visto atrás mío hace media hora.
—¿Entonces para qué preguntas? —comentó con tono divertido.
La de trenzas se quedó perpleja. El chico no era como se lo imaginaba. Creía que al enfrentarlo el huiría para que no le delatara.
No supo que responder en ese momento, y le tomó varios segundos recordar que era lo que quería saber de ese sujeto.
—¿Qué… qué es lo que q-quieres? —preguntó tímidamente al verse invadida por esos grandes ojos que la miraban curiosos.
—De ti nada. —respondió encogiéndose de hombros.
Era más extraño de lo que creía. No lograba entender por qué mentía si era tan obvio que había estado tras ella todo este tiempo.
—Entonces, ¿por qué me seguías? —habló con impaciencia.
—Yo no… —sus ojos volvieron a dudar, nerviosos—. No te seguía.
Sakuno suspiró. No estaba consiguiendo nada, y se comenzaba a impacientar. El chico le miraba de una forma extraña, casi con fascinación.
Ella le devolvió la mirada, y se le comenzó a formular una confusión en el rostro.
—¿Quién eres tú? —preguntó, ahora con verdadera curiosidad.
Había tantas respuestas para esa interrogante. Sin embargo, ninguna era apta para la chica en frente suyo. Pero no por nada era uno de los mejores en su trabajo.
Aunque, desde que empezó con todo esto unas décadas atrás, se impuso una regla a si mismo. Si bien, esa regla no era aprobada por Dios, se le perdonó con la condición de que pasara desapercibido. Y sabía cómo hacerlo, al menos la mayoría de las veces.
—Me llamo Hiro. —se presentó con una sonrisa.
Ella le miró inspeccionándolo.
—¿Por qué esa extraña apariencia? —sin poder evitarlo esas palabras salieron de sus labios.
—¿Qué? —la expresión de Hiro le causó gracia. Mostraba claramente sorpresa y preocupación—. Mi apariencia es absolutamente normal.
Sakuno enarcó una ceja.
—¿En serio? Entonces, ¿por qué tu cabello es blanco?
—Es de nacimiento. —respondió el chico completamente seguro. Esa era una respuesta ya bastante ensayada.
—¿Por qué estas vestido completamente de blanco? —siguió ella con el interrogatorio—. Y sobre todo… ¡¿Por qué no llevas zapatos?!
Oh. No había practicado tanto para esas preguntas. Nunca las consideró importante.
—Ah. Pues… Es una tradición —tratando de recordar que era lo que debía decir—, de mi cultura.
Bueno, ahora sí que Sakuno no sabía que más decir. A pesar de que las respuestas de Hiro eran extrañas, aunque le dijera la verdad no era seguro de que le sirviera de algo.
Además, si le preguntaba de por qué le estaba siguiendo él se negaba, y seguro que si le pedía que dejara de molestarla él insistiría en que es inocente.
—De acuerdo —dijo al fin—, volveré con mi camino y más te vale que no te encuentre andando atrás mío otra vez.
Sin esperar respuesta se dio media vuelta y comenzó a alejarse.
—Pero Saku… —tan pronto como terminó de alegar se dio cuenta de lo que había dicho.
La aludida se paró en seco. El horror se apoderó de ella en el instante en que escuchó su nombre.
—C-cómo —pronunció apenas— ¡¿Cómo sabes cómo me llamo?! —gritó histérica al tiempo que se volteaba y se enfrentaba a los amarillos ojos.
—Y-yo —el nerviosismo se notó en la voz de Hiro—. No puedo decirlo.
La castaña le miró por unos segundos y se dio media vuelta repentinamente, alejándose casi a trote. Caminó lo más rápido que pudo. Con sus ojos de color carmín fijos al frente, sin mirar atrás. Se iba a su casa, y esperaba que ese tal Hiro la perdiera de vista entre la gente.
Para su suerte, el joven no trató de ir tras ella. Se quedó allí, observando el lugar en donde Sakuno había desaparecido de su vista.
—Diablos, —no debería haber dicho esa palabra—, ya perdí el toque.
Está bien, lo admitía. Lo había arruinado, cometió un descuido que se suponía jamás debía suceder. Esa era la condición para que pudiera caminar entre la gente, a diferencia de sus compañeros que hacían todo desde el cielo.
Pero él era uno de los mejores, ¿no? Se merecía algo de libertad. Es más, para esta misión se daría el gusto de hacer algo que jamás había hecho. Puesto que estaba prohibido.
Pero si también lo estaba caminar en el mundo como un humano y aún así Dios se lo permitió, entonces no veía por que esta maravillosa idea supondría un problema. De seguro que Él entendería.
Listo. Ya estaba decidido.
Comenzó a recorrer el mismo camino que Sakuno había tomado anteriormente.
No perdería una oportunidad así.
—Hace demasiado tiempo que no hablaba con humanos.
