¡Hola Mundo Fanfiction! Regreso con un fic compuesto por dos fics :p
Dos drabbles totalmente diferente, sin mucho sentido aparente, sacados de la nada.
El primero es un recuerdo de Thomas, tratando de sonar poético, si no has terminado de leer la saga, es recomendable que no lo leas ya que contiene spoilers sutiles.
El segundo en un encuentro entre Alby y Newt, antes de que llegara Thomas al Área, un poco raro de una situación inexistente.
Sin mas...
Disclaimer: The Maze Runner no me pertenece.
El Árbol Seco By Madoka
Déjame volverme loco, deja revolotear las ideas y pensamientos en mi mente, deja de hablarme dentro de la cabeza, déjame retorcerme en mi mar de angustias y preguntas sin respuestas, no te creas la solución al problema, tú has traído muchos más de los que he arreglado. Deja de gritar en mis sienes, de revolverme el cabello y confundirme llamándome de otra forma. Deja de ser la enredadera a mi alrededor que no me deja crecer derecho, deja de convertirte en la llaga que supura mi corazón y alma, déjame en paz.
Te rezo en el oído y me acurruco contigo. Las noches se vuelven frías cuando no estas, y acogedoramente tibias cuando me abrazas con ternura.
"El árbol seco" dijiste en mi mente "al lado de este árbol seco es donde te gusta estar, Tom".
"Si".
Fue lo único que te pude responder sin hundirme en un rencoroso sentimiento de podredumbre hacia ti. No recuerdo conocerte, pero lo sé. No recuerdo amarte, pero lo hago.
¿Quién eres, que quieres de mí, por qué viniste?
Tal vez hubiese estado mejor sin ti en este lugar, matándome en el trabajo y en planes siniestros de salir del encierro.
"El árbol seco" repetiste. Y aunque tuve el impulso de gritarte que cerraras la boca, en nuestro defecto, la mente, no pude, porque tu voz dentro de mí me aliviaba el malestar y sabor amargo que cargaba cada mañana.
Un sentimiento contradictorio. Te amo, pero te odio.
"En el valle de los olivos, una mujer se vino a matar. Ya no deseaba vivir, nadie entendía porque, pero sola se fue, quitando la vida con desdén".
En Las Lapidas cantaste la canción del Valle Muerto, tu dulce voz melodiosa transformando una oda del suicidio de una mujer sola, en una poesía en prosa.
¡Oh Teresa, si pudiera decirte cuanto te adoro!
Es como una enorme soga atada a mi cuello, ahorcándome desde el árbol seco. Dormimos juntos en aquella esquina, compartimos momentos importantes, y a pesar de que no recordemos nada, creamos nuevos y puros.
"Supongo que lo único real aquí son mis sentimientos por ti".
"Sigue cantando, me encanta escucharte, a pesar de que hablas de la muerte como si fuera el clima".
"Las zanjas hundieron su cuerpo, y aunque la buscaron inciertos; su rostro sonriente vieron resplandeciente".
"Teresa por favor, no guardes silencio y continua relatándome".
Sentir tus brazos a mí alrededor es sublime. Tu piel es suave, tersa y blanca. Fina. Pero tus ojos son incomparables, hermosos; azul como el cielo inexistente.
"Tú dices… que estoy loco".
"Eres el único, Tom, el único loco".
A tu lado, todo parecía poseer una intensidad superior a la normal, un contraste más marcado de colores, luces y sombras. Quisiera que la noche no acabara, para poder quedarme contigo sobre el helado suelo de hojas junto al árbol seco.
Tus manos se desplazan por mi espalda con lentitud y gozo. No pude guardarme el gemido en los labios. Teresa, oh, Teresa. Quiero que te quedes conmigo, bajo el manto de nuestro árbol seco.
"Con lágrimas en los ojos muy fuertemente llorando, la cabeza atrás volvía y quedábase mirándolos. Y vio las puertas abiertas los cerrojos quebrantados, y vacías las alcándaras sin las pieles, sin los mantos, sin sus pájaros halcones sin los azores mudados".
"No Teresa, no me cuentes otra historia, mejor dime, y termina con aquella mujer deprimida, que a su vida ya no hallaba sentido".
"Tom" dijiste de repente, me sobresalte y levante el rostro de tu acogedor cuello. Tu cabello, Teresa, negro como la noche, brillante como las estrellas, melancólico como la lluvia, esparcido por todos lados.
"¿Qué?" te pregunte directamente, ya que detestaba cuando nuestra sesión de relatos se veía interrumpida por alguna divagación o por menores, molestias de los demás.
"¿Qué pasara? ¿Terminare muerta como la mujer del Valle?"
Fruncí el ceño y proferí un largo suspiro, que pronto me saco del estupor.
"No Teresa, tu no terminaras muerta como la mujer del Valle; ella se suicidó, tú te sacrificaste".
"Siempre he… cuidado de…".
Lo último que dijiste antes de que me jalaran lejos de ti. El pecho se me oprimió y sentía el corazón desgarrado, Teresa, cuando te vi ahí tendida, bajo aquel gran pedazo de escombro, me transporte por un segundo a nuestras noches bajo el árbol seco.
Tú me cantabas, Teresa, tus canticos celestiales que anunciaban la muerte próxima. Y yo te rezaba al oído.
¿Lo recuerdas?
Dudo que así sea.
Hubiera deseado que esa última vez que dormimos abrazados durara más, y no solo en mis recuerdos.
Tal vez en otra vida, Teresa, tú y yo podríamos quedarnos juntos, bajo el letargo oculto de una enfermedad sin cura, sobre una cama de hojas, al lado de nuestro árbol seco.
