Hola:
Desde hace mucho que tenía una idea dando vueltas en la cabeza. Esta consistía en ver si era capaz de escribir un Hanny. Ya he escrito Ronmiones, Dramiones y un Rose/Scorpius, pero nunca me he dedicado de lleno a un Hanny principal. Y quise probar.
Además hace mucho que debía un fic así a una amiga y lo prometido es deuda.
Espero que este primer capítulo no sea aburrido y que les guste.
Muchos Saludos
Yaem(Incursionando en el Hanny) Gy
Capítulo 1: La espera por un Amor
Estaba dichoso. El ala norte de la construcción estaba casi lista. El trabajo había sido muy arduo pero los plazos estaban siendo cumplidos con éxito. Le sobrarían días y con ello también presupuesto. Además ya le habían aprobado la siguiente etapa del proyecto, por lo cual tendría trabajo asegurado por lo menos por un año.
Su camioneta se deslizaba tranquilamente por la calle. Tenía que sacar a pasear a Hedwig, su bella lechuza, para su vuelo de quince a veinte cuadras para ejercitar las alas. Lo malo era que a veces a los vecinos no les gustaba que un ave tan grande revoloteara a su alrededor, por lo cual él se resignaba a extender las distancias para así no tener problemas.
Estaba atrasado. Pronto su esposa llegaría a casa y él deseaba para entonces ya haber cumplido sus obligaciones con su mascota. Así tendría el resto de la noche para dedicarlo exclusivamente a la mujer que amaba.
Harry llegó corriendo a la puerta y solo tuvo que dar un par de pasos para que Hedwig se le posara en la cabeza, tal como lo hacía cada tarde. El hombre acarició unas de las patas y con ello el pájaro se bajo de su cabeza para posarse en su viga favorita. Harry subió las escaleras y se cambió la ropa para así poder salir de paseo con el ave.
Los cuarenta minutos siguientes, Hedwing danzaba en los cielos desplegando sus largas alas. Harry, que ya no podía hacerle el peso al vuelo de la lechuza, lo seguía en la camioneta a baja velocidad y luego de llamarla y darle una pequeña golosina, le indicó que ya era hora de ir a casa.
-Ella te espera para darte de comer- le dijo en forma tierna al ave y está se lanzó rauda por el cielo en dirección a su hogar.
Harry tuvo que apresurar la mancha de su vehículo, pues Hedwig era una lechuza muy veloz.
A veinte metros de la casa pudo divisar a su mascota meterse por el patio para entrar a la casa. Era su costumbre volar hasta la ventana corredera de la cocina y meterse en ella para recorrer la casa hasta la salita del recibidor y posarse en la viga, esperando que su dueña le diera su cena.
Harry estacionó la camioneta y entró a su casa, allí encontró a su esposa acariciando las plumas de Hedwig, mientras la avecilla se acurrucaba en el cuello de ella. Solo con ella el ave se entregaba al máximo. Parecía que Hedwig estaba enamorada de su dueña.
-Hola… Hey… Yo también necesito cariño- se quejó el ojiverde risueño.
-No seas celoso. Deja que le dé su cena Hedwig y después tendré toda la noche para ti- le dijo ella guiñándole un ojo.
La lechuza se quedó meciéndose en su viga mientras el matrimonio caminó hasta la cocina. Ella buscó en un apartado de la alacena y sacó la bolsa con la comida, la cual puso en su recipiente. Luego dio un silbido, dejando el recipiente en el pequeño cuartito que habían destinado para el ave.
Hedwing planeó feliz hasta llegar a su cuartito y comió su cena con emoción. Mientras, Harry no perdía de vista a su mujer, quien llenaba de agua un cuenco y lo dejaba al alcance de Hedwig.
-Toma bonita… es agua fresca. Bebe- susurraba con esa dulce voz que él tanto amaba.
La observaba y no podía creer que una mujer tan grandiosa lo hubiera elegido de esposo. Cuando la conoció eran muy jóvenes, pero quedaron cautivados el uno con el otro al extremo que desde el momento que se vieron por primera vez ya no se separaron nunca más. Él luchó arduamente para estudiar arquitectura, mientras ella dedicó todos sus esfuerzos por ser una buena veterinaria. Y ambos poco a poco fueron formando su nido, su hogar, en donde el primer hijo al cual amaron fue un pequeño pichón de lechuza que ella rescató de unos coleccionistas de animales exóticos.
Gracias a su gran expediente como veterinaria, ella había sido contratada en un buen zoológico y una tarde el pequeño pichón llegó hasta ella con una patita rota.
Y había sido amor a primera vista.
Desde entonces la llevó a casa y Harry la adoptó como mascota, aunque al principio no tenía ni idea de que hacer con una cría de lechuza.
Así los tres fueron formando su hogar. De eso ya cinco años.
-¿Quieres cenar ya?-
-¿Al fin me tocó el turno de comer?- preguntó él con fingido resentimiento.
-Claro que si mi niño grande- le dijo ella aproximándose a él para abrazarlo- te tengo algo delicioso que preparé en tiempo record. Solo para mimar a mi único amor-
-Eso de único amor no te lo creo mucho. Creo que siempre quedaré en tercer lugar después de Hedwig y Arnold- y la besó dulcemente en los labios para luego acariciar sus largos y sedosos cabellos negros.
-Te amo, Harry- le susurró ella acunándose en el cuello de él.
-Y yo te amaré para siempre, Cho- le dijo él estrechándola en sus brazos.
La sala de hospital se había convertido en su hogar desde hacía mucho tiempo. Ya estaba acostumbrada a las máquinas, a sus piteos rítmicos. Las paredes blancas habían sido adornadas por sus hermanos y su pequeña sobrina le había dibujado sendas flores rojas y amarillas que coronaban todo el lugar. Su padre la visitaba todas las mañanas y las tardes, mientras su madre se mantenía a su lado todo el día. El resto la visitaba a las horas permitidas, aunque por turnos ya que el pequeño restaurantito del cual eran dueños siempre demandaba de ellos su mayor esfuerzo.
A pesar de su enfermedad, ella estaba inmensamente agradecida de la vida. Su familia y sus amigos eran lo mejor que le había pasado y si no fuera por su débil corazón, ella ya hubiera partido a Irlanda, a conocer y estudiar danza celta, su mayor pasión.
Ella era la menor de siete hermanos. Bill, el mayor, era extraordinario y trabajaba en uno de los inmensos bancos de Londres. Charlie, quien era amante de los animales y se había marchado a Bulgaria a trabajar en un prestigioso zoológico. Percy, quien era profesor de matemáticas en el día y estudiante de Física en las noches y que soñaba con entrar a trabajar a Oxford. Luego venían los gemelos, Fred y George, quienes habían sido la mayor felicidad de su hogar, hasta que Fred muriera hacía cuatro años. Al final quedaba su hermano regalón, Ron, que estudiaba en ese entonces y que trabajaba en el restaurante para pagar sus estudios.
Al final estaba ella, la princesa de la casa, la única mujer, a la cual todos mimaban. Mas, Ginny había heredado un corazón que se cansó de la vida demasiado rápido. Y eso la había hecho más unida a su hermano Fred en sus últimos días de vida. Pues él también había albergado en su pecho un agotado corazón.
La enfermedad de Fred se había desarrollado con funesta rapidez. La cardiopatía congénita que lo aquejaba lo consumió en menos de un año y no hubo tiempo suficiente para encontrarle un nuevo corazón. Al final, Ginny supo que ella sufría el mismo mal a una semana antes de la muerte de su hermano y se aferró a él hasta el último minuto.
Nunca como en esos momentos se sintió tan unida sanguíneamente a algunos de sus hermanos como se sintió unida a Fred, y acunó una de sus manos hasta el último segundo de su vida, mientras George se aferraba a la otra. Fred nunca supo que ella compartía con él la misma enfermedad y ella lo prefirió así. Era mejor no angustiarlo en sus últimas horas.
Así desde entonces, Ginny había comenzado una cruenta lucha por la vida. Las estancias en el hospital eran prolongadas y costosas y eso había mermado ya las escuálidas finanzas de la familia. Por lo cual, todos se habían enfrascado en sacar adelante el único patrimonio del que disponían, La Madriguera, como así llamaban a su pequeño restaurante.
En el local trabajan Arthur, su padre, George y Ron, además del señor Albus, un cocinero tan grandioso que todos le llamaban el mago. Junto a ellos trabajaba Hermione, quien era su mejor amiga.
Ginny se hubiera encargado de atender las mesas junto a Hermione si hubiera estado sana, pero las cosas nunca son como uno las desea. Solo le quedaba agradecer todo el amor que su familia le prodigaba y el cariño que sus amigos le daban.
-¿Estás dormida?- susurró a una mujer entrando en la habitación escoltada por una insipiente pancita.
-Luna- habló con esfuerzo la pelirroja- No… te esperaba… hoy-
-Neville tenía libre hoy. Él se quedó cuidando a mis pequeños terremotitos-
-Eres… una mujer… cruel… Ne.. Ville… no podrá… luchar… con ellos… dos-
-No hables tanto, cariño. No te hace bien. Y en cuanto a lo de cruel… Solo aproveché de descansar un poco. Paso todo el día al pie de la trinchera y él solo llega en la tarde para atiborrarlos de azúcar y después me tengo que encargar de esos dos loquillos sobre energizados y de un marido que solo quiere amor, amor y más amor… al final termino muerta cada noche- y rió.
-Pero… eres… una muerta… feliz- dijo Ginny en un hilo de voz.
-Lo soy. Y tú pronto lo serás cuando encontremos un corazón para ti y vuelvas a casa. Ya verás como en menos de un mes encuentras a un hombre maravilloso y te casas con él-
-Sé que… eso… nunca pasará.-
-No digas eso, bonita-
-Luna… quiero… pedirte un… favor-
-Lo que quieras amiga.- Luna tomó la blanca mano de Ginny
-Quiero… que cuides… de los míos… Si ya no… puedo… más…-
-Ginny, no me pidas eso. Tú vas a mejorar. Toda tu familia se ha dedicado a cuidarte. -
-Pero el… corazón,… no llega-
-Llegará, ya lo verás-
El resto de la tarde Luna le contó un montón de peripecias que había vivido al cuidado de sus pequeños Tomás y Jack, un par de pilluelos que le recordaban mucho a sus queridos Fred y George en los tiempos en los que Fred estaba sano.
A Ginny le encantaba escuchar historias, recibir dibujos. Cada vez que Luna aparecía, un nuevo dibujo adornaba la pared. Lo mismo sucedía cuando su hermano Bill la visitaba, pues le llevaba dibujos de flores y mariposas de parte de su pequeña hija Victorie. Al final el cuarto estaba tan atestado de dibujos de niños que cada cierto tiempo Hermione los cambiaba y se llevaba a casa los más antiguos para guardarlos en un gran y bello baúl de madera que Charlie había mandado de regalo a Ginny. Y de nuevo el cuarto empezaba a llenarse de dibujos y de alegría infantil.
La noche se prolongó serena. Molly dormía en la camilla que desde hace mucho había sido habilitada. Ginny ojeaba la pared que ostentaba su nueva adquisición, un pájaro que se suponía era un águila, pero más parecía una lechuza, por la cabeza grande y los anchos ojos. Era blanco y con garras muy afiladas. Lo había dibujado Tomás, quien le había jurado a Luna que había visto al águila volar por una calle, mientras viajaba en la humilde camioneta de su tío Ron al volver a casa desde la Madriguera.
Según Tomás, vio el ave volar al brazo de un hombre y cuando le preguntó a tío Ron que clase de pájaro era ese, tío Ron le había dicho: "Ni idea, pero si tiene garras y pico afilado, debe ser un águila" y luego se había reído.
"Ay hermano. De aves no sabes nada" pensó la chica con una sonrisa en los labios. "Ni de chicas tampoco".
Arnold se movía imponente en su territorio. Helga, su esposa, comía tranquila en su viga favorita. Ambos estaban apretados en su jaula y Cho ya no hallaba la hora de que el nuevo espacio que se construía para ellos, estuviera ya habilitado. Ella se acercó a la jaula y miró a la pareja que disfrutaba de los cálidos rayos de sol. De pronto, Arnold caminó hasta ella y la observó en silencio. Entonces Cho extendió una mano en el cristal de protección, lo cual fue imitado por Arnold, luego extendió su otra mano y el enorme simio la volvió a imitar.
-Eres el chico más guapo que he conocido en mi vida- le dijo- Te quiero mucho… pronto te daré una nueva casa-
-Solo contigo hace eso, Que raro ¿no?- escuchó la mujer detrás de ella.
-Seamus, hola- y lo saludo con un tibio abrazo- ¿Ya revisaste a bolita? Según Sam se quejaba mucho-
-Si, ya pasé por allí. Ya le di su medicamento. Pero ya no deberíamos decirle bolita. Está muy crecida ya, deberíamos decirle Tremenda, por su mal genio- y rió.
-Es que era tan pequeña cuando llegó. Una pequeña gatita tierna-
-De tierna ya no tiene nada. Ahora da miedo. Oye, ¿Estás lista para esta noche? Será el evento del año-
-Completamente lista. Harry va a pasar por mi vestido y yo por el abrigo que compré ayer. Estoy muy ansiosa por conseguir los fondos para terminar el ala correspondiente al nuevo hogar de Arnold.-
-Uuuyy… tenemos diferentes anhelos, amiga mía. Lo que es yo, acabo de conseguir una cita con una chica 10 para llevarla a la fiesta esta noche-
-¿10? La última vez que dijiste eso a mí me pareció más una chica 5-
-Ahhh, es que le faltaba cadera. Esta tiene cadera, busto y rostro de diosa-
-¿Y el cerebro cuando, Seamus? Para mí una chica diez tendría que tener belleza e inteligencia-
-¿Y para que quiero la inteligencia? No necesito que me den una cátedra cuando las llevo a la cama, mi adorada Cho. Tú eras mi única chica 100, pero Harry llegó primero y te robó- y rió.
-Tú también pudiste ser mi chico 100, pero Harry me enamoró antes y él siempre será mi chico 1000. Y ese puntaje no lo alcanzará ningún otro hombre en mi corazón, ni en esta vida ni en la siguiente-
-Eres una cursi, Cho. ¿Lo sabías? "Mi chico mil, de aquí a la eternidad"- agitó la mano como alejando las palabras-. Hiciste parecer a Harry como un empalagoso- Seamus carcajeó.
Mientras hablaban salieron del espacio techado del zoológico y notaron que la lluvia empezaba a caer con parsimonia. Seamus cerró su chaqueta y Cho se puso un notero grueso sobre la cabeza, Ambos tomaron el pequeño carrito con el cual se movilizaban por el recinto.
Cho esquivó las gruesas gotas de lluvia y sacudió su ropa al llegar a casa. Corrió por ella y subió a su cuarto para preparar el baño. Muy pronto sintió el agitar de unas alas en el primer piso y antes de desvestirse, bajó otra vez para darle su efusivo saludo a Hedwig.
-Hola, bonita. Estás toda mojada.-
Pronto unos pasos se acercaron y la puerta se abrió para dar paso a un atractivo hombre de camisa blanca y pantalones de tela negros. Llevaba el cuello abierto y los mechones negros goteaban un poco.
-¡Harry! ¿Cómo se te ocurre llevar de paseo a Hedwig vestido para la fiesta?-
-No me gusta perder el tiempo- sonrió el hombre- ¿No me darás mi beso?-
-Estás todo mojado. Mira tus pantalones-
Cho realizó como todos los días el ritual de alimentación de Hedwig y luego subió a su cuarto en donde Harry secaba sus pantalones con el secador de pelo.
-¿Mi vestido?-
-Allí, Vístete pronto, Ya no aguanto las ganas de verte enfundada en tan linda prenda.-
-Te aseguro que me veo muy sexy-
-¿Y porqué mejor no nos quedamos en casa y nos tentamos el uno al otro con nuestros elegantes atuendos?- le dijo Harry atrapándola en sus brazos para besar el cuello aun húmedo de ella.
-Claro que no- sonrió Cho - esta noche es de Arnold-
-Que triste saber que prefieres dedicarle la noche a un gorila, que a tu esposo-
-Es que tú no eres tan guapo como él- bromeó la mujer
-Que bromista la señora. ¿Eh?- y le puso el secador de pelo en las piernas para que le llegara el fuerte calor.
Cho rió a carcajadas y salió corriendo de la habitación tomando su vestido, para luego encerrarse en el baño.
Harry, Luego de secar los pantalones, encendió el televisor para dar un vistazo al partido de fútbol que se desarrollaba en ese momento.
-¡Ni se te ocurra entusiasmarse con el partido! ¡No nos queda mucho tiempo para llegar a la fiesta!- grito Cho mientras comenzaba su ducha.
-Solo son unos minutos, mientras me pongo los odiosos zapatos y te pones hermosa. Además, por lo que veo, los Chudley Cannons van a perder otra vez.-
Media hora más tarde la bella pareja subía al carro de Cho, un automóvil liviano y pequeño, y emprendían camino a la elegante fiesta organizada por la asociación del Zoológico, para así conseguir los fondos que eran requeridos. Si todo salía bien, en menos de seis meses Arnold y Helga tendrían su nuevo hogar.
